Cuento Corto
GENERO: Drama - Despecho - Venganza
Sinopsis:
Una importante agente de seguros despechada con la empresa que no la protegió, decide darle un escarmiento millonario a los jefes que desoyeron su pedido de ayuda y arruinar al empresario que quiso obligarla a dormir con él.
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Capitulo 1: Hannah en un mundo de hombres
El día había comenzado como cualquier otro en la compañía de seguros. La luz matutina se filtraba por las persianas entreabiertas mientras el zumbido de conversaciones telefónicas y el suave clic de algún que otro teclado llenaban el aire. Sebastián Páez, con su taza de café humeante en mano, había abierto el local cerca de las nueve de la mañana, marcando el inicio de otra jornada en el mundo de los seguros.
Hannah Lance, la asesora principal de la sucursal, hacía su entrada con una acostumbrada elegancia que contrastaba con la aparente normalidad de la mañana. Su presencia imponía respeto, y su mirada aguda analizaba cada rincón de la oficina. Los expedientes en sus manos revelaban una cartera de clientes bastante numerosa, compuesta mayormente por cuentas industriales que operaban seguros por montos importantes.
En el trasfondo de la rutina diaria, la relación entre Sebastián y Hannah tenía un entramado sutil de dinámicas laborales. Los desafíos diarios y las decisiones estratégicas resonaban en el ambiente, marcando una coreografía de interacciones profesionales que, hasta ese momento, parecía fluida y estable.
-“¡Buenos días, Hannah! ¿Cómo va todo hoy?”- Sebastián saludó a su mejor asesora.
-“¡Hola, Sebastián! Todo tranquilo hasta ahora. ¿Y tú?”- Hannah respondió con una hermosa sonrisa
-“Igual, igual. Solo tratando de mantener el barco a flote, ya sabes. Por cierto, estuve pensando en lo bien que trabajamos juntos. ¿Te gustaría tomar un café después del trabajo un día de estos?”- Preguntó el encargado de la oficina
-“¡Claro, Sebastián! Pero hoy estoy un poco apurada. Tengo una reunión con uno de los clientes importantes en unos minutos.”- Hannah estaba resultado evasiva a los intentos de Sebastián. La hermosa mujer no se lo estaba facilitando.
-“Oh, entiendo. Pero podríamos coordinar para otro día, ¿no?”- El hombre intentaba mantener abierta la puerta a una nueva oportunidad, pero no quería ser insistente.
-“Claro, podríamos hacerlo. Solo déjame revisar mi agenda y te aviso.”- La respuesta de Hannah fue lo suficiente evasiva para no confirmar alguna posibilidad ni cerrarle la puerta del todo. En verdad Sebastián recibía mensajes confusos que no podía interpretar muy bien.
-“Genial. Me encantaría tomar algo fuera de la oficina contigo.”- Otro intento más, pensó Sebastián. No sabía si seguir insistiendo. No deseaba ser patético.
-“Sí, suena bien. Pero sabes, la verdad es que hoy estoy un poco concentrada en este nuevo caso que estoy manejando. Tal vez podríamos hablar de eso después.”- Hannah dio por concluido el asunto.
-“¡Entiendo! Cuando tengas tiempo para ese café, estaré por aquí.”- Concluyó el hombre
Pero en la aparente normalidad del día a día, algo estaba a punto de romperse, revelando grietas en la fachada de confianza y lealtad.
El atractivo físico de Hannah siempre le había jugado a su favor, pero en las negociaciones diarias podía ser un arma de doble filo. En un mundo dominado por los hombres, el flirteo se practicaba como un deporte habitual y no era infrecuente escuchar insinuaciones que iban desde tímidas declaraciones de admiración a sus atributos físicos, a simples intentos de lograr favores carnales para cerrar un intercambio comercial.
Sin embargo, Hannah había aprendido a navegar por esas aguas peligrosas con astucia y elegancia. Su inteligencia y habilidades profesionales superaban con creces cualquier juicio superficial basado en su apariencia. Cada gesto, cada mirada, se convertía en una herramienta estratégica en un juego en el que la astucia y la confianza eran moneda de cambio. Su presencia desafiante no solo reflejaba un rechazo a ser subestimada, sino que también servía como recordatorio constante de que su valía iba más allá de cualquier estereotipo de género.
Aunque el mundo empresarial podía ser desafiante, Hannah había convertido su encanto en una armadura, utilizándolo para abrir puertas mientras mantenía sus objetivos firmes en su mente. Con cada encuentro, redefinía las reglas no escritas del juego, demostrando que su influencia trascendía lo físico y se sostenía en la base de sus habilidades y su determinación. En este mundo de apariencias, Hannah era la maestra de las sutilezas, utilizando su presencia para dejar una impresión imborrable en cada negociación.
Muchos ejecutivos de su empresa manejaban operaciones importantes que implicaban mover carteras que generaban ganancias exorbitantes, de tal modo que algunos de los asegurados intentaban obtener alguna que otra ventaja como si su persona fuera un trofeo al cual acceder con algún tipo de negociación ventajosa. La empresa les proveía de membresías a clubes, entradas a eventos deportivos, espectáculos y un par de días de vacaciones en algún que otro resort exclusivo. Pero cuando las cuentas operaban cientos de miles de dólares en pólizas, algunos empresarios se ponían codiciosos o algo peor: lujuriosos.
-“Gracias por considerar nuestra compañía para su nueva póliza de seguro. Estoy aquí para asegurarme de que obtenga los mejores beneficios. Tenemos opciones muy completas que podrían adaptarse perfectamente a las necesidades de su empresa.”- Hanna tenía los speech básicos y avanzados muy elaborados para cada uno de sus clientes.
-“Hannah, eso suena bien, pero estoy buscando algo más, algo... exclusivo, ¿sabes?”- Los titulares de grandes empresas a pesar de sus logros comerciales, solían carecer no solo de sutiliza, sino también de imaginación. Parecían tener las neuronas agotadas ante la falta de desafíos realmente motivantes en sus burguesas rutinas de ricachones aburridos.
-“Entiendo, señor Falssworth. Para estos casos, nuestra empresa cuenta con membresías exclusivas a clubes que podrían complementar su paquete de beneficios. Acceso a eventos exclusivos y servicios personalizados.”- Hannah intentó disimular su decepción con su mejor sonrisa forzada.
-“Sí, eso está bien, pero ¿qué más puedes ofrecerme?”- El vejete le dirigió una mueca que Hannah interpretó como un intento de sonrisa seductora. El momento siempre llegaba. De un modo u otro. No importaba el nivel del “empresario”. Todos habían terminado de llegar hasta este punto.
-“Además de las membresías, también podríamos incluir entradas VIP para eventos deportivos y espectáculos de alta categoría. ¿Eso le resultaría atractivo? No solo para usted. También para su familia.”- A veces el truco de mencionar la familia o a la esposa solía hacerlos volver a la realidad. Hannah tuvo esperanzas por un momento.
-“Aún no es exactamente lo que estoy buscando, Hannah. ¿Qué hay de unas vacaciones? ¿Puedes conseguirme algo así?”- Las esperanzas de Hannah terminaron casi al empezar. El viejo parecía estar listo para lanzarse a la pileta.
-“Claro, señor Falssworth. Podemos incluir un par de días en un resort exclusivo como parte de su paquete. Será una experiencia inolvidable.”- Hannah pensó que el tiburón estaba dando vueltas sobre la presa. La presa era ella misma, claro está.
-“Hannah, eres muy persuasiva. Pero, ¿y si comenzamos con algo más personal? Una cena, tal vez. Para conocernos mejor, ya sabes.”- Ahí estaba. Finalmente el vejete repugnante sacándose la máscara.
-“Entiendo que la relación con nuestros clientes es importante, señor Falssworth. Pero mi enfoque principal es asegurarme de que tenga la mejor póliza de seguro del mercado. ¿Qué le parece si organizamos una reunión para discutir detalles más específicos?”- Hannah estaba muy cerca de darle un pleno rechazo. Trataba de evitarlo porque sabía que podía implicar un riesgo. Falssworth podía cambiar fácilmente de asesor o peor aún, de compañía.
-“Pero, Hannah, creo que podríamos llevar la negociación a otro nivel si compartiéramos una cena primero. ¿Qué opinas?”- El viejo empresario no claudicaba fácilmente. Seguro que era esa la actitud que le había llevado a donde estaba ahora.
-“Lo aprecio, señor Falssworth, pero debo coordinarlo con Sebastián Paez. Las cenas de negocio son un servicio excepcional en el ámbito profesional. Y debe venir mi jefe.”- La última opción de Hannah era pasar por estúpida antes de cerrarle la puerta. Este era el penúltimo movimiento. Un avance más y todo terminaría mal.
-“Está bien, Hannah. Para que involucrar a tu jefe. Sigamos con la negociación, pero no descartemos la idea de la cena más adelante. ¿De acuerdo?”- El vejete no parecía demasiado molesto. Algo contrariado, pero no molesto.
-“Por supuesto, señor Falssworth. Le garantizo que su experiencia con nuestra compañía será lo más satisfactoria posible. Ahora, hablemos sobre cómo podemos personalizar su póliza para cubrir sus necesidades específicas.”- Hannah se sentía triunfante. Cerrar esa póliza por dos años le evitaría tener que negociar con el viejo otra vez hasta el vencimiento. Sacaría esta comisión, pero en la renovación, seguramente tendría que venir con un compañero hombre o directamente cederle a otro su lugar. Y perder la comisión.
Esta danza entre asegurados y ejecutivos era un juego peligroso, donde la línea entre los favores de cortesía y las intenciones más oscuras se volvía difusa. Las membresías y los regalos exclusivos eran solo el inicio, a menudo seguidos por sutiles insinuaciones y propuestas que trascendían los límites profesionales. El mundo de las grandes transacciones de seguros se convertía en un terreno pantanoso donde la ética empresarial se desdibujaba en medio de la búsqueda desesperada de un beneficio adicional.
Hannah, consciente de estas dinámicas, maniobraba con gracia y firmeza en este entorno complicado. Utilizaba su astucia no solo para proteger los intereses de la compañía, sino también para desafiar los estereotipos y mantener su integridad en un escenario donde la codicia y la lujuria amenazaban con empañar los cimientos de las relaciones comerciales. En este juego de intereses, ella era una jugadora experta, dispuesta a mantener el equilibrio entre la profesionalidad y las sombras tentadoras que acechaban en los pasillos del poder empresarial.
La veteranía en el campo de la venta de seguros le había permitido a Hannah acostumbrarse a todo o casi todo. Las negociaciones que consideraba verdaderamente difíciles eran las de empresas extranjeras, en donde los ejecutivos operaban capitales de varios millones. Sus ejecutivos solían ser los más procaces y lascivos, extorsionando y amenazando con llevar sus cuentas a otra compañía si no se les ofrecían bonificaciones especiales.
Después de varios años de experiencia, Hannah había aprendido diversos métodos que le servían para evitar perder las cuentas importantes, lo que había contribuido a generar una cartera personal de clientes que manejaba cientos de miles de dólares en primas. Entre tanta astucia y juego de poder, Hannah mantenía su enfoque en el servicio al cliente, aplicando no solo su destreza en las negociaciones, sino también su habilidad para cultivar relaciones sólidas y duraderas en el competitivo mundo de las pólizas de seguro. Su resiliencia y sabiduría en estas situaciones complicadas no solo la habían convertido en una experta en el campo, sino también en una figura respetada y confiable dentro de la empresa.
Capitulo 2: Etica empresarial
Mientras Hannah organizaba los papeles del día, preparando las visitas que debería hacer, comenzó a repasar mentalmente su cartera de clientes. Era un ejercicio preparatorio que le ayudaba a pensar en posibles situaciones de negociación y le facilitaba tener de antemano argumentos, ideas y posibles alternativas en los momentos cruciales de la negociación. Entre los informes y documentos, también se detenía a recordar detalles personales de cada cliente: sus preferencias, aniversarios importantes o incluso pequeñas anécdotas compartidas durante encuentros anteriores.
Este enfoque meticuloso no solo era una estrategia profesional, sino también una muestra de su compromiso genuino con cada cliente. Hannah entendía que, en el mundo de los seguros, la relación personal era tan crucial como las cifras en un contrato. Su habilidad para anticiparse a las necesidades y expectativas de sus clientes no solo la destacaba como una agente astuta, sino como una consejera confiable que se preocupaba por el bienestar de aquellos a quienes servía. Con cada detalle repasado, Hannah se preparaba para ofrecer un servicio que iba más allá de las transacciones comerciales, construyendo puentes sólidos en un terreno donde la confianza y la conexión personal eran claves.
Hoy tenía planificada una visita a uno de los clientes más difíciles de los que tenía que enfrentar a diario. Un pez gordo que últimamente se había vuelto fastidioso e insoportable de un modo muy particular. Propietario de una cadena de venta de electrodomésticos, necesitaba ampliar la póliza y renegociar condiciones. Honestamente no podía darse el lujo de perderlo.
La última reunión no había resultado fácil:
-“Bueno, Sr. Flynn, gracias por recibirme hoy. Estoy emocionada por discutir la renovación de su póliza y explorar cómo podemos seguir brindándole el mejor servicio.”-Hannah había empezado con mucha cautela.
-“Hannah, siempre es un placer verte. Pero sabes, estoy buscando algo más que un simple acuerdo. Necesito sentir que esta relación es realmente exclusiva.”- Ernest Flynn se había lanzado de lleno.
-“Entiendo que busque un trato personalizado, señor Flynn. Estamos dispuestos a ofrecerle los mejores beneficios del mercado, como hemos hecho en el pasado. Membresías a clubes, entradas a eventos, incluso un par de días en resorts exclusivos. ¿Estos extras le parecen adecuados?”- Hannah había intentado desviar el asunto a un plano más profesional.
-“Eso está bien, Hannah, pero estoy pensando en algo más... personal. Algo que vaya más allá de las pólizas y los beneficios típicos.”- Ernest Flynn sonreía de modo insinuante.
-“Entiendo que quiera un trato más personalizado. Nuestra prioridad es asegurarnos de que las condiciones de la póliza satisfagan sus necesidades. Y los packs extra son únicos”- Hannah intentó mantener la profesionalidad.
-“Hannah, sé que puedes hacer más por mí. Estoy dispuesto a renovar la póliza y... ofrecerte un trato algo especial. Podrías tener todo lo que necesites y más. Y nunca tendrías que preocuparte por trabajar de nuevo.”- Ernest se acerca a Hannah invadiendo su espacio personal.
-“Señor Flynn, agradezco su oferta, pero mi enfoque es puramente profesional. No puedo aceptar propuestas de ese tipo.”- Hannah se mantuvo firme. Dio un par de pasos hacia atrás, alejándose de Flynn.
-“Hannah, piénsalo. Estoy dispuesto a hacerlo muy valioso para ti. Podrías tener todo lo que desees.”- Evidentemente Flynn era un tiburón de aguas profundas. Su actitud demostraba que no tenía ningún miedo a perder.
-“Entiendo que quiera el mejor servicio, Ernest, pero mi compromiso es exclusivamente profesional. Estoy aquí para hablar sobre la póliza y la renovación.”- Hannah intentó darle vueltas, pero el precipicio era inevitable.
-“Déjate de tonterías. Hannah. Si no accedes, no me interesa renovar con tu compañía. Cambiaré de aseguradora si no me ofreces lo que quiero. Después explícale a tus jefes lo que creas conveniente.”-Flynn no tuvo que levantar la voz para que Hanna supuera que era un simple bastardo. Cumpliría su amenaza. El empresario continuó –“La próxima reunión es en un mes. Ya sabes lo que quiero.”-
En este punto, Hannah no pudo discutir más. El problema era que los propietarios de la compañía no le habían respaldado. Ante la situación había pedido una reunión con Sebastián, su jefe jerárquico inmediato y los dueños del paquete accionario completo de la empresa, Samuel Clifford y Ron Warnes. Lamentablemente Ernest Flynn representaba una cartera muy importante y no querían perder la cuenta. Durante la reunión las actitudes de los propietarios habían mutado de una expectación fría a un ambiente literalmente hostil para Hannah, que sólo había sido respaldada por Sebastian.
-“No puedo creer que estén presionándome de esta manera. Flynn ha cruzado todos los límites, y ahora me amenazan con arrebatar mi trabajo si no accedo a sus despreciables demandas.”- Hannah esta frustrada y al borde de las lágrimas.
-“Hannah, sé que es una situación terrible para ti. Pero debes entender que estamos en una situación sin salida. Financieramente los propietarios no quieren perder esos ingresos. Lo único que se me ocurre es ir yo a negociar en tu reemplazo.”- Sebastián trataba de mantenerse al lado de su subordinada.
-“¡No puedes! Flynn amenazó diciendo que si no voy personalmente cambiará de compañía. ¡No es justo que me amenacen! ¿Cómo pueden ignorar mi integridad y dignidad solo por dinero?”- Hannah empezó a mostrarse indignada mientras levantaba la voz. Interiormente se arrepintió de no estar grabando la reunión con su teléfono.
-“Hannah, comprende la situación. Este cliente es una fuente importante de ingresos. No podemos permitir que se escape a la competencia. Necesitamos retenerlo a toda costa. Además ya tienes mucha experiencia ¿Me vas a decir que no advertiste antes que Flynn iba a proponerte encamarte? ¿O me dirás que es la primera vez que recibes esas propuestas?”- Samuel Clifford no mostró una pizca de empatía mientras se mantenía firme.
-“Tú sola te metiste en este embrollo. Si perdemos esa cuenta, podrías perder tu puesto aquí. Así es te aconsejo pensar rápido cómo salir del embrollo. Busca una solución ¿Estás dispuesta a sacrificar tu trabajo o no? No le veo el dramatismo.”- Ron Warnes se mostraba amenazador mientras le miraba penetrantemente a los ojos. Hannah no parecía importarle absolutamente nada como ser humano.
-“Pero ¿en qué clase de empresa estamos convirtiéndonos si permitimos este tipo de comportamiento? No podemos socavar nuestra ética de esta manera. Hannah tiene derecho a sentirse segura en su trabajo.”- La voz de Sebastián mostraba absoluta desesperación ante lo que estaba escuchando. Nunca imaginó que todo resultaría así.
-“Sebastián, comprende que estos ‘seres despreciables’ en definitiva son los que pagan por tu sueldo y el Hannah. Estamos hablando del bienestar financiero de la empresa. No puedes dejar que ideales románticos nublen tu juicio. Si piensas así, tal vez te vayas con Hannah. Decide.”- Samuel Clifford le soltó la reprimenda frunciendo el seño con ironía.
-“Sebastián, gracias por tu apoyo. Esto es una pesadilla para mí, pero ya veré de apañármelas de algún modo. Veré que hacer.”- Hannah trató de aligerar el clima con voz temblorosa. No quería que Sebastián fuera perjudicado. En su corazón estaba inmensamente agradecida, pero era evidente que en esto la voz de su jefe inmediato no podía hacer nada por ella.
Al salir de la conflictiva reunión con los propietarios de la compañía, Sebastián le dijo:
-“Hannah, entiendo que estás en una posición desgarradora. Pero no te preocupes, sin importar la decisión que tomes, estaré a tu lado. Nadie debería tener que soportar este tipo de comportamiento.”- Hannah sabía que su jefe estaba dispuesto a perder su puesto si era necesario.
-“Necesito tiempo para pensar en lo que haré a continuación. Esta situación me tiene completamente perdida.”- Hannah trató de recomponerse como pudo. Secó alguna que otra lágrima que intentaba derramar por sus ojos y con un beso se despidió de Sebastián.
De esa terrible reunión habían pasado ya unos cinco días. El peso de esos momentos se reflejaba en el rostro de Hannah, que por la mañana se veía al espejo y veía un rostro marcado por la tensión y la indignación que aún le corroía las venas. El silencio incómodo de su departamento no hacía más que recordarle la desagradable encrucijada en la que se encontraba completamente sola.
Más tranquila, Hannah ahora se dirigía a la reunión definitiva con Ernest Flynn. Mientras manejaba hacia el encuentro con el desagradable tipejo, su mente repasaba una y otra vez la estrategia que había diseñado para abordar esa reunión. Sentía la urgencia de mantener la compostura y encontrar un equilibrio perfecto entre la cautela que debía mostrar mientras el asco le invadía. Sabía que en todas las negociaciones había acuerdos, tiempos y, sobre todo, gestos de buena voluntad que debían darse como desencadenadores de todas las acciones.
Y allí, Hannah contaba con su oportunidad, porque si algo había hecho, era diseñar un plan meticuloso. La antigua lealtad hacia su empresa se había desvanecido. La única preocupación en su corazón era no perjudicar a Sebastián, el único que le había defendido. Al diablo Flynn y sus jefes. En este momento estaba sola, y solo le importaba ella misma. En realidad era consciente que siempre había sido así. La única diferencia entre antes y el ahora esa que este conflicto había puesto las cosas en claro. Su plan tenía un único propósito: salvaguardar su propia integridad.
A medida que se acercaba al lugar de la reunión, las últimas dudas se esfumaron de su mente. Recordaba las veces anteriores en las que había sorteado situaciones complicadas con este y otros clientes. Había aprendido a leer sus señales y anticipar sus movimientos, pero este salto le había tomado por sorpresa. El asco y el desprecio que había sentido ante sus avances le habían decidido. La nula comprensión y empatía de Samuel Clifford y Ron Warnes iba a costarles muy caro.
Con cada kilómetro que avanzaba, Hannah se sentía más liberada. Estaba lista para enfrentar a Flynn y dejar claro que su dignidad no estaba a la venta. La determinación ardía en sus ojos, y aunque el camino que se avecinaba era incierto, estaba dispuesta a defenderse con uñas y dientes.
Capitulo 3: La jugada
Hannah Lance, con su cabello castaño perfectamente peinado y un labial rojo vibrante que resaltaba sus carnosos labios, bajó del auto. Su vestido negro estaba perfecto y entallado, resaltando un cuerpo voluptuoso. Vestía una blusa con un escote pronunciado que dejaba entrever la curva de su clavícula, y le hacía parecer una diosa de la elegancia. Unos tacones altos completaban el atuendo, estilizando su figura y haciéndola caminar con una seguridad envidiable.
Era una mañana fría en la ciudad, pero Hannah no sentía el frío. Su mente estaba concentrada en la tarea que tenía entre manos, que no era otra que conquistar al cliente más importante de su compañía de seguros, el señor Ernest Flynn, un fabricante de electrodomésticos de renombre.
Sabía que el bastardo quería acostarse con ella, y por eso mismo estaba convencida que esta reunión era crucial para su futuro. Por lo que a ella le interesaba, la compañía Clifford y Warnes podía irse al demonio. Si lograba cerrar el trato, su ascenso dentro de la empresa estaría asegurado. Pero si todo iba según su plan, tenía asegurada su pensión de retiro. Habían muchas cosas en juego en esa reunión, por ello no había escatimado detalles para resaltar su apariencia. Y vaya que tenía una apariencia muy buena. Por la mañana se había levantado temprano, dedicando tiempo a cada aspecto de su imagen, desde el maquillaje, las ropas, hasta la elección de la lencería y las joyas que usaría.
Mientras caminaba hacia la entrada del imponente edificio de Flynn Industries, Hannah repasaba mentalmente su discurso. Tenía que ser convincente, segura de sí misma, pero también debía mostrar empatía y entender las oscuras motivaciones de Flynn. Hannah conocía bien a la naturaleza masculina. No había llegado a la cima de ventas en su compañía por casualidad. En un mundo de hombres, conocía bien las reglas de cada juego y había aprendido a jugar sus cartas de valor en el momento adecuado.
Aprovechó el ascensor vacío para sumergirse en una fina nube creada con su perfume más seductor. Al llegar a la recepción, una joven amable le saludó y le acompañó hasta la oficina de Flynn. Hannah respiró hondo para concentrarse y sonrió con confianza antes de entrar.
Ya conocía la oficina, que era amplia, lujosa y decorada con un gusto exquisito. Tenía un escritorio caoba imponente. Allí, sentado en un sillón de cuero, le esperaba Ernest Flynn. Un hombre de un poco más de cincuenta años, con una mirada inteligente, penetrante y una significativa aura de poder. Cuando atravesó la puerta, Hannah pudo notar en los ojos del empresario el profundo impacto que le causaba su presencia.
Se acercó con una sonrisa encantadora y estrechó la mano del hombre. Ernest Flynn se dirigió a la joven secretaria para decirle que no quería interrupciones de ningún tipo durante la reunión. La joven saludó a Hannah en un tono bajo de voz y cerrando la puerta, les dejó solos.
La química del empresario fue instantánea. Flynn se sentía cautivado por la belleza y la inteligencia de Hannah, que a su vez experimentaba una mezcla de rechazo e intriga por la personalidad del magnate. Si el empresario no hubiera sido tan insistente, soberbio y patán en sus intentos por conquistarla, quizá habría podido tener alguna oportunidad. Pero a la agente de la aseguradora Clifford y Warnes lo que le había molestado profundamente era el uso indiscriminado del poder que había ejercido Flynn para intentar llevarle a la cama.
La reunión transcurría de manera fluida y cortés. Hannah expuso con claridad los beneficios de la póliza de seguro que ofrecía, adaptando su discurso a las necesidades específicas de Flynn Industries. El empresario, a pesar de estar impresionado por la profesionalidad y el conocimiento de Hannah, parecía mostrarse reacio a su propuesta.
-"He revisado a fondo su caso y le estoy ofreciendo la mejor renovación posible. Estoy segura que podemos ofrecerle la mejor cobertura completa a un precio muy competitivo."- Hannah se esforzaba por mantener la serenidad y mostrarse lo más accesible posible.
-"Hannah, ya lo hemos hablado antes. La verdad es que no estoy tan interesado en la póliza como... en otras cosas"- Flynn interrumpió el discurso de la agente.
En ese momento, estaban sentados en el sillón de tres cuerpos que Ernest tenía en su despacho. Una jovencísima secretaria había depositado en una mesita, café para ambos. Flynn se había acomodado a la izquierda de Hannah y le miraba descaradamente las rodillas y muslos que se insinuaban por debajo del borde de su falda.
-"¿Disculpe? No entiendo."- Hannah frunció el ceño, intentando hacerle entender que le desagradaba el gesto, pero Flynn le ignoró por completo.
-"Sabes que lo que me interesa eres tú, Hannah. Eres una mujer muy atractiva e inteligente. Me encantaría invitarte a cenar."- Flynn se acercó aún más, invadiendo su espacio personal mientras intentaba deslizar su mano un poco más arriba de sus piernas.
Hannah se alejó bruscamente, manteniendo la calma.
-"Escuche Ernest, agradezco su interés y me siento halagada, pero no estoy cómoda mezclando los negocios con el placer."-
Flynn sonrió con arrogancia. -"No seas tan rígida, Hannah. Solo una cena, no te pido nada más... que tú no quieras."- El hombre acercó su rostro hasta casi rozar sus cabellos, mientras aspiraba el exquisito perfume de Hannah.
Hannah miró a Flynn con firmeza. -"Lo siento, pero mi respuesta sigue siendo no. Soy una profesional y me tomo mi trabajo muy en serio. Pero aún no ha escuchado la... propuesta que le tengo. Es un... negocio ventajoso que no he ofrecido a nadie más."- Intentó sonar lo más profesional que podía dada las circunstancias.
Flynn la miró con una mezcla de frustración e interés. Hannah estaba muy consciente que al hombre le atraía más el dinero que el sexo.
-"Muy bien, Hannah. ¿Quieres hablar de negocios? Hablemos."- Algo molesto, retiró su mano de la pierna de la mujer, se alejó algunos centímetros y tomó una de las dos tazas de café que estaban frente a ellos.
Hannah le propuso una suerte de negocio que podía ser muy beneficioso para ambos.
-"Mira, Ernest. Permíteme que te llame así."- Hannah, sabiendo que se jugaba el todo por el todo, tomó la iniciativa de acercarse al empresario, que le miró algo sorprendido por el gesto. Reforzó el acercamiento llevando su mano izquierda a la pierna derecha del empresario, deslizándola por el muslo del hombre, en un gesto inusitado de confianza e intimidad.
La agente de seguros continuó explicándole al atónito empresario. -"La idea que te propongo es esta: renuevas la cobertura de todos los locales y negocios cambiando a un nuevo plan promocional de mi compañía, la Clifford y Warnes."-
Hannah intentó explicar detalladamente su plan. Le ofrecía una nueva póliza promocional que le brindaba una cobertura sólida contra todo tipo de riesgos a un precio notoriamente inferior al anterior. A través de todas las explicaciones, la mujer centró su atención en minimizar las exclusiones y tergiversó las limitaciones de la nueva póliza, que le convertía así en una oferta extraordinariamente atractiva.
Flynn estaba hipnotizado al punto de no pensar con claridad. Envuelto en el embriagante perfume que le envolvía, con la mano de Hannah en su entrepierna y la cercanía de la atractiva mujer, sólo atinó a responder:
-"Pero si sólo es una rebaja de póliza.... no es nada extraordinario"-
Hannah se acercó aún más. El hombre pudo sentir el cálido y dulce aliento que salía de su boca.
-"Aún no he terminado, Ernest."- Hannah deslizó la mano subiéndola un poco más por la entrepierna. Flynn parecía estar enloqueciendo.
La experimentada mujer continuó explicando la idea. Si trabajaban en conjunto y con extremo secreto, lo primero que debían hacer era falsificar la información en las nuevas solicitudes para que la corporación de Flynn fuera aprobada, y así obtener una prima significativamente más baja que la anterior. Para eso necesitarían un contador de confianza que trabajara con Hannah, que se ocuparía de mover los papeles en la compañía de seguros.
Como la empresa de Flynn tenía más de una planta, Hannah le proponía contratar pólizas individuales para cada una de las plantas de almacenamiento y producción. Al hacerlo de ese modo, Hannah se aseguraba una comisión más alta. Esa información podía y debía permanecer en secreto. No era necesario darla a conocer al empresario.
Firmar pólizas individuales por edificio y no por toda la empresa, le permitiría a Flynn cubrirse de siniestros parciales en alguna de las plantas. Pero además, ante casos de siniestros, no se incrementarían globalmente la póliza. El incremento se daría por edificio individual, lo que le ahorraría a Flynn Industries millones. Esta era información privilegiada que los clientes de Clifford y Warnes no debían conocer.
Pero también Hannah le insinuó que ante un siniestro "accidental", incluso podría cobrar más dinero si además del edificio perdía mercadería declarada como comercializable.
-"No puedo entender eso. "- Dijo Flynn -"¿Qué sería 'cobrar más dinero'?"- El hombre pareció salir de su excitado letargo al escuchar sobre el dinero de la póliza.
-"Piénsalo, cariño."- Dijo una Hannah sospechosamente melosa. -"Si en el momento de un incendio, en los depósitos tuvieras mercadería ‘comercializable’, tendrían que pagarte por el edificio y la mercadería."-
-"Pero yo vendo electrodomésticos nuevos, no vendo mercadería usada."- Dijo Flynn sin poder entender.
-"Mira, Ernest."- Hannah estaba tan cerca de él que casi le susurraba al oído. -"Si por casualidad armaras una promoción de canje de mercaderías, creando una campaña para que tus clientes reciban un descuento al comprar un producto nuevo pero llevando el viejo a tu negocio..."
Hannah continuó explicando. Le sugería crear una campaña promocional en donde recibiera electrodomésticos viejos como parte de pago. Esos electrodomésticos serían productos declarados para reciclar y potencialmente vendibles. Los productos para reciclar serían llevados a un depósito vacío. Finalmente se declararía un incendio en el depósito con los productos a reciclar y la compañía tendría que pagarle por los daños edilicios y por la mercadería declarada.
Pero todo era una fachada, porque los productos reciclados nunca se revenderían. Esos electrodomésticos obsoletos se llevarían al depósito que se quemaría y serían solo basura destinada a ser cubierta por la compañía de seguros, obligada a respetar la póliza firmada. Flynn no podía perder.
Recibiría el dinero para reconstruir el edificio y le pagarían además por mercadería inservible. Lo único que debía hacer el empresario, era ocultar el real destino de los electrodomésticos viejos. Para eso debería montar una campaña de reciclaje interno que fuera una fachada. Y provocar el incendio en el momento adecuado.
Flynn, que no era otra cosa que un bribón, al entender la jugada saltó de alegría. Su entusiasmo le hizo olvidar momentáneamente su deseo de acostarse con Hannah.
Una vez consensuado el complejo plan, hombre y mujer pasaron unos cuantos minutos puliendo detalles y analizando posibilidades sobre las acciones que llevarían adelante.
Al terminar la reunión, ambos dejaron el clásico apretón de manos para despedirse con un beso.
Mientras rozaban sus mejillas en el saludo final, Hannah pudo sentir la mano del hombre deslizarse por sus posaderas. Se lo dejó pasar.
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