El Hacha y el Extrajero
El bosque estaba silencioso. Solo el crujir de las hojas secas bajo los pies de Thorvald rompían el mágico silencio. Las bayas colgaban pesadas en los arbustos, y Freydis se inclinaba sobre ellas, riendo mientras llenaba su cesto.
—"Thorvald, ven a ver estas moras... ¡parecen un banquete de los dioses!"— dijo ella, mientras él sonreía.
Thorvald la miraba disfrutando de su alegría, aunque su atención empezaba a dispersarse entre los árboles. Nunca se sabía cuando podría emerger algún enemigo o un animal salvaje del bosque para atacarles.
Entonces algo los sorprendió. Lo primero que vieron fue una luz punzante y fría, que atravesó el follaje como un río de fuego. Eso fue suficiente para alertarlos. La pareja se quedó quieta y en silencio, expectante a lo que podría pasar.
Después de unos momentos, entre el follaje, apareció una figura no humana, aunque tampoco bestial. Un ser que de alguna manera se parecía a un ser humano, aunque era evidente que no lo era. Todo fue tan irreal como un sueño que se volvió tangible.
Thorvald sintió que su corazón se encogía. Pensó —"¿Qué clase de demonio es este?"—
Freydis, visiblemente consternada, dejó caer su cesto mientras le preguntaba a su compañero en un susurro apenas audible: —"¿Qué es eso...?"— Su voz temblaba ligeramente.
La criatura extendió algo que parecían ser brazos, o sombras que se doblaban como ramas muertas. Intentó comunicarse. Pero su voz no era voz; más bien era un soplo en la mente de Thorvald y Freydis, palabras que vibraban en sus cráneos sin pasar por los labios.
—"No teman... no daño... queremos... aprender..."—
Thorvald apretó el hacha mientras el extranjero se acercó. Cada fibra de su ser le gritaba —"¡Protege a Freydis!"—
—"¡Aléjate!"— gruñó mientras blandía el hacha —"¡Aléjate de nosotros o te partiré en dos!"—
El alienígena inclinó la cabeza, confundido. Otra voz resonó en la mente de Freydis, algo más suave, como un eco que no podía entender:
—"Amiga... calma... no hay peligro... solo deseo conoceros..."—
—"¡Freydis, no escuches sus palabras!"— Gritó Thorvald mientras empujaba a la mujer detrás de él. Sintió como el miedo se convirtió en furia —"¡No sé lo que eres, pero aléjate de nosotros. No lo diré otra vez!"—
La criatura dio un paso más mientras la luz se intensificaba, y un calor extraño atravesó la piel de Thorvald.
El instinto golpeó al hombre más fuerte que cualquier palabra: fuera lo que fuese, el ser no era obra de los dioses, no era humano, y no era nada que pudiera haber conocido nunca.
El imponente hacha subió por encima de la cabeza de Thorvald, mientras sus músculos se tensaban preparándose para el golpe. Sus manos temblaban aferradas al arma mientras el terror ensombrecía sus pensamientos.
—"¡Odín, dame fuerzas! ¡No me permitas morir sin pelear!"—
El alienígena intentó otra comunicación, proyectando imágenes, sentimientos como miedo, curiosidad e inteligencia... pero Thorvald, preparado por sus instintos, solo entendió lo que pensaba era una amenaza. Cada destello de luz, cada pensamiento extraño, era un ataque invisible que le perturbaba la mente.
Un grito gutural partió el aire desgarrando su garganta, mientras Thorvald bajó el hacha con el brutal impulso de sus brazos. La cabeza de la criatura se abrió en un estallido de huesos y sangre. Cayó al suelo, inerte.
Freydis gritó, corriendo hacia él.
—"¡Thorvald! ¿Estás bien?"—
—"Sí..."— dijo él desconcertado. El pecho le latía como un martillo. Con el pie intentó mover el cuerpo del extraño ser. —"Está muerto..."—
Ambos quedaron expectantes unos segundos, mirando el claro y el cuerpo del extraño.
Lentamente, Thorvald bajó la guardia.
—"No sé... lo que es..."— susurró —"Pero no iba a dejar que te lastimara."—
Freydis lo abrazó, temblando.
—"Siempre me proteges... nunca ví algo parecido..."—
Thorvald respiró hondo, aún sintiendo el frío y la luz extraña. El desconcierto y el miedo lo habían llevado a levantar el hacha.
Poco a poco, el bosque recobró su ritmo, los pájaros, el viento, la tierra húmeda. Pero él sabía que había cruzado un límite que nunca nadie había visto: había combatido algo que no podía nombrar, y había sobrevivido.
FIN
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