martes, 15 de abril de 2025

Inspiración: "A Tiempo Para Vivir"

 

A tiempo para vivir

Hay frases que cuando las escuchas, te golpean con la fuerza de un mazazo. “La vida se me fue de las manos” es una de ellas. No grita, no exige, no señala culpables. Simplemente se posa en los labios como un lamento suave, casi resignado. Es una de esas expresiones que alguien dice cuando se da cuenta que el tiempo pasó, que los días se fueron sumando unos a otros sin dar tregua. Y cuando sabes que el tiempo se te acaba.

A veces representa oportunidades perdidas que no presentarán una nueva chance. Y muchas veces refleja sueños que atesoramos con ternura en el pecho, que siguen esperando su momento y que tal vez, nunca se concretarán.

Pero que la vida “se nos haya ido de las manos” no necesariamente es una sentencia. Si eres un optimista, puede ser un llamado. Un punto de inflexión que puedes usar para encontrarte nuevamente, porque te perdiste por el camino. La raíz de una nueva forma de vivir.

Porque es cierto, a veces sentimos que ya es tarde. Que los años se nos vinieron encima, que la vida no es lo que soñábamos cuando jóvenes. Que los trenes partieron y nosotros nos quedamos en el andén. Que la vida nos quebró y ahora vivimos resignados. Los años en los que pensábamos conquistar el mundo ahora nos miran desde atrás, preguntando en silencio qué fue de nuestros planes, de nuestras pasiones. Pero justo en ese vacío, se esconde una verdad luminosa que puede ayudarte: nunca es tarde para intentar vivir lo que soñaste.

Tus padres seguramente te decían que la vida no se mide solo por los logros. No por las medallas colgadas, ni por el título alcanzado. O por la lista de cosas que tachamos con un marcador. Tu vida se mide, en realidad, por lo que sientes mientras lo intentas. Por el temblor en las manos antes de dar el primer paso, por la sonrisa que nos nace al imaginarnos consiguiéndolo, por el fuego interior que nos levanta temprano para trabajar en lo que amamos.

Soñar no es ingenuo. Es un acto de valentía. Y de rebeldía ante un mundo que nos empuja a la rutina embrutecedora, que nos quiere eficientes pero no felices. Levantar la cabeza en medio del ganado y decir “yo quiero esto” es rebelarse al status quo. Y luchar por ello, aún sabiendo que tal vez no lo lograrás, es un triunfo en sí mismo.

Porque lo que vale no es solo el destino, sino el trayecto que haces para llegar a él. Lo que sientes cuando te esfuerzas, lo que aprendes en el camino, las personas a las que llegas, los errores que cometes y que te hacen más sabio. Todo eso te construye desde dentro. Todo eso te ayuda a vivir.

Si hoy sientes que la vida se te fue de las manos, no deberías castigarte. Tendrías que mirar hacia atrás buscando los momentos en los que te dejaste arrastrar por la corriente, en los que te acomodaste cómodo en el sillón mientras decías “tal vez mañana”. Y cuando lo analices, tal vez hoy sea un buen día para cambiar el guion. Para empezar, sin importar los años que te quedan, ni el punto de partida. Es hora de preguntarte con honestidad: ¿qué sueño todavía me hace vibrar?

No importa si es pequeño o gigante. No importa si otros lo entienden o no. No importa si estás solo. Lo importante es que lo intentes. Que hagas espacio para eso que te emociona. Que abraces el vértigo de lo incierto. Que dejes de lado el miedo al fracaso, porque el único fracaso real es no haberte dado ninguna oportunidad.

La vida, esa que creemos que se nos va de las manos, está hecha de segundos como este. De decisiones que tomas en silencio. De pasiones redescubiertas. De esfuerzos que no garantizan resultados, pero sí la certeza de que estuviste vivo para intentarlo.

Quizá ya es hora de dejar de vivir la vida que te imponen. Deberías considerar iniciar tu propio camino, sabiendo que no es necesario llegar. Lo que importa es que te atrevas a caminar siguiendo el sendero que marca tu corazón.

Es hora de descubrir cuándo murió ese joven idealista, y en qué momento de tu tumultuosa vida, dejó en pausa sus sueños para ser el hombre en el que te has convertido.

Y si al final, después de todo, tienes que volver a decir “la vida se me fue de las manos”, que sea con una sonrisa. Porque sabrás que no se te escapó del todo. No sin antes haber intentado abrazarla con todas tus fuerzas.








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