miércoles, 16 de julio de 2025

Poema: "Instinto Eterno"

 

Instinto Eterno

Heme aquí, he llegado al destino de mis días.
El heraldo de las almas olvidadas.

Hora es que despiertes.

Tú que duermes en la cuna de la carne.
Despierta, oh alma de polvo estelar,
recluida en la tibia prisión de la sangre.
¿No oyes tu llamado?
¿No sientes en el pecho esa antigua vibración,
como un eco que proviene desde antes de la luz?

No es hambre, ni sed lo que carcome.
No es deseo de carne, ni anhelo de oro.
Es el instinto el que te llama.
El fuego subterráneo que viene de la vida,
la memoria antigua de los dioses que te crearon
cuando las estrellas eran jóvenes 
y los soles empezaron a alumbrar.
Cuando tu alma caminaba descalza
sobre el polvo del recién nacido cosmos.

Oh, humano,
tú no naces vacío,
traes en la médula un juramento,
en la sangre, la certeza de que eres más
que esta materia que se pudre,
y de la sangre que se seca.

Tu primer amor no fue un rostro,
fue el calor de un vientre.
Fue el pulso de tu madre resonando
en la oscura resonancia del mar,
fue el abrazo sin palabras,
el refugio eterno que aún persigues
en cada abrazo que das.
Y en cada despedida.

Ese instinto, ¡ay, maldito y bendecido!,
te lleva a buscar lo imposible:
la pertenencia en el amor.

Ser de alguien por completo,
no deseas fundirte en un cuerpo,
sino a un alma que te espere paciente,
y que te diga: "Tú eres mío, desde antes del tiempo."

¿Y no es acaso por eso que el soldado
abraza la guerra como quien abraza a una amante?

¿No es por eso que sangra sin temor,
porque en el fondo sabe —¡sí lo sabe!—
que su alma no ha de morir en la nada,
que su esencia no se extingue en la Tierra
como la llama de una vela en el viento?

No es locura lo que mueve al guerrero,
es el instinto de la lucha.
El alma recuerda su eternidad
justo cuando el cuerpo huele a muerte.
Y el recuerdo de volver al hogar lo enardece,
lo lanza al combate con la risa de los dioses,
el pecho desnudo y la mirada lejana al horizonte,
como si dijera: "¡No moriré! ¡No he de morir jamás!"

Y tú, que sientes en los huesos la atracción feroz,
ese imán que te arrastra hacia sus ojos,
que te impele a acariciar sus manos,
y rozar los labios que has besado antes de esta vida.
Juraste amar eternamente,
no es deseo solamente:
es tu promesa incumplida,
la cuerda invisible que te ata
más allá del polvo de esta vida,
más allá del cuerpo envejecido,
más allá de la tumba de tu olvido.

Oh tú que amas como si amor fuera combate,
tú que sufres por alguien sin saber
que no podrás abandonar,
debes saber que no estás loco.
Estás despierto.
Y es tu alma que recuerda.

Viniste del fuego,
pero no eres barro,
no eres presa del olvido.
Y el instinto a veces te confunde,
otras veces te salvara de la locura,
no es un error de la evolución.
Es el hilo dorado que te llama.
Es el susurro de lo eterno.

Levántate. Despierta.

Pues la certeza de la vida es la que llama.
Haz de tu vida un himno.
Y de tu amor un altar de fuego vivo.
Haz de cada latido un martillo
que despierte al que yace dormido.

Porque no hay mayor tragedia
que un alma que olvida su origen.
Ni mayor gloria
que un corazón que recuerda quién es.

¡Despierta! ¡Oh tú espíritu inmortal!
¡Alza tu voz al cielo que aún recuerda tu nombre!
Porque el instinto que arde en ti
es es el idioma antiguo de los dioses.
Y si escuchas con atención, te llamarán.

Solo entonces, por fin, serás eterno.

FIN








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