Terapia Disfuncional
El Dr. Eduardo Sablich era un Psicólogo de pareja con una pila de años de experiencia. Tenía un humor muy particular. Era sarcástico, provocador, honesto con sus pacientes, fan del café amargo y las verdades aún más amargas.
A su consulta había llegado una pareja típica con algunos problemas que querían resolver.
Horacio era un contador de unos cuarenta años. Buen tipo, sencillo, algo confundido. Amaba a Mariela, pero los problemas de convivencia lo tenían girando como licuadora sin tapa.
Por otra parte, también estaba Mariela, la esposa de Horacio, con unos treinta y seis años. Diseñadora gráfica, amaba a los animales, odiaba los domingos con la suegra, y con un carácter que mezclaba una mirada cínica de la vida con elegancia distante. Una mujer emocionalmente inaccesible.
El consultorio del Dr. Sablich era bastante austero. Un diván. Un sillón. Una biblioteca llena de libros con títulos como “El amor es tolerar al otro sin matar a nadie”, el famoso “Manual de Parejas Realistas” y la última versión de “Cómo No Matar a Tu Pareja con un Cuchillo Tramontina” del afamado Psiquiatra Carmelo Cortesse.
Una vez que se presentaron, el anfitrión los invitó a sentarse en cómodo sillón de tres cuerpos:
-“Ese diván ha escuchado más gemidos de angustia que una telenovela turca. Si quieren, pueden acostarse, pero no prometo que los va a curar.”-
Mariela se sentó con los brazos cruzados. Sablich se dijo a sí mismo "¿Esa es la posición de defensa número tres? La del escudo emocional. Muy bien. Campeona olímpica.”
Sablich estaba bebiendo café. Para probarlos, dijo:
-"Bienvenidos. Llegan con dos minutos de anticipación, lo cual ya es una señal de que algo anda mal en esta pareja. Los que se aman llegan tarde porque están ocupados besándose en la vereda."-
A Horacio lo tomó en frío esa reflexión. Balbuceó -"¿Eh?"-
Mariela, que ya estaba sentada, tenía esa personalidad de sabérselas todas. Cruzada de brazos respondió -"Nos estacionamos justo en la puerta, por eso."-
El Dr. Sablich respondió -"Claro. El amor estacionado. Bueno, cuéntenme: ¿qué los trae por aquí? ¿Problemas de comunicación? ¿Frigidez? ¿Desgano sexual? ¿Cuernos? ¿Alguno de ustedes quiere salir del armario? ¿Todo lo anterior... falta de cariño... o qué?"-
Horacio levantó tímidamente la mano, como si estuviera en la escuela -"Eh... sí, eso último, sobre todo."-
Mariela de inmediato se encendió como si tuviera un cuete en el culo. Levantando una ceja dijo superando a su marido -"A ver, Horacio, no exageres. El perro es tierno. Vos roncás y te tirás pedos."-
El Dr. Sablich sonrió como quien pesca una trucha sin mojarse los zapatos -"Excelente. Empezamos con los cariñitos pasivo-agresivos. Bienvenida, Mariela. Y vos, Horacio, ¿me podés contar qué sentís que está fallando?"-
Horacio se movió algo incómodo -"No sé... antes ella me abrazaba, me buscaba. Ahora es como vivir con Alexa. Le hablo y me responde con monosílabos. Pero si el gato estornuda, ella se desespera."-
El Dr. intervino -“¿Probaste maullar? Tal vez ahí sí te acaricia.”-
Mariela reaccionó defensiva -"¡Porque los animales no hablan! Necesitan cuidado."-
El Dr. Sablich pareció que miraba en dirección a una cámara imaginaria -"Exacto. Y por eso les das más afecto: no piden explicaciones ni tienen opiniones sobre series de Netflix."- hizo una pausa y luego preguntó -"¿Y qué pasa con el sexo? ¿Cada cuánto sucede la fiesta de los cuerpos?"-
Horacio pareció avergonzado. Dijo casi susurrando -"Una vez cada... dos meses. Pero siempre lo pido yo."-
El Dr. Sablich respondió -"¡Ah! Ritmo lunar. Muy bien. En la Edad Media eso era tener una vida sexual activa."- La miró directamente a Mariela para explorar sus sentimientos al respecto -"¿Y vos? ¿Te parece poco? ¿Te da lo mismo? ¿Preferís ver documentales de gatos con voz en off? ¿O te gustaría coger con otro?"-
Mariela hizo un puchero mientras se encogió de hombros. Parecía sincera -"No tengo ganas. Estoy cansada. El trabajo, las redes, la vida. Además, él siempre quiere a la misma hora. Como si fuera parte del menú."-
Sablich dijo pensativo -“Sexo a las 10:30, como si fuera noticiero. Decime Horacio ¿No probaste sorprenderla con un mañanero? ¿Una ducha espontánea juntos?”-
Horacio respondió -"Hace rato que ya no propongo nada fuera de serie. Me cansé de los rebotes."-
El Dr. Sablich se quedó pensando por un segundo. Según su experiencia, si Mariela le estaba poniendo los cuernos no lo diría ni aunque la metieran en una hoguera. Respondió como si hablara de vinos:
-"Sexo con horario fijo. Un clásico masculino. Horacio, te comprendo, pero el deseo no se activa como el microondas. A veces hay que descongelar el vínculo primero. Con un poco de buena voluntad del otro lado, claro. Cosa que aquí no veo."- Se acomodó en el sillón y miró a sus pacientes -"Escuchen bien esto, que lo digo una vez por sesión: la gente no cambia. Al menos no tanto. No vengan acá a ver si Mariela se vuelve fogosa o si Horacio se convierte en un monje zen. Lo que tienen que preguntarse es: ¿puedo vivir con esto sin convertirme en un resentido emocional?"-
Horacio se puso serio -"Yo quiero estar con ella... pero a veces me siento solo. Como un mueble con impuestos...y sin cajones. No guarda ni secretos. Ella nunca habla, siempre anda con cara de ojete..."-
El Dr. Sablich levantó su taza de café -"A brindar por los muebles tristes. Son muchos. Y caros."- miró a Mariela y le preguntó -"¿Y vos? ¿Lo querés? En este consultorio no tiene sentido mentir."-
Mariela bajó un cambio. Se disculpó sin palabras, solo con el tono. -"Sí... pero a mi manera. No soy demostrativa. No me sale."-
El Dr. Sablich asintió con la cabeza pero tenía dudas sobre Mariela -"Y ahí está el asunto. Él necesita que lo abracen. Vos necesitás que te entiendan sin decir nada. Acá hay una idea loca: hablen. Pero en serio. No con indirectas, ni memes, ni sarcasmo por WhatsApp. Hablen como adultos que quieren seguir juntos aunque el otro sea insoportable a veces."- Hizo una pausa dramática para que pensaran en la idea, luego dijo sabiamente -"Amar no es suficiente. Si el otro no siente el amor, ese amor es inútil.”-
La miró a Mariela como se mira a una hija y le dijo -"Mariela, no te costaría mucho cada quince días pedirle sexo a tu marido. Y si le estás poniendo los cuernos... no seas guacha. Cortálo ahora porque va a sufrir mucho."-
Después de hablar dos o tres zonceras más, el Dr. Sablich les dijo:
-"Miren, les voy a ser brutalmente honesto:
Las parejas que sobreviven no son las perfectas. Son las que se ríen de sus miserias.
Y las que, a veces, se tocan aunque no tengan ganas y por amor al otro.
La mayoría de las relaciones fracasan porque uno espera que el otro cambie.
Spoiler: el otro no va a cambiar.
Pero ustedes sí pueden construir algo nuevo, diferente.
Algo que no sea perfecto, pero que sea real.
Y si no pueden, tendrán que separarse.
Porque si no lo hacen, caen en la etapa intermedia de los cuernos.
O se resignan a ser infelices y adoptar más gatos."-
Miró seriamente los rostros de sus pacientes y terminó diciendo:
-"El resultado de la terapia depende exclusivamente de ustedes. No se mientan.
Si vinieron para quedar bien con el otro, mejor sepárense.
Ahora salgan por esa puerta y háganse dos preguntas:
¿Lo seguirías eligiendo aunque ronque y se tire pedos como todos los humanos?
¿La seguirías eligiendo aunque prefiera a un gato?
Si la respuesta es sí... abrácense.
Si es no... háganse un Tinder y vean qué consiguen cada uno por su lado.”
FIN
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