Western Futurista - Pulp Fiction
La Última Bala
por Rodriac Copen
El desierto de metal rodeaba Fort Ashbury como un animal cansado. El viento arrastraba polvo rojizo, y las dos lunas colgaban bajas, iluminando las calles oxidadas del pueblo. En La Herrumbre Azul, la cantina más vieja del sector, Derek Halston bebía despacio, como si cada sorbo fuera una excusa para seguir vivo.
Ashley, la prostituta más querida del lugar, se sentó junto a él. Llevaba el cabello recogido y un cansancio suave en la mirada.
—"Tienes la cara de siempre."— le dijo —"La de quien quiere olvidar algo sin demasiado éxito."—
Derek sonrió de medio lado.
—"Y tu cara es la de quien pregunta cosas que ya sabe de antemano."—
Iba a responder, pero la puerta se abrió de golpe. Entró un joven cazarrecompensas, chaqueta nueva, botas brillantes, esa mezcla de arrogancia y miedo que solo dan los primeros trabajos. Lo acompañaba su esposa, una chica de ojos vergonzosos que observó la cantina como si fuera un pozo lleno de sombras.
El joven clavó la mirada en Derek.
—"Así que tú eres Halston."— dijo, subiendo la voz —"El famoso Halston."—
Derek no contestó. Solo tomó otro sorbo.
El muchacho, que se llamaba Kale, avanzó hasta quedar frente a él.
—"Te desafío a un duelo limpio, abuelo. Tres días. En la fiesta de San Plutonio."—
Ashley rodó los ojos. Demasiados duelos. Demasiados muertos.
—"Hazte un favor. Anda a presumir a otro lado."—
Pero el muchacho no la escuchó.
Derek dejó su vaso sobre la mesa.
—"No hay duelos limpios, chico. Solo muertos. Y marcas en mi pistola."—
Se levantó y se fue.
El joven quedó hirviendo de orgullo. Y Fort Ashbury empezó a apostar esa misma noche.
Derek sabía que podía matarlo fácilmente. La velocidad seguía con él, aunque la alegría de antaño se le hubiera ido. No quería matar a un muchacho que aún no sabía lo que era vivir.
Había una única salida: la última bala aturdidora que quedaba en todo el sector. Una reliquia. No mataba, pero viajaba más lenta. Para que funcionara, el joven debía dudar una fracción de segundo.
Ashley lo dijo primero, esa misma noche, acostada junto a él.
—"Esa chica, la esposa del cazarrecompensas, no quiere este duelo. Se le nota en los ojos. Si la convencemos, ganamos todos. Se llama Mary."—
Derek suspiró. Tenía razón.
Ashley buscó a Mary en la posada. La encontró mirando el horizonte violeta.
—"Derek puede matar a Kale sin pestañear."— dijo Ashley —"¿Quieres que muera?"—
Mary se sobresaltó.
—"Claro que no. Pero él no escucha razones."—
—"Entonces escucha esto: Halston no quiere matarlo. Si Kale acepta, Derek puede usar una bala aturdidora. Simulan el duelo y tu esposo vive. Nadie queda como cobarde."—
Mary quedó en silencio. Sabía que su marido no era rival para el pistolero. Pero necesitaba pruebas.
A la mañana siguiente, siguió a Derek afuera del pueblo. Él entrenaba con su pistola de energía. Mary llevó un pequeño radar de mano que usaba para calibrar drones.
Lo encendió. El número apareció antes de que ella pudiera pestañear.
Era absurdo. Inhumano. Ningún cazarrecompensas joven podía acercarse a eso.
Mary tragó saliva. Su marido no tenía ninguna chance.
Derek la vio.
—"¿Buscabas algo?"— preguntó sin dejar de disparar.
—"Buscaba... la verdad."— dijo ella.
Él dejó caer el arma.
—"No quiero matarlo, señora. Pero si insiste... es él o yo. Y no quiero morir."—
Mary comprendió. Halston no era un monstruo. Era un hombre atrapado en su fama.
Esa noche, Mary, Ashley y Derek se reunieron en secreto.
Mary habló primero.
—"Puedo convencerlo. Pero debo decirle algo que le haga creer que no tiene opción."—
Ashley sonrió.
—"Muéstrale la velocidad que marcó tu radar. Dile lo que está diciendo el pueblo: que Derek mató robots superrápidos, que nadie le gana. Ni un relámpago tiene tiempo de moverse cuando Halston dispara."—
Mary asintió.
—"Y también le diré que usted, señor Halston, usará una bala especial. Que lo derribará sin matarlo. Que es un trato... para que no quede como cobarde."—
Derek gruñó:
—"No me gusta pactar duelos..."—
—"Pero la opción es enterrar a un chico."— Ashley terminó la frase de su esposo.
Nadie discutió.
Finalmente, Mary habló con Kale. Le contó del historial de Halston, de las apuestas, de los rumores del pueblo. Mary le mostró la velocidad del radar. Kale fingió firmeza, pero el miedo le recorrió la espalda.
Kale ya había hablado con los del pueblo. Nadie daba un centavo por él. Todos le daban por muerto.
Y cuando Mary le mencionó la bala aturdidora, Kale se aferró a esa pequeña salvación.
—"No quiero morir, Mary."— susurró él —"No por un duelo inútil."—
Ella lo abrazó sin mentirle.
El día del duelo, la plaza explotaba en festejos. Pasteles, música, apuestas en voz alta. Las dos lunas brillaban sobre el polvo, indiferentes.
Kale llegó con paso rígido.
Derek, si bien estaba firme, se le notaba la resignación. Su pulso estaba tranquilo.
Los hombres tomaron posición.
La multitud enmudeció.
Mary observaba desde atrás. Ashley le apretó la mano.
Kale tragó saliva. Miró a su alrededor. Escuchó a un minero murmurar:
—"Dicen que Halston mató a tres robots con un solo cargador..."—
El miedo terminó de cerrar el pacto del muchacho.
Se aferró al acuerdo.
Derek desenfundó el arma. Kale dudó, apenas, una fracción.
Pero para Derek, eso era una eternidad.
Disparó.
La bala azul cruzó el aire como un suspiro eléctrico y explotó a dos centímetros de la frente de Kale. El joven cayó con la serenidad de un hombre que muere en completa soledad.
La gente creyó que había muerto.
Un murmullo se agitó como polvo en el viento.
Derek se acercó, comprobó su respiración, lo levantó con cuidado y lo cargó en una carreta espacial.
Mary subió a toda prisa.
—"Gracias."— susurró.
Derek asintió apenas.
La carreta se alejó del pueblo, dejando una estela de polvo rojo.
Mientras se perdía entre las dunas metálicas, Ashley se acercó a Derek.
—"Mañana inventarán cien versiones distintas."—
Derek encendió un cigarrillo.
—"Que inventen lo que quieran. Mientras el chico siga vivo, para mi, es suficiente."—
El viento sopló, rompiendo el silencio.
Y Derek Halston se quedó allí, viendo cómo la carreta se volvía un punto en el horizonte.
Por una vez en mucho tiempo, había disparado sin matar a nadie.
FIN
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