Diario de Rodriac
Día del Maestro en Mendoza (Argentina)
por Rodriac Copen
Ah, el Día del Maestro en Mendoza… esa fecha gloriosa donde los alumnos te regalan una cartita hecha con plasticola seca y el gobierno te regala… ¡la miseria más creativa del país! Sí, porque ser maestro en Mendoza es un deporte extremo. Si escalar el Aconcagua es difícil, intentá dar clases con tizas que parecen fósiles, marcadores sin tinta y un sueldo que, si lo ves mucho tiempo, te da ganas de invitarlo un café para que no se sienta solo.
¿Vos sabías que Mendoza paga menos a los docentes que cualquier otra provincia de Argentina? Es casi un experimento sociológico: “¿Hasta dónde se bancan los maestros antes de vender empanadas en la plaza?” Spoiler: seguimos acá, porque somos masoquistas, héroes o ambas cosas.
Y mientras tanto, las autoridades iluminadas piensan: “Che, ¿y si en vez de darles tizas, les damos educación financiera? Así aprenden a administrar bien la pobreza”. Claro, ¿qué mejor que enseñarle a un pibe cómo invertir en la Bolsa mientras la seño está rifando alfajores para comprar cartulinas?
Porque sí, queridos, en Mendoza el maestro compra de su bolsillo los marcadores, las hojas, el fibrón, y si se descuida, hasta las ganas de trabajar. Somos los únicos empleados del Estado que además de trabajar, ¡subvencionamos nuestro propio trabajo! Es como ser cliente y cajero de tu propio banco, pero con menos glamour.
Y la plata, ¿dónde está? Bueno... ahí es cuando la cosa se pone interesante. El presupuesto educativo parece un acto de magia: desaparece. Pero, oh casualidad, siempre aparecen recursos para proyectos misteriosos, con beneficiarios invisibles que nunca son las escuelas. Pero ya todos sabemos que la corrupción no existe en la era de Milei.
Y por si todo esto fuera poco, el circo educativo tiene sus sustos reales. Apenas hace unas horas una chica entró a una escuela de Mendoza con un arma cargada, aparentemente buscando a una maestra para “ajustar cuentas”. Lo del ministro de Educación fue impecable: apareció tarde, dio dos frases de manual, prometió ‘acompañar a la comunidad educativa’, y listo. Crisis resuelta. Una estudiante entra armada, dispara, se atrinchera, y la respuesta oficial es el equivalente político a ponerle una curita a una fractura expuesta. Eso sí, para fotos y conferencias nunca faltan recursos.
No voy a hacer chistes fáciles con un hecho así —no es gracioso—, pero puedo ser cínico: la escuela se volvió un lugar multiuso donde además de enseñar gramática y tablas, hacemos terapia, mediación, contención, y a veces, si la suerte nos acompaña, supervivencia. A falta de presupuesto, improvisamos protocolos, rezamos para que alguien más aparezca con soluciones concretas, y compramos tinta con la última moneda del bolsillo. Los directores, claro, prefieren el silencio estratégico: es la primera materia de la currícula no oficial.
Pero acá estamos, un 11 de septiembre más. A los docentes no nos derrotan. Nos derrotamos solos cuando arrugamos a los paros y bajamos la cabeza ante el item aula, el arraigo y la antigüedad. Dóciles corderos del gobierno de turno, que se olvidan rápido de cuando la docencia sabía parar la provincia entera. Y así vamos los docentes: seguimos con guardapolvo blanco, con ojeras del tamaño de San Rafael, y con la convicción de que enseñar vale más que cualquier plan financiero de oficina pública. Porque a pesar de todo, seguimos resistiendo.
Así que feliz Día del Maestro en Mendoza: ¡la provincia donde el amor a la docencia cotiza más alto que el dólar blue!
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