Pulp Fiction
Un Paso Atrás
por Rodriac Copen
Él la encontró en la cocina. La luz amarilla resaltaba el vapor que salía de la cafetera humeante, pero el café estaba frío. Sus ojos ni siquiera lo veían. Siempre ausente. Siempre en su propio mundo.
—"¿Me escuchas?"— dijo él, algo cansado y fastidiado, como golpeando el aire.
—"¿Hm?"— ella levantó la vista del celular, parpadeando lento —"Sí, claro... todo bien."—
Él apoyó la taza en la mesa y la rodeó con las manos. El calor se le escapaba. Como siempre. Todo se le escapaba.
—"No entiendo"— susurró él —"Intento hablarte, tocarte, acercarme... y tú..."—
—"Yo soy yo"— interrumpió ella, fría, cortante como siempre —"No esperes que cambie."—
Hubo un silencio largo. De repente, arrancó el zumbido del refrigerador. La tensión, como un filo invisible, a él le parecía cortar la habitación en dos.
Avanzó un paso.
—"Siempre un paso atrás."— dijo, apretando las mandíbulas —"Siempre invisible. Cada día más lejos. Cada noche más solo... conmigo a tu lado."—
Ella se encogió de hombros, indiferente.
—"Hago lo que quiero. Tú también. Somos adultos."—
Eso lo quemó por dentro. Cada palabra parecía un golpe. Cada gesto de indiferencia, un cuchillo que lastimaba una y otra vez. Su alma parecía llena de cicatrices.
Respiró hondo. La ira y la tristeza parecían mezclarse esa noche. La paciencia agotada, la esperanza rota. Caminó hacia la puerta. Cada paso resonaba, arrastrando años de silencios acumulados.
—"¿A dónde vas?"— ella levantó la vista, sorprendida.
—"A buscarme a mí."— dijo él, firme, con la mandíbula tensa —"No quiero seguir desapareciendo aquí. No puedo desaparecer mientras tu vives sola a mi lado."—
Ella abrió la boca, pero como siempre, no salió nada. Él no volvió la mirada. La puerta se cerró con un golpe seco. El eco retumbó como sentencia en las paredes.
Afuera, la lluvia caía en gotas pesadas. Se sentía fría. Las gotas oscuras caían sobre él. Se sintió libre. Respiró hondo, sintiendo por primera vez en años que estaba vivo. Cada inhalación era aire nuevo. Cada paso que daba, marcaba su propio territorio.
El amor había muerto en silencio, asfixiado por la indiferencia. Pero él... él todavía existía. Y la vida no espera.
FIN
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