sábado, 6 de abril de 2024

Reflexión: El mejor consejo que mi padre nunca me dio

 

El mejor consejo que mi padre nunca me dio

Es natural que en la búsqueda de la propia identidad, los hijos encuentren en sus padres una fuente de frustración e incluso de enojo.

No es mi caso. En ese aspecto creo que soy afortunado porque tengo hijos y sobrinos maravillosos. Pero sí veo mucha frustración contra algunos padres. La frustración contra los padres es natural en la juventud, cuando una persona está construyendo su propia individualidad y necesita sicológicamente hablando, "despegarse" y diferenciarse de sus padres.

Pero lo que me llama poderosamente la atención es cuando esa frustración se perpetúa en personas que ya pasaron los veintitantos años y lo más llamativo, cuando han pasado los cuarenta y tantos demostrando así que se están convirtiendo en vejetes inmaduros.

A veces, culpar a los padres por todos los problemas parece la salida más fácil. Mal genio, una relación imperfecta, excesiva rigidez, errores propios de los seres humanos, se convierten en el blanco perfecto para que algunos hijos descarguen la propia inmadurez.

Sin embargo, con el tiempo y a través de un crecimiento armónico, todos conseguimos una plena y verdadera madurez que reside en la capacidad de autorreflexión. Llega el momento en la vida en la que todos debemos reconocer que la vida no es un juego de culpas, sino un camino de aprendizaje donde cada uno debe tomar las riendas de su destino.

En algún momento es hora de dejar de lado la infantil actitud de culpar a los padres por todo lo que nos sucede. Asumir la responsabilidad de nuestras propias decisiones y entender que los errores cometidos son "nuestros" errores. Ese es el primer paso hacia la verdadera independencia y una sana madurez.

El ser humano debería ser un ser pensante. Es cierto que muchas veces no lo es. Pero los humanos deberíamos ser capaces de discernir entre lo bueno y lo malo. Lo conveniente y lo temerario. Lo sano y lo enfermizo. Ninguna persona puede seguir dependiendo de la tutela permanente de sus padres. Ni monetaria ni psicológicamente hablando. Veo mucha inmadurez en personas que no son capaces de tomar las riendas de su propia vida y asumir las consecuencias de sus malas decisiones.

Cualquier padre sano es una fuente de amor y experiencia. Los padres sanos solo pueden ofrecer consejos basados en lo que ellos mismos han aprendido. Pero no lo saben todo. Pueden equivocarse sin mala intención, y en ocasiones no tienen una respuesta para todas las preguntas.

Nadie puede esperar que sus padres solucionen la vida. Solo pueden aconsejarnos sobre los diferentes caminos que tenemos. Pero en definitiva debemos aprender a pensar por nosotros mismos, a tomar nuestras propias decisiones y asumir las consecuencias de nuestros actos. Solo así alcanzaremos la verdadera madurez.

La relación con nuestros padres es un camino de doble sentido. Debemos aprender a respetar su sabiduría y experiencia, pero también comprender que somos independientes y autónomos. Solo así construiremos una relación sana y madura con ellos.

El mejor consejo que mi padre nunca me dio es aquel que no podía darme porque no conocía todas las respuestas.


Buena Escritura.






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