lunes, 6 de octubre de 2025

Humor: "El Primer Juicio del Diablo"

 


Humor

El Primer Juicio del Diablo
por Rodriac Copen


Lucifer estaba harto.

No del fuego eterno —eso era por el tremendo sistema de calefacción central que tenían en el infierno—, ni de las almas en pena, que últimamente se portaban bastante bien. No: estaba harto de la mala prensa.

Desde hacía siglos venía acumulando denuncias informales: que el rock era suyo, que la suegra también, que los lunes, las colas en los bancos, que tentaba a los políticos, que los aumentos de impuestos llevaban su firma. Cada vez que algo salía mal en la Tierra, alguien decía: "El Diablo metió la cola".

Estaba harto de la mala prensa. Cada vez que salía a buscarse una novia, la fama le precedía. Todas las chicas le decían "NO".

Y Lucifer, que tenía cola, pero también dignidad, un día se levantó, ajustó su corbata de azufre y dijo:

—"Esto se terminó. Voy a demandar a la humanidad por difamación cósmica."—

El anuncio recorrió los reinos. Los ángeles se santiguaron tres veces seguidas, los demonios aplaudieron confundidos, y hasta San Pedro perdió las llaves por un instante.

El juicio se llevó a cabo en la Sala Suprema de Justicia Celestial, una construcción de mármol flotante donde el tiempo no corría, pero las actas sí.

El juez fue un querubín con voz de jubilado y gafas del tamaño de Saturno. En el estrado, un letrero luminoso rezaba: "Silencio, Dios está escuchando... a veces".

Lucifer llegó puntual por primera vez en milenios, acompañado de su abogado: Belfred, un demonio de cuarta categoría con Diploma en Derecho en Tentaciones Menores y Nervios Mayores.

Belfred tenía un tic en el ojo derecho y llevaba tantos papeles que parecía un archivo con patas.

Del otro lado, el fiscal celestial Serafiel, desplegaba carpetas de color dorado con etiquetas que decían "Culpa Original", "Pecado Capital" y el famoso manual "Inventario de Tentaciones Infinitas".

Era el típico burócrata alado: cada vez que sonreía, nacía una fotocopia.

El juez carraspeó.

—"Se abre el juicio celestial número uno contra... la humanidad. Demandante: Lucifer, ex–arcángel, hoy conocido como Diablo."—


Lucifer se inclinó.

—"Gracias, su señoría. No es que me guste litigar, pero uno tiene un límite de paciencia... y yo ya lo pasé en la Edad Media."—


El juez asintió con solemnidad.

—"Tome asiento, señor Diablo."—

—"Lucifer, por favor. "Señor Diablo" suena a franquicia de videojuegos"— replicó mientras se acomodaba.

El fiscal Serafiel abrió el expediente con el sonido seco de un trueno.

—"Su señoría, me opongo al juicio. Esto es un intento de eludir responsabilidades cósmicas. El acusado... digo, el demandante... ha sido históricamente la causa del mal, la tentación y los lunes."—

—"Objeción"— interrumpió Belfred, levantando una mano temblorosa —"Mi cliente no inventó los lunes. Según mis registros, eso fue idea humana, probablemente de algún burócrata con intenciones políticas."—

—"¡Retiro lo dicho!"— bramó Serafiel con cara conflictuada.

El juez suspiró.

—"Perfecto, empezamos bien. Continúen, por favor."—

Lucifer sonrió con cansancio.

—"Solo quiero limpiar mi nombre. Estoy cansado de ser el villano de turno. Todo lo malo es 'culpa del Diablo'. ¿Nadie se pregunta si tengo tiempo libre? ¿Si me gusta tentar a los humanos? ¿Qué hay de mis sentimientos?"—

El fiscal consultó sus notas.

—"Tiempo libre... mmm... según nuestros informes, usted lleva 7.432 años de vacaciones no autorizadas en el plano infernal."—

—"¡No señor! ¡Eso es parte de mi trabajo! ¡La eternidad no descansa!"— replicó ofendido Lucifer —"¿Usted sabe lo que es atender pecadores las veinticuatro horas, sin sindicato ni aguinaldo?"—

El juez anotó algo.

—"Que conste en actas: el Infierno no tiene Convenio Laboral."—

El primer testigo fue un anciano filósofo griego llamado 'Menandro', supuestamente el inventor de la impuntualidad. Llegó con treinta minutos de retraso.

—"Disculpen, el tiempo es relativo desde Einstein."— dijo, mientras se acomodaba la toga.

Serafiel levantó una ceja.

—"¿Es cierto que Lucifer lo inspiró a crear la impuntualidad?"—

Menandro se rascó la barba pensativo.

—"Bueno... yo diría que no... yo simplemente no llegué a tiempo al primer simposio, y el resto de los filósofos me imitaron. Pero si buscan a un culpable, culpen a los relojes."—

Lucifer asintió con solemnidad.

—"Exacto. Yo inventé el sarcasmo, no los relojes."—

El juez escribió: "El sarcasmo no figura como pecado en las leyes celestiales".

El siguiente testigo fue 'La Suegra Universal', una imponente señora con rodete, mirada inquisidora y una cartera del tamaño de un agujero negro.

—"Buenas tardes, su señoría. Quiero decir que el Diablo jamás me tentó; yo ya era así."— dijo desafiante

—"¿Afirma entonces que su carácter no tiene influencia demoníaca?"— preguntó el fiscal.

—"Por supuesto que no. Es genético. Y además, si los yernos fueran perfectos, no haría falta mi intervención."—

Lucifer se inclinó hacia Belfred.

—"Mejor no le preguntemos más nada... Estoy empezando a sentir miedo."—

El juez golpeó el martillo.

—"Silencio en la sala. El testimonio de la suegra será admitido, aunque es algo perturbador."—

El tercer testigo fue el mismísimo 'Lunes', un ser grisáceo con ojeras eternas y actitud depresiva.

—"No soy malo"— dijo con voz de bostezo —"Solo nací después del domingo, y eso me arruinó la reputación."—

Lucifer se apiadó.

—"Yo te entiendo, hermano. A mí me pasó algo parecido."—

El fiscal lo interrumpió.

—"¡Protesto! El lunes es consecuencia directa del pecado original: el hombre trabaja porque pecó. Ergo, el lunes es obra del Diablo."—

El lunes suspiró.

—"¿Ven? Siempre me culpan a mí o a él. Nadie culpa al calendario."—

El juez, confundido, pidió un recreo de diez minutos para meditar, o dormir, nadie lo supo con certeza.

Durante el receso, Belfred entró en pánico.

—"Señor Lucifer, no creo que vayamos ganando."—

—"Tranquilo, Belfred. El truco está en parecer seguro."—

—"Pero usted está temblando."—

—"Por dentro, sí. Pero lo importante es la actitud."—

Cuando volvieron a la sala, el ambiente olía a incienso y café divino. El siguiente testigo fue 'El Rock'.

Literalmente, era un guitarrista vestido de cuero negro, con una guitarra que echaba chispas cada vez que tocaba un acorde.

—"¿Confirma que fue creado por el Diablo?"— preguntó el fiscal.

El músico sonrió.

—"No, señor. Fui creado por la electricidad y la frustración contoneante de Elvis Presley y Chuck Berry."—

—"Pero sus letras contienen referencias al infierno."—

—"No, en realidad digo algo así como 'que se vayan al infierno'. Pero en mis letras también se celebra el amor y a la amistad. Nadie los llama satánicos a ustedes por eso."—

El fiscal, rojo de ira, pidió traducir las letras al idioma angelical. El traductor celestial escuchó tres segundos de un solo de guitarra y se desmayó.

Lucifer aplaudió.

—"Eso, señores, es arte."—

El juicio había durado una eternidad y media, lo que en tiempo humano equivale a unas seis horas. El juez bostezó con dignidad.

—"Procedan con los alegatos finales."—

Belfred se levantó con el coraje de quien no tiene nada que perder salvo su alma (que ya la había empeñado en cuotas).

—"Su señoría, mi cliente ha sido víctima de una campaña de desprestigio que lleva milenios. Lucifer no es malvado: es eficiente. Si el bien necesita contraste, alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Él no creó el mal: simplemente lo administra."—

Lucifer asintió.

—"Con mucho estrés, por cierto."—

El abogado continuó, ya envalentonado:

—"Si el mal existe es porque alguien, en algún lugar, lo autorizó. Y ese alguien, con el debido respeto, trabaja en el piso de arriba. Y es todopoderoso. Si no quisiera el mal, lo habría impedido. ¿No le parece?"—

Un murmullo recorrió la sala. Un ángel del público gritó "¡Sacrílego!" y un diablito dijo "¡Tiene un punto válido!".

El juez pidió orden.

—"Continúe, abogado. Pero evite las comparaciones verticales."—

Belfred tragó saliva.

—"En resumen, su señoría, el Diablo no es culpable de ser el Diablo. Lo es porque ese fue el papel que se le asignó. Y lo cumple con una obediencia que debería inspirar a los santos."—

Silencio absoluto. Hasta el fuego del infierno, proyectado en las pantallas del juicio, se calmó.

El fiscal Serafiel se levantó entonces, desplegando sus alas burocráticas.

—"Con el debido respeto, eso es sofisma infernal. El mal no necesita administrador, y mucho menos un mártir corporativo. Lucifer eligió rebelarse."—

Lucifer intervino, indignado.

—"¡No elegí nada! Fue un malentendido de recursos humanos. Yo solo pedí un traslado a mi jefe... y como no habían lugares disponibles... ¡me mandó al infierno!"—

El juez se llevó las manos a la cabeza.

—"¿Traslado?"—

—"Sí. Dije 'quisiera probar una oficina con más luz' y, bueno... me la dieron."—

Los ángeles murmuraban, los demonios sacaban selfies, y un arcángel del jurado pedía tiempo para entender la metáfora.

El fiscal aprovechó.

—"Y aun así, señoría, los hechos son claros: Lucifer tentó al hombre, promovió el caos y popularizó el reggaetón."—

Lucifer se puso de pie ofendido.

—"¡Eso sí que no! ¡El reggaetón fue idea de los humanos!"—

Belfred golpeó la mesa.

—"Objeción: mi cliente no tiene gusto musical desde el siglo XVIII."—

El juez pidió silencio.

—"He escuchado suficiente."—

El querubín juez se levantó lentamente. Sus alas brillaron con una luz dorada que parecía salida de un PowerPoint celestial.

—"Tras considerar los argumentos, los testimonios y el lamentable estado del sistema judicial cósmico, este tribunal dicta sentencia."—

Los presentes contuvieron el aliento.

—"Lucifer, conocido también como Diablo, no es culpable de los males atribuidos. Su función fue asignada por el mismísimo Dios como contrapeso del bien. En otras palabras: el Diablo es diablo porque alguien tiene que hacer el trabajo."—

Un silencio solemne llenó la sala, roto solo por el sonido de un alma que aplaudió por error y fue expulsada.

Lucifer parpadeó.

—"¿Eso significa que... soy inocente?"— dijo ilusionado el mismísimo diablo.

—"No exactamente"— respondió el juez —"Significa que usted está cumpliendo órdenes."—

Lucifer suspiró.

—"La historia de mi vida."—

El juez cerró el expediente.

—"Caso archivado. Recomendación final: terapia espiritual y descanso temporal del infierno."—

Serafiel se desmayó sobre sus propios documentos. Belfred empezó a llorar de alivio, mezclando mocos con tinta.

Lucifer salió del tribunal con una receta médica celestial en la mano que decía: "Se recomienda reposo. Tres días sin tentaciones, sin invocar fuego, y meditación obligatoria entre coros."

De regreso al infierno, Lucifer encontró a los demonios esperándolo con cartelitos que decían "¡Inocente por decreto divino!" y "¡Lucifer candidato a la paz eterna!".

Él los ignoró. Se sirvió un whisky on the rocks y se dejó caer en su trono de piedra.

—"Tres días de descanso..."— murmuró —"Capaz que también empiece terapia."—

Un diablillo entró con una pila de papeles.

—"Señor, llegaron nuevas quejas humanas: inflación, tránsito y políticos corruptos. ¿Las archivamos en 'culpa del Diablo'?"—

Lucifer se cubrió la cara con las manos.

—"No. Abrí una nueva carpeta con el rótulo: Culpa del Libre Albedrío"—

El diablillo asintió, tomó nota y salió. Lucifer exhaló un largo suspiro de humo y pensó en voz alta:

—"Nadie piensa en la salud del Diablo. Todos quieren pecar, pero nadie pregunta cómo estoy yo."—

Se miró al espejo. El reflejo le devolvió una sonrisa cansada.

—"Al final"— dijo —"ser el malo es un trabajo de amor. Y sin vacaciones pagas."—

En algún lugar del cielo, una voz muy conocida susurró:

—"Buen trabajo, hijo."—

Lucifer levantó una ceja.

—"¿Ironía divina o evaluación de desempeño?"—

Pero ya no importaba. El Diablo tenía tres días libres, y por primera vez en la eternidad, pensaba usarlos para dormir.

Y así terminó el Primer Juicio del Diablo: sin condenas, sin absoluciones rotundas... solo con la certeza de que, incluso en el cielo, la burocracia es eterna y el humor, la única salvación posible.

FIN




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