miércoles, 5 de febrero de 2025

Cuento: "El Último Bocado"

 


El último bocado


La vieja hamburguesería de la esquina estaba casi vacía. Solo el sonido de un televisor colgado en la pared rompía el silencio. Marcos entró con paso cansado, frotándose las sienes. Eran casi las doce de la noche, y el olor a grasa rancia y pan tostado le despertó el hambre. 

Se acercó al mostrador, donde una empleada con cara cansada mascaba chicle desganadamente. 

—"Una hamburguesa completa con queso y papas. Gaseosa grande, por favor."— pidió. 

Pagó y se sentó en un rincón junto a la ventana. Afuera, la calle estaba desierta. Las luces parpadeantes de un farol medio moribundo rompían la oscuridad y dejaban ver las gotas de una lluvia persistente. Se sentía bien escapar por un momento al frío de la calle.

Cuando la empleada dejó la bandeja en la mesa, Marcos tomó la hamburguesa con ambas manos y le dio un gran mordisco. El sabor refrescante de la cebolla se mezcló en su boca. Al tragar una sensación agradable llegó desde su estómago, que empezó a apaciguar la sensación de vacío previa con la que había llegado. 

Fue entonces cuando la campanilla de la puerta tintineó y una chica entró apresurada. Su rostro estaba pálido, su respiración entrecortada delataba que había estado corriendo. Se dirigió directamente a su mesa. 

—"Por favor, ayúdame"— susurró, temblando. 

Marcos frunció el ceño y tragó la comida antes de responder. 

—"¿Qué te ocurre?"- 

La chica miró hacia la puerta con los ojos muy abiertos. 

—"Me está siguiendo"— susurró. 

Marcos echó un vistazo afuera. No vio a nadie. 

—"¿Quién?"- 

—"No sé qué es... pero quiere que lo siga."- 

Algo en el tono de la mujer lo puso nervioso. La chica estiró la mano y lo tocó mientras miraba temerosa hacia el exterior. La mano húmeda de la mujer estaba fría, como si hubiera estado en un congelador. Lo primero que pensó Marcos es que era una prostituta. Y que algún cliente insatisfecho la seguía.

—"¿Quieres que llame a la policía?"- 

La chica negó frenéticamente con la cabeza. 

—"No, por favor... si lo hago, me encontrará más rápido. Solo necesito quedarme aquí un momento."- 

Marcos asintió con cautela. Tenía muchas dudas, pero algo en la forma en que la chica miraba la puerta lo inquietaba. Decidió distraerse dándole otro mordisco a la hamburguesa, pero en cuanto lo hizo, sintió un golpe extraño en sus dientes. Sacó lo que creía era una piedra de su boca. Cuando  miró su mano, una oleada de asco le llegó desde el estómago. Su cuerpo tembló. 

Era un diente. Y parecía humano.

Sintió una arcada, pero antes de que pudiera reaccionar, la chica se estremeció violentamente y comenzó a deslizarse hacia el suelo, como si alguien invisible la estuviera arrastrando. 

—"¡No! ¡No quiero ir!"— gritó, intentando clavar sus dedos en la mesa o en el suelo grasiento. 

Marcos intentó sujetarla de las manos, pero en cuanto la tocó, un escalofrío insoportable recorrió su cuerpo. Sus manos traspasaron la carne de la chica como si fuera una ilusión.

Sintió una oleada de aire caliente que llegó a su cara.

Ella lo miró con ojos aterrados mientras era arrastrada al exterior y en ese instante, la puerta de la hamburguesería se abrió de un golpe. Un viento helado recorrió el local. Marcos se giró, pero no vio a nadie. 

Cuando volvió a buscar con los ojos a la chica... ya no estaba. 

El silencio se apoderó del lugar. El televisor dejó de funcionar, apagándose. La empleada del  mostrador, ocupada en limpiar la cocina, no parecía haber notado nada. 

Marcos respiró agitadamente. 

Se levantó de la mesa, con la hamburguesa aún en la mano, y se dirigió al mostrador. 

—"Oye... ¿viste a la chica que estaba aquí?"— preguntó con la voz temblorosa. 

La empleada lo miró como si estuviera alucinando. 

—"¿Qué chica?"- 

Marcos señaló la mesa. 

—"¡La que estaba sentada conmigo!"- 

La empleada negó con la cabeza mientras lo miraba extrañada. 

—"Señor... usted vino solo. No vi a nadie más."- 

Marcos sintió que su estómago se revolvía. Miró la hamburguesa y buscó en su mano. 

El diente ya no estaba. 

Ni siquiera quedaba rastro de la mordida que había dado. 

La hamburguesa estaba... intacta. 

Afuera, el farol de la luz titiló una última vez y se apagó. 

FIN

 




 

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