martes, 17 de junio de 2025

Reflexión: "Un Instante en la Eternidad"

 

Un Instante en la Eternidad

En la inmensidad sin límites del universo, ese océano pletórico de galaxias y eras, con silencios que duran millones de años, la vida humana no es más que un parpadeo fugaz. Un suspiro en el pecho de la eternidad. Un instante breve, apenas perceptible, que sin embargo resplandece con una intensidad imposible de ignorar.

Los átomos que hoy conforman tu cuerpo han viajado durante miles de millones de años. Han sido polvo de estrellas, piedra, quizás agua. Y ahora, por un designio que escapa a toda lógica, se han reunido para formar esta singular conjunción que eres tú. Una criatura de luz y carne, que porta en su interior uno de los enigmas más persistentes de la conciencia: el misterio de estar vivos.

Porque, aunque la ciencia nos haya despojado de muchos mitos, hay uno que permanece inviolado: ¿cuál es la razón profunda de nuestra existencia?

Nadie lo sabe. Nadie.

Podemos presumirlo. Podemos inventar dioses, azar, necesidad o destinos cifrados en una lengua cósmica que ya no entendemos. Pero lo cierto es que ignoramos si nuestra presencia aquí responde a un propósito, a un error magnífico, o a un sueño soñado por algo más grande que el universo mismo.

Sin embargo, sabemos esto: somos irrepetibles. Únicos.

No ha existido jamás, ni existirá, una réplica exacta de tu mirada, de tus pensamientos, de ese temblor íntimo que te atraviesa al contemplar el cielo o al amar.

Eres un instante, sí. Pero un instante que arde con la intensidad de una estrella.

Aférrate, entonces, a esa infinitesimal posibilidad que llamamos vida. No como quien teme perderla, sino como quien honra un privilegio secreto. Vive con intensidad, pero también con ternura. Haz de cada experiencia una ocasión para crecer, para comprender, para perdonar. 

No porque el tiempo alcance, sino precisamente porque nunca será suficiente.

Tu paso por esta realidad no será medido por los años que vivas, sino por la profundidad del amor que dejes sembrado en otros. Ese amor, único rastro imperecedero de tu alma, será lo que te sobreviva. 

Será lo que hable de ti, cuando tu nombre ya se haya desvanecido en las brumas de la historia.

Crece en el amor. Porque ese es, quizás, el verdadero destino del ser humano.

No fuimos llamados a dominar, ni a poseer, ni siquiera a entender el todo. Fuimos convocados, si se permite la metáfora, como brasas de una gran fogata cósmica, cuyo único fin es irradiar calor.

Una supernova no pregunta por qué brilla. Brilla. Y en su estallido, fecunda el vacío con posibilidades. Engendra mundos y crea destinos.

Así tú también debes amar. Expandirte a través de ese amor.

Crece para dejar tu huella luminosa, efímera y eterna.

Quizá la vida sea solo un instante.

Pero es tu instante sagrado.

Tú eres el testigo. Y el protagonista de tu realidad.






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