Curiosidades Históricas
Monjes Medievales Copistas
por Rodriac Copen
En los monasterios medievales, los monjes copistas pasaban horas, a veces días enteros, copiando manuscritos a mano, en muy malas condiciones: frío, luz escasa, silencio estricto y una rutina agotadora.
Aunque su tarea se asociaba a lo sagrado y a la solemnidad del saber, en los márgenes de los códices solían dejar rastros de su humanidad.
Se conocen ejemplos de anotaciones llamadas glosas o colofones, que no tenían nada que ver con el texto principal. Allí dejaban quejas, comentarios personales o hasta pequeñas bromas. Algunos ejemplos reales:
“Escribí todo esto, muy cansado.”
“Como el mar agitado por el viento, así estoy yo, exhausto de escribir.”
“La pluma es pesada, la vista me falla, el vino me falta.”
“Maldito sea este frío, ojalá llegue la primavera.”
“El pergamino es malo, está duro como el diablo.”
Y hasta anotaciones cómicas como: “La página no tiene errores, gracias a Dios.”
Estos pequeños respiros revelan algo importante: la escritura no era una labor etérea ni puramente espiritual, sino también un trabajo físico, con cansancio, incomodidades y momentos de hartazgo.
Lo interesante es que esas voces anónimas cruzan los siglos y nos acercan a ellos como personas de carne y hueso, más allá de la imagen solemne que la historia escrita quiere imponer del "monje iluminador". Es como si desde esos tiempos nos dijeran: "Estuvimos aquí, igual que ustedes, luchando contra el frío, el sueño y el fastidio, pero amando los libros."
Muchos historiadores ven estas anotaciones como un recordatorio de que la transmisión del conocimiento siempre estuvo atravesada por lo humano: no solo por reyes, batallas o dogmas, sino también por hambre, frío, humor y quejas escondidas entre las letras.
🖋️ Quejas y lamentos de copistas medievales
Aquí te dejo, fiel lector, algunas de las quejas que dejaron esos esforzados imprenteros que existieron antes de la era Gutemberg y un pequeño análisis de lo que deberías considerar desde el punto de vista del hombre moderno para darte cuenta de lo expresan estas quejas:
"Gracias a Dios, pronto oscurecerá."
- El fin de la jornada les permitía descansar de una jornada agotadora. En los scriptoriums medievales, los monjes copiaban manuscritos durante largas horas bajo luz tenue, a menudo con velas que iluminaban apenas unas pocas líneas. La jornada era agotadora en la que tenían una postura rígida y una constante tensión en la espalda y manos. Debían tener concentración extrema para no cometer errores, pues cada error podía ser costoso de corregir. La tinta que se corría, los pergaminos duros e inflexibles eran difíciles de controlar teniendo en cuenta que trabajana con tinta líquida que tardaba en secar. Las plumas se rompían... cada pequeño problema se acumulaba. Esta frase realmente expresaba alivio ante el final del trabajo del día. La llegada de la noche significaba descanso, la posibilidad de abandonar la mesa, estirarse, y dejar de lidiar con la dificultad física del copiado. Agradece a Dios por el fin de la tarea, no necesariamente por la oscuridad misma. Era un suspiro humano en medio de la solemnidad de su labor. Aunque se trataba de un trabajo espiritual y disciplinado, el monje no era una máquina; el cuerpo y la mente sufrían, y la tinta y el pergamino eran antagonistas constantes. La frase es un reflejo del agotamiento extremo y la paciencia límite que implicaba copiar a mano, incluso cuando la tarea tenía un carácter sagrado.
"Pergamino nuevo, tinta mala; no digo nada más."
- Tal cual oficinista moderno, se queja de la calidad de los materiales para hacer el trabajo. Los pergaminos recién preparados tenían una superficie más lisa y cerrada, menos porosa que los viejos. Eso podía dificultar que la tinta se absorbiera correctamente: se corría, “resbalaba” o tardaba en secar. Por ese motivo, los copistas preferían, a veces, pergaminos usados o ligeramente envejecidos, que aceptaban mejor la tinta. La calidad de la tinta variaba mucho. Podía ser demasiado líquida, demasiado espesa, mal mezclada, o poco duradera. La tinta de mala calidad podía correrse sobre el pergamino nuevo, manchar la pluma o arruinar el trabajo. El monje no necesitaba explicar más: bastaba decir “nuevo pergamino + tinta mala” para que otro escriba entendiera el desastre. Era una especie de resumen técnico y desesperado, pero también un toque humano: una manera elegante de maldecir sin decir palabrotas.
"Cuando bebo cerveza, mi rodilla se dobla."
- En los monasterios medievales la cerveza era parte de la dieta monástica. El agua potable muchas veces provenía de ríos, arroyos o pozos abiertos, que podían recibir aguas residuales, estiércol de animales, y basura. Las ciudades y aldeas carecían de sistemas de saneamiento eficientes. Esto provocaba enfermedades intestinales como diarreas, disentería y cólera. Microbios, bacterias y parásitos podían transmitirse fácilmente. Incluso el agua de lluvia recogida en tinajas o cubas podía estancarse y contaminarse. La cerveza, el vino o la sidra eran más seguras porque la fermentación mataba muchos patógenos. La cerveza monástica, por ejemplo, era débil en alcohol (entre 1–3%), pero lo suficiente para reducir riesgos y aportar calorías. El pan también se fermentaba (masa madre), lo que ayudaba a desinfectar parcialmente el cereal. La cerveza, el vino o la sidra se consumía a diario, a veces durante las comidas, y a veces incluso como “refresco” a media jornada de trabajo. El alcohol podía debilitar temporalmente la coordinación o la fuerza, sobre todo en piernas y manos. La frase “Cuando bebo cerveza, mi rodilla se dobla” indica que el monje sentía la pérdida de firmeza o estabilidad física después de beber, algo problemático si tenía que levantarse de la silla, caminar o incluso mantener la postura al copiar.
"Este pergamino es ciertamente peludo."
-El pergamino se hacía a partir de piel de animal (generalmente vaca, cabra u oveja). A veces la superficie no quedaba completamente lisa tras rasparla y alisarla. Pequeños restos de pelo, fibras o irregularidades podían quedar en la superficie, especialmente en pergaminos más económicos o recién preparados. La pluma “saltaba” sobre la superficie, la tinta se absorbía de manera desigual o se corría. Las imperfecciones podían estropear la caligrafía y hacer más lento el trabajo del copista. Esta queja es una forma concisa y casi humorística de maldecir el material: “peludo” refleja frustración ante un pergamino difícil de manejar.
“Pedro, dame una moneda y una media. No quiero escribir más.”
-“Una moneda y una media” probablemente se refiere a una pequeña paga o gratificación. Los copistas a veces recibían compensación por su trabajo, aunque no siempre era suficiente para el esfuerzo físico y mental que implicaba copiar un códice.
“No me reproches las letras, la tinta es mala, el pergamino es escaso y el día está oscuro.”
-Una justificación muy humana sobre la pobre calidad del trabajo final.
🔹 Copistas laicos en la Edad Media y el Renacimiento
Aunque los monjes eran los copistas más famosos por su labor en los scriptoriums, también existían copistas laicos, y su presencia fue especialmente importante desde la Baja Edad Media en adelante.
Eran personas no religiosas, contratadas por reyes, nobles, universidades o ciudades para copiar libros y documentos. Podían ser escribanos, estudiantes, artesanos del libro o profesionales especializados en caligrafía.
Trabajaban en talleres urbanos: en ciudades como París, Bolonia, Venecia o Toledo. En las grandes ciudades solían organizarse talleres de copistas laicos. En las universidades y escuelas los estudiantes y graduados copiaban textos académicos, a veces como parte de su aprendizaje.
También se hacían encargos privados, donde nobles y burgueses ricos contrataban copistas para libros de devoción, literatura o contratos legales. Podía tratarse de copias de manuscritos literarios, científicos o filosóficos. Elaboraban documentos legales y contables.
Se podían contratar iluminadores profesionales para decorar libros. Los iluminadores medievales cumplían un papel muy parecido al de los diseñadores gráficos modernos, aunque con algunas diferencias importantes en contexto y técnicas.
Decoraban manuscritos con iniciales ornamentadas, miniaturas, bordes ilustrados y oro/pigmentos brillantes. Usaban pinceles finos, oro en polvo, pigmentos naturales, tinta y pergamino.
El objetivo de un iluminador era embellecer el texto y transmitir significado visual; ayudar a la comprensión; mostrar prestigio del libro o su propietario.
Diferencias de laicos con monjes
Los monjes trabajaban en scriptoriums dentro de monasterios, bajo disciplina religiosa y dedicación exclusiva.
Los laicos eran profesionales o artesanos que cobraban por su trabajo y tenían más libertad, pero también menos acceso a ciertas bibliotecas y textos sagrados.
Los márgenes de los copistas laicos también podían incluir comentarios o quejas, aunque menos documentados que los de los monjes, porque su labor estaba más ligada al cliente que a la contemplación religiosa.
Importancia histórica
Los copistas laicos fueron clave para la difusión de la literatura profana, científica y jurídica, sobre todo cuando los monasterios empezaron a centrarse en textos religiosos.
Su actividad urbana preparó el terreno para la invención de la imprenta, ya que existía un mercado y una profesionalización de la copia.
Si te interesa explorar en el tema, te dejo un conjunto de links para que consultes.
Fuentes interesantes / referencias
- “Oh, My Hand: Complaints Medieval Monks Scribbled in …”
The Marginalian — blog que recoge varios ejemplos de quejas reales escritas por monjes en los márgenes de códices: “Oh, my hand”, “I am very cold”, etc.
The Marginalian
- “Cheeky Complaints Monks Scribbled in the Margins of Manuscripts”
Artículo en The Atlantic que recopila ejemplos curiosos de marginalia de monjes y analiza su trasfondo.
The Atlantic
- “Revealed: the moaning of miserable medieval monks”
Artículo en The Guardian que muestra citas reales de manuscritos como “I am very cold” o “Now I’ve written the whole thing: for Christ’s sake give me a drink”.
The Guardian
- “The Humour of Medieval Scribes”
En medievalists.net, un repaso de estudios recientes que han identificado muchas más anotaciones divertidas, quejas o insensateces dejadas por los escribas.
Medievalists.net
- Getting Personal in the Margin
Blog “medievalbooks” que da ejemplos de cómo lectores y copistas usaban los márgenes para criticar traducciones, emitir juicios, corregir errores, etc.
Medievalbooks
- “Marginal Scholarship: Rethinking the Function of Latin Glosses in Early Medieval Manuscripts” — Mariken Teeuwen (artículo académico)
Replantea el rol de las glosas latinas, no solo como notas eruditas, sino también como espacios de comunidad, crítica y humanidad textual.
Academia
- “Networks of Manuscripts, Networks of Texts”
Estudio que en parte aborda cómo las glosas (anotaciones marginales) pueden analizarse como redes de transmisión de textos y comentarios.
Journal of Historical Network Research
- Artículos sobre glosas carolingias / edición de glosas medievales
Por ejemplo, “Problems in editing glosses: a case study of Carolingian glosses on Martianus Capella” aborda glosas antiguas y las dificultades de editarlas (aunque no todas sean quejas humorísticas).
Queen's University Belfast
FIN
Tags:
#CopistasMedievales
#ManuscritosAntiguos
#HistoriaDeLaEscritura
#GlosasYColofones
#QuejasDeCopistas
#HumorMmedieval
#VidaMonástica
#CopistasLaicos
#IluminadoresMedievales
#ArteDelLibro
#HistoriaCcultural
#TrabajoArtesanal
#EdadMedia
#CulturaEscrita
#CuriosidadesHistoricas
#RodriacCopen
No hay comentarios:
Publicar un comentario