domingo, 25 de agosto de 2024

Reflexión: "Las formas de la soledad"

 


Las formas de la soledad

La soledad tiene muchas formas, pero hay una que es más dolorosa que cualquier aislamiento físico y es la soledad de los que están acompañados. Estar junto a alguien que debería ser tu refugio, tu hogar, pero que ha dejado de serlo, o que nunca lo fue, es un vacío que consume el alma lentamente.

En ese tipo de soledad, los días se suceden uno tras otro como una cadena interminable de rutinas vacías. La presencia de la otra persona está ahí, su presencia es tangible, pero de algún modo misterioso su corazón parece haberse extraviado en algún punto del camino. Los ojos, que antes se llenaban de calidez, ahora son pozos insondables de indiferencia. La humanidad se ha convertido en un recuerdo lejano, un eco de lo que alguna vez fue. Los gestos que hablaban de amor, se han convertido en un acto mecánico, desprovisto de emoción.

El amor, si alguna vez existió y que alguna vez fue el centro de la vida, ha envejecido. Quizá resistió tormentas y adversidades, pero en el lento proceso del envejecimiento se ha desgastado. Como una cuerda que con el tiempo se deshilacha, hasta quedar reducida a finos hilos que apenas pueden sostener su peso. El gesto natural es aferrarse a esos hilos, intentando mantener vivo lo que antes era amor. Pero todo corazón tiene límites y con cada día que pasa, la cuerda está más cerca de romperse.

En ese tipo de soledad, la vida es un esfuerzo por mantener algo que ya no existe. Es aferrarse a la idea de que alguna vez conociste la felicidad, que tal vez hubo amor. Pero si el amor existió no pudo sobrevivir y ahora se trata de un recuerdo. Y en medio de esa lucha individual, la soledad envuelve el corazón.

La soledad por si misma no es dolorosa, pero esa sensación de profunda decepción que nace del desamor, de la ausencia de gestos, de la falta de calidez, poco a poco destruye los espíritus.

La soledad de los que estamos acompañados por alguien que ya no está en espíritu, te recuerda cada día, lo que has perdido. Y en medio de ese vacío, haces lo que puedes por seguir adelante, y el camino ya no tiene un derrotero final. Es un paso a paso cada día que desgasta al corazón.

 




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