miércoles, 22 de marzo de 2023

Historia "Tentación Silenciosa"

 

 

Tentación Silenciosa

 

Lazlo y Brixen no eran como los humanos. No tenían cuerpos tangibles ni ocupaciones mundanas. Estaban compuestos de materia oscura, una sustancia que escapaba a los sentidos humanos y se ocultaba a simple vista, existiendo en las sombras de la realidad. Sus formas eran abstractas, como contornos borrosos que parpadeaban entre lo visible y lo invisible, reflejando destellos en algunos espectros de luz que ningún ojo humano podría percibir.

Para la humanidad, tan primitiva e ignorante de la estructura del universo, simplemente eran fantasmas. Y para los seres como Lazlo y Brixen, la Tierra era solo un gran patio de juegos. Y los seres humanos, simplones y vacíos, casi se consideraban tan importantes como un insecto.

La vida de Lazlo y Brixen era un ocio perpetuo. Estos seres, que vivían entre la cuarta y quinta dimensión no tenían necesidad de comer, dormir o trabajar. Su existencia se reducía a observar, a flotar a través del espacio y el tiempo, para reírse de las torpezas humanas.

Los seres de la cuarta y quinta dimensión podían corporizarse para ser vistos por los humanos. Y cuando lo hacían, podían ser percibidos como figuras fantasmales o como humanos comunes y corrientes, dependiendo de su propia voluntad. Era sabido en todas las galaxias del universo que cualquier ser podía proyectarse en las dimensiones inferiores, por lo que las entidades etéreas podían corporizarse según el contexto.

Para estos seres de la cuarta y quinta dimensión, que pertenecían a las diferentes castas de etéreos, los humanos eran criaturas fascinantes y predecibles, llenos de deseos reprimidos, frustraciones ocultas y emociones que burbujeaban justo bajo la superficie.

Lazlo y Brixen, amigos desde tiempos inmemoriales, pertenecían a la vieja casta de los Yaksha que, para evitar el aburrimiento eterno, se entretenían manipulando a los humanos como si fueran piezas de un gran juego de estrategia.

Lazlo era un ser astuto y burlón, que gustaba de explotar los pequeños deseos reprimidos que la gente trataba de ocultar. Le encantaba tomar un pensamiento fugaz, un anhelo casi olvidado, y convertirlo en una obsesión que consumía a su víctima. Su estilo era sutil, casi poético, como un susurro en la mente que hacía que las personas se convencieran de que todas sus malas decisiones eran ideas propias. -"¿Realmente necesitas seguir esa dieta?"- murmura en la cabeza de su víctima, y sonreía al ver cómo se entregaban a la tentación. Su deleite radicaba en la elegancia de sus manipulaciones, en cómo lograba que la gente se convenciera que sus impulsos más destructivos eran racionales.

Brixen, por el contrario, era directo, sarcástico y le encantaba sembrar el caos. No tenía la paciencia de Lazlo para los juegos mentales delicados; él prefería provocar situaciones dramáticas y explosivas. Su diversión estaba en empujar a las personas justo cuando estaban al borde del precipicio, dándoles ese pequeño empujón que desencadenaba una serie de desastres. -"¿Qué pasaría si tomas una decisión atrevida hoy?"- insinuaba en la mente de alguien que llevaba años soportando la misma rutina aburrida. Y entonces se sentaba a disfrutar el espectáculo cuando todo se desmoronaba. Para Brixen, la vida humana era una tragicomedia que necesitaba más drama para ser verdaderamente entretenida.

Ambos eran artistas de la tentación. Habían perfeccionado sus habilidades para implantar pensamientos e ideas en las mentes humanas sin ser detectados, provocando emociones que latían en el subconsciente de sus víctimas. Como sombras, se deslizaban por las calles, se colaban en oficinas, hogares, bares y parques, siempre buscando nuevos objetivos que pudieran hacer bailar a sus caprichosos antojos. Mientras los humanos creían estar tomando decisiones libres, Lazlo y Brixen tiraban de los hilos invisibles que controlaban el subconsciente, mientras se reían en silencio al ver cómo se desarrollaban las tragedias que ellos mismos habían provocado.

Una hermosa noche de verano, aburridos de su vacía y rutinaria vida, Lazlo y Brixen estaban flotando sobre una ciudad humana completamente iluminada, mientras observaban las pequeñas figuras que iban y venían. Miraban atentamente a esos seres patéticos y cómicos como si miraran a un hormiguero.

-"Esto se está volviendo aburrido"- Dijo Brixen, estirándose como una mancha de tinta sobre el cielo -"Siempre terminamos en la misma historia: personas que caen en la tentación, arruinan sus vidas y se arrepienten después. Necesitamos algo diferente, algo que nos divierta más"-

Lazlo sonrió mientras su figura oscura parpadeaba en la penumbra -"¿Una apuesta, tal vez?"- Dijo en tono juguetón  -"Tú elige a uno, yo elijo a otro. Veamos quién puede llevar a su 'objetivo' a cometer la torpeza más ingeniosa y entretenido en... digamos unos treinta días"-

Brixen se inclinó hacia adelante, como si estuviera oliendo una idea emocionante en el aire. -"Me gusta. Pero nada de trucos baratos. Deben ser situaciones complejas, llenas de matices. Cuanto más ridículo y escandaloso, mejor. ¿Quién gana? ¿El que provoque más sufrimiento?"-

-"No, no, no"- Responde Lazlo con un toque de sofisticación en su voz -"El sufrimiento es solo una parte. La creatividad cuenta. La elegancia, la sorpresa. Debe ser algo que nos haga reír y llorar al mismo tiempo."-

Brixen soltó una risita oscura -"Perfecto. Entonces, la apuesta está hecha."-

Y así, el juego comenzó una vez más para los amigos. Lazlo y Brixen se separaron, cada uno buscando un nuevo 'objetivo'. Después de observar a varios humanos, husmear en sus pensamientos y revolver entre sus emociones, se decidió por Laura, una empoderada y hermosa mujer que parecía tener todo bajo control en la superficie, pero que ocultaba un cansancio y un hastío que apenas podía soportar. Para Brixen, la víctima sería Carlos, un oscuro oficinista con una vida tan rutinaria que había olvidado sus últimas sonrisas se alegría mucho tiempo atrás.

Los dos amigos de la casta Yaksha se prepararon para iniciar su diversión, con la promesa de que esta vez no sería solo un juego de tentaciones. Debían lograr una obra maestra de la manipulación, que dejara terribles huellas en los humanos. Ambos estaban decididos a ganar.

Lazlo decidió que su juego con Laura sería una obra maestra de seducción y que explotaría su secreto deseo de destacar. La mujer había pasado años de su vida siendo una persona responsable, eficiente y casi invisible que todos esperaban que fuera. Seguía una rutina predecible que la llevaba al trabajo, a casa, cocinar, dormir, y repetir sus actividades en un ritmo aterradoramente rutinario. Siempre se vestía con ropa cómoda y discreta, y había aprendido a no sobresalir para no llamar la atención. Sin embargo, Lazlo había visto dentro de ella una pequeña chispa de insatisfacción, un deseo apenas perceptible de romper las reglas y destacar, de lograr tener algo que la hiciera sentir diferente.

Lazlo se infiltró en su mente como una suave brisa, susurrándole ideas que se confundieran con sus propios pensamientos. -"¿Qué tendría de malo que alguien te notara, que te destacaras por tus diferencias? "- Durante días plantó ideas aparentemente inofensivas mientras Laura paseaba por el centro comercial o navegaba por internet, cruzándose con pequeñas frases que la empujaba a fantasear con una vida más colorida y glamorosa. -“¿Por qué no puedes darte un gusto? Después de todo, trabajas duro… Te mereces algo especial.”- Lentamente, las ideas empezaron a crecer y, como una semilla, echaron raíces en su mente. Lazlo incitó a Laura a mirar escaparates con ropa lujosa y extravagante, vestidos brillantes y joyas que nunca antes habría considerado ponerse.

Laura empezó a sentirse tentada. Se decía a sí misma que era solo una curiosidad, pero pronto encontró excusas para volver al centro comercial. Un día, mientras se encontraba frente a un espejo en una tienda elegante, probó un vestido dorado que se le pegaba al cuerpo y llamaba la atención por su ostentación y sensualidad. No encajaba en absoluto con su estilo habitual, pero había algo en la imagen que le devuelva el reflejo que le gustaba. Es como si, por un instante, fuera otra persona, alguien más audaz y provocadora, una mujer que no temía ser vista. -“Solo esta vez”- se dijo, mientras deslizaba su tarjeta de crédito para comprarlo, ignorando el pellizco de culpa que una parte de su cerebro intentaba revelar. Lazlo sonrió, sabiendo que el primer paso hacia la tentación estaba dado.

Mientras tanto, Brixen estaba entretenido con Carlos, pero su enfoque fue mucho menos delicado que el de Lazlo. Carlos era un hombre atrapado en la monotonía de un trabajo que odiaba, llevando una vida que parecía no tener salida. Su frustración crecía con cada día que pasaba, y Brixen pudo sentir cómo esa energía reprimida se acumulaba, esperando ser liberada. A diferencia de su amigo Lazlo, a Brixen le gustaba hacer que las cosas estallaran de una sola vez. Sabía que no necesita convencer a Carlos con palabras suaves; solo necesita empujarle hacia una situación que lo llevara a actuar por pleno impulso.

-“¿Qué harías si pudieras vivir algo emocionante, aunque solo sea una vez?”- Le murmuró al oído, mientras Carlos se sentaba en su escritorio mirando la misma pantalla que había visto durante años. Mientas asistía a reuniones aburridas y en medio de los trayectos interminables al trabajo, Brixen plantó imágenes fugaces en su mente: una visión de aventuras, la sensación de riesgo, el sabor de un deseo prohibido. Pronto, esas imágenes comienzan a tomar una forma más definida: la imagen de Verónica, la esposa de su jefe, con quien a menudo intercambiaba miradas en las reuniones de la empresa. Miradas robadas y llenas de una reprimida tensión latente.

Brixen intensificó la tentación, empujando a Carlos a tomar decisiones impulsivas. -"Solo una charla inocente"- pensó Carlos cuando se acercó a Verónica durante un evento corporativo -“Nada malo en una simple conversación”- Pero Brixen se aseguró de que la charla fluyera hacia algo más. Deslizó en la mente de su víctima que esta podría ser su única oportunidad para sentirse vivo, para hacer algo que saliera del guion. Carlos empezó a dejarse llevar, iniciando una serie de encuentros furtivos con Verónica que se volvieron cada vez más riesgosos. Los susurros de Brixen lo alentaron a tomar riesgos mayores -"¿Qué es la vida sin un poco de peligro? ¿Qué es el amor si no se siente prohibido?"-

Para Lazlo y Brixen, esto fue solo el comienzo. Los dos seres invisibles observaron desde las sombras cómo Laura y Carlos se enredaban cada vez más en sus propias decisiones, sabiendo que solo necesitaban mantener la presión para ver cómo sus vidas comenzaban a desmoronarse. Para ellos, era un juego exquisito, una partida de ajedrez en la que los humanos era las piezas y ellos los estrategas. Lo que no sabían es que no eran los únicos jugadores en esa partida, y que alguien más había empezado a mover los hilos en el tablero sin que ellos lo sospecharan.

Lazlo y Brixen flotaron en la penumbra de la ciudad, invisibles para todos excepto para ellos mismos. Llegaron al borde de un edificio alto, observando las ventanas de los apartamentos, oficinas y tiendas, como si fueran pantallas de televisión sintonizadas en diferentes canales que mostraban el drama humano.

Lazlo se rió burlonamente –“Mira eso, Brixen. Laura está a punto de abrir otra carta del banco. ¿Cuántas veces le habrán advertido que deje de comprar cosas innecesarias? Y sin embargo, ahí está... una factura tras otra. La pobre apenas puede mantener la calma."-

Brixen rió al ritmo de su amigo -"¡Ah, es glorioso! ¿Te das cuenta de que hace apenas un mes, ella era la más comedida de todas? La típica ‘persona responsable’ que nunca se salía del presupuesto. Y ahora, mírala. Todo gracias a ti, amigo. ¿Qué fue lo que le dijiste? ¿Que la vida era demasiado corta para ahorrar?" -

Lazlo respondió –“Alguna tontería por el estilo. Solo necesitaba plantar la idea de que ella se estaba perdiendo de todo. ¡Y funcionó como un encanto! Cada vez que se probaba un vestido, podía sentir cómo se convencía de que eso era lo que le daría la emoción que buscaba. Y ahora... tiene más ropa en su armario que días en el mes para usarla."- Rió satisfecho.

Brixen farfulló de buena gana –“¡Ja! Y mientras tanto, Carlos... oh, Carlos. Nunca imaginó que su vida monótona daría un giro tan emocionante. Mira cómo se pone nervioso cada vez que alguien menciona a su jefe. Es como si esperara que alguien vaya a descubrirlo en cualquier momento. Pero aún así... no puede resistirse."-

Ambos seres miraron hacia una oficina iluminada en el centro de la ciudad. Carlos estaba sentado en su escritorio, sudando mientras revisaba su teléfono, preocupado por un mensaje que le acaba de llegar de Verónica.

Lazlo suspiró con deleite -"Ah… el dulce sonido del pánico. Es como música para mis oídos. Sabes, podríamos vender entradas para esto. ‘¡Vean cómo un hombre arruina su vida en tiempo real!’"-

Brixen mostró una sonrisa profunda -"Sí, pero lo mejor de todo es lo fácil que fue. Solo tuve que recordarle que estaba atrapado en una rutina, y él hizo el resto. Se lanzó a los brazos de Verónica como si fuera la aventura que había estado esperando toda su vida. Y ahora... está atrapado en su propia red. Mensajes secretos, citas a escondidas, mentiras. ¿Quién necesita telenovelas cuando puedes ver esto?"-

Lazlo dijo –“Bueno, no podemos olvidarnos de los otros pequeños detalles. ¿Ves a ese tipo que está esperando afuera de la oficina de Carlos? Es un investigador privado que su jefe ha contratado. Y aquí viene la mejor parte: ni siquiera tuvo que sospechar de Carlos, sino de Verónica. Todo se va a desplomar como un castillo de naipes en un huracán. ¡Qué magnífico final para la trama!"”-

Brixen no pudo contener las carcajadas –“¡Increíble! Y yo que pensé que algunos humanos eran buenos para planificar. Pero mira cómo se tropiezan con sus propios pies, una y otra vez. No necesitan empujones, solo un pequeño susurro aquí y allá, y ¡boom! Están perdidos."-

Lazlo se inclinó adelante, observando cómo Laura recibía otra llamada del cobrador. Se quedó mirando el teléfono, demasiado ansiosa para contestar.

-"Lo que me encanta es que todo parece tan... mundano. ¿Qué puede ser más común que una deuda? Pero ese pequeño detalle está devorando su vida entera. Su matrimonio está en peligro, ha tenido discusiones constantes con su esposo sobre sus gastos, y para colmo, está empezando a mentir para encubrirlo. Todo por unos vestidos que ni siquiera quería al principio. ¡Arte, puro arte!"- Lazlo meneaba la cabeza con deleite

Brixen dijo pensativo –“Difícil saber quién caerá primero. decir. Carlos está jugando con fuego, pero Laura... ella está a un paso de derrumbarse. Tal vez ella llegue al punto de romperse primero. Pero sabes qué... ¿por qué elegir? Podemos disfrutar de ambos al mismo tiempo." -

Ambos  se rieron entre las luces de la ciudad. Mientras la gente seguía con sus vidas, ignorantes de las fuerzas que los manipulaban.

Lazlo y Brixen estaban observando a Laura desde su punto habitual, un rincón oscuro en el centro comercial, mientras ella examinaba un par de zapatos llamativos y caros. Hasta ahora, todo había ido según sus planes. Laura estaba casi decidida a comprarlos, a pesar de que su tarjeta de crédito estaba al límite.

Lazlo comentó con una sonrisa maliciosa –“Mira cómo los sostiene, Brixen. Ya se imagina caminando con ellos, como si fueran el accesorio perfecto para completar su transformación. Es cuestión de segundos antes de que se rinda y los compre. Otro pequeño paso hacia el desastre financiero.”-

Brixen contestó riéndose –“Oh, sí. No hay forma de que se detenga ahora. Es como un tren sin frenos... y nosotros somos los conductores. ¡Me encanta!”-

De repente, la expresión de Laura cambió. Sus dedos, que habían estado acariciando la caja de los zapatos, se detuvieron. Un anciano que estaba de pie a unos metros de distancia, aparentemente mirando las vitrinas, pasó cerca de ella y la miró fijamente durante un instante. Era Rasher, de la casta de los Dharmapala, pero ni Lazlo ni Brixen le habían prestado atención al principio. Laura parecía confundida, como si un pensamiento inesperado hubiera atravesado su mente. Miró los zapatos una última vez, los devolvió al estante y se alejó.

Lazlo frunció el ceño –“¿Qué? ¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué se fue sin comprarlos?”-

Brixen parpadeó sorprendido –“No lo sé. Ya estaba lista para deslizar la tarjeta. ¿Quizás se le ocurrió algún pensamiento racional? Aunque... eso no suele pasar sin nuestra intervención.”-

Ambos seres observaron con más atención a Rasher, quien ahora se alejaba de la tienda lentamente. Durante unos segundos, se detuvo, giró y pareció mirar hacia donde estaban Lazlo y Brixen. Fue solo un instante, pero para ellos, fue suficiente para sentir un escalofrío extraño, una sensación de ser observados por alguien que no debería estar allí.

Lazlo miró a Brixen incómodo –“¿Viste eso? Ese anciano... Rusher ¿nos miró, verdad? ¿O me estoy volviendo paranoico?”-

Brixen fingió despreocupación –“Bah, seguro que fue solo una coincidencia. Aunque... no puedo estar seguro, hay algo raro en él.”-

Pasaron unos días y, mientras Carlos estaba sentado en un banco del parque revisando su teléfono, se preparaba para enviar otro mensaje a Verónica. Brixen lo observaba con satisfacción, anticipando el próximo paso de su juego. Carlos parecía decidido, casi ansioso, pero de repente, alguien se sentó a su lado: Rasher, el anciano de antes. Sin decir nada, simplemente miró hacia el frente, como si estuviera disfrutando del paisaje. Durante unos momentos, no ocurrió nada. Pero Carlos empezó a fruncir el ceño, mirando su pantalla. Se quedó inmóvil, luego guardó el teléfono en su bolsillo y se quedó mirando al vacío.

Brixen estaba molesto –“¿Qué está haciendo? Debería estar mandando ese mensaje. ¡Esos dos se iban a encontrar esta misma noche!”-

Lazlo miraba preocupado al anciano -“¿Otra vez ese viejo? Estoy empezando a pensar que esto no es coincidencia. Es como si… estuviera influyendo en nuestras víctimas así. ¡Esto es ridículo!”-

Mientras observaban, Rasher se levantó del banco, colocó una mano en el hombro de Carlos por un momento y se fué. Carlos parpadeó, como si acabara de despertar de un sueño, y se puso de pie. Empezó a caminar hacia la salida del parque, alejándose sin llamar a Verónica. Lazlo y Brixen se quedaron observando, sorprendidos y confundidos.

Brixen estaba más irritado que nunca -“¿Qué demonios está pasando? Ese tipo está arruinando todo nuestro trabajo. ¡No puede ser una coincidencia que aparezca justo en los momentos críticos!”-

Lazlo se mostraba pensativo, con una chispa de preocupación en su voz –“No, definitivamente no es una coincidencia. Pero… si no es humano, ¿qué es? Tal vez… uno de esos Dharmapala, guardianes espirituales. Pero hace siglos que no vemos a uno por aquí. ¿Qué podría estar haciendo metiéndose en nuestros juegos?”-

Brixen cruzó los brazos, visiblemente frustrado –“¿Guardianes? ¿Para qué? ¿Para salvar a estos humanos de sus propias idioteces? ¡Qué aburrido! Pero si está tratando de interferir, tendré que ponerle las cosas difíciles. No me importa quién sea.”-

Desde la distancia, pudieron ver a Rasher caminando lentamente, como si no tuviera prisa. Pero por un instante, giró la cabeza y miró directamente hacia donde Lazlo y Brixen estaban. Esta vez, su mirada fue intensa, como una advertencia. Y los dos amigos sintieron la presión de esa mirada atravesándolos. Fue un desafío silencioso, una señal de que Rasher sabía exactamente lo que estaban haciendo y que no pensaba quedarse de brazos cruzados.

Lazlo murmuró preocupado -“Creo que tenemos un problema, Brixen. Y parece que este juego se volverá más interesante de lo que pensábamos.”-

Brixen mostró una sonrisa retorcida -“Bien, me gustan los desafíos. Si este anciano quiere jugar, que así sea. Pero que no se sorprenda cuando las cosas se pongan más complicadas para él… y para sus preciosos humanos.”-

Lazlo y Brixen se miraron, con una mezcla de frustración y emoción. Por primera vez, sintieron que el juego les aportaría algo más que el simple placer de manipular humanos. Rasher había introducido una nueva dinámica, y aunque no sabían exactamente por qué estaba interfiriendo, estaban dispuestos a averiguarlo… mientras defendían lo que consideraban su territorio.

La casta de los Dharmapala se originó eones atrás, mucho antes que la humanidad existiera. Fueron creados por el Primordial, una entidad o fuerza cósmica que buscaba el equilibrio del universo. Esta entidad no tenía forma ni nombre comprensible para los mortales, pero su propósito era claro: mantener la armonía y el orden en todas las realidades, asegurando que ningún poder, ni siquiera los de los seres más oscuros y caóticos, pudiera desequilibrar el tejido de la existencia.

El Primordial se dio cuenta de que, a medida que surgían diferentes formas de vida inteligente, algunas fuerzas sombrías, como los Tenebris, seres de materia oscura como Lazlo y Brixen, comenzaron a aprovecharse de la fragilidad de estas criaturas. Estas entidades oscuras se alimentaban del caos, el conflicto y el sufrimiento que podían inducir, extendiendo lentamente su influencia en el cosmos. Para contrarrestar esta amenaza, el Primordial creó a los Dharmapala convirtiéndolos en  los Guardianes del Equilibrio, seres con la capacidad de atravesar dimensiones y preservar la armonía en mundos donde el caos amenazaba con apoderarse.

Los Dharmapala no eran seres de luz ni oscuridad, sino algo intermedio. Eran la manifestación del balance perfecto, creados con la habilidad de influir en los seres conscientes sin imponer su voluntad, sino guiándolos hacia el equilibrio y la claridad mental. Su papel no era proteger a los individuos de sus propios errores, sino asegurar que las fuerzas externas no manipularan sus decisiones de manera injusta o desequilibrada. Si un ser oscuro como Lazlo lograba tentar a un humano, los Dharmapala podían interferir solo si veían que ese humano había sido manipulado más allá de su capacidad natural de elección.

El rol de equilibrantes que asumían los Dharmapala les fue otorgado como un juramento eterno. A diferencia de los seres de materia oscura, no se deleitaban con el sufrimiento ni con la manipulación; su satisfacción provenía de ver a las criaturas libres para elegir sus propios caminos, sin interferencias externas. No intervenían directamente a menos que fuera absolutamente necesario, respetando siempre el libre albedrío de los seres a los que guiaban. Así, los Dharmapala se convirtieron en los eternos vigilantes del equilibrio, invisibles para la mayoría, pero siempre presentes cuando la balanza empezaba a inclinarse peligrosamente hacia un lado.

A lo largo de las eras, los Dharmapala fueron venerados por algunas culturas humanas como protectores espirituales o deidades benevolentes. En el budismo, se les mencionaba como guardianes de la doctrina, pero su verdadera naturaleza siempre fue mucho más compleja. Eran seres que trascendían el bien y el mal. Así, mientras Lazlo y Brixen jugaban con los destinos de Laura y Carlos, un Dharmapala como Rasher veía que la situación se estaba saliendo de control y decidía intervenir, para impedir que las fuerzas oscuras sobrepasaran los límites y rompieran el equilibrio del mundo.

Lazlo y Brixen observaron a Rasher desde las sombras de la ciudad. Tras días de seguir sus movimientos, creyeron haber encontrado una oportunidad para enfrentarlo. Estaban seguros que, si lograban manipular sus pensamientos, podrían librarse de la interferencia del Dharmapala y continuar sus juegos sin interrupciones.

Lazlo dijo con una sonrisa maliciosa -“Mira a ese viejo decrépito, merodeando como si fuera un guardián. Es patético, ¿verdad? Cree que puede salvar a esos humanos de sí mismos. Pero hoy será diferente.”-

Brixen asintió a la afirmación de su compañero –“Sí, hoy jugaremos en su terreno. Haremos que se acerque, que baje la guardia… y cuando lo tengamos justo donde queremos, lo aplastaremos. No hay ser que pueda resistirse a nuestras sugerencias por mucho tiempo.”-

Rasher caminaba corporizado en un anciano lentamente por un callejón, aparentemente distraído. Lazlo y Brixen  se acercaron susurrando, tratando de introducir pensamientos sutiles en su mente. Lo rodearon como depredadores acechando a su presa, tratando de plantar ideas de resignación en su mente.

Lazlo susurró en voz baja, recitando un canto hipnótico –“Estás cansado, Rasher… ¿Para qué seguir luchando? Ríndete. Déjanos a nosotros. No eres más que una reliquia de tiempos olvidados…”-

Brixen revoloteaba flotando alrededor del anciano mientras añadía su propio susurro de persuasión –“Sí, Rasher… ¿por qué molestarse en interferir? Déjalos a ellos, solo son humanos. No puedes salvarlos a todos… relájate. Suelta el peso de tus hombros.”-

Por un momento, Rasher pareció querer detenerse. Bajó la cabeza, como si estuviera considerando las palabras de Lazlo y Brixen. Los dos seres de materia oscura se miraron, complacidos y convencidos que su táctica estaba funcionando.

Rasher pensó para sí mismo, mientras Lazlo y Brixen se entrometían en sus razonamientos –“Quizás... quizás no tiene demasiado caso. Después de todo, ¿Qué diferencia habría en ayudar a dos humanos? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que todo esto empezó? Tal vez ya es hora de dejar que el caos del universo siga su curso...”-

Lazlo y Brixen se acercaron aún más, seguros de haber logrado la rendición de Rasher. Pero, justo cuando estaban a punto de materializarse más cerca de él, la figura de Rasher se desvaneció lentamente, como humo dispersándose. Los dos seres se miraron sorprendidos, dándose cuenta de haber caído en una ilusión. La risa suave y profunda de Rasher resonaba en sus mentes, envolviéndolos en la oscuridad del callejón.

Rasher les dijo con voz tranquila y firme –“Ah, queridos míos. Pensaron que podían manipularme como a sus juguetes humanos… Ingenuos. Hace eones que el Primordial me hace jugar este tipo de juegos. ¿Creían que me rendiría con estos intentos torpes y burdos..?”-

Lazlo frunció el ceño, furioso y confundido, mientras Brixen empezó a inquietarse, mirando a su alrededor. Las paredes del callejón se cerraron a su alrededor, y de repente, el entorno cambió. Los colores se tornaron opacos, los sonidos se distorsionaron, y tanto Lazlo como Brixen empezaron a sentir que todo giraba en círculos, como si estuvieran atrapados en un sueño caótico.

La ciudad pareció transformarse mientras los edificios se deshacían y reconstruían. Rasher los había sumergido en un bucle temporal. El reloj del tiempo giraba locamente adelante y atrás, haciendo que fuera inútil tratar de localizar a Laura y Carlos, que pasaban fugazmente por la historia antes de su existencia y después de siglos de muertos en solo unos instantes.

Brixen gritó mientras trataba de mantener la cordura –“¿Qué es esto? ¿Qué nos está pasando?”- Ni Lazlo ni Brixen sabían asimilar la existencia del tiempo, que no existía ni en la quinta ni en la cuarta dimensión.

Rasher respondió con una carcajada -“Reciben lo que hacen ustedes a los humanos todo el tiempo: jugar con sus mentes, sus percepciones. Pero a diferencia de ustedes, no necesito destruir para ganar. Solo necesito desorientarlos un poco, para que vean lo que es perder el control.”-

Lazlo y Brixen intentaron desesperadamente romper el bucle temporal, pero cada vez que creían haber encontrado una salida para salir de la temporalidad terráquea, el entorno cambiaba de nuevo. Un momento estaban en el callejón, al siguiente en una oficina vacía, luego en un parque solitario... las imágenes se mezclaban, las distancias se alteraban, y sus sentidos empezaron a traicionarlos. Rasher aparecía y desaparecía a su antojo, como un espectro, observando sus torpes intentos de escapar.

Lazlo jadeando, con una mezcla de furia y miedo gritó –“¡Esto no es posible! ¡Ningún Dharmapala debería tener este tipo de poder! ¡Somos nosotros quienes controlamos la mente!”-

Rasher apreció justo detrás de ellos. Su voz grave y resonante se expresó –“No es cuestión de poder, Lazlo. Es cuestión de experiencia. He visto cómo seres como ustedes se desploman bajo su propio peso. Y si creen que pueden hacer de este mundo un tablero de juego sin que el Primordial les ponga límites… se equivocan”-

Con un movimiento sutil de su mano, Rasher alteró una vez más la percepción de Lazlo y Brixen, dejándolos atrapados en un laberinto mental que parecía no tener fin. Los dos seres comenzaron a tropezar, como sombras perdidas, sin saber qué era real y qué no. Rasher se alejó, dejando que el hechizo siguiera su curso, sabiendo que los dos oscuros estarían atrapados en su propia trampa de ilusiones.

Rasher susurró mientras desaparecía gradualmente -“A veces, el mejor equilibrio es permitir que los predadores se ahoguen en su propio juego. Y hoy… es uno de esos días.”-

Las risas triunfantes de Rasher se desvanecieron mientras Lazlo y Brixen quedaron atrapados en una prisión de su propia creación, confundidos y desesperados, sin darse cuenta que habían sido vencidos sin que Rasher siquiera levantara un dedo. Su control absoluto se desvaneció, y el equilibrio que buscaban romper había sido restaurado, aunque de una manera que jamás habrían imaginado.

FIN 





 

 

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