Humor - StandUp
La inteligencia, ese invento sospechoso
por Rodriac Copen
¿Ser inteligente? ¡Ah, por favor! ¡Está sobrevalorado! Si ser inteligente fuera tan bueno, ya tendríamos un manual de instrucciones para abrir sachets de leche sin parecer psicópatas en la cocina.
La gente cree que ser inteligente es resolver ecuaciones cuánticas, citar a Nietzsche en una primera cita o saber qué demonios es el “blockchain”. No, querido lector. Ser inteligente es recordar que pusiste la pava al fuego antes de que te olvides y se convierta en un arma termonuclear. Eso sí es inteligencia práctica.
Pero claro, hoy la inteligencia tiene una nueva definición: no caer en los engaños burdos de la invasión extraterrestre que viene a bordo del 3I/Atlas, distinguir entre fotos o videos reales de los generados por Inteligencia Artificial, creer que existe un dios bondadoso que permite la existencia de una cloaca como este mundo. Ahí está el desafío de los que piensan: distinguir entre lo real y lo que te inventa un algoritmo aburrido o un cerebro afiebrado. Lo real de lo irreal. Saber si internet está o no muerta. No todos están preparados para vivir en el mundo real. No todos soportan la inteligencia.
Y ni hablemos de las teorías formuladas para idiotas: extraterrestres que nos visitan en secreto, conspiraciones que mueven los hilos del planeta, que si la tierra es plana, que si el hombre llegó o no a la luna, gurús que te prometen que si “manifiestas” serás millonario. ¡Sí, claro! Yo manifiesto pizza y aparece un flyer de delivery en mi teléfono. Eso es todo lo que logro.
Entonces te preguntas por lo que hizo el personaje de Cypher en Matrix: ¿no es mejor ser tonto y vivir feliz creyendo estupideces? Comerte tu filete virtual y listo. Porque el inteligente está todo el día preguntándose: “¿Es real? ¿Es un holograma? ¿Mi mujer me pone los cuernos? ¿Me están manipulando los reptilianos, la CIA o mi ex con una cuenta falsa en Instagram?”
El dilema es brutal: ¿qué prefieres? ¿Creer que con pensar fuerte en una Ferrari te aparece en la cochera, o aceptar -con la ciencia en la mano- que lo único que aparece es la factura de la luz cada vez más cara?
La verdadera inteligencia tal vez no está en la cabeza: quizá está en el momento en que decides si te comes la última porción de pizza tú solo... o la compartes. Ese es el dilema ético central de la humanidad. Aristóteles se debe estar revolcando en su tumba por no haberlo pensado antes.
Así que no me vengas con coeficiente intelectual, IA o con memorizar los planetas del sistema solar en orden. Inteligente es el que sabe cuándo quedarse callado, cuándo hacer el ridículo y, sobre todo, cuándo pedirle al mozo que traiga otra ronda, aunque todavía no pagamos la primera.
Ser inteligente es estar solo en un mundo poblado de idiotas con celulares y cuatro neuronas saturadas.
Si hay un dios, la inteligencia es su chiste cósmico creado solo para unos pocos. Y los humanos no evolucionamos mucho más allá que nuestros primos los monos. Tratamos de parecer genios... ¡pero todavía tropezamos con la misma baldosa desde la década de 1980!
FIN
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