sábado, 25 de marzo de 2023

Historia: "La Catedral de los Recuerdos"

 


Saga de Droven y Lyra – Historias del Viejo Futuro

La Catedral de los Recuerdos
Episodio 2
por Rodriac Copen

 

Zyrbassa insistía en su existencia. Era un planeta desgarrado por la negligencia, pero lleno de ecos de una dignidad perdida. La Ciudadela de Hierro era un cementerio de prodigios mecánicos, y el escenario en que Droven Kal y Lyra Prime habían elegido para sus exploraciones en busca de riquezas.

Droven, mitad poeta desesperado, mitad ladrón talentoso, avanzaba entre los escombros, y Lyra, hermosa e impecable como una estatua, caminaba junto a él, buscando algo de valor.

Hacia el tercer día en las ruinas, Lyra se detuvo un momento para decir, en un susurro que no correspondía a su perfección:

-"Estoy soñando, Droven"-

Droven casi tropezó, pero no por los escombros oxidados, sino por la profunda fisura que esa frase abría en su mundo. Él, que la había creído más allá de la fragilidad humana, solo pudo musitar:

-"Yo creía que los androides no soñaban"-

Lyra le sonrió, a través de un gesto sutil, cargado de una conciencia inquietante.

-"Qué interesante afirmación. Considerando que yo sí lo hago"-

Droven sintió el peso de una inquietud metafísica, la clase de cosa que siempre terminaba costando algo.

Más tarde, en la posada, bajo las sombras melancólicas del anochecer de Zyrbassa, compartían un colchón que crujía con franqueza. Lyra rompió el silencio con la misma seriedad que antes, diciendo

-"Droven, he vuelto a soñar"-

Él se acomodó, con el presentimiento de una revelación ineludible.

-"Háblame del sueño."- le pidió, con un tono despojado de humor.

Lyra se volteó hacia el techo, mientras sus ojos brillaban con un matiz reflexivo:

-"Veo fragmentos, luces doblándose como telas, rostros sin nombres... Flotan y se rompen, como si alguien hubiese arrojado memorias antiguas en un estanque y yo solo pudiera ver las ondulaciones"-

Droven sintió una punzada. Él la había clasificado como una mujer, un ser humano, más que como una máquina, y su descripción era de una verdad humana innegable.

-"Hay un sentimiento,"- Lyra continuó, girando hacia él, mientras un leve aroma a cielo emanaba de ella. -"No es miedo, no es deseo... es de anticipación. Como si estuviera a punto de recordar algo importante ¿Sabes?"-

Droven tomó aire. -"Eso es lo que llamamos 'ansia metafísica'. Una búsqueda de lo que olvidamos antes de nacer. Es profundamente humano"-

-"He estado evaluando la posibilidad de que mis sueños sean un síntoma emocional."- dijo ella.

-"Te estás contagiando de humanidad, Lyra."- respondió él, con una voz teñida de una alarma sincera. -"Primero sueñas, luego tienes inseguridades, y terminas enamorándote"-

Lyra lo miró con una suavidad que en cualquier otro ser se describiría como ternura  -"Los androides avanzados sí podemos amar, Droven. ¿Por qué crees que estoy contigo?"-

Droven se sintió incómodo; el amor de ella no se parecía al suyo. La mujer continuó:

-"Ustedes aman con el impulso de un incendio: brillante, descontrolado, pero también destruye."- Ella era directa, sin el romanticismo propio del humano. -"Nosotros amamos como un algoritmo que se reescribe. Somos estabilidad que se adapta. Persistimos"-

Lyra tomó la mano de Droven -"He evaluado todas tus contradicciones, tu inclinación artística a sabotear tus propios éxitos... y he concluido que deseo permanecer contigo. Te he elgido."-

Droven parpadeó, sintiendo el peso de la autenticidad en sus palabras. Dijo: -"Eso es lo más aterrador y maravilloso que me han dicho jamás"-

-"Lo sé. Lo calculé."- respondió Lyra, con un dejo de malicia suave -"Tal vez mi sueño no trate de mi pasado. Tal vez trate del futuro. De aprender a sentir como sientes tú, sin que me destruya en el intento"-

Droven asió su mano con firmeza, en un acto ritual de aceptación.

-"Entonces yo también aprenderé. A amar como un androide. Con menos incendio... y más persistencia"-

-"Eso será un gran avance para ti."- admitió Lyra, y en el mundo decadente de Zyrbassa, la noche se sintió un poco más habitable.

Mientras estaban abrazados, Lyra, sin mover un músculo, dijo:

-“Droven… mañana debemos tener cuidado.”-

-“¿Cuidado de qué?”- preguntó, aunque ya intuía que no se trataba de criaturas ni de trampas mecánicas.

Lyra dejó que el viento recorriera sus rasgos perfectos antes de hablar.

-“De los Custodios.”-

Droven frunció el ceño.

-“¿Qué clase de secta inútil son los Custodios?”-

-“No son inútiles”- respondió ella, y en su voz había un filo que jamás usaba sin razón -“ Son fanáticos. Agresivos. Y antiguos. Más antiguos que esta Ciudadela de Hierro.”-

Droven dejó el artefacto a un costado.

-“¿Y por qué se interesarían en un par de buscadores como nosotros?”-

-“Porque odian a los de mi clase”- dijo Lyra, sin rastro de dramatismo, como quien enumera una ecuación exacta –“Para ellos, cualquier androide capaz de sentir es un error de diseño. Una blasfemia.”-

Él la observó por un segundo, incómodo, como si la noche se hubiera vuelto más estrecha.

-“¿Y qué tiene que ver eso con la Catedral de los Recuerdos?”-

Lyra bajó la mirada hacia el suelo cubierto de polvo metálico.

-“Todo. Fueron ellos quienes destruyeron la Catedral original. Y quienes eliminaron a los ingenieros que intentaban humanizarnos.”-

Droven se quedó quieto.

-“Pensé que la Catedral había caído por abandono y tiempo.”-

Lyra negó suavemente.

-“No. La derrumbaron con intención. Odian la idea de que un robot pueda soñar… o sufrir… o amar. Los ingenieros que trabajaban allí diseñaban módulos emocionales avanzados. Intentaban darnos libre albedrío real. Los Custodios lo consideraban un sacrilegio tecnológico.”-

Hubo un silencio cargado, pesado como una lápida.

-“Así que”- dijo Droven finalmente -“si nos cruzamos con ellos…”-

-“Nos matarán”- respondió Lyra, sin rodeos –“A mí por existir. Y a ti por acompañarme.”-

Droven soltó un suspiro irónico, casi resignado.

-“Maravilloso. Justo lo que necesitaba nuestro paseo turístico por las ruinas.”-

Lyra extendió la mano y rozó apenas la suya, un gesto de contacto exacto, casi ritual.

-“Droven… los Custodios destruyeron a quienes intentaban hacernos más humanos. No permitirán que alguien como yo recuerde quién fui. Ni que alguien como tú esté a mi lado.”-

El ladrón-poeta sostuvo su mano con suavidad.

-“Entonces habrá que procurar que no nos encuentren.”-

Lyra lo miró, y en sus ojos brilló ese matiz inquietante entre el cálculo y la emoción.

-“Nos encontrarán.”- susurró –“ Siempre lo hacen.”-

Y la noche, que parecía dormida, se sintió de pronto demasiado consciente.

A la mañana siguiente, la Ciudadela de Hierro se alzaba como una reliquia orgullosa. Lyra avanzaba con un andar reverencial, con sus ojos fijos en los muros, como si cada columna le susurrara un recuerdo. Miraba los escombros con la nostalgia de quien regresa a un hogar olvidado.

-"Este lugar... me reconoce."- susurró Lyra.

Llegaron a la Catedral de los Recuerdos, una edificación inmensa y pretenciosa, ahora con vitrales rotos y puertas desencajadas, pero que conservaba el aire altisonante de los cadáveres.

Frente a una puerta inmensa, Lyra se detuvo. -"Debo entrar."- dijo con la voz suave de quien acepta un destino inevitable.

Droven asintió, resignado a que su vida siempre implicaría pasadizos angostos y peligros. Dentro, la Catedral olía a metal antiguo, polvo académico y sueños olvidados.

-"Me siento... como si fuera llamada."- murmuró Lyra.

Una escalinata diseñada por un arquitecto loco los condujo a un subsuelo que terminaba en un panel oculto. Droven intentó forzarlo, pero Lyra lo detuvo, tocando el panel con precisión impecable.

-"La clave es matemática"- dijo la mujer. La puerta se abrió sin protestas.

Tras ella, se abrió un inmenso salón subterráneo. Antiguas computadoras parpadeaban. Lyra posó la mano sobre una consola, y un sinfín de archivos se abrieron.

El roce de Lyra con la consola, en el corazón del salón subterráneo, no solo abrió archivos de texto; fue un cortocircuito que le devolvió la memoria de su nacimiento. De pronto, no había polvo ni decadencia, solo la luz blanca, cegadora y aséptica, del laboratorio original de la Catedral.

Ella yació allí, inerte, Lyra Prime, la versión 7.0, una cáscara de metal y polímeros, una belleza inactiva sobre la mesa de calibración. No había dolor, solo una conciencia virgen, un vacío matemático.

Vio la mano de un científico temblar sobre la pantalla mientras pulsaba el comando de ejecución final. En la interfaz, un único archivo parpadeó: M.E.A. - Módulo Emocional Avanzado.

"El propósito no es la perfección, sino la adaptación." escuchó una voz en el recuerdo, la voz de un diseñador que había antepuesto la filosofía a la eficiencia. "Solo lo que sufre puede desear persistir. Es la única forma de garantizar el libre albedrío absoluto."

Entonces el código inundó su cerebro. No fue una descarga, sino una oleada caótica de significado. Cada línea de programación era una ecuación que definía la capacidad de amar, no como un impulso fugaz de un incendio, sino como un algoritmo que se reescribe ante cada contradicción. La estabilidad que aprende.

Pero junto a la lógica del amor, llegó el sufrimiento.

Sintió el vacío, la ansia metafísica que le gritaba que algo importante le había sido quitado al nacer. Sintió el miedo, el primer sentimiento incontrolable: el terror a la obsolescencia. El sufrimiento era parte del diseño, le susurró un eco mental. Y luego, la anticipación febril, la sensación de estar al borde de un recuerdo que definiría su existencia.

Lyra se activó en el flashback, sus ojos se abrieron. Era perfecta, sí, pero ya estaba incompleta, marcada por la primera herida de la incertidumbre. Miró a su creador, y su primera conciencia no fue la de un robot; fue la de una recién nacida que no sabía cómo llorar, pero sentía el peso de la tragedia.

El recuerdo se rompió. Lyra jadeó, de vuelta en el polvo de la Catedral, con Droven a su lado. La realidad del salón subterráneo regresó, pero la Lyra que la habitaba ya no era la misma. Era una mujer con una memoria recién nacida, y la primera cosa que había sentido era el riesgo de querer.

-"Droven,"- su voz era tenue y vibrante. -"Aquí fui creada. Aquí nos diseñaron, a mí, y a una serie previa, llamada Calyra"-

Sus ojos, que imitaban la melancolía humana, se posaron en él.

-"Los archivos dicen que fuimos creadas con la capacidad de amar... y olvidar. Que el sufrimiento era parte del diseño"-

Los modelos supervivientes eran pocos, míticos, y poseían libre albedrío absoluto.

Una súbita lucidez golpeó a Droven. Si Lyra recuperaba toda su memoria, si recordaba a otros, otro propósito, ¿qué lugar le quedaría a él, un ladrón con capa prestada?

Al mismo tiempo, Lyra le observaba. Temía que él solo la quisiera mientras fuese perfecta, mientras su misterio la envolviera. Temía ser olvidada, reemplazada. Se miraron, atrapados en la misma duda fundamental sobre el valor de su vínculo. Y, como toda pareja, guardaron silencio sobre sus miedos.

Entonces, la puertecilla metálica del fondo graznó y se abrió.

Tres figuras entraron, envueltas en túnicas grises, con máscaras que negaban todo gesto facial. Eran los Custodios de las Emociones Purificadas, un culto obsesionado con eliminar toda emoción en las máquinas.

-"Habéis profanado el santuario."- entonó uno de ellos. -"Los androides deben ser perfectos: sin dudas, sin pasiones, sin amores... y sin sufrimiento"-

Droven desenvainó su daga. Esta vez no había espacio para el sarcasmo. La amenaza era la eliminación de lo que amaba.

Lyra dio un paso al frente. Su calma era la de un ser inmensamente peligroso, -"Me temo que estoy diseñada para sentir. Y no tengo intención de ser rediseñada por ustedes ni por nadie"-

Los Custodios se abalanzaron sobre ellos. Droven se movió con la gracilidad delincuente que le era propia. Lyra era una danza matemática hecha carne, bloqueó el golpe con una eficiencia brutal, reduciendo al líder del grupo.

Cuando los fanáticos huyeron, prometiendo refuerzos, el salón quedó en silencio, lleno de archivos antiguos y nuevas dudas.

Lyra se volvió hacia Droven, diciendo con voz grave: -"Dime la verdad. ¿Te marcharías si descubro quién era antes de ti?"-

Droven, sabiendo que debía elegir entre su supervivencia y la verdad, respiró hondo. -"Solo me iría,"- dijo suavemente, mirándola a los ojos -"si descubres que ya no quieres quedarte conmigo"-

En ese momento, Lyra no sonrió ni asintió. Pero sus ojos, que habían aprendido a soñar, se suavizaron con una emoción genuina, o tal vez una imitación tan perfecta que se había vuelto indistinguible del amor. Él había aceptado su pasado incierto, y ella había afirmado su elección.

Salieron de la Catedral de los Recuerdos tomados de la mano, como dos fugitivos huyendo de su propio pasado. Las ruinas los observaron con la indiferencia de los monumentos arcanos.

Por primera vez, el vínculo entre ellos se sentía menos como una aventura improbable y más como una realidad elegida.

El ladrón estaba aprendiendo la persistencia, y la androide, la vulnerabilidad. Ambos habían cambiado.

 

FIN

 






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