🛡️ Aclaración legal
Este texto es una sátira con fines humorísticos, críticos y de reflexión social. Toda mención a personas públicas se realiza desde el ejercicio legítimo de la libertad de expresión, amparada por la Constitución Nacional Argentina (art. 14) y los tratados internacionales suscritos por el país. Las opiniones aquí vertidas no constituyen denuncias formales ni imputaciones de delitos, y deben interpretarse en el marco del género literario satírico.
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Un Mundo de Circo Gobernado por Payasos
Buenas noches, damas, caballeros y bots rusos que se colaron en este streaming: bienvenidos al noticiero más serio de todos... el de mi cabeza, porque la realidad se fue a vivir a un delirio colectivo y dejó la lógica haciendo dedo en la banquina.
Estados Unidos, ese antiguo paraíso antes deseado destino de inmigrantes tercermundistas, ahora se ha convertido en una democracia que celebra el racismo con hamburguesas y balas de goma repartidas a periodistas y manifestantes por igual. La meca de la antigua democracia en donde los billetes crearon multimillonarios que tuitean como si fueran adolescentes con Wi-Fi prestado y presidentes que se pelean mediáticamente con colaboradores para luego reconciliarse como pareja de enamorados.
Hay una novela del momento que protagonizan Donald Trump y Gavin Newsom. Sí, amigos, Trump decidió desplegar la Guardia Nacional en Los Ángeles, así como quien tira confeti en una fiesta, pero en vez de brillar la alegría de las promesas rotas, se armó el Apocalipsis versión bizarra con una California que se parece más a la nave de Depredador o al Terminator del austríaco hormonizado. Newsom, que tiene cara de actor de serie cancelada por Netflix, salió a gritar: “¡Dictador!”, mientras Trump lo miraba con esa cara de “yo soy la ley ¡y tú estás despedido!” mezclada con “me olvidé de tomar la pastilla” del viejo alemán.
La tensión era tal que uno esperaba que resolvieran todo como en el Capítulo Final de Dragon Ball Z: Trump lanzando un “Kamehameha con la Constitución” y Newsom contraatacando con un discurso ambientalista desde una tabla de surf.
Pero no todo es drama político con aroma a bronze. También tuvimos una de las peleas menos esperadas del año: Trump vs Elon Musk, o como le dicen los medios: “El Godzilla naranja contra el Tony Stark de Wish”.
Trump lo acusó de ingrato, Elon respondió con memes, y después, como buenos multimillonarios impunes que siempre se salen con la suya, hicieron las paces tomando champán con nitroglicerina. Porque así son los magnates: se insultan con frases tipo “¡estás muerto para mí!” y a los cinco minutos se abrazan como si hubieran jugado un picadito de golf y ganado la Tercera Guerra Mundial. Y después de todo, siempre habrá algún ingenuo que se cree el cuento de que la impunidad no se puede comprar.
Por si fuera poco, bajando al Atlántico Sur, aterrizamos en ese parque temático del realismo mágico llamado: Argentina.
La justicia ratificó la condena a Cristina. Y uno se pregunta: ¿cuántas vidas políticas tiene la princesa? ¿Acaso es un gato con traje de presidenta? ¿Un mito urbano? Porque cada vez que parece que está “judicialmente acabada”, aparece en una videollamada diciendo: “A mí no me van a correr con una condenita de juguete”. Se diría que tiene muchas ínfulas de impunidad.
Argentina es así: un país donde los presidentes no se retiran... siguen jugando porque después disfrutan de las comodidades que el poder les permitió acumular, legales o no. Mientras están en el poder, algunas causas judiciales parecen desvanecerse como por arte de magia. Escándalos de correo, líos en paraísos fiscales y bulos de criptomonedas son anécdotas menores, no necesariamente signos de corrupción. Los expresidentes pasan de conducir un país a conducir un podcast de autoayuda económica transmitido desde una quinta de lujo.
Y todo esto nos lleva a una reflexión importante: el poder, cuando se perpetúa, no se convierte en sabiduría... se convierte en “mesa chica con catering de oro”.
Señores: no importa si es Trump, Elon, Cristina o Darth Milei... el asunto es siempre el mismo: cuando un poderoso no se quiere ir, empieza a parecerse más a una patología institucional que a un ciclo democrático saludable. Y se queda pegado como calcomanía vieja de “I ❤️ el pueblo” en un parabrisas lleno de polvo.
¡Bienvenida democracia "americana" al circo del tercer mundo! Los yankies finalmente lo lograron. Transformaron su oscura democracia basada en dinero en un sistema bananero basado en poder.
Pero no desesperen, porque mientras los gobiernos discuten usando bots y espías basados en TikToks y PowerPoints con emojis... los del pueblo seguimos acá, buscando la señal de Wi-Fi más estable para ver si al menos Netflix todavía funciona.
No importa si estás en Washington, Buenos Aires, Camboriú o en el metaverso con anteojos truchos: la política se volvió un show de stand-up, pero sin remate.
Y como si todo esto fuera poco... el mundo sigue girando al ritmo de una playlist maldita organizada por un DJ psicópata. Porque mientras en casa nos quejamos porque subió la tarifa de luz, Israel se pelea con Irán como quien devuelve un mate mal cebado, y la guerra entre Rusia y Ucrania ya va por la temporada 3, sin guion, sin final y con más víctimas que coherencia.
Putin sigue jugando a Risk, pero versión real: con soldados que mueren, civiles aniquilados y familias destruidas. Ha sido incluso acusado formalmente por la Corte Penal Internacional por traslados ilegales de menores en zonas de conflicto. Pero a muchos rusos parece no importarles demasiado mientras no se los toque directamente. Tanques operados por soldados formados en la obediencia debida, y declaraciones tibias de Estados Unidos y Europa que parecen sacadas de una novela distópica escrita por adolescentes.
Ucrania, por su parte, resiste como un router en hora pico: sin energía pero con mucha dignidad.
Y mientras tanto, Venezuela y Cuba... ¡Ay, Venezuela y Cuba! Dos países que alguna vez prometieron futuro y hoy se parecen más a un escape room que nadie logra resolver y del que es imposible escapar. Presidentes que parecen personajes de novela negra y gobiernan como si el Estado fuera un kiosco heredado por error.
En Venezuela, Maduro sigue hablando con pajaritos y controlando elecciones como si fueran sorteos truchos de Instagram. ¡Alguien que le acerque un vaso de racionalidad, por favor! Y ni hablar de Cuba, donde se gobierna con la gracia de un despertador sin pilas: no suena, no avanza, pero sigue molestando.
Y claro, todo esto nos ha hecho acostumbrarnos, a los simples habitantes de este planeta, a lo inaceptable. Que la humanidad viva en modo de “emergencia constante”. Antes nos asustaba una guerra... ahora, si no hay al menos una amenaza nuclear en curso, el noticiero no envía corresponsales.
Vivimos como quien duerme al borde de un acantilado, con la cabeza sobre una almohada de memes y un despertador que suena cada vez que alguien invade un país o reprime una protesta.
Y así estamos y seguimos: hiperconectados, saturados de noticias, anestesiados de la realidad y completamente solos en el universo. Un circo lleno de monos y gobernados por payasos siniestros.
Porque sí, esa es probablemente la razón por la que los extraterrestres aún no se presentan.
No es que no existan... ¡Es que vieron el panorama actual y dijeron: “Mejor seguimos orbitando por Saturno, que al menos ahí nadie tuitea amenazas nucleares!"
Así que amigos... a reírse, que el mundo es un delirio... mientras todos siguen las redes sociales, scrolleando videos y buscando estímulos vacíos, mientras el mundo espera por ayuda para ser un lugar mejor.
Buenas noches, planeta Tierra, que descanses en paz.
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