Escribir sin Presunción
Como Evitar la Pluma Presuntuosa y Escribir para los lectores, no para Lucirse
Por Rodriac Copen
La vida de escritor tiene múltiples caminos disponibles. Algunos de nosotros escribimos para salvarnos (lo que sea que eso signifique para ti o para mí), otros lo hacen para conectar con otras personas, para conmover a los demás; otros pocos, para iluminar el mundo con ideas nuevas en diferentes áreas.
Pero muchos, como quien esto escribe, también lo hacen para entretener, para acompañar al lector unas horas. Esa búsqueda en la que pretendemos abrir una puerta, sin grandes pretensiones ni alardes para que nuestros lectores se entretengan. Entretener es una palabra que genera antipatía en algunos círculos de escritores (Puaj! que asco jaja).
Algunos escritores somos —si se permite la palabra sin ironía— escritores vulgares. Es decir, de la 'vulgus', del pueblo, de lo cotidiano.
Desde hace décadas he visto pasar muchas modas en la escritura, pero una constante y molesta es la pluma presuntuosa: ese estilo recargado, afectado, saturado de palabras poco usadas, que parecen estar allí no para decir, sino para mostrar cuánto sabe el autor. Esa escritura que suena como si alguien se estuviera mirando en un espejo.
Siempre he pensado que escribir en modo presuntuoso es escribir
para los otros escritores, no para los lectores. Y peor aún: para crear una
imagen inflada del "escritor" en cuestión. Se vuelve un estilo que
confunde dificultad con profundidad. La presunción es una prosa que olvida lo
esencial: comunicar. Porque cuando el lenguaje se vuelve un obstáculo, el
lector tropieza, se aburre, y se va.
El peligro de las palabras “nuevas” o infrecuentes
No tengo nada contra ampliar el vocabulario. Al contrario, leer y aprender nuevas palabras siempre es un placer para el buen lector. Se podría decir una aventura intelectual. Pero el problema está en cómo se usan las palabras infrecuentes o novedosas. Incorporar un vocablo raro, arcaico o demasiado técnico, por el solo hecho de mostrarlo, es como invitar a alguien a tu casa y servirle un plato que no puede masticar.
La lengua cotidiana tiene un núcleo poderoso. Es directa, expresiva y, sobre todo, emocional. Y ya me has escuchado en otras notas sobre lo que significa "conectar emocionalmente" con tus lectores.
Todos los escritores deberíamos recordar que la lengua está viva. La literatura, cuando nace de esa materia común que es el vocabulario, tiene más fuerza que la que se escribe desde el púlpito de la erudición.
Un escritor que entendía esto a la perfección fue Jorge LuisBorges. Aunque algunos lo recuerdan por su erudición, él mismo decía:
"Yo no soy un escritor barroco. A mí me gusta que me entiendan."
Borges hablaba de su búsqueda de una prosa “invisible”, que no se notara a sí misma. Incluso decía que un texto perfecto sería aquel en que el lector olvidara que está leyendo.
Hay una anécdota que vale la pena recordar: Borges detestaba a
Góngora, uno de los
maestros del estilo recargado del Siglo de Oro. Decía que la escritura
gongorina era como mirar una vidriera llena de joyas baratas: mucho brillo,
poco valor.
La lectura como hospitalidad
Cuando uno escribe, ofrece hospitalidad. Le abre la puerta al lector y lo invita a recorrer un mundo. Pero si ese mundo está lleno de frases enrevesadas, palabras que suenan como acertijos y estructuras que se enroscan sobre sí mismas, la casa se vuelve hostil.
Lo decía el gran escritor uruguayo Juan CarlosOnetti, quien nunca fue dado a la grandilocuencia:
“Escribo para que me entiendan. No quiero que me lean con diccionario.”
Ese principio, sencillo pero potente, puede guiarnos a todos:
escribir con claridad no es ser simplista. Es tener respeto por el lector. Es
saber que comunicar bien una emoción, una idea o una imagen no requiere adornos
innecesarios, sino precisión y honestidad.
La trampa del prestigio
Muchos de nosotros (me refiero a los escritores) caen en la trampa del prestigio: creen que para ser tomados en serio deben sonar “literarios”. Como si la literatura fuera una colección de palabras raras. Pero el prestigio verdadero no viene de parecer complejo, sino de tocar algo verdadero en quien lee. Una emoción compartida, una imagen que perdura, o los pasajes o frases que vuelven a la mente días después... eso es lo que importa.
Lo que importa... es lo que dejarás como escritor para los demás.
Un estilo sencillo no es fácil de lograr. Requiere afinar el oído,
saber qué palabras vibran mejor, qué tono acompaña mejor la historia que
queremos contar. Pero cuando se consigue, es mucho más poderoso que cualquier
párrafo lleno de volutas léxicas (jaja... es una ironía).
Terminando la idea
La lucha contra el lenguaje presuntuoso no es una cruzada moral, sino una forma de cuidar la relación con el lector. Eres dueño y señor del mundo que estás creando. Si quieres ser presuntuoso, ve por ese destino.
Pero para mi, escribir con humildad, sin buscar aplausos ni diplomas, es un acto de amor por la narración y por quien se toma el tiempo de leernos.
La próxima vez que te tiente una palabra complicada, pregúntate: ¿la usaría alguien en una charla sincera? ¿Ayuda al texto o lo entorpece? ¿Estoy diciendo algo o simplemente adornando lo que ya dije?
Como decía el sabio de barrio: "si hay que explicar mucho lo que
uno quiso decir, entonces no se dijo bien".
¡Buena escritura! 🚀✍️
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