domingo, 2 de noviembre de 2025

Diario de Rodriac: "La Búsqueda del ArcoIris"

 


El Diario de Rodriac

La Búsqueda del ArcoIris
por Rodriac Copen


Las motivaciones de un escritor pueden ser tantas como las cicatrices que dejan marcas en un alma. 

Algunos escriben por vanidad, otros por ambición, otros por necesidad de dejar alguna huella. En mi caso, he escrito para mantenerme sano en una vida que a menudo me resultó insoportable.

La escritura fue mi fortaleza, mi refugio, mi cordura en medio de los desengaños, la soledad y la angustia existencial. No todas las almas están hechas para resistir los embates de la vida en la Tierra. Hay almas delicadas, reflexivas, incluso ingenuas, que se quiebran en el intento de comprender el sentido del dolor.

Con los años (yo ya he entrado en la vejez) uno recapitula. Comprende que la felicidad, los objetivos y hasta el sentido mismo de la vida son enteramente propios. Que no porque estemos en pareja estamos acompañados. Que la soledad, esa presencia fiel, nos envuelve desde siempre y nos seguirá envolviendo hasta el último suspiro.

He hablado muchas veces sobre la soledad del escritor: una soledad fértil, existencial, generadora de propósito. Es en esa soledad donde nacen los mundos que nos salvan. Los escritores escribimos —al menos yo— para escapar de la tragedia del aislamiento, de la incomprensión, del individualismo feroz que nos atraviesa mientras respiramos y vivimos en un mundo que nos destroza.

Pero cuando la muerte se aproxima, cuando la mirada se apaga un poco más cada día, las razones ya no importan tanto. Solo queda aceptar la vida tal como es: con sus migajas de felicidad, con la brevedad de una brisa en medio del verano abrasador, con unas pocas gotas de agua en el desierto. La vida es cruel, sí. Es despiadada, pero sigue siendo lo único que tenemos.

De joven, como tantos otros ingenuos, creía en Dios. Con el tiempo y el dolor, comprendí que su existencia —real o no— no tenía ya importancia. No intento convencer a nadie; solo dejo constancia de lo que siento. 

Recuerdo un cuento de Damon Knight, Shall the Dust Praise Thee? (“¿Cantará el polvo tus alabanzas?”), que expresa exactamente ese estado del alma. En él, Dios llega demasiado tarde, cuando ya no queda nadie para escucharlo.

Si es verdad que Dios existe, es algo que ya no me importa. Porque después de todo, lo único verdaderamente divino que he conocido es la capacidad humana de sobrevivir para soportar esta existencia.

Y lamento si esto parece una despedida, porque no lo es. Aún en mi alma queda algo más por dar. Si algo he aprendido en mi paso por este planeta, es que las verdades aprendidas pueden ser muchas, pero la más importante es que la vida no es otra cosa que amor. Amor a los demás, amor a todas las personas que en algún momento atravesaron mi existencia, aunque solo haya sido por algunos instantes.

Aunque mi andar parezca lejano e indiferente, te recuerdo. Claro que si. Lo suficiente como para llevarte dentro de mi corazón.

Retrospectivamente, todas aquellas personas que atravesaron mi vida han dejado huella. Cada mirada, cada palabra, cada encuentro han contribuido a hacerme quien soy. Y los he atesorado. Y hoy, en el ocaso del día, descubro que mi alma está inundada por ese amor a los demás.

Ese amor, tan frágil y tan inmenso, es lo que finalmente ha dado sentido a esta experiencia de vivir aquí, en la Tierra, entre ustedes.


Tags:

#Reflexión 
#RodriacCopen 
#EscrituraYAlma 
#SoledadDelEscritor 
#LiteraturaExistencial 
#FilosofíaDeVida 
#AmorYExistencia 
#VejezYMemoria 
#DamonKnight 
#CantaráElPolvoTusAlabanzas 
#DiarioDeUnEscritor 
#VidaYSoledad 
#HumanidadYDios 
#ConfesionesDeUnEscritor 
#LaBúsquedaDelArcoíris




No hay comentarios:

Publicar un comentario