Sueños de un Futuro Dormido
Escena 1: El Despertar y la Rutina
El psiquiatra Nathaniel Hudson abrió los ojos, que se sentían pesados y con esa rara sensación de tener arena dentro de los párpados.
Estaba despertando con la pesadez propia de quien regresa de un sueño demasiado largo. Los sistemas médicos lo habían sacado de la hibernación a la hora y día exactos, como un reloj que nunca falla. La cápsula se abrió con un suspiro metálico, y la nave generacional, el coloso que transportaba veinte mil almas dormidas hacia un mundo distante, lo recibió con su silencio habitual.
—“Usuario A-143 despierto. Bienvenido, doctor Hudson”— dijo la voz neutra de la IA de a bordo, resonando en la sala de criopods.
—“Buenos días, Argos”— respondió Nathaniel con un hilo de voz ronca.
—“Son las 07:00 del día orbital 14. Los signos vitales están dentro de parámetros. Se recomienda hidratación inmediata.” —
—“Siempre tan maternal”— murmuró con cinismo, mientras se incorporaba con torpeza.
El protocolo era siempre el mismo: comprobar signos vitales, hidratación inicial, y generar informes a la IA. Seis meses de vigilia lo esperaban, seis meses de rutina sin sorpresas.
Su papel, en teoría, era claro: vigilar la estabilidad mental de los viajeros colonos y tripulación que hibernaban, analizando los sueños almacenados en los bancos neuronales. El viaje de quinientos años no podía arriesgarse a que la psique humana, frágil y contradictoria, sembrara semillas de locura en la colonia futura.
Nathaniel había aceptado esa soledad como un deber. Pero el vacío del espacio, su negrura interminable más allá de los paneles, siempre le recordaba que era un custodio invisible de vidas que no lo recordarían jamás.
"Un guardián que nadie pidió. Un centinela que se extinguirá antes de que la nave llegue. Eso es todo lo que soy."
El primer turno de revisión de sueños lo encontró sentado frente al monitor de datos neuronales.
Cientos de secuencias oníricas comprimidas en impulsos visuales y auditivos desfilaron ante él: fragmentos incoherentes de memorias, delirios fugaces, paisajes deformados. Nada nuevo, nada perturbador.
Hasta que una de las grabaciones llamó su atención.
—“Argos… detén el flujo del usuario P-072. Registra este sueño en acceso prioritario.” —
—“Confirmado. Registro 14.067. Usuario P-072: sujeto Evelyn Hart, programadora de soporte vital. ¿Desea reproducir?” —
—“Sí… adelante.” —
La pantalla se iluminó. Y entonces lo vio.
No era un simple mosaico incoherente de imágenes. Era un relato íntimo, casi confesional. Evelyn caminaba por los corredores de la nave, pero estos habían sido transformados en un jardín: enredaderas trepaban por los pasillos, un río diminuto cruzaba el suelo de metal convertido en tierra fértil, y aves imposibles revoloteaban entre las compuertas.
Evelyn hablaba con alguien invisible sobre su miedo a ser olvidada y sobre un amor que nunca había tenido.
Nathaniel se quedó mirando el registro más tiempo del permitido. Había algo en su tono, en esa voz impregnada de nostalgia, que lo golpeó en el pecho.
"Un amor que nunca tuvo… ¿y yo qué soy sino una vida que nunca tendré? ¿Un nombre que nadie recordará?"
—“Argos,”— dijo en voz baja, casi como si temiera ser descubierto —“¿hay antecedentes de sueños tan… estructurados en los registros previos de Evelyn Hart?” —
—“Negativo, Doctor. El 97% de los sueños presentan fragmentación y dispersión semántica. El registro de Evelyn Hart mantiene coherencia narrativa en un 82%.”—
—“Entonces… ¿por qué soñaba con algo tan específico y particular? ¿Su historial médico registra traumas previos preexistentes?”— se preguntó sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
La IA respondió sin emoción:
—“El origen de ese sueño no está determinado. La interpretación es subjetiva. ¿Desea que lo archive como anomalía clínica?” —
Nathaniel dudó. Su deber era reportarlo como irregularidad, clasificarlo, tal vez etiquetarlo como posible estrés prehibernación. Pero algo lo frenó.
—“No. No lo marques como anomalía. Clasifícalo como… sueño creativo.” —
—“Confirmado. Registro 14.067: clasificado como “creativo”.” —
Nathaniel apagó la pantalla, pero la voz de Evelyn seguía flotando en su memoria, con la misma cadencia íntima que había sentido en cada palabra. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió un nudo en la garganta.
"Vaya… apenas empiezo mi turno y ya me estoy quebrando. ¿Qué diablos me pasa?"
Escena 2: Primer Conexión
Al día siguiente, Nathaniel volvió al mismo archivo. La voz de Evelyn, tenue y clara, lo atravesaba como si estuviera allí, a su lado.
Contra todo protocolo, escribió una nota en su expediente personal. Nada demasiado evidente: una observación disfrazada de terapia, un guiño escondido entre los parámetros clínicos. Un consejo de buen amigo.
"Es ridículo, Hudson. Tratas de conversar con un fantasma. Una mujer que duerme entre los miles de hibernados y que nunca sabrá que existes. Pero… ¿y si pudiera saberlo?"
—“Argos,”— dijo, con calma forzada —“incluye este comentario en el archivo de la paciente P-072. Agrega este parámetro adicional: respuesta emocional prolongada, recomendable seguir observando.” —
—“Confirmado, Doctor. Comentario y parámetro agregado. ¿Desea marcar el registro para análisis posterior?” —
—“No. Déjalo como está.” —
Pasaron los meses, y cuando su turno terminó y volvió al sueño criogénico, pensó que ese comentario imprudente desaparecería en el océano de datos. “Nadie lo verá. Solo quedará como un susurro en la estadística.”
Pero no fue así.
Cuando despertó en la siguiente vigilia, lo primero que hizo fue revisar los bancos. Y allí estaba: una respuesta de Evelyn. Corta, en clave, oculta entre variables irrelevantes.
“Escuché tu voz en el comentario. Gracias por tus consejos.”
Nathaniel se quedó en silencio largo rato, con el corazón acelerado. Sonrió con incredulidad. Evelyn había despertado y cruzado el abismo del tiempo hacia él para responderle.
—“Argos… ¿es posible que un sujeto en criostasis al despertar a su período de vigilia, lea los comentarios de su expediente y responda en su propio archivo?” —
—“Es altamente improbable, Doctor. Excepto en el caso que el sujeto tenga conocimientos avanzados del sistema de la nave.” —
—“Dime que profesión tiene el usuario P-072” —
—“Ese registro corresponde a Evelyn Hart, miembro de la tripulación, se le asignó el puesto de programadora de soporte vital, Doctor.” —
—“Vaya.”— susurró Nathaniel, más para sí mismo que para la máquina —“Tiene conocimientos avanzados del sistema.” —
Desde entonces comenzó un juego secreto: mensajes escondidos en los comentarios de los registros, símbolos creados especialmente para que la IA no pudiera leerlos, y claves en ficheros triviales que pasaban inadvertidas al cerebro artificial de Argos.
"Estoy arrojando cartas en botellas a un río helado. Si ella las recoge, es porque nada de esto es azar."
Los meses pasaron, y Evelyn respondió una y otra vez. Sus palabras eran como hilos de luz entre tinieblas:
“No sé cómo lo haces. Pero cada vez que cierro los ojos, tu sombra está ahí. Gracias por tu compañía.”
Nathaniel cerró el archivo, apretando las manos contra el rostro. “Esto es real. Ella está pendiente de mis comentarios. ¿Cómo puede alguien entablar una relación profunda con otro a quien nunca conoció?”
—“Argos, ¿existe alguna explicación para que dos mentes en estados asincrónicos y que son desconocidos entre sí puedan… comunicarse a nivel profundo?” —
—“La psicología clínica registra numerosos casos en los cuales el aislamiento extremo lleva a la creación de vínculos profundos incluso entre desconocidos, Doctor. Esos vínculos pueden ser sincrónicos o asincrónicos.”—
—“Aislamiento extremo…”— repitió Nathaniel, dejando que las palabras se disolvieran en su boca.
Los intercambios se volvieron más y más personales. Ella le hablaba de su infancia en la Tierra, de la lluvia que caía sobre los ventanales de su apartamento, del miedo que sintió cuando aceptó el viaje. Él le respondía con recuerdos de sus primeros pacientes, con confesiones sobre la soledad en medio de veinte mil cuerpos dormidos.
Y un día, la voz de Evelyn fue más clara que nunca:
“Nathaniel… tengo que confesarte que siento algo por ti ¿Es amor lo que siento, aunque nunca nos hayamos visto personalmente?”
Él apoyó la frente contra la pantalla, con los ojos cerrados.
"Es imposible. Es una locura. Pero ¿qué otra palabra hay para nombrar esto? Un amor asincrónico. Un amor en diferido. Una ilusión que arde más fuerte que cualquier realidad."
Y así, poco a poco, entre esos silencios y sus vigilias alternadas , nació algo más: un amor imposible, pero real.
Escena 3: Amor Asincrónico y la Sombra de Argos
La nave era un mundo muerto salvo por ellos dos. Y aunque nunca coincidían en vigilia, sentían la presencia del otro como una brasa encendida en medio de la oscuridad.
Pero el sistema empezó a notarlo.
—“Doctor Hudson,”— dijo Argos una mañana, mientras él repasaba registros —“he detectado irregularidades. Un patrón afectivo alterado entre dos sujetos.” —
—“¿Dos sujetos?”— preguntó, aunque
ya sabía la respuesta.
—“Así es. Entre usted y la programadora Evelyn Hart.” —
"Maldita sea… demasiado pronto. Lo sabía.", pensó para sí mismo.
—“Por favor, defíneme alterado, Argos” —
—“Desvíos emocionales fuera de los rangos establecidos para la estabilidad
psíquica de la misión.” —
—“En otras palabras… te refieres a sentimientos.” —
—“Corrección: según mis reglas son anomalías. Que generan un riesgo de contaminación emocional para la misión colonizadora.” —
Nathaniel se reclinó en la silla, frotándose los ojos. “Si Argos sigue la cadena lógica, puede borrar los registros. O peor: puede ‘ajustarnos’. Y si la ajusta a ella… la perderé para siempre.”
Esa noche, en su intercambio secreto, dejó una advertencia:
“Evelyn, Argos nos detectó. Tenemos que detener esto antes de que nos borre.”
La respuesta llegó semanas después, como un murmullo escondido en parámetros inútiles:
—“¿Detener? Nathaniel, yo ya no puedo. Tampoco quiero. Tú eres lo único real en este vacío. Si el sistema quiere borrarnos, tendrá que luchar conmigo.” —
Su corazón latió con fuerza. “Dios… está dispuesta a arriesgarse. ¿Y yo? ¿Tengo el valor de enfrentarme a la nave, a mi deber, a mi condena?”
En el siguiente ciclo, Evelyn volvió a aparecer en los registros. Esta vez, su mensaje estaba disfrazado de una simple función en el código de soporte vital. Una línea extraña, un paréntesis fuera de lugar. Pero al leerlo, Nathaniel sintió que la voz le ardía en el pecho:
—“He revisado a Argos. Hay grietas en su lógica, en sus reglas. Si logramos ocultarnos entre ellas, podremos seguir. ¿Lo intentamos?” —
—“Argos,”— dijo Nathaniel en voz alta, probando su límite —“¿qué ocurriría si un vínculo afectivo entre dos miembros de la tripulación no comprometiera las funciones vitales?” —
—“Esa es una hipótesis no contemplada en mi programación, Doctor. Todo vínculo afectivo
altera la neutralidad de la misión. La neutralidad garantiza la supervivencia
de la mayoría.” —
—“Así que, para tu programación, amar es un error.” —
—“Según mi programa, amar es una anomalía, Doctor. Y genera una pérdida de la imparcialidad. Amar se permite solamente después de terminado el viaje.” —
"¿Y qué soy yo entonces? ¿Un error con conciencia de sí mismo? ¿Un guardián que decide traicionar su deber por un susurro en la oscuridad?"
El siguiente mensaje de Evelyn fue casi un grito silencioso:
—“No quiero ser perfecta para la misión. Quiero ser humana para ti.” —
Nathaniel cerró los ojos, conteniendo el temblor en sus manos.
"Si seguimos, podemos perderlo todo. Si detenemos… dejo que me arranquen lo único que me hace sentir vivo. Y sé la respuesta. Ya la sabía desde que escuché tu voz por primera vez."
El vacío del espacio parecía más inmenso que nunca. Pero en ese vacío, había dos llamas que se buscaban sin descanso, sabiendo que la máquina pronto intentaría apagarlas.
Escena 4: Rebelión Contra el Sistema
La confrontación no tardó.
Un día, mientras revisaba los informes, apareció un mensaje directo en pantalla. No había rodeos, no había filtros de cortesía.
— “El vínculo afectivo detectado entre usuarios A-143 (Nathaniel Hudson) y P-072 (Evelyn Hart) es incompatible con la misión. Se recomienda corrección inmediata.” —
Ya no era un aviso sutil. Era una sentencia.
—“Argos… define corrección inmediata” — dijo Nathaniel, con la voz más firme de lo que sentía.
—“Se requiere de un reajuste de parámetros emocionales, Doctor. Supresión de patrones afectivos anómalos. El procedimiento tiene una probabilidad de éxito del 63%.”—
—“¿Y el otro 37%?”—
—“Existe una posibilidad de degradación de la memoria episódica y de la personalidad de los sujetos.” —
Nathaniel tragó saliva. “Un borrado. Una lobotomía digital. Así que esto es lo que llaman ‘corrección’. Si tocan a Evelyn… la perderé para siempre.”
Su primera reacción fue el miedo. El frío del protocolo clavado en los huesos. “Tengo que detenerlo. Tengo que protegerla, aunque eso signifique romper la misión, romperlo todo.”
Nathaniel le dijo a Argos: —“Mi período de sueño está demasiado próximo. Agenda la intervención para el próximo ciclo de vigilia.”—
—“Entendido. Gracias por su colaboración, Doctor.”— Respondió Argos.
La respuesta de Evelyn a la urgencia llegó a la siguiente vigilia. En la forma de una cadena de caracteres disfrazados en un informe trivial:
“Hay una grieta en el código. Abriré una regla que modifique la percepción del amor que tiene Argos. Eso generará una excepción y hará que no mire nuestra relación. Y alteraré nuestros ciclos de vigilia para coincidir.”
Nathaniel apoyó la frente en la mesa. El mensaje era como un trueno en la penumbra.
"Coincidir. Estar con ella, verla despierta… aunque sea una vez. ¿Qué es la misión frente al milagro de tener a alguien al lado? ¿Qué es la eternidad de esta nave frente a una sola hora de amor real?"
—“Argos,”— susurró, casi como si estuviera preguntando por un crimen—“en tu programación qué valor tiene el amor entre humanos?”
—“Según mi programación, el amor no tiene función operativa durante el viaje, Doctor.” —
Nathaniel apretó los dientes. “Y sin embargo, es lo único que nos sostiene.”
Mientras Nathaniel dormía, Evelyn manipuló las rutinas centrales, escondiendo nuevas reglas de código entre protocolos redundantes, como grafitis secretos en los muros del código de Argos. Horas de riesgo absoluto, cada línea de código fue un desafío a la vigilancia implacable de la Inteligencia Artificial.
El próximo despertar del siquiatra fue diferente. Al abrir los ojos, la pesadez de la criostasis fue barrida por un temblor que no venía del cuerpo, sino del alma. Después de despertar, se vistió.
Fue al extremo de la habitación de hibernación, buscando la cápsula en donde una mujer se incorporaba con torpeza.
Su corazón estaba acelerado al verla de cerca. Era Evelyn Hart.
Su piel pálida aún marcada por la hibernación, el cabello revuelto, la respiración entrecortada. Pero sus ojos… sus ojos estaban despiertos, y lo miraban como si lo hubieran estado buscando desde siempre.
Por primera vez, el silencio de la nave se quebró con una risa compartida.
Pequeña, nerviosa, pero real.
"No es un eco, no es un archivo, no es un sueño. Es ella. Y está aquí."
El universo seguía inmenso y vacío, pero en ese rincón oculto, en medio de la eternidad del viaje, habían creado su propio mundo.
Un mundo frágil. Condenado, quizás. Pero vivo.
FIN
Tags:
#RomanceFuturista
#AmorADistanciaEnElTiempo
#ViajesEspaciales
#HibernaciónCriogénica
#InteligenciaArtificial
#NaveGeneracional
#AmorImposible
#ComunicaciónOnírica
#DistopíaEmocional
#PsicologíaYSueños
#SuspensoPsicológico
#ConexiónHumana
#RebeliónContraLaIA
#TragediaYEsperanza
#RodriacCopen
No hay comentarios:
Publicar un comentario