SciFi Fantástica - Pulp Fiction
El Tren del Amanecer
por Rodriac Copen
El andén de la estación estaba vacío. A esa hora de la mañana, solo el frío y la niebla le acompañaban. Emma caminaba despacio, los tacones de sus zapatos resonaban a cada paso, aumentando la sensación de soledad.
Cada paso que daba era un recordatorio de la idea que la había traído hasta aquí: terminar con todo.
Como un ritual, se había detenido en medio del andén, cerca de las vías. Entonces apareció. Un enorme tren negro, se detuvo en el andén, el silbido del frenado rompió la quietud del silencio. El vapor que la rodeó olía a hierro, como de otro tiempo. Se abrió una puerta que tenía frente a ella. Un hombre delgado y de sombrero bajo, vestido con una chaqueta gris le miró directamente. Sus ojos grises la atravesaron.
—"Emma"— dijo —"Te estamos esperando."—
Emma tragó saliva. Su nombre en esos labios ajenos y desconocidos, atravesó sus oídos como un puñal.
—"¿Quién...?"—
—"El Revisor"— dijo él —"Este es el tren que estabas esperando."—
Sin saber muy bien por qué, subió. El vagón estaba iluminado con luces cálidas. Un olor dulce y familiar la abrazó. Extraño.
—"¿A dónde vamos?"— preguntó con una voz casi quebrada.
—"No vamos a un lugar"— contestó el extraño —"Vamos a un tiempo que olvidaste."—
Emma frunció el ceño.
—"¿De qué hablas...? ¿Recuerdos...?"—
—"Así es. Todos los que dejaste atrás"— dijo el Revisor —"La niñez que dolió, los abrazos que nunca llegaron, los juegos rotos. Tus primeros desengaños. Las pérdidas. Los sueños que se hicieron cenizas."—
—"No entiendo... ¿Cómo sabe tanto de mí? ¿Quién... quién es usted realmente?"—
—"Realmente no soy nadie que debas conocer... a menos que el tren te haya elegido. Escucha bien, Emma: ninguna especie inteligente del universo... está sola. Ningún individuo se deja solo para enfrentar su destino. Nadie es dejado al azar."—
—"¿Qué quiere decir?"—
—"Que hay guardianes para todas las especies. Siempre los hubo. Cada raza, cada ser inteligente, cada conciencia... tiene supervisores. Observan, guían, permiten que la vida siga su curso, incluso cuando parece caótica o cruel."—
—"¿Guardianes? ¿Como... dioses?"—
—"No. No hay dioses. Solo seres inteligentes. Cada mundo, cada especie, cada ciclo de vida... ha sido creado y supervisado por quienes vinieron antes. Todo lo demás es ilusión: la casualidad, el azar, dios mismo... son formas de canalizar el miedo humano."—
—"¿Entonces nosotros... los humanos... estamos siendo supervisados?"—
—"Así es. Y con el tiempo, ustedes evolucionarán. Crearán otras razas. También serán guardianes. Y esas razas... seguirán el mismo patrón. Así funciona el orden del universo. Así ha sido. Así será. No hay desviaciones. No hay errores, solo aprendizaje y expansión."—
—"¿Y yo? ¿Cuál es mi papel en todo esto?"—
—"Hoy subiste al tren para recordarte que la luz existe incluso en la oscuridad. Tu papel... el papel de todo ser vivo, es vivir. Ser consciente. Y quizá, algún día cuando estés preparada, ayudar a otros. A entender la trascendencia de la vida. Ese es el ciclo. Esa es la razón de todo lo que respira, piensa y sueña."—
—"Es... aterrador. Y hermoso al mismo tiempo."—
—"Exacto. Por eso estás aquí, Emma. Para recordar que no estás sola. Nadie lo está. Y que el universo... siempre encuentra la forma de sostenerse a sí mismo."—
El tren avanzó. La luz del amanecer se colaba por los ventanales. Emma cerró los ojos y lo recordó: la risa de su madre, el perrito que la esperaba cada tarde, el helado de verano. Una chispa cálida prendió en su pecho.
—"No todos pueden subir a este tren."— le dijo el Revisor —"Pero hoy, tú sí."—
El vagón se detuvo. Emma bajó. La estación estaba igual. Nada había cambiado, pero todo era distinto.
Quizá todo había sido un sueño lúcido.
Miró sus manos, que estaban vacías. Al revisar en sus bolsillo, encontró un pin metálico que brillaba en su palma.
Era el pin del Revisor. Emma sonrió.
Por primera vez en años, respiró ligera.
FIN
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