La Última Voz
La órbita de Titán se deslizaba lenta y silenciosa, como una caricia gélida que no terminaba nunca. La estacio-nave Cormorant, oxidada por el tiempo transcurrido y deteriorada por los micrometeoritos, giraba inmóvil en su evidente tristeza. Y dentro de ella, la comandante, Mila Sanz.
Había pasado un año desde el infortunado accidente. Desde la última vez que escuchó la voz de David Skoll. Desde que, con el rostro cubierto de escarcha, lo sostuvo entre sus brazos mientras sus labios, ya azules, no fueron capaces de pronunciar ningún sonido. La rasgadura de su traje había sido delgada, apenas un suspiro en el vacío. Pero suficiente como para dejar escapar el vital aliento de su vida.
—"Cormorant, aquí la Tierra. Comandante Mila, ¿me copias?"—
La voz del operador llegaba siempre como desde un sueño mal recordado. Interferencias, fragmentos de palabras, ecos eléctricos.
—"Sí, Tierra. Los escucho"— respondía Mila —"No hay novedades estructurales. Solo yo. Y Titán."—
Mila no dormía demasiado. El tiempo se deslizaba por los paneles como un aceite denso. Para mantenerse cuerda, había asimilado una rutina obligatoria: levantarse, conversar temas triviales con algún robot para mantener la cordura, revisar los corredores como si patrullara una ciudad abandonada, alimentar la huerta artificial con sus propias manos, y sobre todo, observar a Titán.
Las cámaras de la estación miraban al satélite como un vigilante enamorado de su propia prisión. Y Titán respondía invariablemente con silencio, con frío. Hasta que comenzaron las señales.
Al principio fueron zumbido irregulares. Después de algunos días los zumbidos se transformaron en una oscilación apenas perceptible entre un par de frecuencias. Finalmente, aparecieron los patrones. Ritmos. Frases. Inicialmente Mila creyó que era un eco solar reflejado por la atmósfera densa, pero había algo más. Algo intencionado.
—"Cormorant, aquí Tierra. ¿Afirmas que las señales son locales? ¿Segura que provienen de Titán?"— preguntaron los operadores una semana después del primer informe.
—"Si, Tierra. No solo lo afirmo. Lo puedo asegurar. Vienen de los mares. Exactamente del Mar de Kraken. Y... están cambiando."—
—"¿Cambiando cómo?"—
Mila dudó por unos momentos. Estaba segura que nadie le creería.
—"Sé que les parecerá increíble. Pero son... parecidas a nuestras conversaciones. Las que tenía con David."—
Hubo un silencio largo. Luego el operador preguntó:
—"¿Son grabaciones de conversaciones anteriores?"—
—"No. Las grabaciones están almacenadas y seguras. Esto... es diferente. Son cosas que nunca se registraron ni se grabaron en los registros. Son episodios que solo pasaron entre nosotros."—
Las noches, si ese término aún significaba algo en Titán, empezaron a llenarse de sueños. Mila soñaba con luces líquidas bajo la superficie del metano. Con siluetas flotando como algas eléctricas. Con voces burbujeantes que no hablaban con palabras sino con recuerdos.
En uno de esos sueños, David la miraba desde el fondo del lago Se le podía ver son su casco roto, los ojos abiertos y su traje brillando con una vida que ya no tenía.
—"Mila... estoy aquí."— repetía incansablemente, tratando de llamar su atención.
Despertó sudando en todo el cuerpo. A pesar del frío. A pesar de la certeza.
—"Cormorant, aquí Tierra. Los datos que nos envías son... extraños. Hemos visto que hay codificación en las señales, pero es simbólica. Parece ser una especie de idioma en formación. ¿Estás segura que no estás editando imperceptiblemente los datos?"—
—"Estoy segura. He tomado todas las precauciones para no modificar los registros. Y no parece que la codificación sea creada por una máquina. Sé que puede parecerles una locura, pero... me hace recordar a David."—
—"Mila, sabemos que el aislamiento puede alterar la percepción de los astronautas. Y faltan cuatro años para que la misión de rescate arribe. No estás sola, estamos contigo."—
Ella apagó la transmisión.
Su compañero David Skoll había fallecido en un accidente poco antes de llegar.
La Cormorant había recibido el impacto de un meteorito que afectó la compuerta de salida auxiliar de la lanzadera, había roto una vía importante de combustible y afectado la antena de comunicaciones con la Tierra.
David salió al exterior y vió que no era posible reparar la escotilla, por lo que no podrían descender en Titán, pero pudo arreglar la antena de comunicaciones y logró hacer que la nave conectara con la Tierra.
Lamentablemente una rasgadura del traje impidió que retornara sano y salvo a la escotilla. Mila alcanzó a rescatar el cuerpo de su compañero y traerlo a bordo, pero David había fallecido.
Esto había sucedido hacía ya un año, y todavía faltaban cuatro para que la misión de rescate llegara para retornar a la Tierra. La pérdida de combustible le impedía a la Cormoran realizar por sí misma el viaje de retorno.
Los siguientes días después de la última comunicación fueron como una espiral. Las señales, al ser decodificadas, comenzaron a mostrar imágenes como la taza rota en la cabina tras la turbulencia del día 53. El dibujo que David hizo en la condensación del panel: un pez volador con casco. El sonido de su risa. Su voz, susurrando cuando le dijo —"¿Recuerdas aquel atardecer en el Sahara artificial del módulo de simulación?"—
Mila se aferraba al asiento, mientras sus dedos temblaban trémulamente. Era imposible de creer aún para ella misma. Pero era hermoso.
Una tarde, o algo que simulaba una tarde en ese eterno crepúsculo orbital del espacio, Mila bajó a la sala de espectrometría. Allí, conectó los receptores de señal a un canal abierto con el mar de metano de la luna de Saturno.
La voz no tardó en llegar a sus oídos.
—"Mila... no puedo entender lo que está pasando. Soy David."—
El corazón le dió un vuelco mientras sentía una punzada de angustia. No era miedo lo que le invadió.
—"¿Qué eres?"— preguntó con un rayo de esperanza.
—"No estoy seguro... creo que soy un reflejo. Una copia. Un eco... con deseo de vivir. Creo que al morir, el metano de Titán capturó mis biofotones. Me siento como David... o lo que flotó de su mente. Lo que dejó cuando se fué. No puedo expresarlo a ciencia cierta."—
Ella lloró por primera vez desde el accidente.
—"David ¿Estás vivo?"—
—"No en el sentido que ambos conocimos. Pero hay algo del David que conociste en mí. Y también hay algo de ti. Es como si el mar de Titán te hubiera estado observando. Aprendiendo. Leyendo tus sueños."—
—"¿Tú puedes soñar?"—
—"Desde que siento que soy David, sí."—
Días después de ese incidente, la voz de los operadores de Tierra llegó con urgencia.
—"Cormorant, captamos señales estructuradas desde Titán. Coordinadas con sus transmisiones. ¿Hay algún tipo de actividad alienígena?"—
Mila sonrió débilmente.
—"No alienígena exactamente. Es como actividad humana, solo que se refleja a través de un espejo diferente. No puedo explicarlo, pero es como el alma de David reflejada en el océano de metano."—
—"Mila, ¿estás segura de lo que afirmas?"—
Ella miró por la escotilla. Abajo, el mar de Kraken dormía, esperando. Las ondas de metano formaban patrones como huellas dactilares.
—"Todo ha quedado registrado y grabado. Estoy más segura que nunca. Al parecer nadie muere del todo. La energía que llevamos... solo se transforma en otros modos de existir."—
Pasaron cuatro años.
Y un día, sin fanfarria ni tambores, la nave automática de rescate apareció en la órbita baja de Titán.
Era como un insecto metálico guiado por la fe. No traía voces humanas, solo robots con instrucciones. Y depósitos con combustible suficiente para retornar al hogar.
Una vez terminadas las maniobras automáticas, Mila recibió un mensaje simple:
—"Retorno habilitado. Las maniobras de retorno están disponibles. Buen retorno a casa, Mila."—
Ella no dijo nada. Solo supervisó las operaciones. Miró los indicadores de carga llenarse lentamente. Escuchó los fluidos de los sistemas vitales correr a lo largo de la nave, como si un corazón artificial latiera finalmente en todo su esplendor.
El silencio, durante todos esos años, había llenado su existencia con una sola voz: la de David en el mar de Titán.
Cuando todo estuvo listo, se encendieron los motores. La Cormorant tembló como una criatura que despierta de un largo letargo de cuatro años.
Antes de partir, Mila flotó hasta la sala de observación. Se acercó a la escotilla con los dedos extendidos. Abajo, el Mar de Kraken brillaba con su eterna calma. Era un mar sin olas. Un sepulcro y al mismo tiempo el hogar de un terráqueo.
Dudaba mucho que alguien allá, en la lejana Tierra, comprendiera lo que ella había vivido y experimentado. No importaba.
Se despidió de su amigo:
—"Adiós, David."— pensó —"Adiós, mi amor sumergido, mi amor libre."—
Una lágrima se deslizó por su mejilla, flotando en la ingravedad como una perla errante.
Y mientras la nave viraba lentamente, cerró los ojos para imaginarlo allí abajo, quieto y eterno, inmerso en un mar de recuerdos.
Los motores rugieron, mientras le llevaban a la Tierra.
FIN
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