lunes, 18 de noviembre de 2024

Mini-Relato: "Mundos Inconexos"

 

Mundos Inconexos
Alegoría Inspiracional

Hace millones de años, cuando aún reinaba el caos primordial que precedió al orden actual, los dioses crearon un inmenso planeta oceánico entre Marte y Júpiter, al que llamaron Tiamat. Esto ocurrió mucho antes de la gran colisión.

Enorme y cubierto de vastos mares, Tiamat estaba salpicado por miles de islas flotantes. Cada isla era un mundo en sí misma, con paisajes, colores y cielos propios. Había islas de exuberantes bosques, otras formadas por cristal brillante, y algunas donde los mares flotaban suspendidos en el aire. Sin embargo, ninguna isla se conectaba con otra; todas flotaban solitarias en el océano, separadas por abismos imponentes.

Los habitantes de Tiamat vivían aislados en sus propias islas, convencidos de que solo ellos existían en el mundo. Creían que sus cielos eran los únicos que brillaban, que sus problemas eran los más importantes y que sus alegrías eran las únicas dignas de celebrarse. Desde tiempos inmemoriales, las conexiones entre las islas se habían perdido, y el mundo se había fragmentado en múltiples sociedades que vivían y morían sin conocer nada que no fuera de ellos mismos.

En una de las islas más pequeñas, vivía Tharis, una joven hermosa que sentía que algo no estaba bien. A menudo, miraba el horizonte vacío y se preguntaba si había algo más allá. Se cuestionaba acerca de la inmensa soledad de las estrellas. ¿Tanto espacio solo para ellos? ¿Qué sentido tenía esa gran soledad del universo? En su corazón, que latía fuerte y seguro en su pecho, pensaba que en algún lugar debía haber alguien que, como ella, buscaba conectar con otro ser.

Una noche, mientras observaba las estrellas desde un acantilado, una brisa suave trajo consigo un sonido extraño, como el eco de una risa distante. Intrigada, Tharis decidió seguir ese sonido, aunque no sabía cómo cruzar el abismo que separaba su isla de las demás.

Guiada por su intuición, comenzó a construir un puente. No tenía planos ni herramientas adecuadas, pero cada vez que daba un paso, algo mágico ocurría: un nuevo tramo del puente aparecía bajo sus pies, como si respondiera a su deseo de conectar mientras viajaba más allá de lo que conocía.

Al llegar al otro lado, Tharis descubrió una isla completamente diferente a la suya. Los habitantes, sorprendidos al verla, poco a poco compartieron con ella las historias de su mundo. Tharis les habló del suyo, y juntos comenzaron a construir otro puente de regreso.

Con el tiempo, cuando la historia de Tharis se fue extendiendo, más personas se unieron a su causa. Cada vez que alguien cruzaba a otra isla, descubrían nuevas formas de vivir, de amar y de compartir. Las islas comenzaron a unirse por puentes invisibles que solo podían construirse con la valentía, la empatía y el amor de quienes se aventuraban más allá de sus fronteras.

Un día, desde lo alto de una montaña, Tharis miró hacia abajo y vio que las islas ya no estaban separadas. Los puentes brillaban como un tejido luminoso, conectando las islas en una red resplandeciente. En ese momento comprendió que el mundo siempre había sido uno solo, pero que los corazones de las personas lo habían fragmentado con muros de miedo e indiferencia.

Tiamat se transformó en un planeta unido por la belleza de sus diferencias. Las conexiones invisibles que Tharis y otros habían creado trajeron una nueva era de entendimiento y amor.

La historia de Tharis y su puente se convirtió en un recordatorio eterno de que, aunque a veces nos sintamos separados, todos compartimos el mismo cielo. Y que los puentes hacia los demás no se construyen con materiales, sino con el amor que estamos dispuestos a ofrecer.

Después de mucho vivir, Tharis se convenció que al igual que su mundo, el universo es uno solo. Y que los planetas, igual que las islas de Tiamat, debían estar conectados de alguna manera, unos con otros.

Con el último despertar, finalmente partió hacia las estrellas, en busca de otros mundos en el vasto océano del universo.

FIN







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