Diario de Rodriac
El Refugio de la Conciencia
por Rodriac Copen
Siempre he considerado mi capacidad creativa, como una especie de "antena" que es capaz de sintonizar ideas, imágenes subliminales, leer entre líneas, analizar arte y encontrar pequeñas maravillas que pasan desapercibidas para el resto de las personas.
Quizá esa capacidad se deba a que desde pequeño, estuve rodeado de arte (mi padre era artista plástico). O tal vez lo heredé de la sensibilidad de mi madre. O quizá toda mi vida fue un conjunto de vivencias que me llevaron a ser lo que soy.
Hoy empecé mi mañana escuchando música, como siempre. Y una canción despertó a mi alma, ese ente voraz de vivencias y ansiosa de escapar a la libertad. Esa libertad que se niega a dejarte ir, la que te tiene atado a la tierra mientras vives.
Hay canciones que no hablan de lugares, sino de estados del alma. New Cydonia (la canción en cuestión), con sus nubes digitales flotando en la distancia y sus montañas elevándose hacia un cielo imposible, es una de esas canciones que no buscan describir un mapa, sino evocar un refugio interior. Un territorio íntimo donde la conciencia guarda sus tesoros más antiguos, más incomprendidos y más ocultos del alma humana: los recuerdos que nos sostienen cuando el mundo exterior se vuelve un dolor insoportable.
Algunos le llaman supraconciencia. Otros prefieren hablar de registros akáshicos, de inconsciente colectivo o de esa misteriosa arquitectura de patrones que construye nuestra individualidad. No importa el nombre. Eso es lo de menos. Lo esencial es que todos los seres humanos compartimos ese espacio sagrado donde reside lo más verdadero de nosotros mismos.
Ese lugar, nuestro propio “Nueva Cydonia”, no está hecho de edificios ni de calles, sino de destellos. De escenas felices que se hundieron en lo profundo de la memoria para transformarse en pilares de luz. Una risa que se nos quedó adherida al corazón. Una tarde luminosa de la infancia. Un abrazo que nos sostuvo. Una sensación de plenitud que, sin saberlo, se convirtió en brújula para los días oscuros.
Esos recuerdos quedan grabados en nuestra memoria. Yo atesoro algunos recuerdos así con mi padre y con mi madre. Y no los he compartido jamás con nadie. Y no lo haré. Forman una parte tan importante de mi ser que me los llevaré conmigo. Así de importantes son.
Cada persona tiene una ciudad secreta ardiendo en su interior, un paisaje que se enciende cuando las fuerzas nos faltan.
Pero ese refugio no aparece de la nada. Se construye.
Y para que exista, es necesario que la vida nos permita vivir nuestras etapas con libertad: la niñez como juego, la adolescencia como descubrimiento, la juventud como exploración del mundo y de nosotros mismos. Si estas etapas son robadas —si un niño debe trabajar, si un adolescente debe resolver angustias de adulto, si un joven es forzado a endurecerse prematuramente—, entonces se quiebra algo irremplazable: la posibilidad de forjar ese lugar seguro donde el alma pueda volver cuando lo necesite.
Por eso es tan importante permitir que los niños sean niños, que los adolescentes se equivoquen sin miedo, que los jóvenes se pregunten quiénes son. Cada una de esas experiencias, vividas en su momento justo, se convierte en ladrillo de esa Nueva Cydonia interior.
Al final de nuestra vida en la Tierra, cuando miremos hacia atrás en silencio, no serán las glorias ni los fracasos los que nos den paz. Y te lo dice un viejo, créeme. Será ese puerto luminoso, intacto, lleno de memorias cálidas que nos acompañaron desde siempre. Y la certeza de haber vivido con autenticidad, sin haber esquivado las etapas fundamentales de nuestra evolución como seres humanos.
Todos cargamos dentro una ciudad encendida, un territorio donde la tristeza se disuelve y la melancolía encuentra reposo. Un faro íntimo que brilla incluso cuando afuera hay tormenta. Incluso cuando la vida fue turbulenta y dura. Solo tienes que encontrarlo. Y si no lo encuentras, debes construirlo. Te lo debes. Te lo mereces.
A veces basta una canción, un gesto, una sonrisa, para recordarnos que ese lugar existe y que siempre podemos regresar a él.
Porque la memoria, cuando está hecha de amor y de verdad, ilumina incluso el clima más nublado.
Que tengas un bonito día.
Tags:
#Reflexión
#CrecimientoPersonal
#Memoria
#Conciencia
#Espiritualidad
#Infancia
#DesarrolloHumano
#Bienestar
#Poético
#RodriacCopen
#NewCydonia
#DiarioDeRodriac
#Inspiración
#Vida




No hay comentarios:
Publicar un comentario