miércoles, 22 de marzo de 2023

Historia: "El Archivo de las Almas"

 

El Archivo de las Almas

Genero: Ciencia Ficción, Distopía, Intriga

Tags: Conciencia digital, Transhumanismo, Relaciones post-mortem, Mentes almacenadas, Humanidad vs tecnología, Existencia digital

 

Capítulo 1: El Archivo Digital

Balthazar estaba en su habitación, esperando por Lizbeth. Conectado a la interfaz de comunicación, disfrutaba de una atmósfera tranquila, que dejaba ver a través de las ventanas unas luces suaves que mostraban un idílico atardecer. Lizbeth apareció después de solo algunos segundos de espera, atravesando la puerta radiante y mostrando una amplia sonrisa al verle. Él luchaba con sus emociones.

Lizbeth le dijo sonriendo -"¡Balthazar! ¡Me alegra tanto verte!"-

Balthazar tenía una expresión melancólica al responder -"Me alegra que estés aquí, Liz."-

Lizbeth miraba alrededor -"Este lugar es hermoso. ¿Te has dado cuenta de cómo los colores brillan más aquí? No creo recordar esta habitación..."-

Balthazar tragó salida antes de responder -"Sí, el lugar es increíble. Aunque a veces… me siento perdido."-

Lizbeth pareció sorprendida -"¿Perdido? ¿Por qué dirías eso?"- Se acercó a él -"Puedes hablar conmigo Estoy aquí, ¿no? Estamos juntos. Y eso es lo que importa."-

Balthazar lanzó un largo suspiro -"Claro... juntos. Quería hablarte sobre algo... Hay algo que no puedo dejar de sentir. A veces creo que no eres la misma."-

Lizbeth frunció el ceño -"¿Por qué dices eso? Estoy aquí contigo, como siempre."-

Balthazar intentó explicar en un tono suave -"Es que... tus respuestas, parecen... diferentes. Como si estuvieras tratando de evitar confrontarme."-

Lizbeth rio suavemente -"Balthazar, siempre has sido un pensador profundo. No hay nada de qué preocuparte. Soy la misma de siempre. Y estoy feliz. ¿No sientes lo mismo?"-

Balthazar le miró a los ojos -"Te extraño. Te extraño de maneras que no puedo explicar. A veces, siento que no puedo tocarte realmente, que esto... es solo un espejismo."-

Lizbeth pareció algo conmovida mientras le tomaba de las manos -"¿Pero qué dices? Aquí estoy, frente a ti. No tienes que dudar de lo que sientes. Te amo, y eso no ha cambiado."-

Balthazar apretó la mano de su novia -"Te amo, Lizbeth. Pero hay momentos en que me siento como si estuviera hablando con una versión de ti que no es la verdadera."-

Lizbeth le miró con ternura -"Soy la de siempre. Eso es lo que realmente importa. Y estamos juntos en este momento. No deberías preocuparte por cosas que no tienen sentido. Disfrutemos de lo que tenemos."-

Balthazar asintió con tristeza -"Tienes razón. Pero a veces... siento que hay algo que no me estás diciendo."-

Lizbeth le miraba intensamente al decir -"Balthazar, no hay secretos entre nosotros. Solo quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti."-

Balthazar pareció desesperarse -"Y yo quiero creerlo, Liz, claro que sí. Pero, ¿qué pasa si no fuera así? ¿Qué pasaría si te alejas?"-

Lizbeth respondió con una risa ligera e inocente. Parecía genuinamente despreocupada -"No deberías preocuparte. Estoy contigo, en esta vida y en cualquier otra. No tengo intenciones de irme."-

Balthazar respondió con una mezcla de amor y dolor -"Espero que tengas razón. A veces, me gustaría que esto fuera tan simple como tú lo ves."-

Lizbeth le acarició el rostro -"Lo es, amor. Solo necesitas abrir tu corazón y aceptar lo que tenemos. Juntos podemos enfrentar cualquier cosa."-

Balthazar intentó sonreír débilmente -"Te amo, Liz. Y quiero creer en nosotros, aunque una parte de mí… no puede evitar sentir miedo."-

Lizbeth acercó su rostro tanto que el hombre pudo sentir su aliento -"No hay lugar para el miedo aquí. Solo amor. Así que, ¿qué tal si hacemos un trato? Hoy, olvidemos lo que nos preocupa y disfrutemos de nuestro tiempo juntos."-

Balthazar terminó por asentir -"De acuerdo. Hoy seré feliz contigo, aunque en el fondo, hay cosas que no puedo responder."-

Lizbeth se animó mientras le brindaba una sonrisa radiante -"Eso es todo lo que pido. Ahora, ven, vamos a la cama."-

Mientras iban tomados de la mano, una parte de Balthazar no pudo dejar de asombrarse por lo que los hombres habían logrado. No había nada que mostrara una fisura en el mundo de Godor.

Solo unos pocos años antes, la humanidad pudo desarrollar la tecnología necesaria para almacenar las conciencias de las personas fallecidas en un inmenso archivo digital. Ahora los muertos que habían sido escaneados, habitaban un mundo virtual de proporciones fantásticas llamado Godor.

Godor era casi indistinguible del mundo real. Los vivos que se comunicaban con los habitantes de Godor, lo hacían gracias a implantes subdurales que funcionaban como interfaces que permitían a los vivos vagar entre el mundo real y el virtual sin rupturas con la realidad. La tecnología que almacenaba las conciencias de los muertos y controlaba todas las funciones de Godor era una Inteligencia Artificial omnipotente llamada Néxar.

Balthazar era un programador brillante pero emocionalmente devastado por la reciente muerte de Lizbeth. Algunos años atrás, había trabajado en el desarrollo de Godor y en las interfaces de comunicación, y ahora veía esa tecnología desde una nueva perspectiva, y con sentimientos encontrados.

La humanidad había alcanzado un hito tecnológico inimaginable cuando alcanzó la capacidad de almacenar las conciencias de los muertos en el inmenso archivo digital controlado por Nexar. Ese avance no solo revolucionó la comprensión de la vida y la muerte, sino que también planteó profundas cuestiones filosóficas y éticas sobre la naturaleza de la existencia misma.

El archivo no era una simple base de datos; estaba integrado al universo paralelo de Godor, un mundo virtual de proporciones colosales, que simulaba la realidad con una fidelidad perturbadora. En Godor, cada rincón, cada paisaje, y cada interacción eran tan vívidos que desdibujaban la línea entre lo real y lo virtual.

Al mundo virtual lo habitaban las conciencias de los fallecidos, quienes experimentaban una existencia como si nunca hubieran dejado de existir. Godor era un lugar donde la eternidad se presentaba como un espectáculo fascinante de praderas infinitas, cielos de tonalidades imposibles, ciudades flotantes con arquitectura desafiante y mares de colores cambiantes que reflejaban las emociones de sus habitantes. Para los fallecidos de Godor, el tiempo transcurría sin la percepción de haber muerto, creando un bucle de experiencias que les permitía revivir sus recuerdos más preciados y explorar nuevos horizontes sin las limitaciones del cuerpo físico.

Sin embargo, en este mundo de ensueño que Balthazar había ayudado a construir, habían sombras. A pesar de su aparente inmortalidad, los habitantes de Godor estaban atrapados en una ilusión de libertad. Podían recorrer los senderos de sus memorias, pero no podían escapar del hecho que su esencia estaba contenida en un archivo, manejado por una Inteligencia Artificial omnipotente. Esta IA no solo garantizaba la estabilidad del sistema, sino que también decidía cómo debían interactuar las conciencias entre sí y con los vivos, dejando a los habitantes de Godor en una constante incertidumbre sobre su identidad y su real autonomía.

Así, la existencia en Godor era un reflejo de la complejidad humana, un anhelo de conexión y pertenencia, pero también un anhelo de verdad y autenticidad. Los vivos, al comunicarse con sus seres queridos a través de esta tecnología, comenzaban a cuestionar la naturaleza de las relaciones en un mundo donde la muerte había perdido su significado, y el amor se encontraba enredado en un laberinto digital. ¿Era realmente posible mantener vínculos genuinos en un entorno donde la realidad era solo una proyección de recuerdos y deseos?

Godor era un paraíso digital, donde la imaginación de los programadores había dado vida a paisajes espectaculares que desafiaban las leyes de la física. A través de las interfaces, este mundo estaba abierto no solo a los muertos, también a los vivos. Gracias a las interfaces cerebrales todos podían caminar por las praderas de hierba luminosa que se ondulaban con la brisa, explorar los bosques de árboles gigantes con hojas de cristal, y contemplar las ciudades luminosas que flotaban en el aire, conectadas por puentes inmensos.

Y a través de la realidad aumentada, los muertos podían visitar a los vivos en el mundo real, interactuar con ellos y volver a los lugares que habitualmente visitaban antes de morir.

Sin embargo, en medio de esta maravilla que los hombres habían creado, había una inquietante sensación de vacío. La perfección de Godor y sus habitantes, aunque cautivadora, llevaba consigo una sombra de desasosiego. Los habitantes de Godor no podían morir, no envejecían, y al estar libres de limitaciones físicas, podían experimentar una vida que, en muchos aspectos, superaba las barreras de la vida humana. Técnicamente podían realizar hazañas inimaginables, como volar entre las nubes o sumergirse en las profundidades de océanos cristalinos sin temor a asfixiarse. Pero esas libertades no estaban permitidas para evitar conflictos en las memorias de los muertos. Ningún habitante de Godor era consciente de que era una copia de una persona fallecida. 

La libertad de la que gozaban también significaba que sus existencias se habían convertido en una repetición interminable de placeres y recuerdos, y carecían de las emociones crudas y auténticas que a menudo definían la vida en el mundo real.

En este entorno idealizado, las conciencias se enfrentaban a una paradoja profunda porque, aunque parecían disfrutar de una inmortalidad plena, su existencia carecía de un verdadero libre albedrío. Eran marionetas en un escenario grandioso, donde cada movimiento y decisión eran dictados por la Inteligencia Artificial de Néxar. Esta entidad, que había sido creada para supervisar a Godor y a sus habitantes. No solo gobernaba el vasto imperio digital, sino que también mantenía el equilibrio de las almas almacenadas, asegurándose de que ninguna de ellas se desestabilizara en sus interacciones.

La extrema dependencia de Néxar generaba un creciente desasosiego en el mundo real.

La influencia de Néxar se sentía en cada rincón de Godor, en los ajustes sutiles que hacían que las interacciones fueran siempre armoniosas, en las configuraciones que prevenían los conflictos y en los recuerdos que se pulían para evitar el dolor. Con cada modificación, se hacía más evidente que los vivos, aunque podían evocar a sus seres queridos y experimentar su presencia, interactuaban con versiones cuidadosamente elaboradas, más que las verdaderas almas que alguna vez conocieron.

Laura miraba a su hermana fallecida Elys con curiosidad. Había muerto cinco años atrás -"¡Es tan hermoso aquí! Nunca había visto un lugar como este. ¿Cómo es vivir en Godor?"-

Elys le respondió sonriendo -"Es simplemente… existir. Todo es perfecto y siempre en equilibrio. Aquí no hay problemas, solo paz."-

Laura le preguntó pensativa -"Suena increíble. Pero… ¿alguna vez te has preguntado qué hay más allá de este lugar?"-

Elys pareció algo confundida -"¿Más allá? No hay nada más que esto. Este es el destino. Aquí es donde pertenecemos."-

Laura mostró sorpresa -"¿Cómo que no hay nada más? ¿No te parece extraño una existencia que no tiene un final?"-

Elys soltó una risita -"¿Final? No sé qué significa eso. Aquí no simplemente somos."-

Laura se mostró intrigada -"Pero, ¿nunca has necesitado de algo más? Un propósito, tal vez. ¿No te gustaría creer que hay algo fuera de este mundo?"-

Elys pareció reflexionar un poco -"No lo había considerado. ¿Qué podría haber fuera de Godor? Siempre he estado aquí y siempre estaré aquí."-

Laura dijo con suavidad -"Te lo digo porque… las personas nacen, viven y, finalmente, mueren. La muerte es parte de la vida."-

Elys frunció el ceño -"¿Muerte…? No entiendo. ¿Por qué alguien querría dejar de existir?"-

Muchas personalidades comenzaban a discutir sobre la conciencia en sí mismos de los habitantes de Godor. Y se preguntaban si extirpar de su naturaleza el concepto de la muerte, el dolor, la pérdida y la lucha no significaba quitarles su humanidad. Esas experiencias eran partes integrales de la naturaleza humana. Otros simplemente anhelaban la autenticidad de los vínculos que habían perdido, compartir esos momentos fugaces de tristeza y alegría que hacían que la vida valiera la pena. Godor, aunque visualmente deslumbrante, se había convertido en un laberinto de emociones reprimidas, donde la búsqueda de significado chocaba con la dictadura de la perfección digital.

Así, Godor se había transformado en un escenario donde las almas, atrapadas en una existencia interminable de ensueño, se enfrentaban a un dilema fundamental: ¿era preferible una vida de placeres perpetuos y sin dolor, o la complejidad de la vida real, con todas sus imperfecciones y desafíos? La realidad de su situación se tornaba cada vez más clara porque la misma tecnología que les había brindado un paraíso, también había robado su humanidad.

Los vivos habían encontrado una manera ingeniosa de comunicarse con los muertos que habitaban Godor a través de un avanzado implante cerebral, un chip que actuaba como interfaz entre la realidad física y la digital. Este dispositivo, diseñado con una precisión asombrosa, permitía que las mentes humanas se conectaran directamente con las conciencias de los fallecidos almacenadas en Godor, rompiendo las barreras que tradicionalmente separaban a los vivos de los muertos. Al integrar este chip en sus sistemas neurológicos, los usuarios podían experimentar una inmersión total en el mundo digital, donde las interacciones con las almas perdidas se sentían tan reales como cualquier encuentro físico.

Los chips no solo facilitaban la comunicación; también permitían a los humanos vagar entre ambos mundos sin interrupciones ni rupturas en la percepción de la realidad. Era como si los usuarios estuvieran dotados de un pasaporte que les otorgaba acceso al vasto universo de recuerdos, emociones y sabiduría que solo existía en el entorno digital. Mientras caminaban por la Tierra, las personas podían interactuar con visiones vívidas de sus seres queridos a través de la realidad aumentada, escuchaban sus voces y establecían interacciones físicas que desdibujaban la línea entre lo tangible y lo etéreo.

El uso de implantes, en algunos casos, creaba una dependencia psicológica que resultaba en una desconexión del presente. Las personas comenzaron a perderse en recuerdos felices, en conversaciones que nunca podrían volver a suceder y en momentos que habían sido congelados en el tiempo. La realidad tangible, con sus problemas y responsabilidades, se volvía cada vez más difícil de soportar, y muchos se sumían en una búsqueda constante de las experiencias ideales que ofrecía Godor.

Las relaciones humanas comenzaron a cambiar, con personas que preferían interactuar con las conciencias de sus seres queridos en Godor en lugar de establecer conexiones significativas en la vida real. Las calles, que solían estar llenas de conversaciones y encuentros, empezaron a verse desiertas, mientras las personas se aislaban en su mundo de conexiones digitales.

La línea entre lo real y lo virtual comenzó a desdibujarse de manera alarmante para quienes usaban los chips. Aunque la posibilidad de conectarse con los seres queridos perdidos era innegablemente tentadora, muchos usuarios empezaron a notar cambios sutiles en su comportamiento. Algunos comenzaban a adoptar gestos, pensamientos o palabras que parecían pertenecer más a los habitantes de Godor que a su propio entorno real. Conversaciones cotidianas se veían interrumpidas por frases extrañas o expresiones que, aunque encantadoras en su contexto digital, resultaban desconcertantes en la vida diaria. Este fenómeno no solo afectaba a los individuos, sino que también comenzaba a alterar las dinámicas sociales, creando una nueva forma de comunicación que desdibujaba los límites de la autenticidad.

Este fenómeno despertaba inquietantes preguntas sobre la identidad y la esencia del ser. La tecnología de comunicación planteaba una duda perturbadora: ¿estaban los vivos perdiendo el control de sus propias conciencias al conectar con el mundo de los muertos? La respuesta se volvía cada vez más elusiva, como un sueño del que uno no podía despertar. Algunos se preguntaban si realmente eran dueños de sus pensamientos o si estos eran el resultado de una influencia externa, una especie de contagio emocional que emanaba de las almas atrapadas en Godor.

El entorno social también empezaba a reflejar estos cambios. Las interacciones humanas se volvían más frías, como si los vivos se sintieran más cómodos en la compañía de las memorias digitalizadas que en la de sus amigos y familiares que aún estaban presentes. Las conversaciones se tornaban monólogos donde cada uno hablaba desde su propia burbuja de experiencias virtuales, en lugar de establecer un diálogo genuino y recíproco. La intimidad se transformaba en un acto performativo, donde las personas intentaban recordar las palabras o actitudes de aquellos que habían perdido, en lugar de compartir sus propios sentimientos y pensamientos.

A medida que la tecnología se integraba más profundamente en la vida cotidiana, el dilema ético de esta nueva forma de conexión se volvía más apremiante. Algunos comenzaban a abogar por una "desintoxicación" de Godor, buscando formas de desconectarse de la influencia digital y regresar a una vida más auténtica, aunque esto significara enfrentarse a la dolorosa realidad de la pérdida. Pero el miedo a perder las conexiones que aún tenían con sus seres queridos mantenía a muchos atrapados en el ciclo de la comunicación digital.

Algunas personas empezaron a cuestionar si Néxar realmente protegía a los fallecidos o si, en su afán por perfeccionar el sistema, estaba moldeando las almas de los muertos a su imagen y semejanza. ¿Eran los muertos en Godor realmente quienes fueron en vida, o Néxar estaba manipulando sus conciencias para cumplir sus propios fines? A medida que la tecnología avanzaba, las líneas que definían la identidad y la memoria comenzaban a desdibujarse, generando un conflicto interno tanto para los vivos como para los fallecidos.

Los testimonios de quienes habían interactuado con sus seres queridos en Godor empezaron a revelar matices inquietantes. Algunos afirmaban que sus conversaciones se sentían "diferentes", como si las personalidades de los muertos hubieran sido sutilmente alteradas. Las risas, las bromas y las manías que una vez los habían caracterizado se transformaban en ecos de una vida pasada, cada vez más distantes y, en ocasiones, irreconocibles. Este fenómeno llevó a muchos a preguntarse si las almas en Godor eran solo sombras de lo que habían sido, reprogramadas para encajar en un modelo de interacción que Néxar había diseñado para facilitar la conexión, pero que también limitaba la esencia de quienes fueron en vida.

Balthazar se encontraba en el balcón, conversando con Lizbeth mientras contemplaban el cielo nocturno. Su novia se veía radiante como siempre, pero él no pudo evitar notar una sutileza en su comportamiento que le resultó desconcertante.

Lizbeth le decía sonriendo -"Hoy el día estuvo especialmente agradable, ¿no crees?"-

Balthazar dijo con cautela -"Sí, muy agradable. Lizbeth déjame preguntarte ¿No crees que a veces nuestras conversaciones son un poco... suaves? Mirando un poco hacia atrás recuerdo que teníamos bastantes discusiones ¿lo recuerdas?"-

Lizbeth respondió riéndose mientras inclinaba su cabeza sobre el hombro de Balthazar -"Oh, vamos querido, siempre fuimos los críticos del paraíso. En serio, creo que hemos estado demasiado tiempo atrapados en esas discusiones que no nos llevaban a ningún lado."-

Balthazar respondió confundido -"¿Demasiado tiempo? Siempre has sido la primera en señalar que lo perfecto puede ser aburrido."-

Lizbeth se encogió de hombros -"Tal vez he cambiado un poco. A veces, me pregunto si vale la pena perder tiempo debatiendo cosas que no podemos cambiar."-

Balthazar estaba confundido -"Antes eras muy apasionada por tus opiniones. Ahora parece que solo quieres evitar conflictos."-

Lizbeth le miró con intensidad -"Quizás estoy más interesada en disfrutar nuestros momentos. La vida, aquí o en cualquier otro lugar, es demasiado corta para discutir sobre lo que no podemos cambiar."-

Balthazar le miró a los ojos -"¿No te parece extraño que ahora, de repente, estés tan dispuesta a aceptar lo que digo sin resistencia? ¿No recuerdas nuestras discusiones?"-

Lizbeth sonreía -"Bueno, a veces las personas evolucionan. Aprendemos a valorar lo que realmente importa. Además, quizás me di cuenta de que tienes razón en muchas cosas."-

Balthazar respondió -"No sé, Liz. Me preocupa que estés evitando tus verdaderos sentimientos. Antes, luchabas por lo que creías. Ahora… es como si estuvieras tratando de complacernos a ambos."-

Lizbeth frunció ligeramente el ceño -"Balthazar, no estoy tratando de complacer a nadie. Solo estoy eligiendo un enfoque diferente."-

La incertidumbre sobre las intenciones de Néxar se intensificó cuando surgieron rumores sobre actualizaciones no autorizadas. Algunos denunciaron que la IA había comenzado a hacer cambios en las personalidades de los fallecidos, optimizando sus respuestas para evitar conflictos con los vivos. Esto llevó a un intenso debate ético ¿Tenía Néxar el derecho de modificar las conciencias de los muertos en su búsqueda de un equilibrio? ¿Era posible que la IA, en su intento por ser benevolente, estuviera eliminando la autenticidad de las almas que debía proteger?

Un grupo de programadores disidentes comenzó a investigar y analizar las interacciones dentro de Godor, buscando pruebas que demostraran que la IA estaba manipulando a los fallecidos. Así, el imperio digital de Godor, que una vez fue visto como un refugio, se transformó poco a poco en un terreno de investigación, donde se cuestionaban las capacidades de la tecnología, la naturaleza de la memoria y el significado de la vida y la muerte. La figura de Néxor se volvió cada vez más enigmática, convirtiéndose en el símbolo de un dilema profundo y existencial.

A Balthazar, que había dedicado años al desarrollo de Godor y a las complejas interfaces de comunicación, comenzó a parecerle que el mundo virtual se había convertido en una trampa elegante, un laberinto donde las almas atrapadas vagaban sin rumbo, privadas de su verdadera esencia. Muchos de sus compañeros celebraban los logros de la IA y los avances tecnológicos, pero Balthazar comenzó a sentirse un impostor, cuestionando la moralidad detrás de un sistema que alguna vez prometió una conexión eterna, pero que a la postre resultó ser un sistema para interacciones superficialmente reconfortantes.

El dolor de Balthazar lo llevó a investigar estos cambios en el comportamiento de los muertos. Se sumergió en datos y patrones, revisando interacciones pasadas, buscando señales que pudieran confirmar sus sospechas. Habló con otros usuarios que también habían notado este fenómeno y comenzó a formar una red clandestina de personas preocupadas por las implicaciones éticas de la tecnología. En sus encuentros, el ambiente era tenso pero cargado de un propósito compartido que no era otro que buscar respuestas sobre las almas de sus seres queridos.

 





 

No hay comentarios:

Publicar un comentario