lunes, 20 de marzo de 2023

Historia: ""Fotograma Fantasma"

 


Fotograma Fantasma


Ciencia Ficción Policial

El particular hallazgo de una fotógrafa profesional termina por descubrir secretos ocultos sobre la desaparición de una astronave desaparecida llamada Argos y un importante proyecto de teletrasportación . La historia gira en torno al desaparecido Dr. Alan Forsyth y como la fotógrafa Diana Lecrerc y el detective Steve Crettan se sumergen en un mundo de sombras, traiciones y alianzas peligrosas. Con la tensión al límite y varias vidas en juego, la única certeza es que el pasado no perdona, y la verdad, aunque oculta, siempre sale a la luz.


Capítulo 1: Un Hombre en el Vacío

Diana Lecrerc, una experimentada fotógrafa de eventos sociales, nunca imaginó que una de sus instantáneas desataría una conspiración que la arrastraría a los rincones más oscuros de la ciencia y el crimen.

Lecrerc era una fotógrafa de mediana edad, con una carrera que comenzó en prestigiosas revistas de moda parisinas. Con el tiempo, se independizó y estableció su propio estudio como fotógrafa freelance, especializándose en revistas, magazines, agencias de turismo y cobertura de eventos sociales.

Aunque había alcanzado cierto éxito, su vida personal no era tan estable como lo esperaba: estaba divorciada y llevaba una vida solitaria, con una hija adolescente estudiando en Copenhague, lo que a veces le generaba una sensación de vacío y soledad. Su naturaleza inquisitiva y su experiencia como fotógrafa le habían dado una perspectiva única cuando enfrentaba situaciones de incertidumbre, como la que había desatado la fotografía en la Estación Espacial Olympia.

Se reclinó en su silla, mirando la foto que había capturado por accidente. Había sido tomada durante su última cobertura en la Estación Espacial Olympia, durante un evento elegante que había reunido a las personalidades más influyentes de la Tierra. Pero no era la gala lo que la preocupaba ahora, sino lo que había quedado registrado en una de sus fotografías: un hombre flotando en el vacío, a unos cientos de metros de la estación, con una cara que no lograba identificar. No había ninguna razón para que estuviera allí, y sin embargo, lo estaba.

Recordaba el momento exacto de la toma, realizada a través de los inmensos ventanales de la estación, que permitían ver en todo el esplendor la profundidad del espacio tachonado de nebulosas y estrellas. Pero no recordaba haber notado al hombre que flotaba en medio de la temible negrura del fondo espacial.

El ruido de su teléfono interrumpió sus pensamientos. Era la llamada que esperaba. Contestó con la voz tensa:

—"Diana Lecrerc"-

—"¿Es usted la fotógrafa que cubrió el evento en la Estación Olympia?"- preguntó una voz masculina al otro lado de la línea.

—"Sí, ¿quién habla?"— respondió ella, sin poder esconder la intriga.

—"Mi nombre es Malcolm Smith, trabajo con el organizador del evento que la contrató. He recibido un reporte sobre una fotografía que ha causado algo de revuelo. Hablamos de la imagen de... un hombre flotando en el vacío. ¿Podría explicarme de qué se trata?"— su tono era serio, pero también había algo en su voz que transmitía una clara sensación de incomodidad.

Diana miró nuevamente la foto. El rostro del hombre flotando en el espacio estaba tan nítido como si hubiera sido capturado a corta distancia, aunque evidentemente se encontraba a unos cientos de metros de la estación.

—"¿Un hombre flotando? Sí, lo sé. Eso me ha estado inquietando. Nadie ha reportado ninguna desaparición, ni en la estación ni en la Tierra, y aun así ahí está, en mi foto. ¿Quién es esa persona?"— le preguntó con voz tensa.

Hubo un breve silencio en la línea.

—"Honestamente, Senorita Lecrerc, no he podido encontrar registros de ninguna desaparición durante el evento, ni en la estación ni en las bases de datos oficiales de la Tierra. Estoy seguro de que debe ser una falla de la cámara o algún tipo de ilusión óptica. Me imagino que quizá pueda ser una superposición de dos imágenes"— respondió Malcolm rápidamente, como si hubiera esperado esa pregunta.

Diana sintió una punzada de frustración.

—"He pensado lo mismo. He revisado la imagen varias veces, y además consulté con un par de técnicos. No parece ser un error en la cámara o dos imágenes superpuestas. ¿Me está diciendo que no van a investigar esto?"—su tono se volvió más firme.

—"Bueno, si no hay reportes de desapariciones o accidentes en la estación Olympia... Honestamente me parece que no hay mucho par preocuparnos ¿No le parece? Le sugiero que no se preocupe, Diana. De todos modos pienso seguir atento a los acontencimientos, y de si me entero de algo nuevo, me comunicaré con usted ¿Le parece? Mientras tanto el asunto será manejado internamente. Honestamente creo que no es algo de lo que debamos preocuparnos."— respondió con una calma que no alcanzó a tranquilizarla.

Al terminar la conversación, la fotógrafa no estaba convencida. Decidió hacer una última consulta antes de irse. Hizo una copia de la fotografía, ingresándola a su teléfono móvil y pensó que lo mejor sería buscar a alguien con más autoridad.

Sin tener una idea concreta sobre a qué organismo o persona consultar, finalmente se dirigió a la Agencia de Seguridad Nacional, donde fue recibida por un funcionario que la escuchó pacientemente y luego terminó derivándola a la oficina de un detective especializado en casos no convencionales. El detective Steve Crettan estaba sentado en su oficina, mirando un caso en su pantalla, cuando Diana entró.

Levantó la vista de la pantalla. al parecer ya le habían avisado por el teléfono interno. Preguntó —"¿Usted es la fotógrafa que tiene la imagen del hombre flotando en el espacio?"— Crettan parecía observarla mientras la escrutaba rápidamente. Diana se sintió ligeramente incómoda, con la sensación de que la estaba observando para decidir si estaba loca.

—"Sí."—Respondió Diana mientras a su vez, observó detalladamente al detective. Escaneó rápidamente la habitación, llena de papeles y pantallas parpadeantes. Se sentó frente al escritorio del detective sin esperar invitación —"Necesito ayuda para entender qué está pasando. No he podido encontrar a este hombre en ningún reporte oficial. Hasta donde sé, nadie en la estación Olympia lo ha identificado. ¿Cómo puede ser esto posible?"-

Crettan levantó la mirada. Sus ojos eran intensos, pero su expresión permanecía neutral. Transmitía una calma contenida. En cierto modo, a Diana le pareció estar ante una persona implacable.

—"Le extrañaría saber todos los casos extraños que me tocan. Le aseguro que si hay algo detrás de esa foto, lo encontraré. Ahora déjeme ver la fotografía. Páseme la foto a mi dispositivo. Su móvil se enganchará automáticamente."— Estiró la mano, acercando un dispositivo el móvil de la mujer y Diana le pasó la imagen almacenada. Rápidamente la imagen apareció en la pantalla de la computadora de escritorio del detective. Steve la examinó durante un largo rato. Usó un programa de edición. Achicó y agrandó la foto hasta pixelarla, buscando adulteraciones o signos extraños. Jugó con los colores y contrastes llevando las paletas a sus máximas y mínimas escalas.

Los ojos del detective recorrían cuidadosamente la pantalla con cada ajuste, como si estuviera esperando encontrar alguna anomalía. Parecía un sabueso concentrado en su presa. Finalmente, luego de un largo rato, habló —"La foto parece estar bien. Este hombre... no lo reconozco. Pero eso no es extraño. Si no es importante o famoso, no es extraño que sea un desconocido. Y no recuerdo su rostro de ningún expediente oficial. ¿Está segura que no se trata de una falsa alarma, algún tipo de falla en la cámara?"-

Diana lo miró, mientras apretaba la mandíbula.

—"He hablado con varios técnicos, detective. Lo he revisado todo. Esto no es un error."— Diana hizo una pausa, dejando que las palabras calaran en el aire —"Estoy empezando a pensar que esto va más allá de una simple fotografía."-

Crettan levantó una ceja, sin decir nada, pero el silencio fue suficiente para que Diana continuara.

-"Oiga, detective. No pienso quedarme cruzada de brazos. Tengo una situación monumentalmente extraña en las manos y no pienso ignorarla sin al menos tratar de investigar lo que sucedió esa noche."-

Steve Crettan sonrió mientras levantaba las manos inclinando la cabeza -"Diana ¿Me permite que la llame así? Yo no he dicho nada al respecto. Casi todos los que llegan a esta oficina en algún momento han sido tomados por locos, chalados o drogados. Asi que tranquila ¿ok?"-

Esas palabras bajaron un poco la tensión acumulada de Diana.

El detective prosiguió -"Lo primero que haré es darle identidad al rostro. Eso estará bien para empezar. Si el sistema indica que el rostro fue generado por inteligencia artificial, podremos relajarnos y pensar que fue una broma o un error técnico. Pero si es de una persona real, habrá allí un punto de partida para la investigación"-

Las palabras lograron tranquilizar y darle a Diana algo de confianza. Asintió mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Crettan le devolvió la sonrisa. -"Asi está mejor, Diana. Honestamente no creo que sea una farsa. Si algún conocido le hubiera jugado una broma, no habría dejado que un detective de Seguridad Nacional se involucre para investigar. Si es una broma llegó demasiado lejos porque al ser investigado por Seguridad Nacional, ya es considerado un delito."-

Intercambiaron datos para mantenerse en contacto.

Finalmente Diana salió de la oficina de Crettan, aunque aún no estaba del todo satisfecha. A lo largo de su corta investigación, las respuestas que había obtenido eran siempre las mismas: evasivas, insustanciales. No parecía haber nada tangible que la ayudara, y la sensación de que algo siniestro se cernía sobre ella la envolvía cada vez más.

En su camino de vuelta a la oficina, Diana no dejaba de pensar en el hombre flotando en el vacío. Algo en su interior le decía que esto no era un simple fallo fotográfico, y que el detective terminaría descubriendo algo que podía cambiar todo lo que sabía sobre la estación espacial.

Al llegar a su destino, Diana cerró la puerta con fuerza. Estaba segura que algo estaba ocurriendo, y ella quería llegar al fondo de ello.

Diana Lecrerc sintió un escalofrío al cruzar las puertas de la Agencia de Seguridad Nacional. Había intentado que alguien tomara en serio su fotografía, y cuando finalmente lo logró, su caso terminó en las manos del detective Steve Crettan.

Habían pasado algunos días desde su primer encuentro, y ahora Crettan le había llamado para encontrarse en el edificio de Seguridad Nacional.

La oficina del detective era un caos organizado. Expedientes apilados, monitores con múltiples ventanas de datos abiertos y una taza de café frío al borde del escritorio. Crettan tenía una mirada acerada y modales rudos. La saludó mientras el invitaba a sentarse. Levantó la imagen que Diana le había entregado en su visita anterior y, señalándola con la mano, dijo:

—"Efectivamente nadie desapareció en la Estación Olympia, Diana"— Crettan no apartó los ojos de la fotografía —"Y sin embargo, aquí tenemos a un hombre flotando en el vacío. Extraño."-

—"Muy extraño"— confirmó Diana —"Y lo más inquietante es que nadie parece querer hablar del asunto."-

—"Ahora podemos decir que estamos avanzando"—  Crettan le contó que había rastreado la imagen en diversos sistemas locales reconocimiento facial de la Agencia de Seguridad Nacional sin éxito. Tuvo que navegar algunos días por las bases de datos de diferentes países, hasta que, al analizar la foto con la información de Bélgica, el software arrojó un resultado que hizo que el detective chasqueara la lengua. Y ahora  compartiría la información con la fotógrafa.

—“Su imprudente desconocido se llamaba Alan Forsyth.”— leyó en voz alta — “Científico, experto en física cuántica, desaparecido hace cinco años en una misión llamada Argos al planeta  Marte. Oficialmente, se reportó que toda la tripulación pereció cuando la nave perdió contacto con la base.”-

Diana se cruzó de brazos mientras

—“Si Forsyth está muerto desde hace tanto, ¿cómo explicamos esta fotografía tomada hace solo una semana?”-

Crettan exhaló lentamente.

—“Le aseguro que lo averiguaremos, Diana. He ordenado la búsqueda del cuerpo en el espacio. Va a ser difícil localizar algo tan pequeño, pero estoy seguro que lo lograremos. Ya tenemos las coordenadas exactas del cuerpo al momento en que tomó la fotografía. Y estamos rastreando el cuerpo siguiendo las trayectorias sugeridas por las computadoras. Es cuestión de tiempo.”-

Diana preguntó intrigada. —“Con Forsyth muerto mientras formaba parte de una expedición desaparecida… ¿qué pasa con el resto de los integrantes? ¿Y con la nave?”-

Steve se mostró sombrío al respecto –“Ahora sabemos que la operación Argos fue organizada por una empresa llamada Ciclope. Vamos a investigar y ver qué podemos encontrar sobre la misión Argos y su conexión con Ciclope.”-

Según la información oficial, Forsyth y su equipo habían perecido en el espacio cuando su nave perdió contacto con la base. Sin embargo, la aparición del científico en una imagen reciente generaba contradicciones con el relato oficial.

Crettan comenzó a investigar las circunstancias de la expedición y pronto descubrió que tras el incidente había una organización belga llamada Ciclope, que en la época de la desaparición de la nave estaba desarrollando un proyecto de teletransportación.

Los archivos oficiales contenían referencias vagas a los alcances de los experimentos y numerosos documentos sellados, lo que hizo sospechar que había algo más profundo oculto.

Interrogó a varios miembros actuales de Ciclope, pero todos eran extremadamente renuentes a hablar sobre el asunto.

—“Detective, no tenemos nada más que aportar sobre esa expedición. Después de perder las comunicaciones, todos los intentos de rastrear a la nave Argos y su tripulación fueron infructuosos. Creemos que fue un desafortunado accidente, nada más. Lo más probable es que haya sido una lluvia de meteoritos y una descompresión explosiva.”— dijo con frialdad un ejecutivo de la compañía, cruzando los brazos.

—“Es extraño que llamen accidente a la desaparición de una nave completa con su tripulación y que la aparición del Dr. Forsyth en una foto reciente y muy cerca de la Tierra no permita aceptar fácilmente esa conjetura sobre la Argos. ¿No le parece?”— insistió Crettan, apoyándose en el escritorio con ambas manos.

El ejecutivo desvió la mirada y sacudió la cabeza.

—“No tenemos más información que aportarle, detective. Ahora si me disculpa, tengo reuniones que atender.”-

Crettan se marchó, pero la negativa a darle más información confirmó lo que ya sospechaba: Ciclope escondía algo.

 

Capítulo 2: El enigma de Argos

Decidió buscar antiguos empleados que hubieran cambiado de compañía. Con una investigación en marcha, Seguridad Nacional podía obtener acceso a los sistemas de la compañía. Con renuencia, los administradores del sistema le otorgaron permisos para acceder a los archivos públicos y  clasificados del proyecto Argos.

Concienzudamente se abocó a buscar uno por uno las fichas de los que participaron en el proyecto de teletransportación de Argos. Algunos habían trabajado en la investigación pero ya no estaban vinculados a la compañía.

Localizó a un ex-ingeniero, Michel Van Houden, que ahora trabajaba en una consultora independiente en Bruselas.

Se encontraron en un pequeño café en el centro de la ciudad. Van Houden lucía algo nervioso, mirando a su alrededor como si temiera ser observado. El inicio de la conversación no fue nada sencillo:

—“En realidad no debería estar aquí, detective.”—murmuró el ex-ingeniero, removiendo su café.

—“Solo quiero saber la verdad sobre la expedición en la que desaparecieron todos, incluido el Dr. Forsyth.”—dijo Crettan, colocando una fotografía del Dr. sobre la mesa. Luego continuó. –“Hablé con uno de los directores de Ciclope. Me dio a entender que después del fracaso de Argos, el proyecto de teletransportación fue abandonado.”-

Van Houden miró la imagen que el detective le mostraba. Su mano tembló ligeramente al sostener la taza.

—“Bueno…”- carraspeó ligeramente –“No es tan así…”-

—“Explíquemelo.”-

El ex-ingeniero bajó la voz.

—“Ciclope nunca abandonó el proyecto de teletransportación. Yo personalmente seguí trabajando por más de un año luego que la expedición de Forsyth desapareciera. Esa fue más que una simple misión a Marte. Iba a ser la prueba definitiva. Pero iba mal... incluso antes de la partida.”-

Crettan frunció el ceño. Algo estaba muy mal en toda esta historia. Y necesitaba más respuestas. Preguntó:

-“Qué es lo que iba mal.”-

Michel Van Houden hizo un gesto con las manos indicando que no sabía demasiado acerca del trasfondo del desacuerdo. –“No sé mucho. Sé que Forsyth tenía un gran desacuerdo con el Directorio acerca de la dirección del proyecto. Pero en realidad, nunca supe qué pasaba. Uno par de días antes de la partida de Argos, hubo una gran pelea entre el Directorio y Forsyth. No sé nada más que eso.”-

 

Crettan no pudo obtener mucho más al respecto. Pero aprovechó la oportunidad para preguntarle al ingeniero sobre los negocios de la compañía.

Ciclope era una corporación con demasiados secretos. Sus investigaciones se extendían a la exploración espacial, tecnología de propulsión avanzada y, según archivos y registros antiguos, experimentos de teletransportación.

Lo que le aportó Van Houden coincidía con lo que otros miembros le habían dicho. Parecía que todos habían sido aleccionados para decir lo mismo, como si se tratara de un mismo guión de película: la teletransportación nunca fue viable y la misión Argos fue un trágico fracaso que llevó a la cancelación del experimento.

Sin embargo, entre las múltiples respuestas evasivas y los silencios cómplices, Crettan descubrió que así como Van Houden, no todos los científicos del proyecto de teletransportación viajaron en la Argos. Algunos permanecieron en la Tierra y otros cambiaron de rumbo tras la supuesta tragedia.

La fotógrafa Diana Lecrerc, ahora sentada frente a Crettan en su oficina, se inclinó ligeramente hacia adelante, con el ceño fruncido y las manos entrelazadas sobre su regazo.

—“Steve, no sé si son imaginaciones mías, pero siento que me están siguiendo.”— dijo en voz baja, casi como si temiera que alguien más pudiera escucharla —“Desde que empecé a moverme con este asunto, veo todos los días autos que parecen tomar las mismas rutas que yo… No sé, pero tengo un mal presentimiento. Puedo estar paranoica, pero incluso me parece que hay un par de personas a las que me cruzo casulamente a diario.”-

Crettan entrecerró los ojos y apoyó los codos sobre su escritorio. Si analizaba todo el panorama, su intuición le decía que Diana no estaba exagerando. Habían demasiados cabos sueltos y demasiadas sombras en las actividades de Ciclope como para ignorar sus sospechas. Si la corporación se sentía amenazada por la investigación, estaba seguro que no dudaría en tomar medidas como un seguimiento sistemático o… medidas más drásticas.

—“Si tienes razón, Diana, y alguien te está siguiendo, significa que nos estamos acercando a algo importante”— dijo el detective —“Lamentablemente hiciste muchas llamadas y hablaste con mucha gente antes de llegar a mi oficina. Muchos están al tanto de la investigación. Lo que dices es posible, claro que sí..”-

Diana inspiró hondo. –“ ¿y Qué debería hacer? ¿Esconderme bajo la cama? Sé que sola no podré protegerme, pero no voy a hacer eso, Crettan. De ninguna manera.”- sonaba convencida al respecto

Después de unos momentos, Crettan tomó una decisión. —“No creo que sea una situación de peligro inminente. Al menos, no para ti, Diana. Nada que justifique poner una custodia. Pero si te sientes intranquila, se me ocurrió algo… ¿Y si te incorporo a mi equipo, de forma encubierta? Puedes ayudarme como lo podría hacer una secretaria. Ayudar a revisar archivos, buscar información que te indique. Al mismo tiempo, estarás cerca de mí casi manteniéndote bajo custodia, lo que me permitiría protegerte si es necesario.”-

Diana Leclerc le observó en silencio por un momento. No era una mala idea. El detective la mantendría cerca, fuera del radar de Ciclope, y además aprovecharía su perspicacia para revisar documentos y conexiones que él tal vez pasaría por alto.

Crettan completó la idea —“No me gusta meter a civiles en este tipo de cosas.”— admitió finalmente —“Pero tampoco me gusta la idea de que te enfrentes sola a esto.”-

La fotógrafa asintió. –“Está bien, Steve. Trabajaré para ti”-

El hombre le hizo una última advertencia –“Pero a partir de ahora, sigues mis reglas. ¿Entendido?”-

Diana esbozó una sonrisa tensa y asintió. —“Entendido, detective.”-

Al cabo de algunos días, Diana, había estado revisando documentos tratando de encontrar algún posible ex empleado de Ciclope que estuviera dispuesto a colaborar. Se inclinó sobre la pantalla mientras le decía al detective:

—“Steve, aquí hay un nombre que se repite en varios informes: el de la Dra. Evelyn Holsword. Parece que ahora trabaja en la Estación espacial Olympia, en el centro de control de energía.”-

Crettan asintió. —“Muy bien. Es hora de hacer un viaje.”-

La Dra. Holsword no estaba feliz de recibirlos. Su despacho en la Estación Olympia era funcional, con múltiples pantallas mostrando lecturas de energía en constante fluctuación.

—“No tengo nada que decir sobre Forsyth.”— dijo, sin mirarlos —“Está muerto desde hace unos cinco años. Fin de la historia.”-

Crettan colocó la fotografía que había tomado Leclerc sobre su escritorio, mientras explicaba el hallazgo del cuerpo del desafortunado Dr. en los alrededores de la estación espacial. Holsword palideció.

—“Si murió hace cinco años en el espacio profundo ¿Por qué su cadáver fue encontrado a unos metros de la estación espacial hace apenas unos días? Explíqueme eso.”-

La científica tamborileó los dedos sobre la mesa.

—“Me temo que si cualquiera hablara de más, su vida podría estar en peligro.”-

—“Ya lo está.”— dijo Diana —“ Y la nuestra también, si esto es tan grande como parece.”-

Holsword cerró los ojos un instante, luego exhaló y susurró:

—“Forsyth quería que la teletransportación se usara solamente con fines civiles, pero el directorio de Ciclope tenía planes muy diferentes. Querían vender la tecnología al Gobierno Mundial Unificado para fines militares y expansión colonial.”-

Crettan se inclinó hacia ella mientras preguntaba. –“Pero el negocio estaba financiado por Ciclope. ¿Por qué la oposición de Forsyth era un problema?”-

-“Porque Forsyth era el propietario de la tecnología de teletransportación. Y si bien Ciclope lo financiaba, por contrato Forsyth tenía la última palabra sobre el uso de dicha tecnología.”-

El detective quería indagar más. Preguntó: -“Entonces…”-

-“En caso de muerte, la propiedad completa del proyecto pasaba a la corporación.”- Hizo una pausa –“El desastre de Argos fue muy conveniente para el Directorio de Ciclope.”-

Crettan siguió presionando —“¿El experimento funcionó?”-

Holsword tragó saliva.

—“Parcialmente, porque hubo problemas. Algunos sujetos no llegaron completos. Otros... simplemente desaparecieron. Forsyth creía que podía perfeccionarlo. Para cuando llegó el momento del viaje de la Argos, era un secreto a voces que la teletrasportación ya estaba lista para operar. Luego la Argos inició el viaje, desapareció y oficialmente todo se encubrió diciendo que la teletransportación se abandonó. Pero yo creo que todo fue una mentira.”-

Leclerc y Crettan estaban expectantes. Steve preguntó -“¿Qué fue mentira?”-

Evelyn Holsword bajó la voz. –“La Argos llegó a destino y el proyecto continuó en la base de Marte, con todos: tripulación e investigadores. En la Tierra, desde hace cinco años que Ciclope vende la tecnología al Gobierno.”-

Diana tomó la fotografía de nuevo. —“Si Forsyth desapareció hace cinco años, ¿cómo es que aparece flotando en el espacio ahora?”-

Holsword los miró con desesperación. —“Yo creo que lo mataron apenas iniciado el viaje. Por eso Ciclope empezó a vender la tecnología. Lo sacaron del medio para tener el control.”-

 Crettan dijo lo que pensaba. –“Si lo liquidaron cerca de la Tierra y lo lanzaron al espacio, puede haber quedado atrapado orbitando cerca de la Olympia. Y tú lo fotografiaste por pura casualidad.”-

El ascensor cilíndrico descendía lentamente desde el quinto nivel de la Estación Espacial Olympia. A través de las paredes de vidrio reforzado, se veía el espacio, salpicado de estrellas lejanas. En el interior, Steve Crettan y Diana Lecrerc permanecían en silencio por unos instantes, cada uno pensando en lo que acababan de escuchar de la Dra. Evelyn Holsword.

Diana cruzó los brazos, apoyándose contra la pared del ascensor, mientras observaba la tenue iluminación azulada del panel de control.

—“No fue un accidente.”— dijo finalmente con convicción, rompiendo el silencio —“ Todo lo que dijo Holsword… si Forsyth quería que la teletransportación se usara para la sociedad civil, y Ciclope quería militarizarla, entonces alguien tenía un motivo muy claro para deshacerse de él.”-

Crettan asintió lentamente, metiendo las manos en los bolsillos de su gabardina.

—“Y no solo a él.”— respondió —“Recuerda lo que nos dijo: no todos los miembros del equipo viajaron en aquella expedición. Algunos se quedaron en la Tierra… como Van Houden, y es posible que otros desaparecieran en circunstancias poco claras.”-

Diana giró la cabeza para mirarlo.

—“Sabotaje…”— la fotógrafa susurró suavemente. –“¿Cómo crees que ocurrió, Steve?-

El detective exhaló por la nariz, inclinando ligeramente la cabeza.

—“Creo que Forsyth y quizá alguno más de su equipo desaparecieron durante una salida extravehicular. Oficialmente, la nave Argos dejó de comunicarse y se asumió una catástrofe. Pero me inclino a creer que la muerte de nuestro doctor abrió la puerta a Ciclope, que organizó todo para que la Argos arribara a Marte secretamente y dejara al equipo allí para empezar a vender el servicio de teltransportación al Gobierno con un contrato ultrasecreto. Probablemente la Argos sigue allí, en Marte o llegó de manera secreta a la Tierra y fue desmantelada.”-

Diana preguntó –“¿Por qué piensas que la Argos regresó para ser desmantelada? ¿No es mejor dejarla en Marte?-

-“Porque el personal de la Argos eran muchas personas: pilotos, ingenieros, personal de soporte, camareros, azafatas, cocineros, mozos. La desaparición de toda esa gente habría sido una pesadilla. Probablemente volvieron y les sellaron la boca con un contrato de confidencialidad. Ciclope es muy poderosa y lo podría hacer fácilmente.”-

Diana asintió al razonamiento. –“Es decir, que hay varios testigos que pueden estar en la Tierra, ocultos entre la multitud.”-

Steve levantó las cejas con gesto afirmativo. –“Exacto. Y para un agente d Seguridad Nacional, con acceso a las bases de datos de todos los países, será cuestión de tiempo identificar uno o varios miembros de la tripulación de la Argos que embarcó para el viaje a Marte.”-

El ascensor vibró ligeramente al pasar al tercer nivel. Diana entrecerró los ojos, como si mentalmente estuviera ensamblando las piezas del rompecabezas.

—“Si fue sabotaje, alguien en la nave tuvo que haberlo ejecutado. No puedes manipular un traje espacial o un sistema de anclaje desde la Tierra.”-

—“Exactamente.”— afirmó Crettan —“Lo que significa que o bien alguien del equipo de Forsyth los traicionó, o alguien en la misión tenía órdenes de eliminarlos.”-

Diana tamborileó los dedos sobre su brazo.

—“La pregunta es… ¿quién? Y sobre todo, ¿por qué ahora, después de tantos años, aparece Forsyth en una fotografía mía, flotando en el espacio?”-

-“Simple física, Diana. Lo eliminaron precipitada y extremadamente cerca de la Tierra. Su cuerpo quedó orbitando cerca de la estación espacial. El que fuera fotografiado por tu cámara de alta resolución mientras hacía esa toma en el ventanal, fue una casualidad enorme. Hay muy pocas posibilidades que su cuerpo fuera localizado o rescatado.”- El detective hizo una pausa —“Con todo este revuelo… es probable que alguien se asegure que no  encontremos su cuerpo jamás.”—  Crettan hizo otra pausa, como pensando para sí mismo —“Probablemente además de nosotros, hay equipos de Ciclope tratando de localizarlo. Sin cuerpo, solo eres una lunática con una cámara fallida.”-

El ascensor emitió un suave pitido al llegar al segundo nivel. Iban al hotel "El Cairo" donde la pareja se alojaba. Las puertas se deslizaron con un leve zumbido, pero ninguno de los dos se movió de inmediato.

Diana respiró hondo mientras esperaba que se terminaran de abrir las puertas. Lo que encontraron al otro lado de las puertas los hizo congelarse por una fracción de segundo.

Dos figuras vestidas de negro, con pasamontañas que ocultaban sus rostros, los esperaban con sus pistolas listas para disparar.

—“¡Mierda!”— fue lo único que alcanzó a decir Crettan. El instinto lo dominó. Se lanzó hacia Diana, empujándola violentamente al suelo dentro del ascensor. —“¡Cuidado!”— gritó, cubriéndola con su cuerpo antes de que los disparos estallaran en el aire.

Los proyectiles silbaron en el aire. Uno de ellos golpeó la pared metálica del ascensor, Crettan sintió un ardor en el costado derecho. Lo había rozado, desgarrándole la chaqueta y dejando un ardiente corte en su piel. No se detuvo a comprobar la herida.

El otro impacto pegó cerca del panel de control, provocando un chisporroteo de chispas.

Steve rodó sobre su costado y sacó su pistola en un solo movimiento fluido mientras apretaba el gatillo.

Uno. Dos. Tres. Cuatro disparos rápidos.

Uno de los atacantes gruñó y retrocedió tambaleándose, mientras se sujetaba el hombro ensangrentado. El otro, al ver que la emboscada había fallado, agarró a su compañero y ambos salieron corriendo por el pasillo. El eco de los pasos empezó a desvanecerse en la lejanía.

Crettan se incorporó con rapidez, jadeando, mientras los veía desaparecer por una esquina. —“¡Maldita sea!”— gruñó.

Diana se giró en el suelo, con los ojos muy abiertos, su pecho subía y bajaba aceleradamente.

—“¿Estás bien?”— preguntó él, mientras comprobaba que no tuviera heridas en ninguna parte de su cuerpo. Le extendió una mano.

Diana la tomó y se puso de pie de un salto.

—“¡Tú eres el que está sangrando!”-

Crettan miró su costado. Su camisa estaba teñida de rojo, pero la herida era superficial.

—“No es nada”— murmuró, con la mandíbula apretada.

Diana miró hacia el pasillo vacío, aún con la respiración entrecortada.

—“Nos estaban esperando… sabían que bajaríamos aquí.”-

Crettan pasó la mano por su costado herido y frunció el ceño.

—“Esto confirma que estamos molestando a la gente equivocada.”-

Diana tragó saliva, pero en su mirada había algo más que miedo: estaba furiosa.

—“Entonces vamos a seguir molestando.”-

Crettan sonrió de lado, aunque la tensión no abandonó su expresión.

—“Eso espero”— dijo, y recargó su pistola mientras sus ojos escaneaban el pasillo— “Pero antes, averigüemos quién demonios nos quiere muertos.”-

El ascensor seguía abierto tras ellos, la luz parpadeante iluminando el caos. Crettan le hizo un gesto a Diana.

—“Ven, tenemos que salir de aquí antes de que intenten otro ataque.”-

Crettan se asomó cautelosamente por la puerta del ascensor, con la pistola aún en su mano. Sus ojos escanearon cada rincón del pasillo. Nada.  Esperó un par de segundos más, asegurándose de que no hubiera una segunda emboscada. Luego, buscó con la mirada a Diana.

La mujer seguía acurrucada en el rincón, apoyada contra las paredes metálicas del ascensor. Su respiración era irregular, sus ojos estaban abiertos de par en par, fijos en algún punto invisible más allá de Crettan. Tardíamente, estaba entrando en shock.

—“Diana… “—murmuró Steve suavemente, inclinándose sobre ella.

No reaccionó.

—“Diana.”—repitió con más firmeza.

Se acercó y le tomó suavemente el rostro entre las manos. Sus pupilas estaban dilatadas por la adrenalina. Su piel estaba fría.

—“Estás a salvo.”— susurró.

Diana pestañeó, volviendo en sí.

—“Nos… nos dispararon…“—murmuró con voz temblorosa.

—“Sí, pero ya se fueron. Ahora respira profundo.”— dijo él, asegurándose de que su tono fuera calmado y controlado.

Diana inhaló con esfuerzo y dejó salir el aire en una exhalación temblorosa. Crettan se inclinó un poco más y le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

—“Te tengo”— aseguró —“Estás bien.”-

Diana lo miró a los ojos y asintió lentamente.

—“Vamos, salgamos de aquí.”-

Diana le siguió, aunque sus piernas temblaban un poco.

 

Capítulo 3: Atentado en Olympia

Apenas habían salido del ascensor cuando el sonido de pisadas apresuradas y botas metálicas resonó por el pasillo. Un grupo de cinco oficiales de seguridad de la estación espacial Olympia se acercó con rapidez, armados y con la mirada alerta.

El líder del grupo, un hombre de complexión robusta con una placa en el pecho que decía “Sgto. Keller”, levantó la mano, ordenando a su equipo detenerse a unos metros de Crettan y Diana.

—“¿Qué demonios pasó aquí?”— preguntó con voz dura.

Crettan levantó las manos en señal de cooperación.

—“Steve Crettan, detective de la Agencia de Seguridad Nacional”— dijo, sacando con calma su identificación y mostrándosela al sargento. –“Estamos en Misión Oficial”-

Keller la examinó rápidamente antes de devolverle la mirada con expresión inquisitiva.

—“Recibimos un reporte de disparos en esta zona. ¿Son ustedes los responsables?”-

—“Responsables, no. Somos las víctimas. Nos emboscaron dos hombres armados justo al salir del ascensor”— explicó Crettan —“Nos dispararon sin previo aviso. Respondí al fuego en defensa propia.”-

Keller miró a Diana, que aún respiraba con algo de dificultad.

—“¿Está herida?”-

—“No, pero ha pasado un mal momento.”— respondió Crettan, desviando la atención de su propio rasguño —“ Uno de los atacantes fue herido en el hombro antes de huir.”-

El sargento asintió y se giró hacia sus oficiales.

—“Revisen las cámaras de seguridad, bloqueen los accesos al tercer nivel y rastreen cualquier rastro de sangre. No deben estar muy lejos.”-

Los agentes se dispersaron de inmediato. Keller volvió su atención a Crettan.

—“¿Tiene idea de quién podría haber intentado matarlos?”-

Crettan se cruzó de brazos y echó un vistazo alrededor, como si las sombras pudieran esconder aún más peligros.

—“No son delincuentes comunes. Creemos que son sicarios contratados.”-

Keller soltó una maldición y activó su comunicador.

—“Aquí Keller. Código rojo en el sector hotelero. Posibles atacantes armados en fuga. Son peligrosos y experimentados. Patrullas en alerta máxima.”-

El mensaje fue recibido al instante, seguido de respuestas afirmativas de varias unidades de seguridad en la estación.

Crettan miró a Diana, que ahora parecía más recuperada.

Keller les dedicó una mirada firme. —“Haremos nuestro trabajo, detectives. Pero asegúrense de mantenerse lejos de las multitudes hasta que los atrapemos.”-

Crettan sonrió de lado, pero sin humor.

—Eso haremos, sargento. Créame que lo haremos.”-

Cuando Crettan y Leclerc llegaron al hotel “El Cairo”, el detective no perdió el tiempo. Se dirigió de inmediato a la recepción, donde un androide recepcionista los recibió con su habitual voz neutra y modales precisos.

—“Bienvenidos al hotel El Cairo. ¿Cómo puedo asistirlos?”-

Crettan deslizó su credencial de la Agencia de Seguridad Nacional sobre el mostrador.

—“Necesito un cambio inmediato de habitación. Cancelen las dos reservaciones separadas y asignen una única habitación. Quiero un piso seguro, sin ventanas exteriores y con acceso restringido.”-

El androide parpadeó un par de veces mientras procesaba la orden.

—“Procediendo con el cambio. Habitación 732, ala este. Acceso biométrico habilitado solo para los dos huéspedes registrados.”-

—“Perfecto.”-

Diana, a su lado, cruzó los brazos con una expresión inquisitiva.

—“¿Una sola habitación?”-

El detective tomó las tarjetas de acceso que le extendió el androide y comenzó a caminar hacia el ascensor, sin esperar respuesta. Diana bufó y lo siguió.

—“¿Steve?”-

Cuando entraron al ascensor, Crettan se giró hacia ella.

—“Acaban de intentar eliminarnos en un ataque bien planeado. Quiero mantenerte cerca para que no vuelvan a intentarlo sin que yo esté presente.”-

Diana lo miró con cinismo. —“¿Me estás diciendo que vamos a dormir juntos?”-

—“Te estoy diciendo que voy a protegerte las 24 horas del día”— corrigió él —“Y es más fácil hacerlo si no estás en una habitación separada al otro lado del pasillo.”-

El ascensor llegó al séptimo piso y se abrieron las puertas. Caminaron por un pasillo silencioso hasta la habitación 732. Crettan deslizó la tarjeta y la puerta se abrió con un suave clic.

Adentro, la suite era espaciosa, con una vista panorámica de la cúpula exterior de la estación espacial y el fondo oscuro del cosmos. Pero, como había solicitado Crettan, las ventanas estaban cubiertas por un blindaje de seguridad.

Diana dejó caer su bolso sobre un sofá y se giró hacia él.

—“Déjame ver esa herida.”-

—“No es nada.”-

—“No me hagas rodar los ojos, Crettan. Si piensas compartir habitación conmigo, al menos déjame hacer mi trabajo.”-

El detective suspiró, pero se quitó la chaqueta, revelando un rasguño en su costado derecho. La bala había pasado rozando, pero el corte era lo suficientemente profundo como para necesitar atención.

Diana fue al botiquín del baño y regresó con una botella de desinfectante y vendas. Se sentó frente a él y, con manos firmes, empapó un trozo de algodón con el líquido.

—“Esto va a arder.”-

—“Estoy acostumbrado. Solo hazlo.”-

Diana presionó el algodón contra la herida y Crettan apretó los dientes.

—“No te quejes, grandulón”— murmuró ella con una leve sonrisa.

Cuando terminó de vendarlo, lo miró con seriedad.

—“¿Ahora me vas a contar qué sigue?”-

Crettan se puso de pie y se abrochó la camisa.

—“Tenemos que ir al Centro de Seguridad de la estación. Necesito las grabaciones de vigilancia para identificar a esos bastardos antes de que intenten otra cosa.”-

Diana se cruzó de brazos.

—“¿Y crees que simplemente nos van a dar las grabaciones?”-

El detective sonrió de lado.

—“Si lo pido amablemente… probablemente no.”-

—“Entonces…”-

—“Por eso llevaremos un plan B.”-

Diana lo miró fijamente y, por primera vez desde el ataque, una chispa de emoción cruzó sus ojos.

—“Sabes, Crettan… tengo la sensación de que esta noche va a ser larga.”-

—“Muy larga”— asintió él.

Se pusieron de pie y se dirigieron a la puerta. Afuera, la inmensa estación espacial Olympia seguía girando en el vacío del espacio, ajena al peligro que acechaba en sus corredores.

El ambiente dentro del Centro de Seguridad era tenso, silencioso y eficiente. Las pantallas de alta resolución cubrían sus paredes, mostrando distintas secciones de la estación en tiempo real. Técnicos y oficiales de seguridad se movían de un lado a otro, monitoreando actividades y gestionando incidentes menores.

Crettan se abrió paso entre el personal, seguido de cerca por Diana, hasta llegar a la oficina del Jefe de Seguridad, un hombre robusto de unos cincuenta años con un uniforme impecable y una expresión de pocos amigos.

—“Detective Crettan, Agencia de Seguridad Nacional.” dijo el detective con tono autoritario, arrojando su credencial sobre el escritorio.

El jefe de seguridad, identificado en su placa como Gregory Vance, le devolvió la mirada con frialdad antes de tomar la credencial y revisarla.

—“¿Qué es tan urgente como para venir hasta aquí en plena madrugada, detective?”-

—“Intentaron matarnos llegábamos al hotel El Cairo, justo afuera del ascensor del segundo nivel”— replicó Crettan, cruzándose de brazos —“Necesito acceso a las grabaciones de seguridad. Ahora.”-

Vance soltó un bufido y dejó caer la credencial sobre la mesa.

—“Las grabaciones no están disponibles sin una orden oficial. Procedimientos de la estación.”-

Crettan se inclinó sobre el escritorio, fijando sus ojos en el hombre.

—“Mira, Vance. No tengo tiempo para papeleo. Dos tipos armados intentaron volarnos los sesos, y lo último que tú necesitas es que un oficial de Seguridad Nacional redacte un informe sobre cómo la administración de esta estación obstruyó una investigación de intento de homicidio. Tengo autoridad como para procesarte como cómplice.Y puedo hacerlo ahora mismo.”-

Vance apretó la mandíbula. Sabía que Crettan no estaba bromeando. Resopló y tecleó algo en su consola.

—“Muy bien, pero verán las grabaciones aquí. Nada de copias ni descargas externas.”-

—“Lo que sea, solo muéstranos las grabaciones.”-

Vance giró su pantalla y comenzó a retroceder en la línea de tiempo de las cámaras.

Después de un par de horas de meticuloso rastreo entre los archivos de video, Diana de repente señaló la pantalla.

—“¡Esos son!”— dijo, adelantando el video.

En la grabación, se veían dos hombres en una de las cubiertas técnicas de la estación. Vestían ropas oscuras y llevaban mochilas al hombro. En un momento dado, ambos se detuvieron y sacaron pasamontañas de sus bolsillos, colocándoselos antes de salir del cuadro de la cámara.

Crettan chasqueó la lengua.

—“Maldito ángulo. No tenemos una toma clara de sus rostros.”-

Diana, que había estado en el mundo de la fotografía por años, se inclinó hacia la pantalla con el ceño fruncido.

—“No necesariamente. Si ajustamos la imagen con la IA de la estación, podríamos mejorar la claridad y tal vez obtener un ángulo alternativo usando los reflejos de las superficies cercanas.”-

Vance asintió y pulsó un botón en su panel.

—“Tenemos un sistema de análisis de imagen bastante avanzado. Lo pasaré por la IA de reconstrucción visual. Deme un minuto, agente.”-

El software comenzó a trabajar, analizando los datos visuales y reconstruyendo perspectivas a partir de los reflejos en el metal del corredor y las lentes de las cámaras de seguridad.

En apenas unos minutos, la pantalla mostró dos imágenes mejoradas con los rostros reconstruidos de los atacantes. Aunque la IA no pudo hacer una restitución perfecta, las imágenes eran lo suficientemente nítidas como para reconocer rasgos clave.

—“Aquí los tiene, agente.”—dijo Vance, girando la pantalla hacia Crettan—“¿Le suenan?”-

Crettan sacó su comunicador y transmitió las imágenes directamente a la central de Seguridad Nacional.

—“Dame cinco minutos.”— respondió con una sonrisa de satisfacción —“Vamos a ver quiénes son estos bastardos.”-

Diana, aún observando la pantalla, murmuró para sí misma:

—“Esto cada vez se pone más interesante…”-

Al cabo de un par de minutos, el comunicador de Crettan vibró con una notificación urgente. Sacó el dispositivo de su bolsillo y leyó el mensaje codificado de Seguridad Nacional en la Tierra. Dijo:

-"Estñan identificados. Los sospechosos son empleados de Cíclope. Figuran en los registros como choferes de los directivos."- Crettan frunció el ceño.

Diana, sentada a su lado, se inclinó para mirar la pantalla.

—“¿Cíclope? ¿Otra vez?”-

—“Sí. Parece que cada pista nos lleva a ellos. Y no es casualidad.”-

Antes de que pudiera procesar del todo la información, el comunicador vibró de nuevo con otro mensaje. Steve leyó el mensaje en voz alta: -“Sospechosos capturados en el hangar de salida de Olympia. Intentaban abordar una nave de transporte con destino a Europa Lunar."-

Crettan sonrió con un destello de satisfacción.

—“Bien, los tenemos.”-

Diana exhaló aliviada.

—“Eso significa que podremos interrogarlos… ¿cierto?”-

Pero el gesto de Crettan se endureció al recibir otro mensaje. Se dirigió a Leclerc : -“No pueden ser interrogados. Los abogados de Ciclope ya han intervenido en su defensa."- Golpeó el escritorio con el puño. —“¡Maldición!”-

Vance, el jefe de seguridad de la estación, que aún estaba con ellos en la sala de vigilancia, alzó una ceja.

—“¿Ya tienen abogados?”-

Crettan le lanzó una mirada de frustración. Le respondió: -“Ni siquiera han pasado diez minutos desde que los atraparon. ¿Cómo demonios consiguieron representación tan rápido?”-

Vance bufó y se cruzó de brazos.

—“Aquí en Olympia, las corporaciones grandes tienen equipos legales listos para intervenir en cuanto uno de sus empleados tiene problemas. No es raro. Tienen mucha influencia en la estación.”-

Diana negó con la cabeza, sintiendo cómo el enojo le subía por la garganta.

—“Esto solo confirma que Cíclope está detrás de todo. Intentaron matarnos, y ahora los protegen.”-

Crettan apretó los dientes.

—“No importa cuántos abogados tengan. Los haremos hablar… de una forma u otra.”-

Vance suspiró y sacó un cigarro electrónico de su bolsillo.

—“Les daré un consejo gratis. Si quieren respuestas, no las encontrarán en una sala de interrogatorios. Necesitan encontrar a alguien dentro de Cíclope que esté dispuesto a hablar… o hacerlos hablar.”-

Crettan y Diana intercambiaron una mirada.

—“En ese caso”— dijo el detective —“Creo que es hora de presionar a los peces gordos.”-

Diana asintió con una sonrisa tensa. –“Tendremos que ir por ellos.”-

La habitación del Hotel El Cairo estaba tenuemente iluminada por las luces de la estación espacial Olympia, filtrándose a través de las persianas metálicas. Steve Crettan revisó su comunicador por enésima vez mientras Diana Leclerc, sentada en el borde de la cama, contemplaba el reflejo de la ciudad espacial en el cristal de la ventana.

—“No te preocupes”— dijo Steve, sin apartar la vista de la pantalla —“Es poco probable que intenten otro ataque esta noche. Ya estamos bajo custodia de la seguridad de la estación.”-

Diana exhaló lentamente.

—“No sé si eso me tranquiliza o me preocupa más.”-

Steve dejó su comunicador en la mesa de noche y se quitó la chaqueta.

—“Lo entiendo. Pero si Cíclope movió a sus peones tan rápido, significa que nos ven como una amenaza real. Y eso también significa que estamos cerca de algo grande.”-

Tocaron la puerta. Steve desenfundó su arma por reflejo, pero se relajó al ver la notificación del servicio de habitaciones en su comunicador.

—“Es la cena.”-

Diana forzó una sonrisa.

—“Al menos hoy no moriremos de hambre.”-

Tras asegurarse de que la comida no tenía sorpresas desagradables, cenaron en silencio. Diana picoteaba su ensalada, mientras Steve, concentrado, tomaba un trago de whisky.

—“Hay algo que me molesta”— dijo Diana de repente —“Evelyn Holsword mencionó que los miembros de la expedición Argos están en Marte, en una base secreta.”-

Steve asintió.

—“Sí. Eso significa que el Argos tal vez llegó a su destino y nunca regresó.”-

Diana dejó su tenedor y lo miró con intensidad.

—“Pero, ¿qué pasó con el resto de la tripulación? Pilotos, azafatas, ingenieros de mantenimiento… ¿Volvieron? ¿O están atrapados allá también?”-

Steve se reclinó en su silla y pasó una mano por su barbilla.

—“Esa es la pregunta clave. Si Cíclope ocultó la existencia de una base secreta en Marte, ¿qué más han escondido?”-

Diana se estremeció. —“Tendremos que averiguar si Argos regresó alguna vez a la Tierra. Si fue desmantelado y sobre todo, si alguien de la tripulación regresó y sigue en la Tierra.”-

Steve la miró, asintiendo a su lógica. —“Ese es un buen punto. Si hay testigos aquí o en la Tierra, tenemos que encontrarlos antes de que Cíclope los haga desaparecer.”-

El silencio entre ellos se alargó, lleno de implicaciones.

—“Mañana podemos investigar eso”— dijo finalmente Steve, dejando su vaso sobre la mesa. —“Ahora deberíamos descansar.”-

Se levantó y apagó la luz. Ambos se prepararon para dormir.

Diana se acomodó en su cama, pero en la penumbra, su mente no dejaba de dar vueltas a todo lo que habían descubierto. La seguridad de la estación, la base secreta en Marte, el intento de asesinato… Se sentía vulnerable.

Después de varios minutos, sin hacer ruido, se deslizó fuera de su cama y se quedó parada al lado de la de Steve. Él se giró, sorprendido al sentirla cerca. Diana vestía un camisón transparente, que dejaba ver las hermosas curvas de su cuerpo y mostraba las delicadas líneas de su ropa interior.

—“¿Diana?”- dijo el hombre.

Ella no dijo nada, solo se metió en la cama de Steve. Acomodándose junto a él, buscando calor y seguridad. Steve la abrazó instintivamente, envolviéndola con su brazo.

—“Solo esta noche”— susurró ella mientras se pegaba a su cuerpo.

Steve no respondió, pero la sostuvo con firmeza mientras la besaba lentamente. La mujer respondió al beso.

Después de hacer el amor, Diana cerró los ojos, sintiéndose segura y protegida. Y, por primera vez en días, durmió tranquila.

 

Capítulo 4: Sombras en Kamra

El viaje de regreso de Crettan y Leclerc a la Tierra fue tenso, pero sin incidentes. La atmósfera en la nave de transporte era distinta a la de la estación Olympia; la gravedad artificial de la estación se había desvanecido, y la familiaridad de la Tierra se sentía casi extraña después de algunos días flotando en el vacío del espacio.

Al aterrizar en Copenhague, Steve y Diana se dirigieron directamente a las oficinas de la Central de Seguridad Nacional. El edificio, una estructura de acero y vidrio con vistas al estrecho de Øresund, albergaba a algunos de los analistas más brillantes del planeta.

Steve se apoyó en el escritorio de su contacto, el agente Jørgen Halstrom, un hombre de unos cincuenta años con un rostro curtido por años de trabajo en contrainteligencia.

—“Necesitamos acceso a la base de datos de tripulación de la Argos”soltó sin rodeos.

Halstrom levantó una ceja y cruzó los brazos.

—“Buenos días para ti también, Crettan. ¿Sabes lo difícil que es acceder a ese tipo de información clasificada?”-

—“Sé que si alguien puede hacerlo, eres tú”—replicó Steve con una sonrisa cínica.

Diana, que había permanecido en silencio hasta ahora, intervino:

—“No es solo sobre la tripulación. También necesitamos rastrear los componentes de la nave. Hay registros de repuestos que nos pueden dar pistas sobre qué ocurrió realmente con la Argos.”-

Halstrom suspiró y giró hacia su consola.

—“Bien, pero si alguien viene a hacernos preguntas, esto nunca ocurrió aquí.”-

A través de unos cuantos comandos en la consola, el agente accedió al archivo clasificado del Argos. Diana y Steve se inclinaron sobre la pantalla.

Los nombres de los tripulantes desfilaron en la pantalla. La lista incluía pilotos, técnicos, asistentes de vuelo y especialistas de misión. Junto a cada nombre, una breve nota describía su destino tras la desaparición de la nave.

Steve frunció el ceño.

—“Algunos fueron reubicados en diferentes partes del mundo… y otros figuran como fallecidos en accidentes.”-

Diana señaló un nombre en la lista.

—“Mira esto. Arthur Mendel, ingeniero de propulsión. Oficialmente murió en un accidente de tráfico en Berlín, pero el acta de defunción no tiene detalles.”-

Halstrom tecleó rápidamente.

—“Mendel nunca fue enterrado. Ni su familia recibió su cuerpo. Oficialmente, desapareció.”-

Steve miró a Diana.

—“Eso significa que podría estar vivo… y reubicado. Y si lo está, debemos encontrarlo.”-

Diana asintió, con los ojos iluminados por la posibilidad de una nueva pista.

Mientras Halstrom continuaba con la búsqueda, Steve se giró hacia otro analista, Natalie Berg, experta en logística aeroespacial.

—“Natalie, ¿puedes rastrear los números de serie de los repuestos principales de la Argos?”-

La mujer ajustó sus gafas y comenzó a trabajar en su consola.

—“Dame unos minutos…”-

El silencio en la sala se volvió tenso mientras los datos se procesaban. Finalmente, una serie de archivos apareció en la pantalla.

—“Aquí está.”— dijo Natalie —“Muchos números de serio y números de parte de la Argos no fueron destruidas, sino reutilizadas en otras naves espaciales de carga y exploración.”-

Diana frunció el ceño.

—“Eso significa que la Argos no se perdió en el espacio… ni fue completamente destruida como se dijo.”-

Steve repasó la lista de naves donde se habían usado los repuestos.

—Algunas de estas naves han estado en Marte en los últimos años. ¿Podría ser que…?”-

Natalie asintió.

—“Sí. Es posible que ciertas piezas del Argos hayan terminado en instalaciones marcianas. Tal vez incluso en la base secreta de la que les habló Holsword.”-

Diana se giró hacia Steve.

—“Eso confirma nuestras sospechas. La Argos nunca se perdió… solo regresó a la Tierra, fue desmantelada y sus partes reutilizadas en las sombras.”-

Halstrom apagó la pantalla y se cruzó de brazos.

—“Si han llegado hasta aquí, significa que Cíclope y quienes lo encubren han hecho un gran esfuerzo para borrar su rastro. No será fácil seguir adelante sin llamar la atención.”-

Steve se encogió de hombros.

—“Ya nos intentaron matar una vez en Olympia. ¿Qué es lo peor que puede pasar?”-

Halstrom suspiró.

—“Crettan, siempre dices eso antes de que las cosas exploten en tu cara.”-

Diana esbozó una sonrisa tensa.

—“Entonces, tendremos que asegurarnos de que la explosión sea del lado correcto.”-

Halstrom sacudió la cabeza y les entregó una memoria portátil.

—“Aquí tienen toda la información que conseguí. Pero si alguien pregunta, no me conocen.”-

Steve le dio una palmada en el hombro.

—“Siempre es un placer hacer negocios contigo, Jørgen.”-

Con la memoria en mano y nuevas pistas que seguir, Steve y Diana sabían que su investigación estaba a punto de volverse aún más peligrosa.

La oficina de Crettan estaba iluminada solo por la luz de las pantallas mientras Steve y Diana escudriñaban frenéticamente los archivos en busca de pistas. El sonido del tecleo incesante se interrumpió cuando la puerta se abrió y Jørgen Halstrom, con su usual expresión seria, entró con un sobre en la mano.

—“Tenemos algo”— le anunció al dúo, arrojando el sobre sobre el escritorio.

Crettan lo tomó y lo abrió con cautela. Dentro, un documento detallaba la información de Arthur Mendel, desaparecido sin rastros. Halstrom ahora lo había podido localizar reubicado bajo el nombre Azim Rahman en Pakistán, dentro del programa de protección de testigos del Gobierno Mundial Unificado.

—“Trabaja en la Pakistan Aeronautical Complex.”continuó Halstrom, cruzándose de brazos —“Es una de las principales fábricas de aviones militares en Kamra. Parece que su cambio de identidad no fue solo una precaución... sino algo mucho más profundo.”-

Diana tomó los documentos y los examinó con atención.

—“Si Rahman es en realidad Mendel, significa que uno de los miembros de la tripulación de la Argos sigue con vida”— dijo, incrédula.

Crettan asintió.

—“No creo que sea el único. Y eso plantea una pregunta mucho más inquietante: ¿por qué hacer desaparecer a los involucrados en el proyecto original de teletransportación?”-

Halstrom suspiró y los miró con seriedad.

—“Si está en el sistema de protección de testigos, significa que alguien de muy alto nivel lo quiere oculto. Y si está en Pakistán, dentro de una de sus principales instalaciones aeroespaciales, entonces la implicación podría llegar hasta los escalafones más altos del Ministerio de Seguridad. A expensas de Ciclope.”-

Un silencio tenso se instaló en la habitación.

Diana dejó los documentos sobre la mesa y miró a Crettan.

—“Tenemos que ir a Pakistán.”-

Halstrom negó con la cabeza y se inclinó sobre el escritorio.

—“Escúchenme bien, ustedes dos. Esto no es un simple interrogatorio. Si Ciclope o el Gobierno Mundial Unificado están involucrados, hay niveles altos trabajando en las sombras que no dudarán en eliminarlos si se acercan demasiado. ¡Tengan mucho cuidado!”-

Crettan cerró el sobre y lo deslizó en el bolsillo interior de su chaqueta.

—“Siempre lo tenemos, Halstrom. Pero a veces, para obtener la verdad, hay que arriesgar algo.”-

Diana y Steve se prepararon para su viaje a la Ciudad de Kamra, Pakistán.

Sabían que no podían aterrizar en el aeropuerto militar Minhas Airbase sin una autorización especial. Por ello, gestionaron un pase de Seguridad Nacional para asegurar su acceso. Tres agentes de Seguridad Nacional los acompañaban, dado que llevaban una orden oficial para trasladar al testigo Azim Rahman a Copenhague.

Tras un vuelo largo y tenso, aterrizaron en Minhas Airbase y fueron recibidos por oficiales locales que los escoltaron hasta las instalaciones del Pakistan Aeronautical Complex (PAC). Allí, después de una rigurosa revisión de sus credenciales y permisos, solicitaron una reunión con Azim Rahman.

El encuentro no fue inmediato. Durante varias horas, las autoridades de PAC demoraron la presentación del testigo. Steve, impaciente, se dirigió al oficial a cargo.

—“Señor, hemos viajado miles de kilómetros con una orden oficial. Necesitamos hablar con Rahman de inmediato”— exigió Steve con firmeza.

El oficial, un hombre de mirada severa y uniforme impecable, lo miró sin inmutarse.

—“Señor Crettan, comprendemos la urgencia, pero el señor Rahman es un empleado clave en nuestras instalaciones. No podemos permitir una entrevista sin la debida precaución.”-

—“La debida precaución ya está en nuestra orden oficial”— intervino Diana, mostrando el documento sellado por Seguridad Nacional.

Finalmente, tras la insistencia, Rahman fue llevado a una sala de conferencias. Era un hombre de mediana edad, de expresión nerviosa,  con un aire de resignación. Se sentó frente a Diana y Steve, cruzando las manos sobre la mesa de metal.

—“¿Sabían que vendríamos?”— preguntó Steve, observando cómo Rahman evitaba el contacto visual.

—“Siempre imaginé que podía pasar”— respondió con voz baja y temblorosa —“Este asunto siempre me ha perseguido.”-

—“Cuéntenos sobre la Argos”— insistió Diana —“Sabemos que trabajó para Ciclope cuando ocurrió su desaparición.”-

Rahman suspiró y se inclinó hacia adelante.

—“Cuando la Argos despegó hacia Marte, éramos parte de un proyecto experimental. Nos informaron que el Dr. Alan Forsyth haría un ajuste en la antena de transmisión para completar ciertos experimentos de teletransportación. Él salió a realizar la tarea... y murió en la excursión.”-

—“¿Muerte accidental o sabotaje?”— presionó Steve.

—“Todos sospechamos que fue sabotaje”— dijo Rahman, bajando la voz —“Paso de ser un proyecto civil a militar casi de inmediato. Pero nunca tuvimos pruebas. Poco después, la Argos cortó toda comunicación con la Tierra. Se nos ofrecieron suculentos bonos para continuar el proyecto y nos mantuvieron trabajando en Marte durante dos años, sin ninguna conexión con el exterior.”-

Diana y Steve intercambiaron una mirada. Esto confirmaba sus peores sospechas.

—“Cuando se cumplieron los dos años, algunos de nosotros negociamos nuestra salida. Nos ofrecieron un bono y un cambio de identidad. Pero hubo una condición: firmamos un convenio de confidencialidad. Si alguien hablaba,  la nueva identidad sería revocada y estaríamos en peligro.”-

—“¿Quién dirigía el proyecto después de que Ciclope perdió el control?”—preguntó Diana.

Rahman negó con la cabeza.

—“Eso no lo sé. Solo sé que nos ordenaron olvidar lo que vimos y seguir con nuestras nuevas vidas.”-

Steve se recargó en la silla y exhaló con frustración.

—“Tendremos que sacarlo de aquí, Rahman. Ya no está seguro.”-

Rahman los miró con una mezcla de miedo y alivio. Sabía que su tiempo en Kamra había terminado. Pero lo que Diana y Steve aún no sabían era cuántas personas más estaban dispuestas a mantener este secreto a toda costa.

El amanecer en Kamra trajo consigo una sensación de peligro inminente.

Steve Crettan y Diana Leclerc, junto con tres agentes de Seguridad Nacional, escoltaban a Azim Rahman hacia Minhas Airbase para embarcarlo rumbo a Copenhague. La atmósfera era tensa; Rahman, con el rostro pálido y la frente perlada de sudor, apenas levantaba la mirada del suelo.

—“No me van a dejar salir de Pakistán con vida”— murmuró Rahman, mirando nervioso por la ventana del vehículo.

—“Si quisieran matarte, ya lo habrían intentado antes.”— contestó Steve con tono sereno —“Ahora mismo eres más valioso vivo.”-

Un par de autos formaban el convoy, que avanzaba por la carretera secundaria que llevaba a la base aérea. De repente, el chirrido de neumáticos y el rugido de un motor acelerando alertaron a Crettan.

Un todoterreno negro irrumpió en la vía, cortándoles el paso. Antes de que los agentes pudieran reaccionar, dos hombres enmascarados emergieron del vehículo empuñando pistolas automáticas y abrieron fuego sin piedad.

Los dos vehículos con agentes y testigo, frenaron.

—“¡Cúbranse!”— gritó Crettan mientras empujaba a Diana y Rahman hacia la cubierta del asiento trasero.

Las balas impactaron contra la carrocería blindada del vehículo, rebotando con estrépito. Uno de los agentes de seguridad, situado en el vehículo de escolta, recibió un disparo en el hombro.

—“¡Maldita sea!”— rugió uno de los agentes mientras respondía el fuego con su rifle de asalto.

Crettan no tuvo tiempo para dudar. Abrió la puerta del vehículo, se deslizó fuera con la pistola desenfundada y, con precisión, disparó a uno de los atacantes en el pecho. El sicario cayó de espaldas, mientras su arma se deslizaba fuera de su alcance.

El segundo agresor intentó refugiarse detrás del todoterreno, pero uno de los agentes lo abatió con una ráfaga certera. El silencio quedó suspendido en el aire, roto solo por el sonido de la respiración agitada de Diana y los gemidos del agente herido.

—“¡Tenemos que movernos!”— ordenó Crettan, arrastrando a Rahman de vuelta al vehículo —“Si hay más, vendrán pronto.”-

Cargaron al herido en el segundo vehículo y continuaron.

Llegaron a la base aérea de Minhas con la seguridad reforzada. En cuestión de minutos, el equipo abordó el avión con destino a Copenhague. Durante el vuelo, Rahman permaneció en silencio, con la mirada perdida en el horizonte.

Ya en Copenhague, Rahman testificó ante la Corte de Seguridad Internacional. Su declaración desató un terremoto político: el Directorio de Ciclope fue acusado formalmente de ordenar la ejecución del Dr. Alan Forsyth para garantizar la firma de su contrato con el Ministerio de Defensa.

Los testigos reubicados, al ver la caída del gigante, rompieron el silencio. Las evidencias fueron contundentes: Ciclope había manipulado la desaparición de la Argos, silenciado a los disidentes y sellado un lucrativo acuerdo con los militares.

El juicio duró meses. A medida que los testimonios se acumulaban, la imagen pública de Ciclope se desmoronó. Los ejecutivos clave fueron detenidos, el Ministro de Defensa renunció en medio del escándalo, y la verdad sobre la teletransportación secreta y la muerte de Forsyth quedó al descubierto.

Días después del veredicto, Crettan y Diana se sentaron en un café de Nyhavn. La niebla flotaba sobre el canal, y el aroma del café recién hecho llenaba el aire.

—“Así que eso fue todo.”—dijo Diana, removiendo su taza con aire pensativo —“Se hizo justicia.”-

—“En parte.”— replicó Steve, apoyándose en el respaldo —“Forsyth sigue muerto. Y su cuerpo no ha sido recuperado. Los que sobrevivieron vivieron años en la sombra. Pero al menos la verdad salió a la luz.”-

Diana lo miró en silencio por un momento, luego sonrió con sutileza.

—“No te veo muy satisfecho.”-

—“Aún hay muchas preguntas sin respuesta. Y no se responderán jamás.”— admitió Crettan.

El silencio se instaló entre ellos. Diana miró su taza de café y luego a Steve.

—“¿Y ahora qué?”— preguntó vagamente, sin referirse estrictamente al caso.

Steve la observó unos segundos antes de sonreír levemente y encogerse de hombros.

—“Supongo que lo averiguaremos con el tiempo.”-

Diana asintió, y sin decir más, alzó su taza en un brindis silencioso. La historia estaba cerrada… por ahora. Se sentía segura. Y sabía que estaba protegida.

FIN




 

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