Telón Abierto
La Carta
por Rodriac Copen
Telón Abierto es una nueva sección del blog que muestra como adaptar pequeñas obras para sketchs de teatro. Si eres artista o realizador teatral, Rodriac Copen te autoriza a usarlas sin necesidad de pagar regalías o derechos de autor con el solo acto de mencionarlo como autor de la misma.
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La Carta - Nota del Autor
Esta pieza juega con el humor cotidiano de las relaciones de pareja, exagerando los defectos y virtudes de cada uno en clave de cariño. La carta es un homenaje divertido a esas negociaciones silenciosas que forman parte de la convivencia de muchas parejas.
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Obra Original: La Carta
por Rodriac Copen
Mi Queridísima (y a veces, temible) Esposa:
Me dirijo a ti, no con el ánimo de iniciar una guerra fría (aunque tu aura de tormenta perpetua me tienta a ello), sino con una solicitud formal, casi diplomática, para abordar un tema de vital importancia para mi salud mental y mi ya de por sí precaria esperanza de vida: tu estado de ánimo.
Entiendo, querida mía, que la vida puede ser un torbellino de imprevistos, de atascos en la autopista de la existencia, de calcetines desparejados y de la eterna búsqueda del control remoto. Sin embargo, mi optimismo innato, esa chispa divina que me permite ver el vaso medio lleno (y a veces, incluso desbordante), se ve constantemente amenazado por tu particular y persistente aura de tormenta.
Mientras yo me regocijo en la belleza de un amanecer, tú detectas la amenaza latente de un posible chaparrón. Mientras celebro el éxito de mi nuevo invento para pelar patatas (un dispositivo de compleja ingeniería, por cierto), tú te centras en la posibilidad de que se rompa en el primer uso. Mi alegría es tu desafío, mi optimismo, tu antagonista. Es una lucha titánica, mi amor, una lucha entre la luz y... bueno, un gris bastante oscuro que circunda los límites del negro más profundo.
Te propongo, pues, un pacto. Un armisticio en esta guerra de ánimos contrapuestos. A cambio de que permitas que mi optimismo florezca libremente, sin temor a ser apagado por tu proverbial mal humor, me comprometo a buscarte el control remoto, a comprarte ese chocolate que tanto te gusta, e incluso a enfrentar, con mi inquebrantable optimismo, la tarea hercúlea de emparejar tus calcetines.
Espero tu respuesta, mi amada (y a veces, ligeramente irascible) compañera de vida.
Atentamente (y con un poco de miedo),
Tu optimista (y un poco temerario) esposo.
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Adaptación a Teatro
Sugerencias del autor para la Puesta en Escena
- Vestuario sencillo: ropa de casa cómoda y cotidiana.
- Ambientación: un salón hogareño algo desordenado, con pequeños detalles cómicos (como calcetines sueltos visibles).
- Tono actoral: mantener la comedia ligera pero con autenticidad emocional, evitando la caricatura extrema.
- Sonido: efectos leves de truenos para reforzar la metáfora de la "tormenta".
- Opcional: al final, puede sonar un fragmento breve de música triunfal, parodiando las películas de épica.
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Escena: La Carta
(Pieza teatral breve para dos personajes)
Personajes:
- ANDRÉS, esposo optimista, creativo, algo torpe pero enamorado y bienintencionado.
- VERÓNICA, esposa de temperamento fuerte pero fondo cariñoso y comprensiva.
Escenografía:
Un salón modesto pero acogedor. Un sofá, una mesita con papeles y una lámpara de pie. Una planta medio marchita en una esquina. Suena una música suave de fondo. Se escuchan de vez en cuando truenos lejanos.
Luces encendidas. ANDRÉS, de pie en el centro, sostiene una hoja de papel en las manos, como si fuera un general leyendo una proclama antes de una batalla.
[Inicio de la escena]
(ANDRÉS está leyendo en voz alta, con solemnidad exagerada)
ANDRÉS:
Mi queridísima (y a veces, temible) esposa...
(Pausa dramática. Desde la cocina, se escucha el tintinear nervioso de cubiertos. VERÓNICA no aparece aún. ANDRÉS se detiene un momento y temeroso, observa hacia donde está VERONICA, luego continúa, caminando de un lado a otro)
ANDRÉS:
Me dirijo a ti, no con ánimo de iniciar una guerra fría (aunque tu aura de tormenta perpetua me tienta a ello), sino con una solicitud formal, casi diplomática...
(Entra VERÓNICA, de brazos cruzados y ceño fruncido. Lleva un delantal y un cucharón en la mano, como un cetro de autoridad doméstica.)
VERÓNICA:
(irónica)
¿Otra de tus proclamas revolucionarias, Andrés?
ANDRÉS:
(imperturbable)
...para abordar un tema de vital importancia para mi salud mental y mi ya de por sí precaria esperanza de vida: tu estado de ánimo.
(Se miran. VERÓNICA levanta una ceja. ANDRÉS le sonríe con cara sonriente de perro-que-hizo-una-travesura.)
VERÓNICA:
(amenazante, agitando el cucharón)
¿Mi qué?
ANDRÉS:
(leyendo rápido, como quien se zambulle en un río helado)
Entiendo, querida mía, que la vida puede ser un torbellino de imprevistos, calcetines desparejados y eterna búsqueda del control remoto... Pero mi optimismo, esa chispa divina, sufre ataques sistemáticos por tu... persistente aura de tormenta.
(VERÓNICA apoya el cucharón en la mesa, se cruza de brazos, y lo fulmina con la mirada.)
ANDRÉS:
(apelando a un jurado invisible)
¡Es como intentar hacer yoga en medio de un huracán!
(se acerca cauteloso a su esposa y propone, cambiando el tono)
Propongo un pacto, un armisticio glorioso: tú dejas florecer mi optimismo sin tormentas eléctricas, y yo... (hace una reverencia exagerada) me comprometo a encontrarte el control remoto, traerte chocolate y... (traga saliva dramáticamente) ¡emparejar tus calcetines!
(VERÓNICA no dice nada. Suspira largamente meneando la cabeza como negando la situación. Se acerca lentamente, como una leona evaluando a su presa antes de saltar sobre ella.)
VERÓNICA:
(muy seria)
¿Chocolate suizo o nacional?
ANDRÉS:
(inmediatamente y rápido como la luz)
¡El que tenga más cacao! ¡Y más envoltorio brillante!
(Silencio. Ella lo mira, lo mide... luego suelta una pequeña carcajada, que rápidamente trata de disimular.)
VERÓNICA:
(reprimiendo una sonrisa)
Sos un idiota.
ANDRÉS:
(con solemne alegría)
¡Pero tu idiota!
(Ella lo besa fugazmente en la mejilla, recoge el cucharón y se dirige a la cocina tarareando. ANDRÉS, triunfante, se desploma en el sofá, levantando el papel como si fuera una bandera de victoria.)
ANDRÉS:
(mirando al cielo)
¡Firmó el armisticio!
(Se apagan lentamente las luces mientras suena un trueno suave y cómico de fondo.)
FIN
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