lunes, 8 de septiembre de 2025

El Diario de Rodriac: "La Decadencia Del Enfrentamiento"

 


Stand-Up presidencial


La decadencia del enfrentamiento

por Rodriac Copen


Ayer los argentinos votaron y la noticia no fue solo la derrota del oficialismo en Buenos Aires, sino algo todavía más jugoso: la derrota del estilo Milei. Sí, ese estilo que combina insultos, gritos, persecución de niños, y exacerbación de diferencias... hasta que uno empieza a preguntarse si el presidente quiere gobernar o presentarse en algún espectáculo decadente como Bailando por un sueño.

Porque vamos a decirlo con humor pero en serio: hay un límite. Uno puede disfrutar un insulto gracioso de vez en cuando, como quien se ríe de un meme con Homero Simpson. Pero cuando el insulto se vuelve el único plan de gobierno, la cosa cansa. Y en Argentina, lo que cansa... se vota en contra.

El presidente se acostumbró a la fórmula básica:

  • Insultar a alguien.
  • Gesticular mucho, como si estuviera peleando con un enjambre de mosquitos invisibles.
  • Repetir “la casta” hasta que la palabra pierda sentido y parezca un nombre de banda de cumbia.
  • Cambiar el timbre de su voz a una forma "gutural" que por alguna razón inexplicable considera "cool" y no ridícula

El problema es que, como toda serie repetitiva, llega un momento en que el público hace zapping. Y ayer, en Buenos Aires, el rating le bajó a cero.

El enfrentamiento permanente es como el spin-off que no funciona. Al principio genera intriga, luego hartazgo y, finalmente, bochorno. La sociedad argentina ya no quiere más temporadas de “ellos contra nosotros”. La grieta está tan usada que parece un jeans gastado: sí, esta claro que sigue ahí, pero ya no queda bien. Se necesita a alguien inteligente para salir del perpetuo discurso de la grieta.

Otro detalle del manual presidencial es negar, negar, negar. Si hay escándalos en el gobierno, el truco es intentar taparlos con las manos. Pero claro, intentar tapar el sol con las manos nunca funcionó. Y menos cuando ese sol está en horario de verano y pega de frente. La gente ve lo que pasa, aunque te pongas en modo eclipse. Negar que la corrupción está enquistada... parece señalar a los corruptos. 

Dicen los psicólogos que la empatía es la base de toda relación saludable. En política también. Y ahí tenemos un problemita: el presidente parece no haber descargado todavía la app de la empatía. No lee a la sociedad, no escucha el fastidio, y cuando la realidad golpea, responde con más gritos. Como esos vecinos que cuando suena la alarma, en lugar de apagarla... ¡le suben el volumen!

No sabemos si esta derrota será definitiva, pero sí marca un antes y un después. No porque la oposición haya hecho magia, sino porque el propio estilo presidencial se convirtió en su peor enemigo. El insulto se volvió ruido blanco. El gesto exagerado, una caricatura. Y la grieta, un chiste viejo que ya no hace reír.

En Argentina, la política siempre fue un espectáculo. Pero como todo show, si el guion se repite demasiado, la gente cambia de canal. Y ayer, en Buenos Aires, eso pasó. No es que los argentinos dejaron de reírse... es que ya no da gracia ver la misma rutina, una, otra y otra vez.

Porque al final, la decadencia del enfrentamiento no es otra cosa que esto: descubrir que gritar más fuerte no es gobernar mejor. Y que el público, cansado de tanto ruido, empieza a preferir el silencio antes que la saturación.



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