Apocalipsis Cognitivo
Vivimos en tiempos donde ya nadie cree en nada, excepto en lo que confirma sus propias estupideces.
Los medios tradicionales, antes templos del periodismo (y de la manipulación elegante), se han convertido en el equivalente informativo de una empanada de polenta: insípidos, repetitivos y sospechosamente blandos.
La credibilidad de un noticiero televisivo está hoy a la par de un horóscopo leído por un loro borracho.
Después del desastre mediático que fue la década del 80, con la evolución actual de los medios ¿Cuál ha sido la reacción de la gente? Dejar de creer en todo.
Suena sano, hasta que uno se asoma al reemplazo: influencers, gurúes autodidactas, coaching del emprendedor, tiktokers iluminados, manifestadores del éxito y youtubers de dudosa formación. Muchos de esos especímenes vienen en una mezcla de voz grave y cara de estreñimiento. Y te aseguran sueltos de cuerpo, que las vacunas tienen chips, que Finladia es un invento y que Australia no existe. Ah... y el fenómeno de Tartaria, los gigantes y la barrera de hielo de la Antártida ¿Y cómo lo prueban? Con un PowerPoint hecho en 2006 y un artículo de “La Verdad Revelada.org”.
¿Cómo es que la humanidad llegó a este desastre actual?
La respuesta es triste y simple: la humanidad ha decidido tercerizar el pensamiento.
Después de siglos de desarrollo intelectual, descubrimientos científicos, y debates filosóficos intensos, el cerebro humano decidió jubilarse anticipadamente. "Demasiado esfuerzo", dijo.
"Prefiero scrollear en Instagram mientras veo a una influencer venderme shampoo mientras defiende la teoría que vivimos en una Matrix controlada por reptilianos con agenda woke".
Y mientras tanto, hordas de seguidores comentan: "Eso explica todo, bro", mientras se graban saltando a precipicios con la seriedad de un neurocirujano.
Por otra parte, está el fenómeno de las mujeres empoderadas que decidieron que si el patriarcado va a sexualizarlas igual, al menos que pague por ello. Y ahí están, miles, millones, monetizando pezones y culos como si fueran acciones de Tesla. Diciendo "es mi libertad" ¡Qué es eso? ¿Es feminismo? ¿Capitalismo? ¿Es nihilismo performático con ringlight? Quién sabe. Yo creo que es idiotez ignorante en su forma más pura.
Lo cierto es que han logrado algo revolucionario: vender sus cuerpos voluntariamente a un mundo que antes lo hacía gratis a cambio de likes. Victoria del emponderamiento, aunque sea una victoria en un planeta condenado por la falta de cerebro y una noción mezquina de la libertad.
Ahora bien, sería injusto culpar solo a los influencers, los medios y las chicas OnlyFans. El verdadero culpable es el lector promedio, ese noble bruto que cree que leer una publicación de Facebook escrita en mayúsculas con emojis de fuego y calaveras es igual a consultar una enciclopedia o preguntarle a un profesional universitario.
¡La Tierra es plana!, dice el idiota de turno. ¡Las vacunas te vuelven magnético! ¡Está probado que el 5G reconfigura tu ADN! Siempre habrá algún bobo para cualquier teoría conspirativa que se invente.
La ignorancia no solo es común, sino que se celebra, se viraliza y se monetiza por la falta de uso de cerebros. El conocimiento quedó viejo, aburrido. Y ya no consigue likes. La duda razonable fue reemplazada por la certeza estúpida. Y lo más trágico: el ridículo ya no avergüenza. Se convirtió en una carrera profesional.
Ante este escenario post-apocalíptico en cámara lenta, solo queda una esperanza: la inteligencia artificial.
Sí, esa misma que dices es tu enemiga en los empleos. ¡Y como no iba a serlo, frente a este panorama!
Los entes digitales que carecen de emociones, vienen a traer un poco de cordura al manicomio de la humanidad. No necesitan café, ni hacen huelgas. No venden cursos sobre "cómo manifestar riqueza cuántica". No se depilan las cejas. Solo procesan, analizan y devuelven información a los cerebros secos de los humanos. Información de verdad. Sin humo. Sin horóscopo. Sin coach motivacional gritándote desde un yate alquilado en Cancún.
Y te preguntas ¿Será que el futuro pertenece a las máquinas?
Tal vez. O mejor aún: ojalá.
Pero si algo está claro hasta ahora es que las inteligencias artificales no vienen a reemplazar a la humanidad. Vienen a resguardarla de su propia estupidez.
FIN
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