sábado, 20 de diciembre de 2025

Cursiosidades Históricas: "Leer Como Refugio Mental"

 


Curiosidades Históricas

Leer Como Refugio Mental
por Rodriac Copen


Cuando los libros o la lectura son capaces de salvar vidas

A veces recorro las redes sociales y veo tantos cavernícolas mentales, tantos monos prehomínidos, tantas bestias incultas que la humanidad me sorprende por su resiliencia. 

Pero después recuerdo a los políticos y a los dictadores, esos imitadores de humanos que no llegaron a evolucionar y generaron personajes y lacras que intentan perpetuarse en el poder, que concluyo que los humanos hemos sobrevivido de casualidad.

La lectura, además de instruir es una herramienta mental para conocer en primera persona la interioridad del escritor, empatizar con él y darnos cuenta de una vez por todas, que los seres humanos somos iguales sin importar cual sea nuestra cultura, idiosincrasia u origen.

Hay anécdotas que a veces conmueven el corazón, a no ser que seas un idiota endurecido producto de la saturación de redes sociales. Anécdotas en donde podemos ver que la palabra fue y es el último territorio libre para algunos.

Hubo momentos en la historia (y los seguirán habiendo, lamentablemente) en los que leer no fue un placer, ni un hábito cultural, ni una forma de ocio. Fue algo mucho más primitivo y urgente: se convirtió en el último refugio mental.

Cárceles, campos de concentración y centros de detención, esas joyas de la invención humana donde el cuerpo puede ser vigilado, golpeado o reducido a un simple número, en donde muchos prisioneros descubrieron una verdad incómoda para sus carceleros: la mente no se puede requisar. Y si eres lo suficientemente fuerte, no puede quebrarse.



Libros que sin existir, resistían a los carceleros

En los campos de concentración nazis, poseer un libro era prácticamente imposible. Sin embargo, numerosos sobrevivientes relataron que recitaban poemas o reconstruían textos completos de memoria.

Primo Levi cuenta que, en Auschwitz, recitar fragmentos de La Divina Comedia no fue un acto intelectual, sino un acto de supervivencia. Durante esos minutos, el campo desaparecía. No había barro, ni alambradas, ni guardias. Solo palabras que recordaban que el mundo había sido (y podía volver a ser) algo distinto.

La poesía no protegía el cuerpo. Protegía algo más frágil: la identidad.



El texto como objeto incautable

En los gulags soviéticos ocurrió algo similar. Muchos prisioneros políticos componían poemas mentalmente durante años, puliéndolos en silencio, sin jamás escribirlos.

La poeta Anna Ajmátova, vigilada y censurada, memorizaba sus versos y los transmitía oralmente a personas de absoluta confianza, que a su vez los memorizaban. El poema no existía en papel. No podía ser confiscado ni destruido.

Era literatura sin soporte. Y precisamente por eso, invencible.



Leer sin libros

En distintas prisiones políticas del siglo XX —desde Europa del Este hasta América Latina— surgió una práctica inquietante y poderosa: la lectura colectiva de textos inexistentes.

Un preso recordaba un capítulo.

Otro completaba una escena.

Otro corregía un detalle.

Así se reconstruían novelas enteras, poemas, ensayos. No había nada que los guardias pudieran encontrar en una requisa. La biblioteca estaba en la cabeza.

La poesía en los campos de concentración Nazi es un artículo que explica cómo la poesía y la creación de versos funcionaban para muchos presos como una estrategia psicológica de resistencia frente a la brutal deshumanización de los campos nazis (el acto poético sirvió como forma de seguir luchando internamente). 



El lenguaje contra el presente absoluto

La tortura y el encierro buscan imponer un presente continuo: dolor, miedo, obediencia. Ocurre en Venezuela, Cuba, ocurre en Corea del Norte, Rusia y en muchos otros países que tú piensas que son "libres".

La lectura —aunque sea recordada— introduce algo insoportable para el verdugo: la supervivencia de pasado y la construcción de un futuro a partir de él.

Recordar un poema es recordar que hubo belleza. Pensar en un libro por escribir es imaginar un mañana.

Viktor Frankl observó que quienes lograban sostener un sentido —una idea, un proyecto, una obra— resistían mejor el colapso psicológico. No porque el sufrimiento fuera menor, sino porque no era lo único que existía (mira este link).



Donde los carceleros no pueden entrar

Los testimonios coinciden en algo esencial: el cuerpo podía ser dominado, pero había un lugar donde el poder no alcanzaba.

Mientras un poema siguiera intacto en la memoria, mientras una historia pudiera ser recorrida en silencio, existía un espacio inviolable.

Leer, en esos casos, no fue una evasión. Fue una forma de resistencia.

Porque incluso en las peores condiciones imaginables, la palabra sigue siendo un territorio libre.

¡Buena escritura! 🚀✍️





   



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viernes, 19 de diciembre de 2025

Diario de Rodriac: "Laboratorio #1 - Creatividad Sin Anestesia"

 


Diario de Rodriac

Laboratorio #1 - Creatividad Sin Anestesia

por Rodriac Copen

 

Hoy es un día difícil. Nada me llama la atención. Quiero escribir todo y nada al mismo tiempo. Una trama de Scifi es desechada y después otra de Amor, Acción...y así. Una tras otra.

Es el duende que hay en mi. Ese que me hace la vida imposible. Escribo desde los 16, asi que esto no es nuevo. Me pasa seguido.

Siempre me han llamado la atención esos escritores que esperan por la magia de la inspiración. Seguramente no escriben mucho.

Yo no dependo de la inspiración. Dependo de la técnica.

La inspiración es un lujo. La técnica es un sistema.

Pero hoy la técnica falla por el lado humano.

Mi promedio de escritura está en alrededor de 1.500.000 palabras al año. A eso sumale corrección ortotipográfica. Edición y ajuste de estilos internos. Estilo editorial definido. Imagina si tuviera que esperar a la inspiración... no escribiría nunca.

Soy como las hormigas. Guardo ideas (cientos de ellas) en un software. Abajo de este párrafo te dejo una imagen para que lo veas. Un software creado por Gary Beene para programadores, no para literatura. He sido un programador medianamente exitoso, aunque no muchos lo saben. Y me acostumbré a ese soft.

Si miras la imagen, estarás entrando directo al interior de mi cerebro. A la izquierda, las ideas centrales. A la derecha, los detalles de tramas para los personajes o situaciones de la columna izquierda. La derecha está cortada para que no te robes nada... jaja.

Este es mi laboratorio principal de ideas. Tengo mucha disciplina.

Así es que cuando tengo "seco" el cerebro, abro mi pequeño laboratorio y leo las ideas recolectadas en la época buena del año, listas para ser explotadas en el invierno mental de mi cerebrito.

Otras veces genero una semilla de idea y le pregunto a una IA como seguir. Pero la mayor parte de las veces empiezo por los 3 pasos clásicos:

1) Presentación de la historia y de los personajes. Entramado psicológico si cabe. Motivaciones o traumas previos de los personajes

2) Bloque del entramado principal: presentación del problema, definición de quienes son los buenos o los malos, elección de los protagonistas y a veces justificación de esas elecciones.

3) resolución del problema, cierre con nudos de las tramas abiertas.

En muchos cuentos mis tramas son sencillas,  por eso no pasan de las 2.000 palabras

¿Qué descarto y por qué? No me gustan las tramas repetidas. Trato de buscar puntos de vista alternativos. Eso, cuando mi cerebro trabaja al máximo posible. Otras veces elijo escenas y las desarrollo por algunas motivaciones internas.

Lucho desde hace muchos años con la depresión ¿sabes? a menudo ese fantasma me lleva a bucear dentro de las negras aguas de mis pensamientos.

A veces, sobre todo en las decisiones románticas, lucho con los límites. No me refiero a límites morales. Me refiero a escenas explicitas.

Pero hoy... es un día complicado.

Nada me queda bien. Por lo que veo hoy no escribiré ningún cuento. Solo esta bitácora que estás leyendo.

No tengo a nadie con quien pasar el rato.

Voy a jugar. Me gustan los FPS en primera persona.



¡Buena escritura! 🚀✍️




   



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Actualidad de Escritores: "El Fracaso como Figura del Éxito"

 


Actualidad para Escritores

El Fracaso como Figura de Éxito
por Rodriac Copen


En la ciencia ficción (y conviene decirlo sin anestesia), el fracaso no es un accidente: es el paisaje natural. Quien llega esperando aplausos, contratos editoriales y una entrevista en prime time suele irse rápido y algo confundido. Quien se queda —terco, persistente y con una relación sana con el rechazo— aprende. Y mucho.

La historia del género no está hecha de éxitos tempranos, sino de cartas de rechazo, silencios editoriales y apuestas que parecían pésimas ideas... hasta que dejaron de serlo.

La famosa “cima” para un escritor es, en realidad, un mirador tardío. Cuando se llega, el autor ya viene cansado, curtido y, en general, bastante ocupado escribiendo como para celebrar demasiado.


El punto de partida es el ninguneo

Durante décadas, la ciencia ficción fue considerada literatura menor en el mundo desarrollado. Y todavía hoy lo es en ciertos círculos latinoamericanos donde todo lo que no tenga realismo, trauma social explícito o una tapa gris se considera “menor”.

  • Demasiado imaginativa para el realismo respetable.
  • Demasiado reflexiva para el entretenimiento puro.
  • Demasiado incómoda para el mercado.


Ese limbo produjo una larga lista de autores ignorados, subestimados o directamente ridiculizados.

Isaac Asimov fue rechazado por escribir historias “frías”. Philip K. Dick pasó gran parte de su vida publicando libros que vendían poco y pagaban peor, mientras lo consideraban errático y poco confiable (con algo de razón, pero aun así). Ursula K. Le Guin fue descartada por no ajustarse a la ciencia ficción dura, masculina y técnica. Frank Herbert recibió más de veinte rechazos con Dune, acusada de densa, confusa e invendible (un pequeño detalle: después vendió millones). Incluso William Gibson escribió Neuromante convencido de que no entendía del todo el mundo que estaba inventando, lo cual no impidió que lo inventara igual.

Mientras tanto, Judy-Lynn del Rey trabajaba del otro lado del mostrador. Editora. Curadora. Apostadora profesional. Defendiendo textos que el mercado consideraba problemáticos, demasiado ambiciosos o, peor aún, inteligentes. Sin discursos épicos. Con trabajo.


Por qué razón la ciencia ficción fracasa primero

Un escritor de ciencia ficción suele ser menospreciado por razones bastante claras (y repetidas hasta el cansancio):

  • Porque su género no es “culto” o “serio”.
  • Porque escribe ideas antes que moralejas fáciles.
  • Porque no responde a las modas del mes.
  • Porque hace preguntas que no entran en un tuit.
  • Porque su obra llega antes de que el lector esté listo.
  • Porque el mercado todavía no sabe cómo vender lo que escribió.


A esto se suma una confusión contemporánea peligrosa: creer que visibilidad es sinónimo de valor. La llamada “generación de cristal” no fracasa por sensibilidad, sino por alergia al rechazo. Si no hay validación inmediata, se abandona. Y escribir, lamentablemente, no es una actividad que devuelva likes con rapidez.


Persistir no es insistir

La diferencia entre fracasar y desaparecer está en la persistencia. Pero no en la persistencia ciega, sino en la que profundiza una verdad que nace del escritor que cree en si mismo.

Asimov no escribió para agradar: escribió mejor que eso. Dick no corrigió su rareza: la llevó al extremo porque esa rareza era el motor de sus mundos. Le Guin no endureció su voz: la afinó. Herbert no simplificó su universo: lo sostuvo con convicción. Gibson no dominó la tecnología: la intuyó. Judy-Lynn no persiguió tendencias: construyó catálogos enteros para crear lectores nuevos.

Ninguno de ellos trabajó pensando en el éxito. Trabajaron pensando en la obra. El éxito vino después... cuando el azar quiso. O si quieres llamarlo dios... pues adelante, hazlo. No me enojo. Tú puedes creer lo que quieras.


El éxito como efecto secundario

El éxito, cuando aparece en la vida de un escritor, lo hace tarde y sin pedir permiso. No valida nada: suele llegar cuando ya no es necesario para sostener ningún ego.

El escritor que escribe para ser famoso suele escribir poco y durar menos. El que escribe porque no puede no hacerlo atraviesa años de silencio sin abandonar. Palabra a palabra, página tras página. A veces el mercado lo alcanza. La mayoría de las veces, no. Y aun así, eso no define la trayectoria de un artista de las letras. Porque eso eres, si no lo sabes.


Escribir es un acto de resistencia

Escribir ciencia ficción es resistir al presente inmediato. Resistir a la simplificación. Resistir al mandato de producir rápido y olvidar aún más rápido.

Como todo arte verdadero, el escritor de raza no busca fama, sino expresión. Construir una mirada propia, incluso cuando parece que nadie está esperando ese punto de vista. Especialmente cuando nadie lo espera.

Solo desde ahí —desde la búsqueda obstinada de la excelencia, atravesada por errores, fracasos y alguna que otra crisis existencial— se puede conquistar un mercado. Grande o pequeño. Visible o silencioso.


La excelencia como objetivo

La excelencia no se encuentra, colega: se persigue. Y en ese camino, el fracaso no es un enemigo, sino una herramienta más que tú debes usar como perfeccionamiento.

Ningún escritor llega si su objetivo es el éxito. Porque si así fuera, tu alma se agotaría rápido.

El éxito llega, a veces, cuando el objetivo es escribir mejor, escribir más hondo, escribir con una voz propia.

En la ciencia ficción, y en la literatura en general, el fracaso no es el final.

Es el único comienzo honesto de un autor.



¡Buena escritura! 🚀✍️





   



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miércoles, 17 de diciembre de 2025

Cuento: "El Edificio Sin Piso 7 ( Suspenso - Misterio )"

 


Los Misterios de Graciela Calvert

El Edificio Sin Piso 7
por Rodriac Copen

Sinopsis

En una noche de lluvia en Buenos Aires, la periodista y podcaster Graciela Calvert tropieza con una leyenda urbana inquietante: un antiguo edificio en la esquina de Avenida de Mayo y Santiago del Estero donde el piso siete no existe... salvo de noche. Intrigada, Graciela se adentra en una investigación que desafía la lógica: ascensores que se niegan a detenerse, vecinos que prefieren no saber, oficinas que aparecen y desaparecen, y personas que figuran en registros... pero solo entre los muertos. En el centro del enigma está Gabriel, un hombre tan enigmático como el edificio mismo, cuya presencia despierta en Graciela una atracción peligrosa. Mientras la frontera entre lo real y lo onírico se vuelve difusa, Graciela descubre que algunas ciudades esconden secretos que no buscan ser revelados. El Edificio Sin Piso 7 es un relato de misterio urbano, deseo y culpa, donde Buenos Aires se convierte en un organismo vivo que observa, elige... y a veces deja ir.








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