Tormenta Roja
La teniente Brenda Ivanova y el piloto Ralph Brown formaban parte de la misión Ares XII, cuyo objetivo era encontrar depósitos de agua en el subsuelo de Marte para establecer una base permanente.
La expedición había descendido en Arcadia Planitia, una de las mejores candidatas porque tenía hielo subterráneo accesible y terreno relativamente plano, ideal para futuras misiones humanas.
Durante una caminata exploratoria a 12 kilómetros del refugio, una extraña anomalía magnética interrumpió sus comunicaciones con la base y provocó un fallo en sus sistemas de navegación. Antes de que puedan orientarse, el viento empezó a silbar con una intensidad creciente. Brenda revisó los sensores de su traje y su rostro se tensó.
Brenda dijo con preocupación -"Viene una tormenta, Ralph. Y es grande."-
Ralph respondió perspicaz -“Genial. Siempre quise morir asfixiado en un planeta sin vida.”-
Brenda sonrió, pero respondió con urgencia -“Cierra la boca y muévete. Tenemos que volver a la base.”-
Las tormentas podían durar días o semanas, muy parecidas a las tormentas de polvo en los desiertos terrestres, pero con partículas más finas y electrostáticamente cargadas.
Las ráfagas de polvo ya los envolvían, reduciendo la visibilidad a menos de un metro. La densa nube de polvo oscurecía la luz del Sol y dificultaba la navegación. El polvo estaba cargado eléctricamente e interfería las señales de radio.
Sin señales del sol o de las balizas de la base, Brenda y Ralph debían confiar en su ingenio y orientación para regresar. Pero mientras avanzaban a ciegas, sus botas golpean algo inesperado: una pendiente abrupta.
Ralph detuvo a su compañera del brazo para decir -"¡Alto! Tenemos un problema. No recuerdo que hubiera un maldito cañón aquí."-
Brenda meneó la cabeza -"Ni yo… y eso me preocupa."-
Mientras tanteaban el suelo, el polvo generó una descarga eléctrica y, por un breve instante, la arena iluminada reveló algo enterrado: una estructura metálica de origen desconocido.
Brenda tocó la superficie con su mano enguantada y, contra toda lógica, una compuerta se abrió. Dentro, encontraron un túnel artificial.
Ralph dijo con incredulidad -"Dime que esto es una broma. ¿Una estructura enterrada?"-
Brenda contestó -"No lo sé. Pero es entrar a eso o morir sepultados."-
Ralph parecía confundido -"Nada de esto tiene sentido, Brenda. ¿Cómo demonios hay algo así aquí?"-
Brenda optó por ser pragmática. La situación era peligrosa -"No tengo idea. Pero si esto nos ayuda a salir vivos, luego preguntamos."-
En medio de la tormenta marciana, los astronautas Brenda Ivanova y Ralph Brown logran entrar a un largo pasillo metálico, con paredes cubiertas de una pátina oscura y una serie de puertas cerradas, cada una marcada con símbolos extraños.
El lugar no parecía humano. No habían inscripciones reconocibles, ni tecnología obvia. Solo un corredor en penumbras y un zumbido de fondo, casi imperceptible, como si algo aún estuviera funcionando.
La compuerta se cerró suavemente, aislándolos de la tormenta exterior. Al cerrarse, un botón rojo se iluminó de repente.
Cuando intentaron comunicarse con la base, sus radios emitieron estática con fragmentos de voces distorsionadas. No reconocieron a las voces habituales de la Tierra... ni de ellos mismos.
Ralph preguntó -"¿Escuchaste eso?"-
Brenda dijo -"Dime que soy yo repitiéndome en eco."-
Ralph negó con la cabeza -"No lo parece."-
Las puertas que se distribuían en el pasillo no se abrían manualmente, pero al tocar una de ellas, Brenda sintió una descarga eléctrica suave, mientras la puerta emitió un clic. El metal de la puerta se deslizó suavemente... revelando un cuarto vacío con una silla metálica en el centro. Sobre la silla, vieron algo imposible: un casco de astronauta humano... antiguo, polvoriento, con un diseño jamás usado en ninguna misión.
Ralph revisó la escafandra y encontró algo inquietante: un logotipo de la NASA... de una misión que no existió en ningún registro.
De repente, una segunda puerta, más adelante en el pasillo, se abrió sola. De su interior se escuchó un paso lento, metálico.
Brenda echó un vistazo a Ralph. Su compañero se había puesto rígido, con los ojos fijos enfocados en la puerta entreabierta. El sonido de pasos metálicos resonó en el pasillo, lento, metódico. Mientras ambos estaban en un expectante silencio, desde el pasillo resonó la voz de Brenda diciendo:
—"Ralph, tenemos que salir de aquí... Ahora."-
No era una grabación distorsionada. Ni fue estática. La voz sonó exactamente a la de Brenda Ivanova. Cada entonación, cada pausa. Pero Brenda no había hablado.
Ralph, con cuidado, extrajo su cuchillo de exploración, y se acercó un paso.
—"¿Quién está ahí?"— Exigió saber con su voz reverberando en el pasillo metálico.
Silencio. Luego, sucedió algo más inquietante.
—"Ralph..."— Ahora era el sonido de su propia voz la que respondió desde el interior de la habitación —"No abras la puerta."-
Brenda sintió un escalofrío bajo su traje presurizado. Ralph se volteó hacia ella, con una expresión que mezclaba confusión y miedo.
—"Esto no es posible."- Titubeó
Brenda escaneó la pared con su linterna de casco. Los símbolos tallados sobre las puertas parecían moverse al mirarlos demasiado tiempo. Como si no estuvieran grabados, sino vivos.
De pronto, la puerta al fondo del pasillo se abrió sola con un sonido pesado, revelando una habitación aún más grande. Y dentro pudieron ver algo que desafiaba toda lógica.
En el centro de la estancia tres cápsulas de cristal, cubiertas de polvo, estaban conectadas a una máquina que emitía un débil resplandor azul. Pero lo que realmente los dejó sin aliento es lo que había dentro de las cápsulas.
Eran ellos mismos.
Brenda echó un paso atrás. Dentro de la cápsula más cercana, una mujer idéntica a ella, con el mismo traje de misión, flotaba en suspensión. Sus ojos estaban cerrados, como en un sueño criogénico. Ralph se acercó a la segunda cápsula, donde encontró su propio reflejo dormido.
—"Esto no tiene sentido."- Balbuceó con voz quebrada.
Brenda observó la tercer cápsula, la única que estaba vacía. La pantalla a su lado mostró un texto en un idioma incomprensible, mientras su interfaz proyectaba un contador regresivo. Faltaban menos de dos minutos para llegar a cero.
La tormenta afuera arreciaba, y el suelo bajo sus pies temblaba. Algo se activó en la estructura.
La voz volvió a activarse.
Pero esta vez, venía de todas partes.
—"El ciclo se repite. No abran la tercera cápsula."-
Brenda intercambió miradas con Ralph. Sus dobles seguían dormidos en las cápsulas. Si ellos estaban allí, caminando en ese pasillo... entonces ¿quiénes eran los que estaban en las cápsulas?
El contador seguía bajando.
00:01:14... 00:01:13...
Tenían menos de un minuto para decidir.
Retrocedieron hasta la escotilla principal. Ralph presionó el botón rojo iluminado. La escotilla se abrió y salieron. Se produjo un desello que iluminó momentáneamente la tormenta y les reveló la dirección correcta al refugio.
Ralph gritó -"¡Ahí está la base! ¡Vamos, vamos, vamos!"-
Con incredulidad la estructura comenzó a hundirse en la arena, como si nunca hubiera estado allí.
Tras unos instantes de duda, corrieron a través del vendaval, luchando contra la presión del viento y la arena que golpeaba sus visores. Cuando finalmente llegaron a la base, jadeantes y cubiertos de polvo, el sistema de comunicaciones parpadeó con una nueva señal.
Brenda exclamó -"Dime que eso viene de la Tierra."-
Ralph consultó la consola y respondió -"No lo creo…"-
Después de unos instantes, un mensaje codificado llegó a su consola. La señal no provenía de la Tierra... sino de Marte mismo. Esa una señal de S.O.S.
Al revisar sus grabaciones, todo estaba en blanco.
FIN
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