Curiosidades Históricas
El Robo Intelectual
por Rodriac Copen
¿Qué tan remotos son los piratas del siglo XXI?
Un brindis con tinta e ideas robadas por los ladrones de letras
¿Te imaginas que alguien, medio en broma medio en serio, tomara el final de tu novela, le pusiera título propio, lo imprimiera en ebook y lo vendiera antes de tú termines siquiera tu maquetación final? Pues algo de eso pasó con "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" (1605), la obra que marcó a fuego el nacimiento de la novela moderna. Y sí: aquel “pirata” literario resultó ser más eficaz que muchas IA actuales.
De pluma y molinos: cuando “fan-fic” era cuestión de galeras
Corría el año 1605: Miguel de Cervantes Saavedra, a los 57 años, ve por fin su novela publicada; el público ama a su caballero loco. El libro gira como molinete: ediciones en España, ediciones en Italia, copias en Bruselas; ventas que harían sonrojar a un bestseller actual. ( Wikipedia ) Páginas impresas, papel doblado, tinta fresca: el invento del siglo se convirtió de pronto en un best-seller.
Y ahí, como no podía ser de otra manera, alguien vio una oportunidad. En 1614 aparece un tomo que afirma ser la “Segunda parte del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, firmado por un tal Alonso Fernández de Avellaneda. Uso de un seudónimo para ocultar su identidad, miente sobre su lugar de origen (“natural de Tordesillas”), y prologo hostil directo contra Cervantes. (El Obrero)
No era una reedición barata ni una traducción: era directamente una continuación. Nuevas aventuras. Nuevos líos. Mismo nombre, mismos personajes. Como si alguien hoy publicara “La continuación de El Principito” porque ese libro sigue siendo popular.
Para 1615, Cervantes ya no se lo tomó con filosofía: hizo lo que cualquier autor con dignidad (y pocas leyes a favor): agarró su pluma, escribió su propia segunda parte, y en ella incluyó una de las escenas más deliciosas y definitivas de la historia editorial: Don Quijote entra a una imprenta, ve su propio “falso” segundo tomo saliendo del molino de tipos, y se indigna. (Wikipedia)
Con eso dejó en claro quién mandaba en su ficción. Y no sólo eso: convirtió una afrenta en recursos narrativos —metaficción, humor, venganza literaria.
Papeles, tinta y fraude: la ciencia del libro como producto
En ese tiempo, publicar un libro implicaba: manuscritos copiados a mano, largas correcciones, fatiga de escribas. Después, había que fundar o conseguir una imprenta: tinta, tipos móviles, papel, muchos artefactos caros, escasos y codiciados. Que un libro se volviera masivo era casi mágico. El oficio del impresor tenía algo de alquimia: lograr que un puñado de hojas se transformaran en best-seller.
Y como en todo negocio donde hay demanda... florece la copia. La imprenta permitió la multiplicación casi industrial de libros, pero también abrió la puerta al “yo soy tú, pero más barato”. En ese sentido, la apócrifa edición del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda es una de las primeras —o directamente la primera— secuela no autorizada de una novela famosa.
Los impresores —no los piratas de galera, sino los suplentes del noble arte en papel— entendieron rápidamente que la “originalidad” no les daba de comer, pero la fama sí. Y que si podían vender una “parte 2” de algo exitoso, ¿para qué esperar al autor? (Smithsonian)
La ironía del impostor: lo legítimo y lo robado
Lo más absurdo del asunto fue que la secuela pirata no era una copia del texto original, ni un plagio palabra por palabra, sino una reescritura desde cero. Como si alguien hoy escribiera una temporada 9 de Breaking Bad sin Walter White, pero con el mismo nombre, el mismo universo, tan sólo versiones torpes de los personajes (de hecho sucedió muchas veces en el cine, pero eso... es otra historia).
Hoy, siglos después, esa práctica sigue tan viva como entonces, aunque con disfraces más blandos. Cambia la imprenta por PDF o EPUB compartido en foros, grupos de Facebook, “colecciones” de cómics escaneados, manuales copiados, fan-fics que se venden como propios.
Y sin ningún rubor. Porque en esta cultura de "gratuidad" ya no se percibe como un robo brutal. Ya nadie piensa en piratas, sino en “compartir cultura”, “difundir”, “mantener vivas obras olvidadas”. Se llame altruismo o buena fe, el resultado es el mismo: el autor —ese sujeto frágil de carne, ideas y horarios— queda fuera del reparto de las ganancias.
Facebook no solo es el hogar de miles de prostitutas disfrazadas de influencers, estafadores o vendedores de cursos falsos. También es ahora la meca de piratas.
Pero atención: muchos escritores indignados con que una IA (o una herramienta automática) “robe sus trabajos” se muestran risueños ante estas mil maneras de piratería tradicional. Como si la pantalla mitigara el daño. Como si la tinta digital fuera menos punzante o destructiva.
Lecciones para escritores novatos — y modo de ponerlas en escena
1. La historia del Quijote muestra cómo algunos personajes trascienden a sus creadores. Para ti, escritor, significa que un personaje bien creado puede convertirse en algo mayor: símbolo, referencia, tal vez hasta una “moneda de cambio”. Piensa cuando armes a tu protagonista: si es sólido, atractivo, irreverente, otros querrán apropiarse de su vida. Guarda siempre tus apuntes para probar la creación del personaje.
2. Imagina una novela ambientada hoy: un autor pobre, anónimamente famoso en foros; alguien roba su historia, le da otro nombre, la vende. El autor descubre su propia voz en boca de otro. Conflicto directo, drama psicológico, lucha ética y legal —una mina para tensión, empatía, reflexión sobre autoría en la era digital. Publica en tu web ANTES que en cualquier otro lado para probar la fecha de creación de tu trabajo. No dependas de otro medio o red social del cual no tienes el control total de las publicaciones. Tu propia web dirá exactamente la verdad de tu PRIMERA publicación.
3. Tal como Cervantes ingeniosamente incluyó en su segunda parte la denuncia contra el impostor —haciendo meta-novela: la obra habla de la obra— tu puedess usar ese recurso para denunciar, retratar o satirizar la piratería moderna. Que tus personajes creen mundos y dentro de esos mundos otro personaje escriba un libro, una continuación, un plagio: eso puede ser un juego abrasivo, irónico, revelador.
4. Las copias, apócrifas o no, desnudan una verdad literaria: cualquier obra con éxito —popularidad, fama, viralidad— se vuelve patrimonio colectivo, querible y saqueable. Eso duele, pero también confirma que tus palabras pueden vivir más allá del autor. Como tentación, como premio, como condena.
Piratas de ayer, “buenas personas” de hoy — un mapa de saqueo
* El falsario clásico: como Avellaneda, que firma con seudónimo, vende una continuación falsa y se queda con los beneficios. Fueron los impresores, los editores, junto con el autor pirata cómplices de un robo descarado , sin ética, sólo por dinero y ventas.
* En los siglos posteriores, proliferaron las continuaciones no oficiales, adaptaciones no autorizadas, reimpresiones bajo manos distintas, traducciones dudosas. Todo un negocio paralelo. Incluso durante el siglo XVIII, aparecieron “nuevas continuaciones” del Quijote en Francia, sin relación con el autor. (Wikipedia)
* El “bienintencionado” moderno: hoy —y tu lo sabes si circulas por redes sociales— gente que escanea libros, los sube, los comparte sin pagar derechos, escudándose en "buenas intenciones" como “cultura libre”, “acceso para todos”, “difusión”. A veces con máscara de altruismo, otras con la simpleza de quien no piensa en autoría ni en consecuencias. Son simples RATEROS.
* En muchas ocasiones, los autores (sobre todo en países sin leyes fuertes de propiedad intelectual o sin acceso a medios legales) quedamos desprotegidos; nuestra obra circula sin remuneración, sin reconocimiento. Siempre hay un daño implícito o no: un ingreso menos para el creador.
* Y lo llamativo de esto, lo casi cómico-trágico: muchos escritores de hoy temen más a una IA que a esa larga historia de saqueo masivo, indiscriminado e impune. ¿Por qué? Tal vez porque la IA suena futurista, nueva, amenazante. Pero las imprentas clandestinas, los PDFs gratuitos, los volúmenes fotocopiados, esos siguen ahí. Más crueles aún, porque son invisibles.
¿Qué nos enseña esto sobre la condición humana?
Que los humanos somos caníbales literarios. Que donde hay sed de historias, hay manos que no temen meter la garra. Que los mundos de papel —y ahora de píxeles— nunca han sido lugares de propiedad clara: pertenecen a quien escribe... hasta que alguien más roba la idea o la obra completa.
No daré ejemplos para no exponerme a represalias legales, pero todos conocemos en la industria de la televisión a varios SAQUEADORES y APROPIADORES de ideas, que incluso lograron "CARRERAS" importantes en la industria a costa de destruir y despojar a muchos autores legítimos. Con respaldo legal, por supuesto, porque buitres hay en todas las profesiones y de todas las calañas.
Y que la originalidad, ese pedestal tan caro que a veces lleva años construir, es a la vez una provocación. Porque cuanto más original eres, más probable es que alguien quiera apropiarse de tus creaciones.
Para un escritor, esa es una de las ironías centrales del oficio.
Ser escritor en la edad de los piratas
Si estás escribiendo algo, deberías recordar: tu voz puede ser robada, copiada, imitada, “adaptada”, “reimprimida” sin que lo sepas. Pero también puede volverse inmortal. Si alguien se atreve a vender un Quijote falso, es porque el original ya había capturado algo esencial del deseo humano como reír, soñar, luchar contra molinos de viento.
Tal vez hoy no hayan galeras ni espadas. Pero hay teclados, pantallas, impresoras, foros, mercados de segunda mano, PDFs y EPUBs libres. El saqueo continúa. Y seguirá continuando. La diferencia es que ahora los piratas se visten de buenos samaritanos. Fingen ser "buenas personas". Y eso duele, porque las buenas intenciones son el disfraz más eficaz para engañar estúpidos. Y sabemos que las redes están pobladas de millones de estúpidos: antivacunas, terraplanistas, influencers tetoculónicas, manifestadores bobos y subnormales ignorantes de todo tipo.
Así que brindemos con café o con tinta manchada de sangre, por los que escriben. Por nosotros mismos.
Y si acaso un día abres una imprenta —o tu propia plataforma digital— que imprima tu obra, mira con recelo. Porque donde hay páginas que se alinean para contar una historia, también hay siempre alguien dispuesto a cambiar el nombre en la portada.
Trata que los molinos sigan girando, pero que tu nombre siga intacto.
¡Buena escritura! 🚀✍️
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