martes, 14 de octubre de 2025

Ciencia Ficción Dura: "El Eterno Ahora"

 



Ciencia Ficción Dura

El Eterno Ahora
Cuando la ciencia duda de la existencia del tiempo

por Rodriac Copen



¿Y si ese río no existiera realmente? ¿Y si el tiempo fuera solo una ilusión, una invención de nuestra mente para entender el cambio? Hoy, buena parte de la ciencia más avanzada comienza a considerar una idea tan provocadora como hermosa: el universo podría no tener tiempo en absoluto, sino vivir en un eterno presente. Pero esto tiene muchas implicancias importantes no solo en la ciencia real, sino también en la Ciencia Ficción Dura: si el universo vive en un “eterno ahora”, el viaje temporal tal como lo imaginamos en la SciFi... es imposible.

Hoy he elegido este tema porque vale la pena ver investigar por qué eso puede ser así, porque las implicancias tiene matices fascinantes en la construcción de nuestra realidad.


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El tiempo como artificio mental

Los filósofos ya lo sospechaban desde hace milenios. Parménides decía que el cambio es una ilusión y que el Ser es inmóvil y eterno. San Agustín se preguntaba dónde estaba el pasado, si “ya no es”, y dónde el futuro, si “aún no es”. Su conclusión fue demoledora: el tiempo no está “afuera”, sino dentro de la mente, como una forma de medir los recuerdos y las expectativas.

Y, de un modo sorprendente, la física moderna parece estar llegando a la misma conclusión.


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El bloque del universo

Desde Einstein sabemos que espacio y tiempo forman una sola entidad: el espacio-tiempo. En él, todos los eventos pasados, presentes y futuros, coexisten, como los fotogramas de una película ya filmada.

Nada “fluye”; nosotros somos quienes recorremos esa película fotograma a fotograma.

A esta visión se la llama eternalismo o bloque universo.

Según ella, el pasado no desaparece y el futuro ya existe. Lo que cambia no es el universo, sino nuestra conciencia, que se desplaza dentro de una estructura estática. Nuestro cerebro funciona como un "Acumulador de momentos" y el ordenado secuencial de esos momentos, genera la percepción de un hipotético "tiempo" que en realidad no es tal, sino un modo de ordenar estados que se graban en nuestra memoria.



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La entropía: el verdadero rostro del tiempo

Si nada se mueve realmente, ¿por qué sentimos que el tiempo pasa?

La respuesta más aceptada es por la entropía, ese principio que rige el desorden creciente del universo.

A medida que todo se desorganiza —los cuerpos envejecen, las montañas se erosionan, las estrellas mueren—, nuestra mente interpreta ese proceso como “el paso del tiempo”.

Pero lo que medimos no es un flujo, sino un cambio de estado: la materia reacomodándose.

El “tic-tac” de los relojes no mide el paso de algo invisible; mide el aumento del desorden de las cosas que hay en el universo.

Así, la vejez y la muerte no serían pruebas de que el tiempo transcurre, sino manifestaciones locales del crecimiento entrópico. El cerebro, que busca patrones, traduce ese desorden como una historia: antes era así, ahora es diferente. Y a esa narración la llama “tiempo”.

Pero el tiempo, en realidad no existe como elemento independiente del universo: no tiene entidad propia. Solo es usado en la interioridad de nuestra mente porque el cerebro necesita ordenar secuencialmente la realidad como un conjunto de momentos ordenados.



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El tiempo dentro del cerebro

La neurociencia añade otra pieza fascinante. Nuestro cerebro no percibe los hechos en tiempo real, sino que construye una narrativa de los eventos.

Agrupa lo que sucede en pequeñas “ventanas” de segundos y las encadena, como si pasaran en una secuencia continua. Esa sensación de fluir es una ilusión cognitiva, necesaria para sobrevivir y recordar.

En otras palabras: no vivimos en el tiempo; el tiempo vive en nosotros. El tiempo vive en nosotros como una ilusión debido a que nuestro cerebro "captura" la realidad y la almacena como un album de fotografías que van de la primer a a la última. Y a esa secuencia ordenada de hechos le llama "tiempo".



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El universo sin reloj

Algunos físicos cuánticos como Carlo Rovelli y Julian Barbour, van más lejos todavía: sostienen que el tiempo no aparece en las ecuaciones fundamentales del cosmos.

El universo, en su nivel más profundo, sería una red de relaciones atemporales.

Solo cuando surgen sistemas capaces de comparar estados (como cerebros, o civilizaciones) aparece la sensación de un antes y un después.

El tiempo, entonces, emerge con la conciencia.



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La ilusión necesaria

Podría parecer decepcionante pensar que el tiempo no existe, pero tal vez sea al revés.

La ilusión del tiempo nos permite contar historias, recordar, anticipar, amar y temer. Sin esa percepción engañosa de nuestro cerebro, el universo sería un mosaico inmóvil de posibilidades simultáneas.

Quizá el tiempo sea justamente eso: la poesía que la mente escribe sobre el cambio.

Un lenguaje simbólico que traduce la entropía en experiencia, el desorden en vida.



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En un universo atemporal, no hay “hacia dónde ir”

Esta idea tiene implicancias muy importantes.

La idea del eterno ahora. ya sea desde la física o desde la filosofía, implica que el pasado, el presente y el futuro no están separados: todos los momentos coexisten como partes de una misma estructura.

Eso significa que:

  • El “pasado” no está “atrás”, simplemente es una región diferente del espacio-tiempo.
  • El “futuro” tampoco está “adelante”, porque ya existe dentro del mismo bloque universal.

En ese contexto, no se puede viajar “a través” del tiempo, porque no hay un flujo.

El tiempo no transcurre; simplemente es.

O dicho de otro modo: Viajar en el tiempo sería como intentar moverse dentro de una fotografía fija.



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El universo como bloque: todo ya está

Según el modelo del bloque universo ( Einstein, Minkowski, y luego filósofos como Hermann Weyl o Julian Barbour ), todos los eventos están contenidos en una única estructura cuatridimensional.

Para un observador “fuera del bloque”, el nacimiento de una estrella, la caída del Imperio Romano y tu próximo pensamiento ocurren simultáneamente, solo que en coordenadas distintas del mismo tejido.

Entonces, desde esa perspectiva:

  • No se puede “cambiar” el pasado, porque ya está inscrito en el bloque.
  • No se puede “llegar” al futuro, porque ya existe tanto como el presente.



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El viaje en el tiempo: una ilusión dentro de la ilusión

El deseo de viajar en el tiempo surge de nuestra experiencia de sucesión: sentimos que los momentos se van “acumulando” y que podemos movernos entre ellos.

Pero si esa sucesión es una construcción mental, entonces el viaje temporal es una ficción dentro de otra ficción.

Desde el punto de vista físico:

  • No hay un “flujo” que seguir.
  • No hay un “antes” ni un “después” absolutos.

Solo hay relaciones estáticas entre estados del universo.


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¿Y las paradojas del tiempo?

Curiosamente, el eterno ahora resuelve todas las paradojas clásicas de los viajes temporales:

  • No puede haber bucles ni realidades alternativas, porque no hay dinámica temporal.
  • No se puede alterar el pasado, porque no hay proceso de cambio.
  • No hay “líneas temporales”, porque sólo hay una totalidad indivisible.

En este marco, todo lo que sucede está simultáneamente contenido en el Ser, y nuestra percepción de secuencia es solo una lectura lineal de algo que existe completo y permanente.


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Entonces… ¿qué somos?

Si el tiempo no existe, nosotros somos entidades conscientes que se mueven por una dimensión ilusoria, como lectores recorriendo una historia ya escrita.

No viajamos por el tiempo: leemos al universo página por página.

Podríamos decirlo así:

  • No podemos viajar en el tiempo, porque nunca salimos de él.
  • Todo lo que fuimos y todo lo que seremos está ocurriendo ahora, en distintos lugares del mismo eterno presente.

Todo parece apuntar a que el tiempo no pasa, querido colega escritor. Parece ser que somos nosotros quienes pasamos por la eternidad.

¡Buena escritura! 🚀✍️ 



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