miércoles, 22 de marzo de 2023

Historia: "Memorias de un Mundo Muerto" - Capitulo 5: "El Complejo Subterráneo"

 

Memorias de Un Mundo Muerto

Capítulo #5 “El Complejo Subterráneo”

 

El grupo se reunió en la tienda de Solomon en medio de un aire tenso, conscientes que lo que estaban planeando era tan arriesgado como necesario. Julius, Lyara, María Magdalena y Solomon discutieron cada detalle con precisión, asegurándose de que no quedaran cabos sueltos. Sabían que cualquier error podría delatar su misión antes de tiempo, o peor aún, costarles la vida.

La idea principal partió de Solomon, quien, con su experiencia militar a lo largo de años, propuso una estrategia audaz. Después de una larga deliberación, todos estuvieron de acuerdo en que Solomon se dejaría herir por Julius durante un entrenamiento. Debería ser lo justo para simular un accidente creíble pero no lo suficiente como para poner en peligro su vida.

Una vez herido, sería llevado a la tienda hospital de Lyara para recibir atención médica y allí sería aislado en solitario. Desde la tienda hospital de Lyara, desaparecería por unos días de forma discreta y sin despertar sospechas. Esto permitiría que Julius asumiera temporalmente el mando en el campamento mientras Solomon se infiltraba en la Fortaleza de Logos.

-"¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Solomon?"- Preguntó Julius mirando a su amigo a los ojos.

-"Soy el que tiene más experiencia en computadoras. Si puedo infiltrarme en el sistema de Logos, soy el que tiene más posibilidades de éxito. Julius, tú fuiste electrónico. Lyara era médida. Y María Magdalena en tu época no existían las computadoras."- Solomon respondió con voz firme y convencida. -"Logos estará más preocupado por controlar la situación en el campamento que por vigilar sus puertas internas. Confío en ustedes para mantener el orden mientras yo llevo a cabo esta misión."-

Lyara, que había estado escuchando en silencio, intervino con cierta preocupación. -"Tendré que justificar tu ausencia ante cualquiera que pregunte. ¿Estás seguro de que nadie sospechará cuando desaparezcas?"-

-"Si hacemos esto bien, nadie lo hará"- Afirmó Solomon. -"Además, Logos jamás imaginará que alguien se atrevería a entrar a su fortaleza sin invitación. Es nuestro único punto a favor."-

María Magdalena, sentada junto a Lyara, se mostró pensativa. -"Yo puedo decirle a Logos que estás gravemente herido y necesitas reposo absoluto. Le diré que me enteré en una de mis visitas al mercado."- Sugirió. -"Eso debería mantenerlo tranquilo mientras dure tu ausencia. Quizá se comunique con Julius para enterarse de primera mano, pero no creo que pase a mayores."-

-"Perfecto, querida. Gracias." - Dijo Solomon, asintiendo. -"Y Julius... asegúrate de que la herida sea convincente. No quiero que nadie piense que esto fue una simple puesta en escena."-

Julius se notaba incómodo con la tarea, pero asintió. -"Así será, general mío. Lo haré con cuidado. Si algo sale mal, no podría perdonármelo"-

-"Confío en ti."- Respondió Solomon, colocándole una mano en el hombro. -"Esto es por algo más grande que nosotros."-

El grupo pasó las siguientes horas ajustando los detalles. Lyara se encargaría de supervisar personalmente la "recuperación" de Solomon en su tienda hospital, asegurándose de que nadie más entrara ni saliera sin su autorización.

María Magdalena tendría la tarea más arriesgada. Utilizaría su posición dentro de la fortaleza para ocultar al infiltrado, llevarle alimentos si la estadía se prolongaba y sobre todo, tendría que llevarle alguna computadora para que pudiera infiltrarse en el sistema. Eso último era lo más peligroso. Si la descubrían, estaba segura que le costaría la vida de inmediato.

Todos acordaron intentar desviar cualquier atención que pudiera dirigirse hacia el plan.

Julius asumiría el liderazgo, utilizando su carisma y autoridad para mantener el orden entre las tropas.

-"Esto tiene que salir perfectamente."- Murmuró Solomon al final de la reunión, mirando a cada uno de ellos. -"Si no lo hacemos ahora, quizá no tendremos otra oportunidad. En cualquier momento pueden cambiar la clave de la puerta de acceso."-

Cuando finalmente se despidieron, el grupo sabía que no habría vuelta atrás. Todo estaba listo para empezar a la mañana siguiente, y aunque los nervios eran palpables, cada uno de ellos estaba decidido a cumplir su papel.

María Magdalena aprovechó esa misma noche, esperando pacientemente a que Logos durmiera profundo, para usar la pequeña tablet. Abrió la aplicación oculta que permitía configurar a los pretorianos y seleccionó un par de estancias dentro del subsuelo de la fortaleza como áreas restringidas para ellos.

En esos cuartos escondería a Solomon. Ajustó cuidadosamente los parámetros para que los guardianes evitaran patrullar por allí, y anuló los reportes de actividad en esos sectores. Al finalizar, verificó varias veces que la configuración se guardara correctamente. Satisfecha, devolvió la tablet a su lugar habitual junto a Logos antes de que despertara.

Mientras tanto, Solomon, a la mañana siguiente, confiando en la información proporcionada por María Magdalena y en su propia experiencia como programador, se preparó para infiltrarse en la fortaleza. Antes del amanecer, preparó una mochila, una espada corta, una manta y algunos pertrechos y los llevó a la tienda de Lyara para que la escondiera.

Después, con los tres soles amaneciendo, fue al campamento. En un momento del entrenamiento, se emparejó con Julius para que su amigo hiciera una demostración.  Ante el ataque de Julius, retrocedió y simuló un resbalón, que sirvió de excusa a Julius para hacerle una herida en el antebrazo izquierdo.

Sangró profusamente. Dejó al mando temporariamente a Julius y se dirigió a la tienda de Lyara, que le suturó la herida y lo envió a una estancia aislada. La doctora puso un guardia de confianza en la entrada a la tienda de Solomon y dio órdenes de no entrar y evitar que nadie entrara, bajo pena de muerte.

Con un sigilo absoluto, Solomon tomó la mochila. Buscó una abertura secreta que Lyara le había indicado, y salió a otra tienda. Se envolvió el rostro y transitó por las calles del campamento sin llamar la atención. Caminó alrededor de media hora hasta llegar a la colina que le había mostrado María Magdalena. Cuidadosamente, entre las ramas de los arbustos, localizó la entrada de la cueva. Sacó la espada corta de la mochila que cargaba y listo para repeler algún ataque, avanzó al interior de la cueva de piedra.

Recorrió varios metros hasta llegar a la puerta de acceso. Introdujo el código de la contraseña y un silbido le indicó que la puerta se había abierto. Atravesó la puerta, la cerró cuidadosamente y pudo ver el pasaje secreto que María había atravesado. El túnel, oscuro a medias y silencioso, era estrecho, pero Solomon avanzó con decisión, sintiendo la humedad en las paredes de piedra y el eco de sus propios pasos. La iluminación no provenía de una fuente de luz visible, pero adivinó algunas tiras de leds ocultas entre las piedras que proporcionaban la luz débil que le permitía guiarse en su interior.

Finalmente, al trasponer la segunda puerta, encontró a María Magdalena esperándolo en una de las estancias protegidas. La mujer mientras le indicaba silencio con el dedo índice cruzado sobre los labios de su boca, se abalanzó sobre él, aliviada y le dio un largo beso. Lo guio rápidamente por el interior de la fortaleza, asegurándose que ningún pretoriano rondara cerca. -"Aquí estarás seguro por ahora"- Susurró mientras entraban a un cuarto y cerraba con cuidado la puerta tras ellos. -"No pueden entrar ni registrar esta zona. Configuré todo para que la ignoren."-

-"Buen trabajo."- Respondió Solomon, inspeccionando la pequeña habitación con atención. -"No esperaba menos de ti. Esto es perfecto para mantenerme oculto."-

María Magdalena le sonrió, complacida. Le señaló un rincón en donde había una computadora -"Te traje la computadora que Logos me regaló para mi uso personal... pero no sé si tiene algo de valor. En unas horas debo llevármela para que no note su ausencia y sospeche."- Le contó su plan. -"Empieza con esa por ahora, pero voy a traerte una computadora que suele usar para trabajar pero no es de sus preferidas. La usa muy esporádicamente. Solo tengo que esperar el momento adecuado para sacarla de la sala y traértela."-

Mientras se despedía le dijo -"Debo volver. Sobre esa mesa tienes algunos alimentos y agua. Trataré de volver cada día. Por la noche no será posible porque Logos puede darse cuenta que no estoy a su lado, pero durante el día, será más fácil."-

En los días siguientes, Solomon permaneció oculto en la estancia. María Magdalena se deslizaba sigilosamente hasta él cada día, llevándole pan, frutas y algo de carne envuelta en telas para que no dejara rastros. Durante sus fugaces encuentros, discutían en voz baja los siguientes pasos de la misión y compartían breves momentos de amor que les ayudaban a mantener la moral alta.

-"¿Logos ha notado algo?"- le preguntó Solomon en una de esas noches.

-"No, Está demasiado ocupado con sus reuniones con los A-Quon como para prestarme mucha atención."- Respondió María Magdalena, tratando de ocultar su creciente cansancio. -"Pero no podemos arriesgarnos mucho tiempo más. Tienes que encontrar lo que viniste a buscar pronto."-

-"Lo haré."- Aseguró Solomon, agradecido por su ayuda. -"Solo necesito un par de días más para analizar el sistema desde aquí. Luego podremos dar el siguiente paso."-

Ambos sabían que estaban caminando sobre una cuerda floja, pero confiaban en que sus esfuerzos darían frutos. Cada noche, María Magdalena se acostaba en el lecho que compartía con Logos con el corazón acelerado, mientras sabía que Solomon trabajaba en secreto desde su escondite, consciente de que el éxito de su misión dependía de cada pequeño detalle que lograran controlar juntos.

María Magdalena esperó pacientemente a que Logos se reuniera con los A-Quon, un evento que siempre lo mantenía ocupado durante horas. Aprovechó ese momento para tomar una de las computadoras portátiles que tenía en uno de sus escritorios personales y, con cuidado, la llevó hasta la estancia oculta donde Solomon se encontraba escondido.

-"Esto puede ser de mayor utilidad para ti."- Le dijo en voz baja mientras le entregaba el dispositivo. -"Es una de las computadoras de Logos. Apenas la usa, y no creo que note que falta por unas horas."-

Solomon asintió con un gesto serio. Le devolvió a María Magdalena su computadora de juegos, y procedió a encender el equipo nuevo. Durante las primeras horas, trabajó en silencio, explorando los archivos almacenados en el sistema. El dispositivo estaba protegido por capas de seguridad, pero con su experiencia y paciencia, Solomon logró sortear los obstáculos. Lo que encontró lo dejó impactado.

-"Este edificio no es solo una fortaleza."- Murmuró, señalando a la pantalla. -"Es un complejo inmenso. Mira esto."-

María Magdalena se inclinó sobre su hombro, observando cómo Solomon desplegaba un mapa completo de la fortaleza en el monitor. Sus ojos se abrieron con asombro al ver la vasta red de túneles y estancias que se extendían por debajo de la estructura principal.

-"¿Qué es eso?"- Preguntó ella, señalando una sección particularmente densa del mapa.

-"Parece... un complejo industrial subterráneo... o algo parecido."- Respondió Solomon, ampliando la imagen para detallar la maquinaria y las áreas etiquetadas con nombres técnicos que no entendía del todo. -"Esto explica muchas cosas. Logos no solo gobierna este lugar como un templo, también lo usa para manufacturar algo... pero aún no sé qué."-

María Magdalena lo miró preocupada. -"¿Puedes extraer esta información? No podemos correr el riesgo de depender solo de lo que vemos. Nuestra memoria no será suficiente para recordar toda esta estructura."-

Solomon sonrió ligeramente orgulloso de la inteligencia de María y buscó entre los aplicativos del dispositivo. -"Es más sofisticada que tu computadora. Tiene un sistema de output... es decir, de impresión o salida."- Explicó mientras sacaba una pequeña placa holográfica de uno de los compartimentos de la computadora. -"Podemos grabar todo esto aquí. Será un mapa tridimensional que podremos proyectar cuando lo necesitemos"- Según pensaba Solomon, esas computadoras estaban avanzadas varios siglos con respecto a la fecha de su muerte.

Con manos hábiles, Solomon activó el proceso de grabación 3D y el sistema comenzó a transferir los datos. La computadora emitió un leve zumbido mientras la placa holográfica capturaba la información mediante una interfaz que no pudo determinar si era mediante ondas electromagnéticas o de otro tipo.

Lo cierto es que no era una interfaz física. Pocos minutos después, el proceso terminó, y Solomon sostuvo la placa en su mano, examinándola a la luz tenue de la estancia. Presionó un botón y el mapa emergió proyectándose en todo su esplendor. Su tamaño inicial era de unos treinta por treinta centímetros, pero podía amplificarse o achicarse mediante movimientos cuidados.

La imagen holográfica tenía un menú, que permitía saltar entre el mapa grabado o los archivos de información almacenados.

-"Es increíble."- Dijo María Magdalena con un gritito apenas audible de entusiasmo. Estaba observando cómo el mapa tridimensional se desplegaba brevemente en el aire al activarlo. -"Esto podría ser justo lo que necesitamos para enfrentarnos a Logos."-

-"Sin duda." -Respondió Solomon mientras apagaba la computadora y devolvía la placa a un compartimento seguro de su vestimenta. -"Pero también nos pone en peligro. Si Logos sospecha que tenemos esto, todo podría acabar antes de que podamos usarlo."-

María Magdalena asintió con gravedad, entendiendo el riesgo que estaban tomando. Con sumo cuidado, recogió la computadora y se dispuso a devolverla al escritorio de Logos antes de que terminara su reunión. -"Tendremos que actuar rápido"- Dijo antes de salir de la estancia. -"Si vamos a usar esta información, no podemos esperar mucho tiempo"-

—"Debes devolverla a su lugar cuanto antes"— Le dijo en voz baja —"Yo trataré de llegar a este complejo industrial. Si no sabes nada de mí en los próximos días, busca a Julius y Lyara y cuéntales todo lo que hemos descubierto."-

María Magdalena lo miró con preocupación. —"Déjame ir contigo"— Suplicó —"Si algo pasa, necesitarás ayuda."-

Solomon negó con la cabeza, firme. —"No podemos, querida. No sabemos qué hay allá abajo ni cuánto tiempo me tomará. Será más seguro para ti quedarte aquí y seguir cumpliendo tu papel. Si ambos desaparecemos, Logos lo notará de inmediato, y todo nuestro trabajo habrá sido en vano."-

María Magdalena suspiró, comprendiendo la lógica detrás de sus palabras aunque no le gustara. Con un último intercambio de miradas, se despidieron. Ella se deslizó fuera de la estancia, tomando un camino oculto para devolver la computadora al escritorio de Logos sin ser vista.

Mientras tanto, Solomon no perdió el tiempo. Cargó agua y alimentos en su mochila. Se ajustó el cinturón y revisó la pequeña placa holográfica que llevaba consigo, asegurándose de que tuviera acceso al mapa tridimensional. Salió de la habitación que le había hecho sentir protegido, y con pasos cautelosos, comenzó a descender por los niveles inferiores del templo, eludiendo pretorianos y patrullas con la misma precisión que había mostrado al entrar.

A medida que bajaba el aire se volvía más pesado, y la iluminación artificial de las antorchas y lámparas se tornaba tenue y parpadeante. ¿Por qué antorchas y lámpara aquí? Se preguntó. La Fortaleza de Logos era, según sabía, el único lugar del planeta en donde había electricidad. Las antorchas eran lo único que tenían en el resto del planeta, pero... ¿aquí? Era otro misterio.

Tras un largo recorrido por pasillos serpenteantes y escaleras metálicas oxidadas que le llevaron al séptimo subsuelo, llegó a una estancia que ostentaba una entrada sellada con una enorme puerta de acero. Consultó el mapa proyectado por la placa holográfica y confirmó que estaba en el lugar correcto.

Con esfuerzo, empujó un panel lateral que activó un sistema de desbloqueo. Un motor eléctrico pareció activarse y la puerta se abrió lentamente con un chirrido mecánico, revelando un vasto complejo industrial oculto bajo la superficie de Elyndria. Solomon quedó sin aliento ante lo que veía.

Enormes máquinas zumbaban rítmicamente, generando un sonido constante que vibraba en el aire. Tubos y conductos se extendían en todas direcciones, conectando múltiples niveles de plataformas y estaciones de trabajo. Robots y drones industriales se desplazaban con precisión, operando maquinaria que parecía diseñada para una producción masiva. A lo lejos, destellos de luz azul y naranja iluminaban secciones enteras del complejo.

Solomon dio un paso cauteloso hacia el interior, observando cada detalle con atención. Sabía que lo que estaba viendo no solo era importante, sino potencialmente devastador si Logos lo usaba para algún propósito siniestro. Decidido, se adentró aún más, buscando cualquier pista que pudiera explicar la verdadera función de aquel lugar.

Sabía que no podía quedarse mucho tiempo, pero también entendía que esta podría ser su única oportunidad de descubrir la verdad.

Mientras Solomon se adentraba en el inmenso complejo, sus pasos resonaban en los pasillos de metal, casi ahogados por el zumbido constante de las máquinas. A medida que avanzaba, observó a robots que se parecían inquietantemente a los pretorianos, trabajando sin descanso e ignorándolo por completo. Sus movimientos eran precisos y sincronizados, como si obedecieran a un solo comando central. Transportaban piezas metálicas, ensamblaban componentes y supervisaban grandes cintas transportadoras que parecían no detenerse jamás.

El edificio subterráneo se extendía hacia abajo en un abismo que parecía no tener fin. Solomon consultó su placa holográfica, que confirmaba que había más de cien niveles por debajo de la superficie. Apenas podía imaginar el alcance de la operación que se llevaba a cabo allí.

Llegó a un ascensor que lo llevó a uno de los niveles más superficiales del complejo. Allí había una gran pista iluminada por luces intensas que lanzaban destellos blancos y rojos. Estacionados en fila, había decenas de aparatos de gran tamaño que le llamaron la atención. Parecían helicópteros, pero con un diseño mucho más futurista. Cada uno tenía una estructura equipada con enormes pinzas mecánicas y patas articuladas, diseñadas claramente para recoger carga del suelo sin necesidad de aterrizar.

Solomon se acercó con cautela, observando los detalles de estas máquinas. Las pinzas eran robustas y mostraban signos de desgaste, como si hubieran sido utilizadas con frecuencia. Algo se activó de repente. Asustado, se escondió en un rincón para no ser visto. Unas grandes compuertas en el techo se abrieron. Le recordaban a las inmensas compuertas que protegían los misiles nucleares que había visto en su vida en la Tierra. Varios helicópteros empezaron a arribar a la pista. Mientras descendían gradualmente, pudo distinguir que sus pinzas traían cuerpos de soldados. Humanos y aliens.

Una vez aterrizados, varios robots condujeron los cuerpos de los fallecidos a unas cintas transportadoras, que llevaban su carga a un túnel alejado, varios cientos de metros más allá.

Solomon no tardó en llegar a una conclusión inquietante: aquellas aeronaves eran usadas para recoger los cuerpos de los muertos en combate durante el "Sueño de la Muerte". Logos, los A-Quon o alguien más no quería que los habitantes de Elyndria vieran las operaciones de rescate de los cuerpos muertos por los helicópteros.

Un pensamiento escalofriante atravesó su mente. Recordó lo que Lyara y Julius le habían contado sobre los chips implantados en los soldados y los efectos que producían. Seguramente esos chips recibían una señal que hacía a los vivos desvanecerse durante estas operaciones de recuperación de cuerpos. Se estremeció al imaginarse a él y a otros soldados inmóviles y vulnerables mientras estas máquinas descendían del cielo para llevarse a sus compañeros caídos.

Todo indicaba que el propósito de aquel complejo industrial no solo era mantener la maquinaria de guerra de Logos, sino también ocultar las horribles realidades de sus operaciones. Solomon sabía que necesitaba encontrar más evidencias, pero el riesgo de ser descubierto era cada vez mayor. Aun así, con el corazón acelerado y la mente llena de preguntas, decidió continuar explorando, consciente de que lo que descubriera podría cambiar el curso de su lucha.

En el complejo industrial vio estructuras y sistemas computarizados que permitían la fabricación artificial de nuevos resucitados.

Los resucitados no eran robots metálicos, sino cuerpos vivos creados por algún sistema de clonación, a los que se les extraía el cerebro, que era reemplazado por un cerebro artificial controlado por el chip. Según veía, todos los que habitaban Elyndria eran organismos mixtos: cuerpos de carne y hueso, un cerebro artificial y una identidad personal copiada seguramente del Archivo de las Almas o algún sistema similar. Pensó que probablemente el chip no sólo podía emitir señales y transmitirlas, sino que albergaba la personalidad del individuo, su conciencia.

Mientras Solomon continuaba explorando el complejo industrial, llegó a una sección donde el ambiente parecía más estéril y avanzado tecnológicamente que en las demás áreas. Allí, a través de un cristal reforzado, vio cómo los cuerpos de soldados muertos eran llevados y depositados en una línea de ensamblaje que comenzaba con la extracción de los chips implantados en sus cerebros artificiales.

Las máquinas trabajaban con una precisión escalofriante: los brazos robóticos extraían los chips usados y los depositaban en un compartimento donde eran desechados o reciclados. Un nuevo chip, brillante y limpio, se implantaba en el lugar del anterior. Los cuerpos "reseteados" parecían reiniciarse, sus ojos se abrían brevemente antes de que fueran conducidos a otra cinta que los preparaba para regresar al campo de batalla o a sus funciones designadas. El proceso era frío, eficiente y carente de cualquier rastro de humanidad.

En la misma área, Solomon descubrió una máquina imponente. La reconoció como una moderna fábrica de microprocesadores que parecía ser el corazón de la producción de los chips de personalidad. Era inmensa, con varios brazos mecánicos que ensamblaban miles de chips por minuto. Las placas madre se creaban en cuestión de segundos, cada una grabada con una compleja estructura de datos que seguramente contenía los códigos necesarios para el control absoluto de las conciencias. Los chips se parecían exactamente a los que Lyara había encontrado en el cuerpo del soldado reseteado y que Julius también había visto en otra ocasión.

Se detuvo un par de minutos a observar los detalles, mientras su mente procesaba las implicancias de lo que veía. Los chips eran el núcleo de la tecnología que controlaba a los habitantes de Elyndria. Este complejo industrial recibía las mejoras por transmisión inalámbrica, las almacenaba en la personalidad de cada soldado en el Archivo de las Almas y, cuando el soldado fallecía, su personalidad mejorada por la experiencia, era trasladada a un nuevo cuerpo. Un sistema sin fin de perfeccionamiento bélico individualizado.

Todo el maldito planeta parecía diseñado para funcionar como una colmena gigantesca bajo el mando de una inteligencia central.

A medida que avanzaba, Solomon empezó a considerar una posibilidad inquietante: ¿y si Elyndria en sí mismo no era un planeta orgánico, sino una construcción artificial? Los patrones geométricos perfectos, la integración de estructuras naturales y tecnológicas, y la escala del complejo industrial sugerían que una raza superior debía estar detrás de todo esto. Los A-Quon, de quienes tanto se hablaba pero nadie había visto directamente, parecían ser los responsables. Si eran los arquitectos de este mundo, entonces Logos no era más que un intermediario, una figura que ejecutaba sus planes.

Mientras reflexionaba sobre estas cuestiones, Solomon encontró algo que confirmó sus peores sospechas. En una sala enorme, aislada y custodiada por pretorianos que patrullaban en patrones predecibles, descubrió lo que parecía ser el núcleo del sistema: una inmensa computadora central, con una serie de pantallas holográficas que proyectaban datos en tiempo real. Entre las proyecciones, pudo distinguir miles de rostros que se sucedían en las pantallas. Probablemente allí estaba el núcleo del "Archivo de las Almas".

El núcleo del sistema no solo almacenaba las memorias de las conciencias humanas, sino que también procesaba las mejoras, alteraba los patrones de conductas indeseadas y transfería la conciencia mejorada a los chips que se implantaban en los cerebros. Era el corazón de Elyndria, la fuente de identidad para los habitantes y la herramienta que los mantenía bajo control. Solomon se dio cuenta de que cualquier esperanza de reencarnación que tuviera algún soldado del planeta, pasaba por mantener esa computadora central.

La magnitud de lo que había descubierto lo abrumó. Elyndria no era un mundo de vivos ni de muertos, sino un sistema controlado por entidades superiores, diseñado para perpetuar una forma retorcida de existencia. Consciente de que cada segundo en el complejo aumentaba el riesgo de ser descubierto, Solomon se preparó para regresar con esta información crucial, aunque sabía que exponer esta verdad pondría en marcha una cadena de eventos impredecibles.

Pensó en la Tierra. En su familia. En todos los que habían vivido en ese planeta que se le hacía lejano y que quizá pertenecía a un universo diferente en esta maraña de mentiras. Todo lo que recordaba que era parte de la raza humana, probablemente eran las Memorias de Un Mundo Muerto.

FIN Capítulo 5 “El Mundo Subterráneo”

 




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