El Diario de Rodriac - Humor
La Dura Vida del Escritor
por Rodriac Copen
Ya me harté de los quejosos. ¿Tu no? ¿Sabes qué es lo más triste de Internet? La gente mayor quejándose que “ser escritor es difícil” con voz de ñoño. Y se quejan con la misma solemnidad con la que un gato mira una almohada.
¿Y lo menos encantador? Los mocosos millenials repitiendo lo mismo como si hubieran descubierto el tetrabrik de la desgracia. Pendejos holgazanes...brrrr...
Como si a alguien alguna vez le hubieran regalado una pluma por su cumpleaños. O como si algún pariente cercano hubiera empujado a los intrépidos tecleadores literarios. ¡No, amigo! Nadie te da nada cuando eres escritor. Si Asimov entró al Olimpo de los escritores, fue porque se lo ganó a base de teclas, rechazos y —llámenlo como quieran— resiliencia.
Si te estás ahogando en la miseria creativa y quieres soluciones “rápidas”, te doy un pack de estrategias infalibles, mientras calibro mi sarcasmo en modo ON.
La típica: cásate con una mujer rica que te banque. Jugada clásica: cambias el café instantáneo por espresso colombiano y debajo del mantel ya hay un contrato editorial firmado. Romance y economía familiar. Eso sí: puede que ella prefiera que escribas únicamente novelas románticas. Nada de guerras, desastres ni tragedias al gusto del público masculino.
Otra: pide un préstamo al banco para publicar. Idea cromañónica: suena épica en la ficción, pero en la vida real lo único que vas a conseguir son intereses y pesadillas fiscales. Mejor alternativa legal: crowdfunding, becas, Onlyfan con desnudos frontales (solo si tienes buen físico), concursos con premio en efectivo o vender relatos por encargo. Menos adrenalina, más impuestos.
Contratar un ghostwriter para que publique tu biografía ficticia es otra idea: picaresca fina. Le pagas a alguien para que invente una vida más interesante que la tuya y la vendes como “misteriosa y torturada”. Riesgo: si la biografía pega, vas a tener que fingir ese personaje en todas las cenas familiares.
Más barato aún: hazte periodista de entrevistas para “capturar” historias ajenas. Finges curiosidad, coleccionas anécdotas y si eres hábil, tienes material para años sin sudar una idea propia. O, como diga la ley, pide permiso y no arruines la confianza.
¿Ves la cosa? Ser escritor es un oficio lleno de ofertas y trampas. Lo gracioso es que las soluciones fáciles suelen ser atajos morales o guiones de reality show. La verdad, menos glam: trabajo, disciplina, leer mucho, escribir peor, corregir hasta que te sangren los ojos y publicar en lugares chicos. O sea: no es para holgazanes. Recibirás muchos “no”; entonces vuelves al teclado; y repites. Hasta que alguien te pague.
Si prefieres la senda clásica —la de tipos como Asimov— la receta no cambia: esfuerzo, dedicación y empeño. Nada de glamour instantáneo; mucho café y noches de insistencia. Los escritores no lloramos, escribimos, como diría la Chaquira. Y si quieres empezar por lo práctico, pásate por mi página de links ( haz click, chango! ): ahí están recopilados los lugares que sí pagan por escribir, convocatorias y editoriales. Es la guía para quien quiere laburar de verdad y no vivir de planes dudosos.
Al final, el secreto no es llorar por lo difícil que es esto. El secreto es escribir hasta que el mundo se rinda ante tu encanto... o al menos te pague un café. Y si todo falla, puedes mandarme una postal para que la publique en la web. O mejor: contrátame como agente literario haciendo click aquí.
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