Reactor
Khepri
Marcus Ellan, el piloto de pruebas de la nave solar Osiris, preparaba la bitácora final del viaje.
La consola brillaba en tonos escarlata. Los paneles emitían pitidos que no tenían ya ningún propósito. La atmósfera olía a ozono, metal fundido y... muerte.
A través del visor cuarteado de su casco, Marcus contemplaba el fulgor interior del Reactor de Khepri, esa esfera viva, rutilante, que rugía como un dios herido.
La nave giraba lentamente, desangrándose en el silencio del espacio profundo, como un escarabajo herido que daba vueltas sobre su caparazón.
—"Khepri..."— susurró Marcus —"El que renace cada mañana. El que rueda el sol por el cielo con sus patas de dios."—
Le temblaban las manos. La piel bajo el traje protector comenzaba a inflamarse. Lo sabía bien: la radiación había traspasado las capas de blindaje como un cuchillo caliente atraviesa la cera. El reactor no había explotado por completo... como un capacitor expuesto a un voltaje excesivo, la cubierta de protección simplemente se había rajado, dejando una grieta mortal que mostraba el núcleo endemoniado que ahora le estaba matando poco a poco. Como si la mismísima deidad del Antiguo Egipto hubiera querido mostrarle la visión final de su núcleo, su única verdad.
Buscó torpemente el micrófono. Sus dedos ya no respondían bien. Había comenzado la fase final de su muerte. El sudor le caía en lágrimas verticales dentro del casco. Su voz sonaba hueca, fatigada, como si ya estuviera listo para atravesar al otro lado del río sagrado. Estaba a punto de traspasar el umbral.
—"Mensaje de emergencia. Esta es mi última transmisión... para Sarah... mi esposa. "—
Silencio.
La palabra “esposa” flotó unos segundos en la cabina. Nada vibró. Nada pulsó.
Y entonces, sin decidirlo del todo, algo dentro de sí cambió de rumbo. Hubo un cambio en su alma.
—"No. No para ella. Este mensaje es... para Ann Vorell."—
El reactor zumbó como si celebrara la elección. La consola se estabilizó por un momento. Las luces se alinearon como en una sinfonía. La Osiris pareció escuchar el mensaje. O algo más allá de los límites de la nave.
—"Ann... sé que no debería usar este canal para esto. Ni esta muerte para llamarte. Ni este preciso instante. Pero mientras mi cuerpo se retuerce por la radiación... sólo puedo pensar en ti. En tu voz. En tu cabello atado con esos elásticos de laboratorio. En la forma en que me hablabas en el café, como si fuera un colaborador más de tu equipo." — Hizo una pausa.
Afuera, el espacio se plegó suavemente. Como si algo lo acariciara en su agonía. Como si la galaxia respirara lentamente al esperarlo.
—"Nunca volví. Ni siquiera lo intenté. Me hicieron creer que una vida contigo podía ser una distracción, un lastre emocional para un piloto de pruebas. Me convencieron. O peor aún... me dejé convencer."—
Un chasquido eléctrico en el tablero. Una gota de sangre se deslizó desde su frente. Sus ojos comenzaron a ver doble. Pero dentro de sí mismo, su mente seguía clara. Como si la muerte fuera una especie de revelación, o respetara los últimos momentos del astronauta.
—"Ann... el 'Reactor de Khepri' no era sólo un generador. No lo diseñaste para eso, ¿verdad? Tenía algo más. Tú sabías. Sabías que si moría dentro de la nave... renacería otra vez. Que esa chispa que mueve el sol interno del reactor podía reescribir el alma."—
El reactor vibró con intensidad. Los niveles de radiación se dispararon. Pero no hubo terror en el experimentado piloto. Solo la epifanía.
—"Tu experimento no era con átomos. Era con las oleadas de tiempo. Ahora puedo verlo."—
Afuera, el espacio pareció curvarse. No como se describe en los libros de física, sino como en las inscripciones de los templos antiguos: como un jeroglífico viviente, o como un dios que ríe desde el reverso de las cosas.
Marcus sonrió, mientras su cuerpo se transformaba lentamente en una constelación de dolencias.
—"Si me estás escuchando... o lees este mensaje en algún rincón del futuro... quiero que sepas que volveré a encontrarte. No sé cómo, ni cuándo. Pero este reactor... esta deidad del sol naciente... Khepri no mata... Gira en un torbellino de tiempo. Y al girar, recomienza los ciclos."—
El mensaje fue enviado. Un chispazo de antimateria lo proyectó a través de la red de sondas solares que orbitaban Júpiter. De un modo u otro, llegaría a la Tierra. Tardaría unos minutos. O siglos. A Marcus le daba igual.
Pero sabía que en algún momento, alguien lo recibiría.
...
Tiempo después...
Una mujer madura, vestida de bata, examinó una señal extraña que llegó desde un satélite olvidado. Su nombre era Ann Vorell. Hacía tiempo que había dejado la astrofísica activa. Pero ese día algo la sacó de su retiro. Un mensaje desconocido llegó a su computadora. Al ver el origen del mensaje, se le erizó la piel.
Al terminar, la voz de Marcus dijo —"Si me estás escuchando... volveré a encontrarte."—
Ella sonrió. Y lloró.
...
Una forma luminosa cruzó la cabina, como un escarabajo de luz empujando un sol invisible.
El universo se apagó. Como un telón que cae.
Solo hubo oscuridad y silencio.
Luego, una explosión de luz. Un zumbido tibio. La vibración del aire húmedo de un pasillo universitario.
Marcus tenía veinte años. Llevaba carpetas, libros, y un café que se le volcó mientras giraba en una esquina.
Del otro lado, una joven lo chocó sin querer. Ella sonrió.
—"Perdón... ¡No estaba mirando!"—
—"Yo tampoco. No te preocupes."—
Se miraron, y por un momento, el mundo se detuvo.
Ella extendió su mano.
—"Ann. Ann Vorell."—
Marcus no supo por qué, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—"Mucho gusto"— dijo —"Soy Marcus Ellan."—
...
En el cielo, invisible al mundo, Khepri rodó su disco dorado una vez más.
FIN
Tags:
#CienciaFicciónFilosófica
#SciFiMística
#AmorYEspacio
#MitologíaEgipcia
#ReencarnaciónCósmica
#ReactorNuclear
#AstronautaMoribundo
#MensajeFinal
#SciFiPoética
#AmorPerdido
#Trascendencia
#RodriacCopen
No hay comentarios:
Publicar un comentario