Conexión Nocturna
Capítulo 1: Ecos de Luz
Ámsterdam, 2 de febrero de 2129.
Laboratorio de la Universidad Internacional de Neuroóptica y Física Aplicada (UINFA)
La luz del amanecer apenas rozaba los ventanales del laboratorio 6B cuando Elena Mirov retiró el casco IFN de su cabeza.
La Interfaz Fotónico Neural o IFN era un casco portátil que registraba y transmitía la actividad biofotónica del cerebro humano.
El interior aún estaba tibio. Sentía un leve hormigueo detrás de los ojos, como si hubiera llorado sin saberlo. No era del todo sueño. Ni del todo vigilia. Era esa frontera extraña donde las emociones flotaban con más claridad que las palabras.
Alan y Elena trabajan en la Universidad Internacional de Ámsterdam, en un proyecto conjunto que buscaba comprobar si los humanos podían establecer una comunicación biofotónica universal.
—“¿Dormiste bien, doctora Mirov?” — preguntó Alan sin levantar la vista de la consola central, donde los gráficos biofotónicos se extendían como constelaciones de puntos flotando en la oscuridad.
—“No lo llamaría dormir”— respondió ella, sentándose junto a él, con una taza de café humeante entre las manos —“Tuve un sueño con una jaula abierta. Dentro había un canario... amarillo. Cantaba una melodía que no conozco, pero me hizo llorar. Era... tuyo, ¿no?” —
Alan levantó la vista. Tenía ojeras y una barba que empezaba a dibujar sombras.
—“Lo era. De niño tenía uno, tal cual lo viste. Lo encontré herido en la calle.” — Sonrió al recordarlo —“Le hice una caja con agujeros y lo alimentaba con alimento. A veces le daba migas de pan y agua con azúcar. Se llamaba Milo. Murió el día que mis padres se separaron.” —
Elena lo miró fijamente.
—“Nunca me contaste eso.” —
—“No, nunca te lo había contado”— dijo Alan, y hubo un silencio entre ellos, pero no incómodo.
La consola lanzó un leve pitido. Alan volvió la vista a los datos y señaló la pantalla.
—“Nuestros patrones están empezando a sincronizar. Mira esto.”— dijo, mientras se proyectaba un gráfico flotante frente a ellos. Dos líneas biofotónicas, que antes se dibujaban erráticas y dispersas, ahora mostraban momentos de coherencia temporal. En un tramo de veinte segundos, habían emitido en la misma frecuencia.
Elena se acercó, aún con el eco emocional del sueño palpitando bajo su piel. Mientras observaba algo por detrás de su espalda, apoyó su mano izquierda en el hombro de Alan.
—“Vaya… ¿Te das cuenta? Ya no es solo ruido sin sincronización. Anoche no fueron solo ideas sueltas, Alan. Fue... comunicación.” —
—“¿Te diste cuenta de que, cuando mi canario cantaba la melodía, yo pensaba en una palabra?”— dijo él, con un gesto casi infantil en el rostro.
—“Si… Creo que era…Volver.”— dijo Elena
—“¿Así es que la recibiste?”—preguntó Alan entusiasmado, mientras bajaba la voz, como si hablar fuerte pudiera quebrar algo sagrado.
—“No recibí exactamente la palabra. La sentí. Como si alguien me lo susurrara en la mente. Es difícil de explicar…” —
Silencio otra vez. Pero era un silencio cargado de intensidad y calidez.
Ámsterdam. Un momento durante la noche. Hogar de Elena Mirov.
La casa estaba en silencio, salvo por el ronroneo leve del difusor de aire. Elena esperó que su esposo se durmiera plácidamente y sintió los zumbidos sutiles del casco IFN al activarlo. Se lo colocó con cuidado, como quien acomoda un objeto muy delicado. Cerró los ojos y el mundo desapareció.
En el umbral del sueño, el IFN vibró suavemente, ajustándose a la curva circadiana de su mente. Todo era oscuridad al principio, luego comenzaron a llegar fragmentos de imágenes sin lógica. Algunas luces verdes danzando. Y ecos que le parecían lejanos.
De pronto, una sensación le atravesó el pecho. Pero no era suya. Era una melancolía ajena y densa. Masculina. Era de Alan.
Una figura se empezó a dibujar en su mente. Era un tren partiendo y una mujer parada en un andén, que miraba al tren sin despedirse. Otra vez le llegó la idea de Volver.
Ella no tenía forma de saber si soñaba con él o dentro de él. Solo sabía que la tristeza no era suya y provenía de Alan. Y era intensa.
Laboratorio 6B. A la mañana siguiente.
—“Lo recibí, Alan”— dijo tímidamente Elena, mientras se colocaba sus guantes.
Alan no dijo nada al principio. Luego asintió.
—“Era el andén nueve, en la estación de Berlín. Creo que tenía ocho años. Mi madre me soltó la mano cuando vi partir a mi padre. Pensé que solo iba a un congreso. Tardé tres meses en entender que no volvería.” — Se pasó la mano por la nuca, incómodo.
—“Lo sentí como si fuera mío.”— dijo Elena, bajando la vista. Un matiz suave de vergüenza brilló en sus mejillas. —“Nunca he sentido una tristeza ajena tan clara.” —
Alan no respondió de inmediato.—“¿Y no te dio miedo recibir sentimientos ajenos?” —
—“No.” — respondió Elena —“Me dio... compañía. Me sentí cercana.” —
Ambos se quedaron en silencio, pensativos En el aire se notaba un ambiente algo tenso. Pero en sus ojos había algo nuevo, ambos sentían una intimidad nueva, una cercanía sin contacto físico. Como si hubieran compartido algo más que un experimento de laboratorio.
Noche 11. Hogar de Alan.
Alan se tumbó en su cama con el casco encendido. Respiró hondo. Su esposa Silvia estaba de viaje, como casi siempre. El departamento de ambos era sobrio y funcional, pero carecía de personalidad. Le faltaba alma. Pero ahora, con el IFN activado, ese vacío le parecía casi una ventaja.
En segundos, el casco captó su fase REM. El zumbido se transformó en pulsos leves de luz, apenas perceptibles.
Una figura pareció formarse en su mente. Era Elena. No veía su imagen, sino su presencia emocional. Sentía temblor, fragilidad, espera.
Estaba en un parque, de noche. Una niña estaba sentada en un banco. Tenía los zapatos desiguales. El cabello recogido con una cinta celeste. Lloraba sin ruido. Alan la reconoció. Era ella, en otro tiempo.
Él caminó hacia ella, pero no con pasos para acercarse físicamente. Se movió hacia la niña con la intención de acompañarla.
La niña levantó la mirada para preguntarle: —“¿Volviste?” — no fueron palabras, solo sintió que esa era la inquietud de la niña.
Alan quiso decir sí, pero la voz no salió de su garganta. Solo proyectó una imagen extendiendo la mano. La niña sonrió mientras se tomaban de las manos.
Laboratorio. Mañana siguiente.
Elena entró sin saludar. Se sentó mientras respiraba hondo.
—“Anoche fui yo. Esa niña con la cinta celeste en el cabello. No sé cómo... cómo supiste.”—
Alan la miró.
—“No lo supe. Solo llegué allí de algún modo. Y supe que eras tú.”—
Elena sonrió. Por primera vez en meses, sonrió sin ironía.
—“No puedo explicar estos contactos. No como científica. Solo como… persona. ¿Y tú?” —
—“Me pasa lo mismo. Yo tampoco puedo explicarlo. Pero quiero volver allí esta noche.” —
—“Yo también.” — respondió Elena.
Al salir del laboratorio, ambos se alejaron por pasillos diferentes. La ciudad los tragó en su rutina. Pero en algún lugar, entre cables cuánticos y ondas de luz silenciosa, sus pensamientos comenzaban a tejerse en un idioma nuevo. Uno sin voz. Uno que solo los sueños podían hablar.
Conexión Nocturna
Capítulo 2: Lugar Sin Nombre
Red Biofotónica Global (RBG), Experimento IFN-07
Fecha: 18 de febrero de 2129
Participantes: Mirov, Elena – Keats, Alan
El sueño llegó silencioso y sin ninguna forma, como siempre. Comenzó por una marea de luces y algunas formas líquidas. Pero esa noche, a diferencia de las anteriores, no hubo demoras. Apenas cerraron los ojos, ambos emergieron en el mismo lugar. Era una especie de habitación sin paredes ni suelo, solo un espacio denso e indefinible, translúcido, donde las emociones parecían flotar como partículas.
Alan pudo “verla” como una vibración dorada. Elena sintió la presencia del hombre como un campo azul cálido. Ambos se reconocieron al instante.
—“¿Estás aquí?”— pensó Elena, y la idea se convirtió en un lazo que rodeó a Alan, como una caricia mental.
—“Estoy. Desde que cerré los ojos, estoy.”— respondió Alan, sin necesidad de usar ningún lenguaje. Aunque no se tocaban, podían sentirse cerca. Íntrinsecamente cerca.
Ella proyectó un recuerdo hacia el hombre: un invernadero lleno de lavandas y tierra húmeda. El intenso aroma era tan nítido que Alan cerró sus sentidos en el sueño, como si pudiera oler desde otro plano además del físico. En el centro del invernadero, una hermosa niña jugaba con lombrices.
—“Iba allí cuando escapaba de casa”— dijo Elena sin palabras —“Mi madre no entendía por qué me gustaba jugar con la tierra. Decía que era impropio de una niña.” —
Alan no dijo nada, pero proyectó una emoción densa, comprensiva y cálida. El silencio entre ellos era más sincero que cualquier palabra.
—“¿Te das cuenta de lo que estamos haciendo?”—preguntó Elena de pronto mientras su corazón se aceleraba —“Esto… no es solo ciencia, ¿Verdad, Alan?” —
—“No. No lo es.” —
Silencio. Era el tipo de silencio que duele cuando se rompe la magia.
—“Mi esposa regresó esta mañana”— dijo Alan, y su tono se volvió algo opaco —“Me preguntó por qué estaba tan ausente últimamente. Y le mentí.” —
—“Yo también miento”— admitió Elena. Su voz mental tembló ligeramente —“ Me levanto antes que él, apago el IFN, preparo café… como si nada pasara. Pero todo esto está pasando…”—
—“No nos tocamos, ni nos miramos fuera del laboratorio. Y, sin embargo...“— Alan dejó inconclusa la frase.
—“Nunca nos hemos sentido más cercanos a nadie”— completó ella.
El espacio mental se comprimió. Y ambos supieron que debían despertar. El sueño los estaba expulsando. Pero antes, hubo un último intercambio.
—“No quiero dejar de verte”— pensó él.
—“Tampoco yo”— respondió Elena.
Universidad Internacional de Neuroóptica y Física Aplicada (UINFA)
Laboratorio 6B – 9:15 AM
La sala de trabajo dejaba traslucir un ambiente tenso, que contenía todo un conjunto de mensajes que ninguno de los dos había compartido, pero que ambos sabían que estaban allí. No había forma de ignorar la conexión que se había forjado entre ellos. En la comunicación IFN la transparencia de sentimientos y emociones, dejaba al desnudo los verdaderos pensamientos, sin posibilidad de ocultarlos. Pero ahora ambos estaban en el mundo de la vigilia laboral. Y allí, en ese mundo, todo tenía reglas.
—“Los gráficos muestran una sincronización perfecta durante 5 minutos y 42 segundos”— informó Elena sin levantar la vista del monitor —“Es la primera vez que superamos los cinco minutos.” —
Alan se cruzó de brazos. Miró la pantalla sin verla.
—“Elena.” —
Ella lo miró. Pero no como científica o colega. Le miraba desnuda emocionalmente.
—“Dime “— dijo ella.
Alan tragó saliva cuando preguntó: —“¿Esto es parte del experimento?” —
Elena cerró los ojos un segundo. Suspiró negando con la cabeza.
—“No. Ya no lo es. No desde hace varias noches.” —
Hubo un largo silencio, mientras ambos notaban que la tensión disminuía. Ya se conocían de forma inimaginables para los demás. No tenían forma de explicar la comunicación IFN. La intimidad que habían logrado difícilmente la experimentarían con otras personas.
—“No quiero hacerte daño”— dijo Alan.
—“Ni yo a ti. Pero tampoco puedo mentirme más”— respondió Elena —“En las noches que paso junto a tí me siento más viva que en años de matrimonio. Es algo que no puedo explicar ni decírselo a nadie… excepto a ti.” —
—“Silvia piensa que estoy deprimido”— dijo Alan con un gesto triste, mientras mencionaba a su mujer —“Tal vez lo estaba. Antes de esto.”—
—“¿Y ahora?” —
—“Ahora… ahora te escucho mientras sueño, Elena. Y todo se ha vuelto real.” —
Se miraron. No era deseo carnal lo que flotaba entre ellos. Era ternura. Verdad. Presencia.
Noche 21. Conexión IFN.
El espacio que compartían había cambiado. Ya no era un no-lugar. Tenía forma. Un banco en un parque. Una fuente. Y dos árboles entrelazados.
—“Lo construimos juntos”— dijo Elena, tocando con la mente las hojas de uno de los árboles —“Sin querer, lo soñamos igual.” —
—“El banco era de mi infancia” — admitió Alan.
—“Y la fuente, de un viaje que hice antes de casarme.”—
Ambos se sentaron. En el sueño, sus cuerpos eran de luz, pero se parecían a ellos mismos. Con más claridad y sin máscaras.
—“¿Crees que esto puede durar?”— preguntó él.
—“No lo sé. Pero lo que sentimos es real. Aunque nadie lo vea. Aunque no podamos contarlo“— dijo ella.
—“El amor no siempre es un escándalo visible. A veces es un silencio compartido entre dos mentes despiertas.” —
—“Nunca nadie me amó así”— dijo ella —“Por dentro.” —
—“A mí tampoco. Y no sé qué hacer con esto. Me siento vulnerable.” —
Ella extendió su mano para tocarlo. Para conectar con la mente, entre ambos. Hubo una larga pausa suspendida.
—“Solo quédate conmigo. Esta noche. Nada más.” — le pidió Elena
Y él se quedó. En esa noche sin tiempo, no había lugar para culpas. Tampoco para reglas.
Día siguiente. Oficina del Decano.
—“Mirov, Keats… He leído el informe que me mandaron. El trabajo biofotónico es impresionante. Estamos ante una revolución”— dijo el Decano Hartman, mirándolos por encima de sus lentes.
—“Gracias, señor”— dijo Alan, parco.
—“Pero no me queda claro un punto. ¿Ustedes afirman que la comunicación no es tanto información como sensaciones y sentimientos dentro del espacio de conexión? Quiero entenderlo bien, porque es algo... poco práctico para el sistema de comunicación que pretendemos.” —
Alan y Elena se miraron. Y respondieron con una sonrisa neutra.
—“Recién estamos empezando, señor. Falta mucha investigación. Sí sabemos que en esta fase no hay tanta comunicación clásica. Pero creemos que si se podrán mandar mensajes directos.”—dijo Elena con tono firme.
—“Bien. Sigan así. El mundo nos está observando.” —
Al salir, Elena le susurró a Alan:
—“Estamos mintiendo, ¿no?” —
—“Así es. Pero esa mentira protege algo que la humanidad no debería perder: un medio de comunicación que impide mentir.” —
Esa noche, sin hablarlo previamente, se conectaron antes de lo previsto. En su lugar compartido, en algún lugar incierto dentro del universo biofotónico de la comunicación IFN, Alan proyectó una palabra clara y cierta.
"Amor."
Y Elena, que no pudo evitar una sonrisa franca y abierta, le respondió con una emoción envolvente: "Lo sé. Y siento lo mismo."
Ambos entendieron que, sin tocarse ni besarse, sin firmar compromisos, habían llegado a un lugar más íntimo y personal que cualquier otro humano hubiera experimentado antes.
Un lugar sin nombre. Un lugar donde los sueños podían expresar solamente la verdad.
Conexión Nocturna
Capítulo 3: La Tercer Voz
Red Biofotónica Global (RBG), Experimento IFN-07
Fecha: 3 de marzo de 2129
Participantes: Mirov, Elena – Keats, Alan
Anomalía detectada: señal no identificada.
Aquella noche, todo comenzó como siempre lo hacía.
Estaban en el banco del parque onírico. Estaba la fuente, y la calma extrema y acogedora de pequeño universo biofotónico. Alan llegó primero. Elena apareció apenas unos segundos después, envuelta en un suave resplandor verde, la tonalidad que su mente adoptaba cuando traía paz desde el mundo de la vigilia.
—“¿Estás bien?”— preguntó ella, sin palabras, a través de sensaciones compartidas.
—“Sí. Pero hay algo raro esta noche. Puedo sentirlo… o percibirlo…”—
Y entonces, como una grieta en la superficie de un lago tranquilo, surgió una distorsión.
No fue un sonido abrupto. Lo notaron como una presencia. Una oscilación en el aire mental del escenario. Podría decirse que le percibían como una “onda” sin forma ni rostro… sin temperatura. Un nuevo tercer pulso.
Alan y Elena intercambiaron sensaciones entre si. En el mundo biofotónico, eso era como tocarse a través del alma.
—“¿Lo sientes?”—dijo ella.
—“Sí. No eres tú… y tampoco yo.” —
Un destello, como un flash dentro de sus cráneos, llegó sin palabras. No había sonido ni señales. Sólo ideas que podían interpretarse como un mensaje que decía:
—"No deben... olvidar. Toda forma se disuelve en el ciclo del universo. Pero lo que somos... permanece." —
Y luego… nada. Solo silencio y una ráfaga de imágenes inconexas: una estrella roja colapsando, una mesa con cuadernos abiertos, un cuerpo suspendido en un cilindro de energía azul.
Laboratorio 6B – 9:47 AM
Alan y Elena se miraban mientras observaban las pantallas. Los datos estaban ahí, fríos y digitales. Pero no había forma de registrar los sentimientos que experimentaron.
—“La interferencia comenzó a los 12 minutos y duró exactamente 4 minutos con 16 segundos”— informó Alan, marcando los picos de frecuencia.
—“Mira esto”— dijo Elena, señalando una secuencia de pulsos biofotónicos que no coincidían ni con su firma cerebral ni con la de Alan —“No es ruido ni interferencia. Es otro patrón. Fijo y rítmico.” —
—“Otra mente.” —
—“Si, claro. ¿Pero quién es? ¿Quién hizo el contacto? ¿Nosotros o él?” —
No podían explicarlo. Hasta ese momento, el contacto era individual y entre los portadores de un casco IFN. ¿Quién era el intruso? Silencio.
Alan tuvo como un dejà-vu o una corazonada. Sacó un archivo antiguo del servidor del proyecto que contenía los registros de todos los desarrolladores que habían intervenido en la invención del IFN.
Localizó un perfil que tenía una foto en blanco y negro. El rostro poseía una mirada intensa, como de otro tiempo.
—“Mira, Elena. Es el Dr. Anselm Hevelius. Fue parte del equipo fundador del IFN. Se especializaba en estructuras cuánticas de conciencia. Murió en un accidente, durante una prueba de resonancia fotónica en el 2118.” —
—“¿Piensas que fue él?” —
—“No puedo explicarlo, claro. Solo digo que algo tiene su firma biofotónica. Algo que lleva su patrón cerebral.”—
Elena quedó pensativa. No dijo nada, pero un escalofrío le recorrió la espalda.
Conexión nocturna. Noche 31.
No hicieron falta preámbulos. En cuanto cerraron los ojos, la tercera presencia estaba ahí. No de una forma invasiva, no estaba en el parque mental de la pareja, sino en una sala suspendida en negro. Desde allí les llamaba sin urgencias ni imposición. Era más bien una invitación sin formas ni voz.
Alan proyectó dudas, pero también cautela y respeto.
—“¿Eres tú? ¿Eres el Dr. Anselm Hevelius?”—
—"Soy lo que en la Tierra identificaban como el Dr. Hevelius. Soy lo que quedó de él. No soy una copia porque este no es un mundo físico. Soy lo que quedó de la energía de Hevelius." —
—“¿Eres el Dr.?”— Intervino Elena.
—"Lo fui. Pero ahora no soy lo mismo que en la Tierra. Este es un plano de formas mentales, no físicas. Aquí los seres asumen formas de conciencias que alguna vez habitaron cuerpos." —
Elena quiso preguntar algo más, pero una viva emoción la desbordó. Era como hablar con un eco que tenía intención y se sentía como una sombra viva.
—"Ustedes abrieron una puerta. Pero esto que experimentan no es otra vida. Es otro plano que permite experimentar la misma energía de otra manera diferente que en la tierra. Se podría decir que es el plano siguiente de la evolución humana. La mente no es originada por el cerebro. El cerebro solo es un repositorio del alma o la mente mientras se habita el plano físico. Los seres vivos somos energía persistente que no puede destruirse. La memoria de los seres vivos es persistente. Indestructible." —
Alan lanzó una pregunta desde lo más profundo de su mente:
—“¿Estamos solos en esto?” —
Hubo una pausa.
—"Nunca estuvieron solos. Todos los seres vivos que estamos en este plano podemos verlos y escucharlos. Pero respetamos su privacidad. Yo solo elegí acercarme sin permiso para explicarles la confusión que percibimos en sus mentes.
Esto que experimentan es como una red cuántica que no solo transmite. También recoge. Lo que piensan, se expande… vibra… y llega a los demás. Ustedes, como recién llegados, pronto experimentarán pensamientos, ideas que les llegarán de otros y les enseñará a conectar con los habitantes de este plano. " —
Y luego, el ser que alguna vez se llamó Anselm, se alejó mientras mostraba una última imagen de un mar calmo bajo dos lunas. Les llegó una sensación de amor envolvente y en la arena de la playa se escribió una palabra que se desvanecía lentamente: Continúen.
Día siguiente. Cafetería del campus.
Alan removía su café con gesto ausente.
—“¿Crees que lo imaginamos?” — le preguntó a Elena.
Ella negó con la cabeza —“No. El patrón de la presencia está en los registros. La misma frecuencia cerebral que dejó registrada el Dr. Hevelius. Una coincidencia es imposible.” —
—“Entonces, ¿con qué estamos hablando?” —
—“No con un qué. Es con quién. Tal vez es un residuo de conciencia, como una marca en el aire. O como un perfume que queda cuando alguien se va, pero nunca del todo.” —
Alan la miró.
—“¿Y nosotros también dejamos algo al irnos?” —
—“Así lo entendí… nuestra esencia individual… no desaparecería”— dijo Elena, y sus ojos se llenaron de una emoción nueva. Esperanza.
—“¿Sabes? No me asusta morir si algo de lo que soy sigue vibrando junto a ti… en ti.”— dijo él, bajo.
Elena rozó apenas sus manos con la punta de los dedos.
—“Ni a mí.” —
Laboratorio 6B – Bitácora privada, entrada de Elena
“El IFN nos ha revelado algo más que una herramienta científica. Nos ha mostrado que la esencia del ser humano no se apaga: se transforma. No somos cerebros que piensan. Somos luz que recuerda. Tal vez, el futuro de la comunicación no sea solo con los vivos. Tal vez, el amor, la memoria, la conciencia, se estén entrelazando para siempre en una red infinita de energía persistente.”
Por la noche, Elena y Alan volvieron a encontrarse de nuevo, pero el lugar ya no era el banco del parque. Era un campo abierto en donde una aurora cruzaba el cielo. La escena era silenciosa, de mucha paz.
Y entre ellos, flotando como una semilla luminosa y discreta, la tercera presencia.
No era intrusiva ni era un fantasma. Era parte de ellos ahora. Más tarde se sumarían nuevas presencias.
—"La energía no muere. Solo cambia de frecuencia." —
Alan sonrió. Elena tomó su mano. No necesitaban más pruebas. Solo necesitaban continuar.
Conexión Nocturna
Capítulo 4: El Brillo del Amor
Universidad Internacional de Ámsterdam. Laboratorio IFN. Abril de 2129.
La primavera europea ya se había instalado. Afuera, las glicinas comenzaban a desbordar sus racimos lilas sobre las rejas metálicas del campus, pero dentro del laboratorio, el aire era denso y expectante.
Elena miraba fijamente la pantalla principal. Las últimas capturas del flujo biofotónico estaban ordenadas en espirales de colores que se cruzaban con una armonía casi poética.
Alan entró en silencio, sin su bata.
—“¿Dormiste anoche?”—preguntó ella sin apartar la vista de los flujos.
—“No. Soñé.” —
Elena giró para mirarlo a los ojos. Ese “soñé” ya no significaba lo mismo. Ahora era como decirle “te sentí”, “te vi”, “hablamos”, “te amé”.
—“Alan...”— empezó, sin saber cómo seguir. Pero no fue necesario. Él ya lo sabía. Como si cada palabra estuviera dicha desde hacía días, semanas, meses… o desde el primer instante que compartieron una visión.
Se sentaron uno frente al otro, rodeados por las ondas de luz almacenadas.
—“Silvia firmó los papeles. Finalmente lo entendió.”— dijo Alan.
—“Yo también hablé con André. Fue duro. Pero... no hubo enojos. Solo hay distancia entre nosotros. Y esa sensación de estar en mundos diferentes.”—dijo Elena.
—“Porque estamos en otro mundo, Elena. Aunque aún nos parezca que estamos en este.” —
Se quedaron en silencio. Y luego, rieron al mismo tiempo, al mismo ritmo. Como si sus cerebros ya hubieran renunciado a la individualidad.
—“¿Te das cuenta?”— dijo Alan, inclinándose hacia ella —“Esto no es amor convencional. Se parece más a una fusión de almas…”—
—“No me digas fusión, suena a protocolo de energía solar”— respondió Elena, con esa sonrisa tímida que solo él conocía.
—“Lo siento. No quise menospreciar nuestro amor. Pero dime cómo lo llamarías tú.” —
Ella lo pensó. Cerró los ojos por un momento. Y se proyectó a la mente del hombre.
Una ráfaga de calor, una sensación de hogar y un sentimiento de pertenencia les envolvieron de inmediato. Como si se hubiesen encontrado a sí mismos.
—“Eso”— susurró ella, con los ojos brillantes mientras proyectaba las emociones y sentimientos a la mente de Alan —“Eso es lo que somos.” —
Alan la tomó entre sus brazos. Y se besaron.
Sala de presentación del Comité Científico Global – Bruselas, 12 de mayo de 2129
—“Doctores Mirov y Keats, hemos leído sus informes con detenimiento”—dijo la Dra. Lestienne, presidenta del comité. Su tono era cortés, pero había una frialdad de fondo que ambos percibían —“Pero si lo que afirman es cierto, estaríamos hablando de algo que roza la metafísica. ¿Contactar con conciencias no-biológicas? ¿Patrones mentales persistentes después de la muerte? ¿Una forma nueva de lenguaje emocional?” —
—“No estamos hablando de espiritualidad”— dijo Elena —“Nos basamos en datos científicos registrados. Hablamos de física cuántica aplicada a la neurobiología. Hemos registrado pulsos biofotónicos que no eran los nuestros y no pertenecían a organismos vivos. Y hemos comprobado su coherencia. Uno de ellos, es un pulso que coincide con la huella del fallecido Dr. Anselm Hevelius” —
—“Lo entiendo, doctora, pero los patrones que describen… ¿ No podrían ser interpretaciones erróneas? El problema de lo subjetivo...” —
Alan intervino:
—“Esta investigación ha abierto un campo nuevo de investigación. ¿No son subjetivos los sentimientos, las emociones? Y sin embargo… ¿Cómo medirlos? ¿Por sus efectos? La guerra, el arte, el miedo, el amor… todo tiene su raíz en emociones. ¿Por qué no empezar a codificarlas como un nuevo lenguaje universal? Estamos ante una realidad dimensional nueva. Y necesitamos nuevas herramientas de medición.” —
La sala quedó en silencio reflexivo por unos momentos.
Uno de los científicos del comité, de reconocida trayectoria, les preguntó:
—“Quiero dejarlo en claro. Me gusta hablar directo, sin dobles sentidos. ¿Están proponiendo una nueva forma de comunicación entre humanos? ¿O están planteando una forma de Transcomunicación Interdimensional?” —
—“El experimento comenzó como un ensayo de comunicación entre humanos. Pero terminó derivando más allá de los humanos al contactar al Dr. Hevelius”— respondió Alan, con convicción.
—“Realmente estoy impresionado con los resultados. Pero ¿Y si los hallazgos se usan con fines militares?” —
—“Es una posibilidad, lo admitimos. Pero ¿Y si son usados para que nunca más haya guerras? Esta forma de comunicación emocional, hasta adonde hemos investigado, impide la inclusión de la mentira. Fomenta el diálogo auténtico, devela los verdaderos sentimientos.” —
Una semana después. Universidad de Ámsterdam.
—“No van a permitir liberar los informes ni las conclusiones de los experimentos y experiencias.”— dijo Elena, mirando la notificación oficial. El comité agradecía los aportes… y archivaba los informes y las conclusiones por tiempo indefinido, mientras alentaba a seguir investigando.
—“Entonces se hace necesario no pedir permiso.” —
Alan había creado una copia completa del protocolo de conexión biofotónica. Decidieron en mutuo acuerdo subirlo a la red abierta, sin firmas, sin patentes, sin derechos reservados.
Después de hacerlo, Alan dijo: —“Está hecho. El conocimiento de lo que sabemos y vimos es libre. Como la luz.” —
Seis meses después de la liberación del informe, la Tierra brillaba.
Miles de niños se conectaban en sueños con sus abuelos muertos. Poetas que compartían sus emociones como ráfagas de luz. Adolescentes que descubrían sus almas a través de símbolos, sin necesidad del lenguaje verbal. Grupos de personas que meditaban juntas desde distintos países y despertaban con visiones idénticas.
Una generación nueva de humanos había nacido. Les llamaban los soñadores.
A medida que la comunicación biofotónica se popularizó, las guerras comenzaron a parecer arcaicas. Las fronteras se tornaron absurdas. La humanidad comenzó a descubrir el dolor en los demás. Los discursos se apaciguaron, la comprensión, la paz y la búsqueda de soluciones para la humanidad se transmitió como una a través de la red biofotónica global.
Una casa cualquiera en las afueras de Ámsterdam. Invierno.
La chimenea estaba encendida. Afuera, una tormenta de nieve golpeaba con ráfagas intermitentes las paredes de la casa. Adentro, reinaba una calma tranquila.
Elena caminaba lentamente por el salón mientras acariciaba su vientre, visiblemente abultado. Alan le observaba desde el sofá, con una sonrisa que solo el amor maduro puede sostener.
—“¿Se movió?” —
—“Sí. Pateó cuando pensaste en esa canción vieja de Queen.” —
—“¿En serio?” —
—“Sí. Pudo sentirla. Estoy segura que le gustó.” —
—“Vamos a tener un soñador aún antes de nacer.” —
Elena se sentó junto a él. Apoyó la cabeza en su hombro. Y respiraron juntos.
—“¿Crees que todos los habitantes del planeta entenderán?” —
—“Los que ya sueñan con otros... sí. Lo están haciendo.” —
—“¿Y los demás? ¿Los presidentes?¿Los que toman las decisiones?” —
—“Tarde o temprano entenderán, mi amor” —
Un silencio cálido los envolvió.
Y entonces, Elena dijo, como si el universo mismo la empujara:
—“Nada se pierde. Nos movemos entre formas. Brillamos. Y alguien, en algún lugar, siempre nos está recibiendo.” —
Última entrada de la Bitácora IFN-07. Firmada por Elena Mirov.
“No hubo descubrimiento más profundo que el de amar sin barreras.
Entender al otro sin palabras. Aceptarlo con sus miedos y sin máscaras. Alan y yo soñamos
juntos. Y ahora enseñamos a los demás a soñar. La humanidad nunca ha estado
sola. Solo hacía falta escuchar. No con los oídos. Sino con el corazón.”
FIN
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