Probatio Dei
El video se volvió viral en las redes en apenas una horas. El entrevistador inmerso en sombras tenía una voz pausada. Estaba sentado frente a lo que muchos decían que era una animación elaborada con alguna Inteligencia Artificial generadora de videos.
El ser se parecía mucho a lo que todos conocemos con el extraterrestre clásico: una altura de alrededor de un metro con sesenta centímetros, cuerpo pequeño con brazos y piernas desproporcionados. Una gran cabeza remataba el cuerpo, de aspecto grisáceo, ojos oblicuos y una boca pequeña, sin labios visibles:
—"¿Usted afirma ser un descendiente de los humanos?"— insistió el entrevistador.
—"No lo afirmo. Lo soy. Vengo de una rama evolutiva futura del Homo sapiens. Desciendo de ustedes."—
—"Y en su sociedad... ¿se ha podido descubrir o descartar la existencia de Dios?"—
El silencio fue largo, apenas roto por el suave ronroneo de la maquinaria que estaba fuera del campo visual de las cámaras que filmaban la entrevista.
—"Mi civilización no ha podido demostrar su existencia. Tampoco su inexistencia. Para mis congéneres Dios sigue siendo un concepto inaccesible, imposible de demostrar con la ciencia."—
Julián pausó el video con una sonrisa.
—"Ahí tienes. Lo dice un ser del futuro. Dios no es una cuestión de ciencia. Es algo solo tangible por la fe."—
Ramiro, que bebía su té verde, resopló mientras dibujaba una mueca en su rostro.
—"Admito que es un concepto inaccesible... 'por ahora'. Pero estoy seguro que si existe, debe haber una forma científica de probarlo. Algo, por mínimo que sea, que deje una huella tangible de una inteligencia que oriente de algún modo la evolución de las cosas."—
—"Hablas como si fueras un empirista del siglo XIX. Ya lo explicaba Santo Tomás de Aquino: no necesitas una huella directa para probar algo. Si algo cambia, es porque debe haber una causa. Si hay un movimiento en donde antes no lo había, debe haber un motor. Si existe un posibilidad de algo, hubo un ser necesario que generó esa posibilidad. Porque el no ser es la incapacidad plena de producir ningún efecto."—
Ramiro arqueó una ceja.
—"¿Volvemos al argumento cosmológico? Pensé que habías superado esa etapa medieval."—
Julián sonrió, mientras apoyaba cuidadosamente su taza de café en el plato.
—"Tú crees ser muy evolucionado y moderno en tu ciencia ¿Verdad? Pero lo cierto es que la razón y los hechos no cambian con el calendario. La verdad cognoscible es siempre una sola. Igual que para la ciencia. ¿Quieres una apuesta?"—
Ramiro se enderezó.
—"Ok. Todo sea para mostrarte que el método científico puede ser lento, pero termina por llegar a la verdad."—
—"Apuesto justamente a que no puedes, en el lapso de tu vida, crear una prueba científica que permita probar la existencia o inexistencia de Dios."—
—"Me parece bien. Pero yo apuesto a que puedo demostrar que la existencia de Dios es innecesaria para la evolución del universo."—
Después de trabajar durante algunos meses usando una gran parte de su tiempo libre, el laboratorio de Ramiro se había convertido poco a poco en una amalgama de cables, pantallas, y frascos de cafeína. Era un verdadero centro de experimentación metafísica, como solía llamarle.
El experimento que resultó de su agotadora investigación, se llamó -a modo de broma- Teo-Test, y tenía varias fases:
1. Simulación cuántica de universos posibles.
2. Análisis de patrones improbables en constantes físicas.
3. Modelado de conciencias artificiales para rastrear intuiciones teístas.
Sonaba altamente científico y complejo, pero en realidad el principio básico era simple: si un supuesto Creador intervenía, el universo creado por éste, debería mostrar las "huellas" del diseño de su creador. Estas huellas se verían como improbabilidades estadísticas extremas, asimetrías dirigidas para la obtención de algún fin específico, o leyes extremadamente ajustadas a la obtención de algún resultado particular.
Si no encontraba ninguna evidencia de ese tipo, era porque podía descartarse la existencia de algún tipo de acción dirigida a algún fin determinado. La ciencia no se dirigía a un fin específico, sino que decantaba por la probabilidad estadística más alta, no por la probabilidad más extrema que llevaba a un fin en particular.
Tras meses de trabajo, investigación, consultas a colegas astrofísicos, teólogos y expertos en Inteligencia Artificial, lanzó su paper prepublicado: "El universo como sistema cerrado: ausencia de necesidad ontológica externa".
Se lo leyó en voz alta a Julián en un asado informal, y a modo de broma, entre risas y aplausos de sus colegas.
—"No se pudo hallar ningún rastro que no pueda explicarse por física conocida, azar cuántico o selección natural multiversal."—
—"¡Felicitaciones!"— dijo Julián, mientras palmeaba su hombro —"Probaste que la creación no lo necesita. No que Dios no esté."—
—"¿Te parece una diferencia significativa?"—
Julián levantó su copa de vino.
—"A los ojos de la fe, eso hace toda la diferencia del mundo. La ciencia es capaz de explicar el 'cómo'. Pero no puede llegar a explicar el 'por qué' de la creación. Y mucho menos el 'para qué' fue creada."—
Pasaron algunos años. El Teo-Test que nació de una apuesta graciosa entre amigos, fue publicado en medios científicos, replicado, criticado, y también defendido.
Pero poco a poco, como una semilla ligeramente agresiva y virulenta, el mundo cambió. La sociedad se volvió más crítica, más cínica y definitivamente menos espiritual.
Los cultos, que con el tiempo se volvieron oscuros y económicamente dudosos, fueron desapareciendo uno tras otro. Otros se radicalizaron. Y hubo personas que perdieron la fe, mientras que otros vieron motivos para aferrarse más a ella.
De alguna manera, Ramiro no estaba satisfecho con su trabajo. Soñaba frecuentemente con el ser del video, que en la penumbra de su sueño repetía:
—"Has eliminado a Dios. Ahora estás solo. ¿Estás listo para lo que eso significa?"—
Un día, en una caminata por el parque encontró a Julián leyendo bajo un árbol. Tenía una vieja edición de los 'Comentarios a la Suma Teológica'.
—"De verdad ¿no te cansas de leer eso?"—
Julián le devolvió una sonrisa mientras cerraba el libro.
—"La verdad es que no busco pruebas, Ramiro. Lo que busco en realidad es sentido. Sentido a todo lo que resulta del vivir"—
Ramiro se sentó junto a él. Siempre sus puntos de vista sobre la teología y sobre Dios, los habían enfrentado. Pero por primera vez, no quería discutir. Simplemente cerró la boca para escuchar los pájaros. Después de algunos momentos, le preguntó a su amigo:
—"Dime algo. Si el universo fuera solo materia, ¿por qué a veces los seres humanos se sienten tan... huecos?"— bajó la cabeza —"Si el universo no fue creado por nadie, no deberíamos sentirnos vacíos."—
Julián sonrió.
—"Porque no encontrar evidencias de algo no puede probar que ese algo no exista. Ese también es un principio de la ciencia."— Hizo una pausa, como para que Ramiro pudiera entender las implicancias. Luego continuó:
—"Porque los humanos fueron creados con hambre de infinito, con sed de trascendencia. Puedes negarlo si lo deseas, pero el hambre y la necesidad van a seguir ahí, porque forman parte integral del ser."—
Ramiro lo miró. Por primera vez, sin soberbia.
Y el viento sopló entre las hojas, sin ninguna ciencia que lo explicara del todo.
FIN
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