miércoles, 22 de marzo de 2023

Historia: "Memorias de un Mundo Muerto" - Capitulo 4: "María Magdalena"

 


Memorias de Un Mundo Muerto

Capítulo #4 “María Magdalena”

 

Solomon, Julius y Lyara tomaron la decisión de infiltrarse en el Templo de Salomón, la imponente fortaleza y hogar de Logos y su consorte. Necesitaban, de algún modo, obtener pruebas concluyentes sobre la verdadera naturaleza de Elyndria. Las sospechas que habían acumulado con cada revelación y el extraño suceso de la reinicialización de un herido ya no les permitían quedarse de brazos cruzados. Necesitaban respuestas, aun a riesgo de sus vidas.

Una tarde, mientras María Magdalena caminaba hacia los puestos de los mercaderes en el bullicioso campamento-ciudad de las tropas humanas, Lyara la interceptó. Su expresión era seria, con un aire de urgencia que no pasó desapercibido para María.

—"María, por favor, ven conmigo"— Le dijo Lyara, tomando su brazo suavemente. 

—"¿Qué sucede, Lyara?"— Preguntó María, sorprendida, dejando de mirar los productos expuestos en el mercado. 

—"Unos amigos y yo necesitamos hablar contigo, es importante. Júntate conmigo en la tienda de Julius cuando termines."- 

María frunció el ceño, pero asintió. —"Está bien, iré. Pero espero que sea algo discreto; Logos no tolera bien los secretos, ya lo sabes. No sé si ahora tengo vigilancia."-

-"No debes preocuparte por eso. Mi hombre te ha seguido desde que saliste del Templo de Salomón por más de una hora. No tienes vigilancia encima de ti."- 

Cuando Lyara llegó acompañada de María Magdalena a la tienda de Julius, Solomon apenas pudo ocultar su asombro. La belleza de la mujer lo dejó sin palabras por un momento, algo que no pasó desapercibido para María Magdalena, quien intercambió una mirada discreta con él antes de iniciar la conversación.  Los cuatro estaban reunidos bajo la tenue luz de las lámparas de aceite.

—"María, gracias por venir"—comenzó Julius, señalando un asiento improvisado junto a la mesa —"Tenemos algo importante que hablar contigo, algo que requiere tu completa discreción."- 

María Magdalena tomó asiento, cruzando las manos sobre su regazo con elegancia. 

—"Estoy aquí, ¿de qué se trata?"—preguntó, su tono estaba cargado de curiosidad. 

Entre los tres, fueron directo al grano. Le explicaron todas las inconsistencias y dudas que habían surgido. Incluso le hablaron del chip implantado en los soldados. María Magdalena se mostraba visiblemente impresionada por lo que le contaron.

-"Y esto... ¿por qué me lo cuentan?"- Se interesó.

Solomon dio un paso adelante, aun intentando controlar el impacto que la presencia de María le causaba. —"Se trata de Logos"— Dijo con seriedad. —"De su comportamiento, de sus acciones... y de las preguntas que todo esto despierta."-  

María arqueó una ceja, manteniendo su expresión neutral. —"¿Preguntas? ¿A qué se refieren?"-  

Fue Lyara quien habló entonces en tono calmado pero lleno de intención. —"Sabemos que eres su consorte, claro, pero hay cosas que no cuadran. Logos predica humildad, pero vive rodeado de lujos que contradicen sus palabras. No solo eso... su aislamiento, su comportamiento hacia las mujeres, su constante búsqueda de placer carnal, también genera dudas. Su dependencia de esos A-Quon... y de cientos de preguntas que nunca ha llegado a responder sino con evasivas."-  

María frunció ligeramente el ceño, como si las palabras de Lyara hubieran tocado una fibra sensible. —"No sé de qué están hablando. Yo... no suelo involucrarme en sus decisiones personales."- 

Solomon, que había estado en silencio hasta entonces, decidió intervenir. Su voz era grave pero no acusadora.

—"María, no estamos aquí para juzgarte ni para ponerte en peligro. Pero tú mejor que nadie sabes lo que sucede en ese templo. Logos no parece realmente ser parte de nosotros, de la humanidad. Dime... según tu experiencia... ¿realmente te considera su igual?"- 

Los ojos de María se desviaron hacia el suelo, y durante un momento pareció perder su compostura habitual. 

—"Logos es... complicado"— Admitió finalmente. —"Siempre he fingido no darme cuenta de sus... distracciones, de las otras mujeres. De su comportamiento en general... Pensé que era mi deber como su consorte mantenerme firme, ser un apoyo incondicional."- 

—"Pero bien sabes que este Logos no es como el Mesías verdadero que tú conociste ¿No es así?"— Dijo Lyara con suavidad. —"Has sido leal, y él no lo ha sido contigo."- 

—"María, necesitamos tu ayuda"— Dijo Solomon, mientras fijaba sus ojos en los de ella. 

María preguntó mientras sus ojos se encontraban con los de Solomon. —"¿Qué me piden?"— Preguntó en un tono que dejaba ver  tanto resignación como una chispa de rebeldía. 

—"Ayúdanos a descubrir qué está escondiendo Logos"— Dijo Julius directamente —"Si realmente es lo que dice ser, no tenemos nada que temer. Pero si hay algo más detrás de todo esto, tenemos derecho a saberlo."- 

—"Queremos infiltrarnos en la Fortaleza."— Intervino Solomon. Su voz trató de suavizar la petición, pero no pudo evitar un toque de alarma en ella. 

 

—"¡¿Qué?!"— Exclamó María, llevándose una mano a la boca —"¿Saben lo que están diciendo? Si Logos se entera, no habrá clemencia."-

 —"Es un riesgo que necesitamos correr"- Respondió Lyara con determinación —"Pero no podemos hacerlo sin información, y tú tienes acceso al templo. Necesitamos que nos ayudes a encontrar un camino seguro para llegar a la información que necesitamos."- 

María Magdalena se levantó, visiblemente nerviosa, y comenzó a caminar en círculos dentro de la tienda. 

—"Yo... no sé si puedo hacerlo. Logos confía en mí, pero si descubren que los estoy ayudando... me mataría sin remordimientos."- 

—"María, por favor"— Insistió Solomon —"Tu ya tienes acceso a información privilegiada. No creemos que el riesgo sea mortal para tí. Tú misma le has contado a Lyara que Logos te da acceso a sus computadoras. ¿Qué más has visto ahí? Cada pieza de información que nos des es crucial."- 

María los miró en silencio durante unos segundos, como si estuviera evaluando la magnitud de la decisión que debía tomar. Mucho de lo que decían, ella ya lo había pensado. Aunque le preocupaban más los misteriosos A-Quon, a quienes Logos tenía un evidente terror. Finalmente, suspiró y asintió con la cabeza. 

—"Está bien. Los ayudaré."— Dijo mientras su voz temblaba ligeramente —"Pero debemos ser cuidadosos. Si algo sale mal... todos estaremos condenados."- 

—"Gracias, María"— Dijo Julius con sinceridad —"Seremos extremadamente cautelosos."- 

Al despedirse, María Magdalena dejó entrever un cambio en su actitud. Mientras se preparaba para salir, se giró hacia Solomon y le dedicó una leve sonrisa. Solomon, sorprendido, logró responder con una inclinación de cabeza y una leve sonrisa. 

La mujer bajó la mirada, ligeramente sonrojada, antes de salir de la tienda junto a Lyara. Solomon se le quedó observando por unos segundos, sus pensamientos estaban agitados, hasta que Julius le dio una palmada en el hombro con una sonrisa cargada de intención.

Esa noche trazaron el primer esbozo de su plan. Con la ayuda de María Magdalena, que conocía bien los movimientos de Logos y la disposición del templo, tenían una oportunidad de infiltrarse y descubrir la verdad oculta en el corazón de Elyndria.

—"Creo que le caíste bien."— Comentó Julius dirigiéndose a Solomon, medio en broma. 

Solomon bufó, intentando disimular la impresión que le había causado la belleza de María Magdalena. —"Enfoquémonos en el plan, ¿quieres?"-  

Mientras hablaban del siguiente paso, el general de las tropas humanas no pudo evitar que la imagen de María permaneciera en su mente.

Pasaron un par de meses de la reunión.

El palacio fortificado de Logos se alzaba imponente sobre una colina, protegido por los pretorianos, un grupo de élite cuya misión era garantizar la defensa total de Logos y su fortaleza. Solomon y Julius observaban desde la distancia, tratando de analizar cualquier punto débil en las estrictas medidas de seguridad. Sin embargo, sabían muy poco sobre los pretorianos, salvo lo que María Magdalena les había contado durante una de sus visitas nocturnas a la tienda de Julius.

—"Son... extraños."— Les dijo María Magdalena, frunciendo el ceño mientras hablaba. Se había acomodado en un rincón, con su característica serenidad. Pero la inquietud en sus palabras era evidente —"Se parecen a nosotros, los humanos, pero algo en ellos no lo es."-

—"¿A qué te refieres?"— Preguntó Lyara, inclinándose hacia adelante con interés.

—"No razonan como nosotros"- Explicó María Magdalena, haciendo una pausa como si buscara las palabras adecuadas. —"Solo cumplen órdenes. No responden a preguntas que no estén relacionadas con la defensa o el ataque. No tienen capacidad de charlar. Es como si fueran... máquinas."-

 

—"¿Máquinas?"— Intervino Solomon, quien escuchaba atentamente desde su lugar junto al fuego —"¿Quieres decir que tienen comportamientos robóticos?"-

-"¿Robotico? ¿A qué te refieres? ¿Qué es eso?"- Preguntó María intrigada.

Solomon entendió que María Magdalena había transcurrido toda su vida dentro de la fortaleza, casi aislada por completo. Solo ahora estaba teniendo contacto más fluido con ellos. En Elyndria, a través de las tradiciones orales, la humanidad había alcanzado un nivel de conocimientos generales que abarcaba desde unos 4.000 años antes de cristo hasta alrededor del 3.200 después de Cristo, según sabían. Y los humanos que provenían de eras arcaicas, conocían las tecnologías por las historias que se contaban en los campamentos: la electricidad, los robots, las computadoras, los satélites, los viajes interplanetarios y la tecnología en general.

Pero no era el caso de María Magdalena, que había sido recluida casi desde su resurrección dentro de la Fortaleza de Logos. Prácticamente no tenía conocimientos de ninguna tecnología excepto la que existía en su mundo original, en la época de Cristo. Es por eso que la hermosa mujer se fascinaba cuando hablaban sobre los avances del mundo después de su muerte. Y ciertamente le encantaba explorar la tecnología que había dentro de la Fortaleza de Logos.

Solomon le explicó pacientemente lo que era un robot.

—"Exactamente"— Respondió ella, asintiendo mientras tomaba de la mano a Solomon casi instintivamente —"Tienen forma humana, como tú o yo, pero cuando intentas hablar con ellos, no muestran emociones. Si les pides algo fuera de su función, simplemente te ignoran. Se mantienen vigilantes, atentos a cualquier amenaza, pero nada más."-

Julius intercambió una mirada con Solomon y luego con Lyara.  

—"Eso explicaría por qué siempre están perfectamente coordinados"— Comentó Julius, frotándose la barbilla con aire pensativo. -"Nunca cometen errores, nunca descansan..."-

—"Y tampoco se quejan"— Añadió Lyara, recordando las veces que había pasado cerca de ellos mientras acompañaba a María Magdalena al palacio —"No debe ser humanos, después de todo."-

María Magdalena suspiró y miró al grupo con seriedad.

—"Por lo que sé, son invulnerables a la mayoría de las armas"- Continuó —"Sus armaduras son casi perfectas, y sus reflejos son demasiado rápidos. Aunque parezcan hombres, estoy convencida de que hay algo... distinto en ellos."-

—"Quizás sean híbridos"— Aventuró Solomon, mientras una chispa de inquietud brillaba en sus ojos —"Mentalidad humana, pero a la que se le ha extraído todo lo que no tenga que ver con la milicia. Algo creado para ser perfecto en combate."-

El grupo quedó en silencio, procesando la información. Para entrar al palacio y descubrir los secretos que Logos ocultaba, tendrían que enfrentarse a los pretorianos. Aquella idea no solo era intimidante, sino que planteaba un desafío que ninguno sabía cómo superar.

Finalmente, Julius rompió el silencio.

—"Si vamos a infiltrarnos, necesitamos algo que los distraiga o los desactive"— Dijo, mirando a María Magdalena con expectación —"Tú conoces mejor el palacio, ¿hay algo que podamos usar a nuestro favor?"-

María Magdalena se quedó pensativa durante unos instantes antes de contestar.

—"Logos confía en que son imbatibles. No hay sistemas de seguridad adicionales para ellos... Pero si logramos provocar una situación en la que sus órdenes entren en conflicto, podrían quedar temporalmente paralizados."-

—"¿Y cómo planeamos hacer eso?"— Preguntó Lyara, cruzando los brazos.

—"Eso es lo que tenemos que averiguar: como se le dan órdenes a los pretorianos."— Respondió Solomon, con una sonrisa ligera, aunque la seriedad nunca abandonó su mirada.

El desafío de superar a los pretorianos se había convertido en el próximo obstáculo en su camino hacia la verdad. Y aunque no tenían todas las respuestas, ninguno se detendría hasta desenmascarar a Logos y sus secretos.

María Magdalena, con su habitual tono reservado y cierta torpeza al explicar los detalles, les reveló la existencia de una posible entrada secreta al palacio de Logos. Según lo que ella había observado en sus años dentro del recinto, había un cuarto en uno de los subsuelos que tenía una puerta que le permitía salir a Logos al exterior.

—"Estoy casi segura de que lo usa para salir en secreto al campamento"— Dijo María Magdalena mientras movía las manos con nerviosismo —"Quizás para buscar... mujerzuelas, o para cosas que no entiendo. Lo he visto irse algunas noches, y nunca nadie lo acompaña al volver."-

Aquella puerta, según María Magdalena, debía conducir a una salida que daba cerca del extremo norte del campamento. Seguramente sería una salida camuflada que Logos utilizaba para propósitos que ella apenas podía adivinar.

—"¿Y cómo encontraste esa puerta?"— Preguntó Solomon, inclinándose hacia adelante con evidente interés.

—"Una noche lo seguí"— Confesó María Magdalena, bajando la mirada como si recordara algo vergonzoso —"Quería saber qué hacía. Me detuve antes de que me viera, pero observé cómo tocaba algo extraño al lado de la puerta. La puerta se abrió y él desapareció dentro de lo que parecía un túnel. Más tarde me acerqué, y allí estaba ese aparato."- Según la descripción, el objeto parecía ser un teclado accionado por una contraseña.

—"¡Un teclado!"— Afirmó Julius, frunciendo el ceño. Aquello parecía interesarle especialmente.

—"Sí..."— Respondió ella, aunque parecía dudar de las palabras correctas —"No sé cómo describirlo bien. Es... como una tabla con pequeñas marcas. Algunas brillan. Y él las presionó con los dedos."-

Lyara y Julius asintieron lentamente, comprendiendo lo que ella intentaba explicar.

—"Un panel con contraseña"— Dijo finalmente Solomon, mirándolos a todos con seriedad —"Eso es lo que parece."-

—"¿Sabes cuál es la contraseña?"— Preguntó Lyara, esperanzada.

María Magdalena negó con la cabeza. —"No lo sé. Pero..."— Añadió, mirando a Julius —"Puedo intentar averiguarlo. Logos tiene muchas computadoras en las habitaciones privadas. He aprendido a usarlas un poco cuando no está. No son como nada que conociera en mi tiempo, pero... son fascinantes. Quizás pueda encontrar algo allí."-

—"¿Estás segura de que puedes hacerlo sin que te descubra?"— Preguntó Solomon, con un toque de preocupación en su voz.

—"Lo he hecho antes. Creo que Logos sabe que suelo toquetearlas... pero no le importa."— Respondió ella, enderezándose con algo de orgullo —"No creo que yo sea un objeto de su preocupación. Siempre está ocupado en sus reuniones... con esos seres que llama A-Quon. Y yo paso a veces algunas horas jugando con algunas de ellas. Tienen juegos divertidos."-

—"Si encuentras algo, infórmanos de inmediato"— Dijo Lyara, tocando el brazo de María Magdalena con suavidad —"Este podría ser el único acceso que nos permita entrar sin tener que enfrentarnos a los pretorianos."-

María Magdalena asintió con firmeza. —"Lo haré. Pero necesitaré tiempo. Si Logos sospecha algo, podría ser peligroso."-

—"Cuídate, María."— Dijo Solomon, mirándola con genuina preocupación —"Confiaremos en ti, pero no te arriesgues demasiado."-

El plan dependía ahora que María Magdalena lograra descifrar el misterio del túnel y la contraseña que lo abría. Mientras tanto, los demás comenzaron a idear formas de apoyarla y prepararse para lo que fuera que encontraran detrás de aquella entrada secreta.

De regreso en la fortaleza, María Magdalena comenzó a poner a prueba su memoria y su intuición. En varias ocasiones, aprovechando los momentos en que la fortaleza parecía sumida en el silencio, se acercó al teclado oculto en el túnel secreto. Con cautela, introdujo algunas palabras que creía podrían ser la clave para acceder al pasillo. Eran palabras que recordaba haber escuchado a Logos mencionar en sus discursos o susurros privados: nombres de lugares, términos religiosos y hasta frases que sonaban a un antiguo linaje.

La primera vez, escribió lentamente algo que consideraba lógico. La pantalla del teclado, que emitía un tenue brillo, respondió con un mensaje frío: **Acceso denegado**. Apretó los labios con frustración, pero no se atrevió a intentar otra palabra de inmediato. Recordaba claramente las advertencias de Julius y Solomon: si se equivocaba varias veces seguidas, podría dispararse una alarma.

—"Ten cuidado, María."— Le había dicho Solomon días atrás, con tono grave —"Ese sistema podría ser más sofisticado de lo que parece. No podemos arriesgarnos a que te descubran."-

Siguiendo ese consejo, decidió espaciar sus intentos. Cada vez que volvía al teclado, su corazón latía con fuerza, temiendo que cualquier sonido del teclado o movimiento inusual pudiera atraer a los pretorianos.

Pasaron días entre cada intento. Probó con palabras que relacionaba con las enseñanzas de Logos y sus obsesiones: "Mesías", "Elyndria", "Jerusalén". Todas arrojaron el mismo mensaje: **Acceso denegado**. Su frustración crecía, pero no dejaba que la desesperación la venciera.

Un atardecer, se reunieron en la tienda de Julius. María Magdalena les confesó los resultados de sus esfuerzos.

—"No he tenido éxito"— Admitió, bajando la voz para no ser escuchada por nadie más —"He probado con varias palabras, pero ninguna funciona. Me temo que las opciones que tengo en mente no son las correctas."-

Lyara asintió, tratando de no mostrar la misma preocupación que sentía.

—"Es lo que temíamos"— Dijo, con un tono tranquilizador —"Sabíamos que era una posibilidad. Lo importante es que no te has arriesgado demasiado."-

—"¿Cuántos intentos llevas?"— Preguntó Julius, apoyándose contra el borde de una mesa improvisada mientras la miraba con atención.

—"Tres."— Respondió María Magdalena —"Me aseguré de esperar varios días entre cada uno. No quiero que salte ninguna alarma."-

—"Hiciste bien."— Afirmó Solomon, cruzando los brazos y mirándola con algo de admiración —"Esto demuestra que el sistema es más complejo de lo que esperábamos. Quizás no sea solo una palabra, sino algo más elaborado."-

—"¿Algo más?"— Preguntó ella, frunciendo el ceño.

—"Es posible que requiera una combinación de palabras o incluso algo biométrico."— Julius le explicó el significado de biométrico para que le quedara claro. —"Quizás un código y algo vinculado a Logos mismo, como su huella digital o un escáner facial."-

El grupo cayó en silencio por un momento, considerando las posibilidades. Finalmente, Lyara se acercó a María Magdalena y puso una mano en su hombro.

—"Has hecho un buen trabajo hasta ahora. Pero necesitamos elaborar un plan alternativo. Si no encontramos la contraseña por este medio, debemos buscar otra forma de entrar."-

María Magdalena asintió, agradecida por el apoyo. —"Seguiré intentando"— Dijo determinada —"Si logro acceder a alguna computadora en las habitaciones de Logos, buscaré pistas sobre esa maldita contraseña."-

Acordaron mantener la calma y seguir investigando en paralelo. Aunque los intentos de María Magdalena no habían dado frutos, cada paso que daban los acercaba más a descubrir los secretos que Logos escondía tras aquel túnel y su impenetrable fortaleza.

Una noche, después de hacer el amor con Logos, María Magdalena lo observó con atención mientras él permanecía recostado, manipulando un objeto que ella no había visto antes. En el tenue brillo de las lámparas que alumbraban el dormitorio, vio que se trataba de una computadora pequeña, diferente a las que había utilizado o explorado dentro del palacio.

—"¿Qué es eso?"— Preguntó, incorporándose ligeramente y cubriendo sus pechos con una sábana.

Logos levantó la mirada, visiblemente cansado pero no sorprendido por su curiosidad. Era consciente de que la fascinación de María por cualquier cosa relacionada con la tecnología la llevaba a hacer preguntas constantes.

—"Es una computadora, solo que es un modelo de bolsillo"— Respondió con tono casual, girando el dispositivo en sus manos para mostrárselo.

María Magdalena se acercó más, sus ojos brillando con un interés casi infantil.

—"Déjame verla. ¿Cómo funciona?"— Pidió con entusiasmo.

Logos la miró por un instante, evaluando si valía la pena saciar su curiosidad. Al final, suspiró con resignación, convencido de que no había nada que temer. Para él, María era solo una mujer fascinada por cosas que no comprendía del todo, alguien que, debido a su origen en un tiempo primitivo, se sentía maravillada con cualquier artilugio moderno.

—"Está bien, pero no toques nada. Solo los juegos ¿Entiendes?"— Dijo con firmeza, extendiéndole el pequeño dispositivo.

María Magdalena tomó la computadora con cuidado, examinándola como si fuera un tesoro recién descubierto.

—"Es tan... pequeña"- Comentó, deslizándose de regreso a la cama con el dispositivo en las manos —"¿Qué puedes hacer con algo tan pequeño?"-

Logos se recostó contra los cojines, con una ligera sonrisa de superioridad.

—"Todo lo que se puede hacer con las grandes. Esta es incluso más avanzada. Puedo acceder a cualquier sistema de Elyndria desde aquí, revisar registros, supervisar a las tropas..."— Hizo una pausa, observándola mientras ella exploraba el diseño exterior del aparato —"Pero allí no hay nada que tú necesites entender."- En un gesto magnánimo le dijo. -"Te prepararé un modelo especial para tí, equipada con juegos ¿Te gustaría?"-

-"Claro que sí, mi señor. Gracias."- Respondió entusiasmada María Magdalena mientras le agradecía con un beso. —"¿Puedo ver cómo se usa?"— Preguntó ella con tono suplicante, mirándolo con ojos llenos de curiosidad genuina.

Logos se rio entre dientes, complacido por su aparente ignorancia.

—"Está bien, te lo mostraré. Pero presta atención, porque no lo repetiré"— Dijo mientras se inclinaba hacia ella y tomaba la computadora de sus manos.

Con movimientos rápidos y precisos, le enseñó cómo encenderla, navegar por los menús y acceder a funciones básicas. María lo observaba atentamente, grabando cada detalle en su memoria, aunque fingía estar más interesada en el diseño que en la funcionalidad.

—"Es impresionante."— Dijo, ocultando su creciente interés por las posibilidades de lo que había visto.

—"Por supuesto que lo es."— Respondió Logos, reclinándose de nuevo. —"Es una de las mejores herramientas que he diseñado. Mañana te prepararé una especial para tí."-

María Magdalena asintió, devolviéndole el dispositivo con una expresión de admiración bien ensayada.

—"Gracias por mostrármelo, mi señor. Es asombroso todo lo que puedes hacer con eso."-

Logos tomó la computadora y la colocó en una pequeña mesa junto a la cama. Luego, volvió a acostarse, cerrando los ojos.

—"Tú preocúpate por cosas más simples, María. Deja que la tecnología sea mi carga."-

Ella sonrió débilmente, sus pensamientos ya estaban lejos de la conversación. Aunque sabía que no podía arriesgarse a tocar aquel dispositivo sin que él estuviera presente, esa noche comenzó a formular un plan. Había visto lo suficiente como para entender que esa pequeña computadora podría ser clave para descubrir los secretos que tanto ella como sus nuevos aliados buscaban.

 

—"Ahora déjame trabajar, María. Tengo que enviar algunos mensajes a los A-Quon."— Logos puso fin a la charla que le pareció innecesaria.

—"Por supuesto, mi señor."— María Magdalena sonrió dulcemente y se acomodó en la cama, fingiendo que se preparaba para dormir.

Logos volvió a encender la computadora y comenzó a escribir en ella, ajeno a los pensamientos que rondaban por la mente de su consorte. María observó de reojo, cuidando de no parecer demasiado interesada. Finalmente, cuando los movimientos de Logos se hicieron más lentos y su respiración adquirió el ritmo tranquilo del sueño, ella abrió los ojos. Él estaba profundamente dormido, desnudo y plácido a su lado, como si no tuviera preocupación alguna.

María Magdalena esperó unos minutos más, asegurándose que no despertaría, y luego, con el corazón latiéndole rápido, extendió la mano hacia la computadora. Sus dedos temblaron al tomarla, pero una vez que el dispositivo se activó, su determinación creció.

Navegó por el sistema con cuidado, imitando los movimientos que Logos le había enseñado unos minutos antes. Se movió entre archivos y carpetas, tratando de comprender los nombres extraños y las funciones complejas que aparecían en la pantalla. Entonces, algo llamó su atención: una palabra escrita en arameo, su lengua natal. Al verla, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.

—"Kēfā d-Nashūthā"— Susurró en voz baja, como si al pronunciarlo recordara mejor su significado. La frase se traducía como "roca de la humanidad", algo que la llenó de inquietud. ¿Por qué esa palabra, entre tanto texto incomprensible, estaba escrita en arameo? No podía ser una coincidencia.

María sacó un trozo de pergamino que tenía en su mesa de luz y anotó cuidadosamente las palabras. Luego, con el mismo cuidado con el que había tomado la computadora, la colocó de nuevo en su lugar, asegurándose de que no hubiera rastro alguno de su manipulación.

Se recostó otra vez junto a Logos, que seguía durmiendo profundamente. Tenía el rostro relajado y ajeno al descubrimiento que la mujer acababa de hacer. María cerró los ojos, pero su mente no dejó de analizar las posibilidades. La palabra en arameo podría ser la clave que buscaban, algo que explicaría la verdadera naturaleza de Elyndria o, al menos, abriría una nueva puerta para descubrir los secretos de Logos y los A-Quon.

María Magdalena esperó pacientemente algunos días buscando el momento adecuado para actuar. Sabía que las reuniones de Logos con los misteriosos A-Quon siempre se extendían por varias horas, y en esos momentos, él se sumergía en discusiones profundas, lejos de cualquier distracción. Durante esos largos períodos, María aprovechaba para cumplir con su objetivo: descubrir más sobre la fortaleza y los secretos que se escondían en sus profundidades.

A lo largo de los días, había insistido repetidamente a Logos sobre su deseo de explorar la fortaleza, especialmente las áreas que los pretorianos mantenían restringidas. Ella le decía que quería conocer más del lugar, que tenía curiosidad por las partes que nunca le permitían ver. En un principio, Logos se mostró reacio, pero su insistencia, junto con su aparente fascinación por todo lo relacionado con la tecnología y el entorno del castillo, finalmente le exasperó.

Un día, mientras se preparaba para una nueva reunión con los A-Quon, Logos, fastidiado por la constante insistencia de María Magdalena, le dio finalmente la libertad que tanto pedía.

—"Está bien"— Dijo Logos, con una mezcla de cansancio y molestia. Tomó la pequeña computadora de mano y abrió una aplicación. Después de un par de movimientos, le dijo. —"Ahora tienes libertad de moverte por la fortaleza. Pero no te olvides de que sigues siendo mi consorte, y no quiero que causes ningún problema."-

María Magdalena sonrió en su interior, aunque mantuvo una expresión tranquila en su rostro. Tomo nota mental de la nueva autorización y como Logos la había activado en su computadora.

—"Gracias, mi señor. Te prometo que no habrá inconvenientes."-

Tan pronto como Logos se dirigió al subsuelo para su reunión con los A-Quon, María se levantó sigilosamente. Sabía que este era su momento, y no lo desperdiciaría. Al salir de la habitación, uno de los pretorianos, de pie junto a la puerta, la observó con una mirada impasible.

—"¿A dónde va, mi señora?"— Preguntó el guardia en un tono monótono.

María se detuvo un momento, sonriendo con suavidad para no levantar sospechas.

—"Voy a caminar por la fortaleza"— Respondió con naturalidad. Sabía que no había motivo para dudar de su palabra. Los pretorianos no cuestionaban mucho, solo cumplían con su deber.

El guardia asintió, sin hacer más preguntas, y permitió que pasara. María se dirigió, con paso relajado y firme, hacia los pasillos menos transitados de la fortaleza. A medida que avanzaba, esquivaba con cuidado a los pretorianos que patrullaban y a los guardias fijos que estaban de pie en los alrededores. Sabía que cualquier movimiento sospechoso podía alertar a los vigilantes, así que se mantuvo lo más discreta posible.

Finalmente, llegó a una zona más apartada de la fortaleza. El silencio del tercer subsuelo la envolvía, y el aire era denso. En ese sector olvidado de la fortaleza, los pasillos eran oscuros y fríos, con paredes de piedra que parecían haber estado allí desde tiempos inmemoriales. María Magdalena recordó el recorrido que había seguido Logos cuando lo vio llegar a la entrada secreta, pero sabía instintivamente que también existían otras rutas.

Abrió una puerta de hierro que crujió levemente al ceder, entrando en un pasillo más estrecho. Sabía que, en algún lugar de ese pasillo un pasadizo secundario medio oculto, llevaba a la entrada secreta que Logos había utilizado. No se sentía intimidada, sino más bien ansiosa por probar la nueva contraseña.

Avanzó con precaución, sabiendo que el tiempo era limitado y que cualquier mal cálculo podría hacer que sus movimientos fueran descubiertos. Mientras se adentraba más en los estrechos pasillos, la oscuridad comenzó a envolverle más, creando una atmósfera densa y casi opresiva, pero no se detuvo.

María Magdalena había anotado cuidadosamente la palabra en arameo que había encontrado en la computadora de bolsillo de Logos: "Kēfā d-Nashūthā". Pensaba que esa podría ser la clave para abrir la puerta secreta, y no quería dejar pasar la oportunidad. Al final del último pasillo, estaba la puerta.

Se acercó al panel y, con un suspiro profundo, digitó las letras en el teclado, recordando cada trazo de la palabra en arameo. Su dedo se detuvo un instante antes de presionar 'enter' como Solomon le había indicado, temerosa de que el intento pudiera fallar. Sin embargo, al pulsar la tecla, la puerta se abrió con un sonido sordo, como si una cerradura secreta hubiera cedido. Un alivio inmediato recorrió su cuerpo.

Rápidamente, se cubrió con un velo que ocultaba su rostro, temerosa de ser reconocida. En la tienda de Solomon le habían hablado de dispositivos llamados 'cámaras de vigilancia' con las que podían identificarla si estaban instaladas, y no estaba dispuesta a arriesgarse. Además, se había vestido con ropas holgadas que disimulaban su figura femenina, para evitar que su identidad como mujer quedara al descubierto. Sabía que en las profundidades del castillo, no debía llamar la atención bajo ninguna circunstancia.

Avanzó cautelosamente por el túnel. A medida que caminaba, el entorno parecía estar desprovisto de cámaras o cualquier otro dispositivo de vigilancia, lo que la hizo sentir ligeramente más tranquila, aunque no menos alerta. Cada paso que daba resonaba en sus oídos, y su corazón latía con fuerza, marcando el ritmo de su recorrido. No sabía exactamente qué encontraría al final del pasadizo, pero no iba a detenerse.

Recorrió lo que pensó eran un par de kilómetros, el túnel serpenteaba y se había adentrado tanto que finalmente llegó una segunda puerta. Una vez más, con manos temblorosas, introdujo la misma contraseña: 'Kēfā d-Nashūthā'. La puerta, con un suave chorro de aire, se abrió ante ella sin oponer resistencia.

Detrás de la puerta, el aspecto no era de pasillo. Parecía una cueva, oscura y desolada. Avanzó mientras el eco de sus pasos retumbaba en las paredes de piedra. La cueva no tenía rastros de actividad reciente. María Magdalena avanzó, con la sensación de estar cruzando una línea invisible hacia lo desconocido. A medida que se acercaba a la luz de la entrada, la curiosidad y el temor se mezclaban dentro de ella. ¿Dónde llevaría esta cueva?

Finalmente, llegó a una entrada oculta entre la maleza de lo que parecía una pequeña colina. Desde fuera, parecía estar en una cueva natural. Un poco a lo lejos, podía ver el campamento. Había tenido razón. La puerta le permitía a Logos salir de la fortaleza sin ser visto.

Sabía que el tiempo era limitado. Memorizó el paisaje para después guiar a sus amigos hasta la cueva y decidió regresar al castillo rápidamente, cubriendo su rostro una vez más con el velo y apresurando el paso. No podía permitirse ser descubierta, ni mucho menos que su excursión por el túnel fuera notada. El pasaje de vuelta fue igual de tenso, y el eco de sus pasos parecía más fuerte en la soledad de esos túneles.

Al llegar de nuevo a la puerta secreta, introdujo de nuevo la clave Kēfā d-Nashūthā, la puerta se abrió y cerró tras ella, dejándola de nuevo en el interior del castillo. Respiró con alivio, aunque su mente seguía llena de preguntas. Sabía que había dado un paso importante, pero también que las respuestas seguían siendo esquivas.

Dejó pasar unos días y María Magdalena se encontró con Lyara en el mercado. Aunque la presencia de Logos siempre era constante en su vida, él no había sospechado nada en ese momento, por lo que María Magdalena aprovechó la oportunidad para decirle que iba a salir a buscar algunos alimentos con su permiso. Sabía que no le cuestionaría nada. La excusa era simple, pero funcional.

Cada vez que podía, durante las noches y cuando Logos dormía profundamente, María Magdalena aprovechaba para quitarle su computadora personal y aprendía sobre las aplicaciones que tenía en su interior. Sabía que Logos solía llevar la computadora consigo a sus reuniones y en sus escapadas por el túnel. Por lo que intuitivamente la consideró un objetivo importante en sus investigaciones.

No se equivocó. Una noche se encontró con algo inesperado. Se topó con una aplicación extraña que estaba oculta en uno de los menús menos accesibles. María Magdalena, con su curiosidad habitual y una disciplina espartana, comenzó a explorarla con cautela. La interfaz era limpia, casi minimalista, pero dentro de esos menús se escondían opciones que claramente no eran para un usuario común. La aplicación ocultaba una capa de códigos y configuraciones muy compleja, y parecía tener el poder de manipular las operaciones internas de la fortaleza y las actividades de los pretorianos. Intrigada, María Magdalena comenzó a experimentar con ella.

Uno de los menús desplegó una serie de parámetros que permitían modificar los comportamientos de los guardias pretorianos. En ese instante, entendió que había encontrado la opción que Logos había usado para darle a ella misma más permisos para recorrer la fortaleza. Con un poco de intuición y algo de suerte, descubrió que podía desactivar los reportes que los pretorianos enviaban sobre sus recorridos por las estancias del castillo. Estos informes eran lo que mantenía a Logos al tanto de cada uno de sus movimientos dentro de la fortaleza, pues los pretorianos, siempre atentos y vigilantes, nunca dejaban de monitorear los pasillos y áreas restringidas.

Al principio, María Magdalena dudó. No sabía si debía reconfigurar esa función. Podría ponerla en peligro si Logos se enteraba de que había manipulado el menú, y aunque sabía que la relación con él no estaba basada en la confianza mutua, jamás había buscado una confrontación directa. Pero la idea de tener libertad para moverse sin restricciones, de poder explorar el castillo y las áreas ocultas sin el temor constante de ser observada, le resultaba tentadora. Y más aún, podría acercarse a lo que realmente buscaba: respuestas.

Finalmente, decidió arriesgarse. Activó la opción que deshabilitaba los reportes de los pretorianos sobre sus movimientos en áreas restringidas. Pero dejó los reportes sobre áreas comunes de transito normal. Guardó la computadora con la misma precaución con la que la había tomado. Miró a su alrededor para asegurarse que ningún pretoriano la había visto, luego la devolvió al lugar donde Logos la guardaba. Todo parecía en orden, y la emoción en su pecho creció, pues había ganado algo que, hasta ese momento, parecía imposible: libertad dentro de la fortaleza.

Desde ese día, María Magdalena comenzó a moverse con una seguridad renovada. Ya no tenía que esperar a que Logos le diera permiso o se ausentara para poder explorar. Caminaba por los pasillos, subía y bajaba por las escaleras, y se introducía en áreas restringidas sin temor a ser detenida o interrogada. La presencia de los pretorianos ya no la molestaba, pues sabía que no podían reportar sus movimientos.

Lo que más le sorprendió fue que, a pesar de la libertad que había ganado, se sentía más atrapada que nunca en una red de mentiras. Aunque ahora podía moverse por la fortaleza sin restricciones, su conciencia no dejaba de martillarle con la misma pregunta: ¿Hasta dónde estaba dispuesta a llegar para descubrir la verdad que tanto buscaban?

A los pocos días, se reunió con los demás en la tienda de Solomon, como habían planeado. Había una atmósfera de confidencialidad que la hacía sentirse segura. Lyara, Julius y Solomon la esperaban, sentados alrededor de una mesa de madera, como si supieran que aquello podría ser crucial.

María Magdalena, tras un breve saludo, empezó a hablar con voz baja.

—"He accedido a la entrada secreta."— Dijo, mirando a los tres con atención. No quería que nada fuera interpretado a la ligera.

Solomon levantó una ceja, intrigado.

—"¿Cómo?"— Preguntó Julius, con cierta incredulidad.

María Magdalena respiró profundamente antes de explicar. Detalló la contraseña que había encontrado, Kēfā d-Nashūthā, y el modo en que había logrado acceder al túnel. Les habló también de la cueva que ocultaba la puerta secreta y cómo había logrado regresar sin ser vista.

—"Sé que suena arriesgado, pero no había otras opciones."— María Magdalena añadió, mirando a los tres.

Les contó sobre el trabajo que tuvo que hacer hasta llegar a obtener la contraseña, su pequeña aventura en el pasaje secreto y sus hallazgos sobre la computadora manual, que Lyara, Julius y Solomon identificaron como una tablet. Después de un intercambio de ideas, acordaron otra reunión. Solomon y María Magdalena quedaron solos.

Solomon se acercó a ella y, con un tono suave, comentó:

—"Eres admirable. Has hecho lo que muchos no se atreverían a hacer. Eres valiente."-

María Magdalena, algo sorprendida por la sinceridad de sus palabras, no dijo nada al principio. Se quedó en silencio con las mejillas sonrosadas, observando el rostro del hombre por un momento. Finalmente, habló en voz baja, con una leve sonrisa.

—"No soy valiente, solo tengo razones para luchar."-

Solomon la miró fijamente, como si quisiera leer sus pensamientos, y luego, sin decir una palabra más, la tomó de la mano y la atrajo hacia sí, abrazándola con ternura. María Magdalena respondió a su gesto, y antes de que se dieran cuenta, ambos estaban fundidos en un beso intenso, como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor.

La pasión entre ellos creció rápidamente, como si todo lo que habían vivido hubiera conducido a ese momento. El amor, la necesidad de sentir algo real en medio de tanta incertidumbre, los unió de una manera inesperada. Hicieron el amor fugaz e intensamente, como un escape de la realidad que los rodeaba.

Después de un rato, se separaron. María Magdalena se arregló rápidamente.

—"Debo irme antes de que Logos me extrañe demasiado."— Dijo, ajustándose la capa.

Solomon asintió, comprendiendo la situación. —"Lo sé. Ten cuidado. Y si necesitas algo, ya sabes dónde estoy."-

Con una última mirada cargada de sentimientos encontrados, María Magdalena se despidió y salió de la tienda, caminando con rapidez por las calles del mercado, consciente de que todo lo que había hecho la había llevado un paso más cerca de descubrir la verdad, pero también más cerca de perderse a sí misma en el proceso.

FIN Capítulo 4 “María Magdalena”





 

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