miércoles, 17 de diciembre de 2025

Cuento: "El Edificio Sin Piso 7 ( Suspenso - Misterio )"

 


Los Misterios de Graciela Calvert

El Edificio Sin Piso 7
por Rodriac Copen

Sinopsis

En una noche de lluvia en Buenos Aires, la periodista y podcaster Graciela Calvert tropieza con una leyenda urbana inquietante: un antiguo edificio en la esquina de Avenida de Mayo y Santiago del Estero donde el piso siete no existe... salvo de noche. Intrigada, Graciela se adentra en una investigación que desafía la lógica: ascensores que se niegan a detenerse, vecinos que prefieren no saber, oficinas que aparecen y desaparecen, y personas que figuran en registros... pero solo entre los muertos. En el centro del enigma está Gabriel, un hombre tan enigmático como el edificio mismo, cuya presencia despierta en Graciela una atracción peligrosa. Mientras la frontera entre lo real y lo onírico se vuelve difusa, Graciela descubre que algunas ciudades esconden secretos que no buscan ser revelados. El Edificio Sin Piso 7 es un relato de misterio urbano, deseo y culpa, donde Buenos Aires se convierte en un organismo vivo que observa, elige... y a veces deja ir.








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Conversaciones Imposibles: "Promesas Incumplidas"

 



Conversaciones Imposibles

Promesas Incumplidas
por Rodriac Copen


El quincho de Bermejo tenía todo lo necesario para el autoengaño colectivo: pileta reluciente, mesas largas, parrilla humeando y un calor que ya te hacía transpirar culpa. Y toda la banda junta... no faltaba ni uno.

El año se terminaba y ese domingo nos habíamos juntado en la pre-juntada antes de la cena formal para terminar el año.

Las chicas en malla, los tipos en traje de baño con panza honesta, el vermut y el fernet circulando como lubricante social y una tabla de fiambres que iba bajando misteriosamente sin que nadie la tocara.

Y por supuesto, miradas furtivas para relojearle la cola a las chicas.

Yo estaba cortando salamín cuando largué la frase que abre todas las tragedias modernas:

—"Bueno... este año tenía que arrancar el gimnasio en serio."—

Silencio al principio.

Después carcajada general.

Charlie Tangente se atragantó con una aceituna.

—"Yo arranqué... pero arrancar-arrancar... tipo simbólico. Compré la ropa. Eso cuenta como pretemporada, ¿no?"—

El Loco Pérez, con la panza brillándole al sol, levantó el vaso:

—"Enero es época de adaptación, como en el futbol. Febrero análisis y estrategia. Marzo planificación. Abril crisis existencial. En mayo ya está... dejá de joder... se fue el año."—

Ray Fiamma se miró el abdomen, se lo palmeó con cariño y preguntó:

—"¿Caminar hasta la heladera cuenta como cardio?. Si no, ¿para qué tiene ruedas la vida?"—

Carolina Leiva (la novia) se dobló de risa, apoyándose en Ray: —"¡Dejate de joder! Si vos caminás hasta la heladera... ¡pero volvés trotando con el flan!"—

Carmen Moura, tirada en una reposera, lentes negros, malla impecable, intervino: —"Igual, chicas, yo el gimnasio no lo hago porque no pienso mostrar el culo gratis. El cuerpo hay que negociarlo con el verano, no entregarlo a los mirones indiscretos."—

Pepa Lentejuela la miró de arriba abajo: 
"Dale, Carmen, si ese culo tiene más filtros que Instagram."—

Nos reímos mientras le pegábamos una relojeada a la dichosa sentadera.

Bicho Ramírez, cebado por un par de fernets cargados 60-40 con Manaos, agregó en su spanglish típico del inglés inventado: —"Body positive, girls. Además, la celulitis es como el código fuente: todos dicen que molesta, pero a ningún tipo le importa."—

Juana Kafka, sentada a mi lado, me pellizcó el brazo y sonrió: —"Igual vos no empezaste el gimnasio porque preferís acompañarme a la pileta. Eso sí que te gusta."—

Yo asentí con dignidad derrotada: —"La mejor forma de verte la cola sin que sospeches..."—

Lucy Moonwick, con una rodaja de salame en la mano, dijo muy seria: —"En mi país, caminar pensando fuerte ya es ejercicio mental. Y Mercurio estaba retrógrado... así no se puede empezar nada."—

Marcia del Futuro levantó el vaso de cinzano: —"Yo vengo del futuro y en el 2109 nadie va al gimnasio. Te ponen un chip y listo. Pero igual prometen ir... y tampoco van. Los humanos humanos somos..."—

Ray intervino, mirando a Carolina con devoción: —"A mí los rollitos de ella me importan cero."—

Carolina como salvavida de plomo, dijo sin piedad: —"Y a mí tu panza me parece adorable... como un almohadón que habla."—

Charlie se miró la suya y suspiró: —"Yo tuve que comprarme una malla dos talles más grande. El vendedor me dijo queda holgada y me miró con lástima."—

La charla derivó sola, como siempre.

—"Yo este año quería irme a Europa."—dijo el Loco Pérez—"Pero no me dieron los billetes... ni el sueldo... ni la fe."—

Lo dijo tan triste que nos reímos todos.

Carmen suspiró dramática: —"Yo tengo los quince de mi hija."
 se sintió un UYYY que bajón generalizado —"Estoy ahorrando tanto que ya no distingo si soy la madre o el cajero automático."—

Ray tomó aire porque se sentía acomplejado: —"Yo le prometí casamiento a Carolina... pero no sé si casarme o hipotecar la parrilla."—

Carolina le mordió la oreja: —"Tranquilo, amor. Fiesta chica... cincuenta personas... dos bandas... fuegos artificiales... nada caro."— 

Un montón de carcajadas, pero en realidad todos opinamos que era mejor pagar la tarjeta cada uno, para que pudieran casarse sin hipotecar el futuro.

Bicho, entusiasmado compartió su sueño: —"Yo iba a cambiar el auto. Pero primero tengo que cambiar el trabajo, la suerte y el país. Estoy en eso."—

Pepa levantó una empanada filosóficamente: —"Yo prometí comer menos azúcar... pero el azúcar me prometió felicidad y cumplió."— dijo mientras se agarraba un rollito de la zapán.

El humo del asado ya anunciaba el final de la reflexión profunda que habíamos iniciado. Los choris empezaban a chisporrotear como fuegos artificiales de carne.

Yo miré al grupo, a los cuerpos imperfectos, las promesas rotas, las risas fáciles, y dije:

—"Al final, la única promesa que deberíamos hacer..."—

—"¡Es que no hay promesas!"— gritaron varios a la vez.

Ray sacó los choris de la parrilla.

El vermut se recargó.

Y nadie, absolutamente nadie, habló nunca más del gimnasio.

FIN

 







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martes, 16 de diciembre de 2025

Diario de Rodriac: "Crónica de una Compra Mínima"

 


Diario de Rodriac

Crónica de una Compra Mínima
por Rodriac Copen


Como todo escritor, tengo una biblioteca bastante grande. No sé en qué momento exacto empezó todo. Tenía diez u once años (no lo recuerdo con precisión), pero sí recuerdo el gesto fundacional: comprar libros como algo natural, casi cotidiano. Eso se lo debo a mis padres.

Cuando era niño, íbamos a un supermercado inmenso, hoy inexistente, cuyo nombre prefiero guardarme. En aquella época, cerca de las cajas habían estanterías giratorias de metal llenas de libros. Libros de tapas brillantes, coloridas, irresistibles para cualquier chico inquieto. Esas estanterías rotaban suavemente y te permitían mirar, sacar un libro, leer la contratapa, incluso abrirlo y leer un par de páginas mientras esperabas tu turno. Nadie se escandalizaba. Era parte del ritual.

A veces, mis padres me dejaban elegir un libro para llevar a casa. Otras, me dejaban directamente en la fila de las cajas, y yo recorría feliz los escaparates como si fueran un pequeño universo autónomo. Entre cientos —o eso me parecía— buscaba los más interesantes, los que me llamaban con más fuerza. Casi siempre terminaban siendo de ciencia ficción. Aquellas joyas inolvidables de la editorial Bruguera, con sus portadas imposibles y promesas de futuros que todavía no sabía nombrar.

Así conocí a Asimov por ejemplo, con su Segunda Fundación. Así aprendí a interesarme en la ciencia.

Mi infancia estuvo siempre atada a la lectura. Mi abuelo paterno, desde muy temprano, me compraba semanalmente una revista: "Billiken". Mi sección favorita eran las historias de "El Mono Relojero". Y cuando íbamos los domingos a la casa de mis abuelos paternos, me esperaba una colección enciclopédica del "Reader’s Digest" que leía sin pausa durante toda la visita. Me reía con los chistes, me conmovía con las historias personales. Página a página, sin saberlo, se iba armando lo que hoy tu conoces como Rodriac Copen.

Ese nombre no es más que el último seudónimo que usaré hasta mi muerte (no falta mucho... jaja). Antes hubo otros más o menos famosos. Eso es lo de menos. Muchos nombres que corrieron aventuras, escribieron textos, se equivocaron, aprendieron. Algunos de ellos quedaron ocultos en rincones de internet, como versiones arqueológicas de mí mismo. Algunos fueron referenciados en algunas universidades.

Hoy compro pocos libros en papel. Pero cuando lo hago, los busco con ansiedad y con el mismo espíritu del mozalbete de diez años que correteaba entre góndolas con sus padres, hace ya milenios. Ya no busco títulos ni autores. Busco algo más esquivo y, para mí, más interesante: busco libros hermosos.

Libros bellos a la vista, al tacto y que al abrirlos entren por los sentidos. Libros evocativos de pasados que no volverán, imposibles de duplicar. Joyas únicas de la edición que son obras de arte en si mismas. Libros con tapas memorables, ilustraciones cuidadas, encuadernaciones nobles o, simplemente, capaces de evocar imágenes poderosas en mi mente.

Es por eso que mis libros (los de mi pequeña editorial) tratan de ser hermosos o estéticamente atractivos.

Hoy almorcé solo, en uno de mis rincones preferidos de la ciudad. Pero antes, hurgando entre ofertas de libracos usados, encontré una joya de cincuenta y cinco años: "Robinson Crusoe". Magnífico por donde se lo mire. Ilustraciones soberbias, tipografías elegidas con criterio, referencias bibliográficas, encuadernación intacta. Impreso en Sevilla por la Editorial Ortells. Intentaré descubrir quién fue el ilustrador o ilustradora de las imágenes internas. Soy un amante del arte. Mi padre fue un artista del carboncillo. Quizá de ahí viene mi gusto por la estética y los colores. 

Como la editorial sigue viva, quizás les escriba una carta para agradecerles por un libro que ha envejecido con tanta dignidad.

Te dejo un par de fotos para que veas esa hermosura.


Tapa de Robinson Crusoe
(haz click para ver en grande)

Ilustración interna de "Robinson Crusoe"
(haz click para ver en grande)

Y ya que estamos en eso, también quiero mostrarte otras dos joyas de mi colección personal. "Cinco semanas en globo", de la Editorial Tor de Argentina. Setenta y un años de historia concentrados en papel. 

Cinco Semanas en Globo
(haz click para ver en grande) 
 

Y una más: "Las aventuras del Capitán Hatteras" de la Editorial Difusión de Chile (parece que la editorial ya no existe). El libro tiene 72 años. Exactamente la misma edición que leía de niño en la casa de mi abuelo materno. Un libro que él atesoró durante años y que, por distintas circunstancias de la vida, se perdió. Me llevó más de treinta años conseguirlo otra vez. Pero lo logré. Es una forma sencilla y silenciosa de sentirme cerca de mis afectos.

Las Aventuras del Capitán Hatteras
(haz click para ver en grande) 

Y eso es todo.

El Rodriac Copen inventado hacia 2021 ha compartido contigo, una vez más, algo de su corazón. Algo que solo un puñado de personas conocieron. Y ninguna de ellas está hoy para ser testigos de lo que digo.

¡Buena escritura! 🚀✍️







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lunes, 15 de diciembre de 2025

Taller de Escritores: "Escribir en Alto Vuelo"

 


Taller para Escritores

Escribir en Alto Vuelo
por Rodriac Copen


Un manual práctico para ayudarte a publicar ciencia ficción exigente.

Como editor y escritor de ciencia ficción leo constantemente a autores de todo tipo en redes: a todos, sin excepción, incluso a los más inverosímiles e improbables. Veo desde las consultas más sencillas nacidas de la inseguridad, hasta las más engreídas de escritores torpes que pregonan en voz alta los libros vendidos o los premios recibidos, como si la aritmética fuera sinónimo de literatura de calidad. Todo eso es ruido. Simple ruido que distrae. 

Casi nunca intervengo: a lo sumo dejo algún pulgar arriba o un corazón, y muy pocas veces contesto, pese a leer muchísimo. No es desdén ni maldad; simplemente no vale la pena. Solo suelo intervenir cuando detecto, entre el barullo, una vocación real de superación, una inquietud honesta por escribir mejor y no solo por figurar. Y es precisamente por esos pocos escritores de vocación —no por los demás— que decidí escribir este artículo.

Un escritor no escribe para magazines como Clarkesworld, Analog, Asimov’s o Interzone con la esperanza de caer simpático, ser novedoso o ser descubierto. 

Si pretendes escribir para revistas exigentes, deberás sobrevivir a un comité editorial que ha leído más futuros de los que la mayoría de los autores llegará a imaginar. Y lo primero que debes saber es que es un camino duro plagado de rechazos. Estas revistas (como otras muchas exigentes) no buscan entusiasmo: buscan precisión, inteligencia narrativa y una voz que no pida permiso ni tenga excusas.

Todos los escritores escribimos en distintos niveles y ninguno nace en el más alto: el oficio eleva la vara con el tiempo; por eso este artículo no está pensado para quienes se conforman con revolotear unos cuantos cuentos en busca de reconocimiento inmediato, sino para quienes aspiran a superarse a sí mismos —no en una carrera frenética— sino en la paciente y obstinada búsqueda de la calidad artística.

Esta nota no te promete fórmulas mágicas para ser publicado en las revistas más prestigiosas. Te promete algo mejor: ayudarte a formar un criterio para escribir EN SERIO. 

Pasemos a los puntos importantes.


1. Ninguna buena idea alcanza (pero es obligatorio que la tengas)

Las revistas de alto nivel no publican buenas ideas: publican "ideas ejecutadas con rigor". La pregunta correcta no es “¿esto que hice es original?”, sino:

 ¿Esta idea "resiste" un análisis durante veinte páginas?

Un buen concepto de ciencia ficción publicable debe cumplir tres condiciones:

  • Tener una hipótesis clara (científica, social, filosófica o tecnológica).
  • Generar consecuencias inevitables.
  • Obligar a los personajes a pagar un precio.


Si tu idea puede resumirse en una frase ingeniosa y nada más, no es una historia: es una idea con ambiciones. Y dependerá de cómo la trabajes.



2. En el mundo scifi de alto vuelo, el mundo no se explica: se comporta

El error más común de los escritores entusiastas es que tendemos a explicar demasiado. En los mercados exigentes, esos que leen los "cerebros", el worldbuilding no se exhibe: se filtra.

Un mundo bien construido se reconoce porque:

  • Funciona incluso cuando no lo describes.
  • Tiene reglas que no se rompen para salvar la trama.
  • Genera fricción moral, no solo decoración.


La ciencia ficción de alto vuelo confía en el lector. Si necesitas explicar cada engranaje, es probable que el mundo que has desarrollado todavía no esté terminado.



3. La ciencia importa, incluso cuando no es dura

La revista Analog pide ciencia sólida. Clarkesworld pide coherencia interna. Uncanny pide consecuencias emocionales. Pero más allá del criterio editorial, todas coinciden en algo: la ciencia no es un adorno.

No hace falta ser físico cuántico al escribir, pero sí:

  • Saber qué ley estás violando cuando violas una ley.
  • Comprender las implicancias reales de una tecnología.
  • Evitar la pseudociencia vaga como una muleta narrativa.


La ciencia ficción exigente no se basa en lo que suena científico, sino en lo que se atreve a pensar hasta el final.



4. Personajes antes que conceptos, pero sin melodrama

Las grandes revistas no publican tratados. Publican historias donde alguien pierde algo.

Un personaje de alto nivel:

  • No explica el mundo: sufre las consecuencias que trae ese mundo.
  • No representa una idea, la pone en crisis.
  • No existe para caer bien en el lector, existe para ser coherente.


El sentimentalismo explícito suele ser una señal de inseguridad. La emoción real aparece cuando el conflicto está bien planteado y no cuando el texto insiste en sentir.


5. El estilo es la precisión, no fuegos artificiales

La prosa “bonita” rara vez impresiona a un editor profesional. La prosa exacta, sí.

Algunos principios básicos que debes recordar:

  • Cada frase debe justificar su existencia.
  • Los adjetivos son herramientas, no confeti de colores.
  • La voz narrativa debe ser estable, consciente de sí misma.


Un buen texto de ciencia ficción se reconoce porque no estorba a la idea, pero tampoco desaparece. Está ahí, sosteniendo, empujando, tensando a la narrativa.



6. El final no sorprende: cierra

El giro vacío es una plaga moderna. Las revistas exigentes prefieren finales que:

  • Sean inevitables, no arbitrarios.
  • Reconfiguren lo leído y permitan crear nuevas ópticas de visualización.
  • Dejen una o varias preguntas incómodas, no un truco.


Un buen final no grita “miren qué inteligente soy”. Los buenos autores susurran lo inevitable, porque eso era lo único que podía pasar.



7. Lo más importante de todo es el profesionalismo que muestres

Debes escribir como si ya fueras publicado, como si ya estuvieras consagrado.

Esto es algo que muchos subestiman: la actitud profesional.

  • Respeta las pautas de envío.
  • Acepta el rechazo como parte del proceso.
  • Reescribe sin apego sentimental.


Estas revistas no buscan promesas. Buscan textos que ya llegaron a un cierto nivel.

El profesionalismo de un escritor no es una pose ni un traje que se viste para la foto: es un modo de estar en el mundo y de relacionarse con el propio trabajo. El verdadero profesional (independientemente si eres o no un éxito comercial) no necesita engreírse, porque todo escritor que se eleva por encima del resto no lo hace aplastando contrincantes, sino por mérito propio: por horas de perfeccionamiento, por investigación rigurosa y por una disciplina casi científica aplicada a la escritura. Es, en esencia, un científico de las letras: alguien que ha probado mil fórmulas, ha descartado novecientas noventa y nueve y, en ese proceso, ha encontrado una voz propia que lo distingue. Sin falsas modestias, porque conoce su oficio; pero sin soberbia, porque sabe que la literatura siempre está un paso más adelante que él.



Epílogo: escribe siempre apuntando hacia arriba

La calidad profesional de un escritor no se decide en su primera ni en su segunda novela publicada, ni siquiera en un premio, una mención o una palmada editorial circunstancial. Esos hitos pueden marcar visibilidad, pero no madurez. La verdadera calidad se construye con volumen, con persistencia y con desgaste: con millones de palabras escritas a lo largo de los años, muchas de ellas fallidas, descartadas o directamente olvidables. 

Escribir bien no es un talento que se revela de golpe; es una destilación lenta que ocurre cuando el escritor ya ha probado suficientes caminos como para saber cuáles no funcionan. Desde mi experiencia (quizá excesivamente exigente) un escritor que se toma el oficio en serio debería aspirar a escribir un orden de un millón de palabras al año. No como dogma, sino como síntoma: el síntoma de alguien que entiende que la escritura es práctica sostenida, laboratorio permanente y oficio acumulativo, no una sucesión de momentos inspirados.

De hecho, los escritores viejos y entrenados, no dependemos de la inspiración; esa idea surge solo en los novatos e inexpertos.

Pero debes entender esto:

👉 No es que el millón de palabras al año garantice calidad.
👉 Es que sin un volumen sostenido que indique regularidad, la calidad rara vez aparece.

La buena escritura no nace del texto brillante aislado, sino del cansancio lúcido de haber escrito demasiado... y aun así seguir afinando.

Escribir en alto vuelo no es escribir para impresionar chicas. Es escribir como si el lector fuera más inteligente que uno mismo. Porque, en estas revistas, casi siempre lo es.

Y si el texto sobrevive a eso, entonces —quizás— esté listo para volar.

¡Buena escritura! 🚀✍️






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Libro: "Experimento Kairós"

 


Libro

Experimento Kairós
por Rodriac Copen


Tras la muerte de su esposa, el físico Elias Verden se obsesiona con una idea que roza lo imposible: anular la entropía. No para viajar en el tiempo ni para desafiar a Dios, sino para corregir aquello que la biología da por perdido. Junto a Nara Lest, una ingeniera marcada por un accidente donde el pasado demostró no estar tan muerto como parecía, Verden desarrolla el Proyecto Kairós, un reactor experimental diseñado para forzar a la materia a recordar estados anteriores de sí misma.

Cuando una anomalía silenciosa atraviesa el laboratorio, el experimento supera sus propios límites. Lo que debía aplicarse solo a objetos inertes comienza a reorganizar lo que aún conserva su información intacta. La frontera entre lo vivo y lo muerto se vuelve inestable.

Ante un hallazgo capaz de redefinir la enfermedad, el envejecimiento y la muerte misma, Elias y Nara deben decidir qué parte de la verdad merece ver la luz. Porque en un mundo desigual, derrotar a la entropía no sería un milagro: sería un privilegio.

En Experimento Kairós, Rodriac Copen construye una historia de ciencia ficción dura, íntima y perturbadora, donde la entropía deja de ser una ley incuestionable y se convierte en una variable peligrosa. 

Experimento Kairós es una historia de ciencia ficción dura y ética, donde la ciencia avanza en silencio y el verdadero peligro no es lo que puede hacerse, sino quién podrá permitírselo. ¿Quién tiene derecho a vencer a la muerte.. y quién no?. 

Un relato sobrio, inquietante y profundamente humano, pensado para lectores que buscan ciencia ficción adulta, sin consuelo fácil ni respuestas tranquilizadoras.










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